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Diego compra dildo de sorpresa para Luisa

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En las últimas semanas, la vida sexual de Diego y Luisa se había vuelto aún más emocionante. Después de haber compartido sus más íntimas fantasías, sus encuentros íntimos se habían cargado de una tensión sexual palpable. La fantasía de incluir a otro hombre en su relación les excitaba a un nivel que ni ellos habían imaginado antes.

Como parte de su intento de hacer realidad esta fantasía, Diego decidió tomar medidas concretas. Se aventuró en un sex-shop especializado, decidido a encontrar el juguete perfecto para llevar a cabo su deseo. Tras explorar las opciones, eligió un dildo de tamaño regular, un objeto que se convertiría en el primer paso para hacer la fantasía un poco más realista.

El solo hecho de comprar el juguete encendió aún más la pasión entre Diego y Luisa. Imaginaban cómo sería usarlo, explorando cada rincón de su deseo. Cada conversación sobre sus deseos ocultos, cada mirada lujuriosa compartida, los acercaba cada vez más a la materialización de su fantasía. La anticipación y el deseo los consumían.

Luisa se excitaba enormemente al pensar en la idea de tener dos penes a su disposición, satisfaciendo todos sus anhelos sexuales. Los mensajes provocativos y las insinuaciones en sus conversaciones cotidianas solo alimentaban el fuego de su deseo. Diego y Luisa sabían que estaban a punto de explorar un nuevo territorio erótico juntos, y estaban más que ansiosos por llevar a cabo su plan y hacer realidad sus más salvajes fantasías. Cada día que pasaba, la pasión entre ellos crecía, y sabían que estaban a punto de sumergirse en un mundo de excitación y lujuria sin precedentes.

Al llegar a casa con la sorpresa en la bolsa, Diego no podía contener su emoción. Luisa, que estaba en el salón, notó de inmediato la mirada pícara de su esposo y se preguntó qué tenía en mente. Diego se acercó a ella y, con una sonrisa traviesa, le entregó la bolsa que contenía el juguete que había comprado en el sex-shop.

Cuando Luisa vio lo que había dentro, sus ojos se iluminaron de deseo. Efectivamente, el simple hecho de ver el dildo desató una oleada de excitación en ella. No pudo evitar sentir un cosquilleo entre sus piernas y, sin siquiera tocarse, comenzó a mojarse. La sensación de tener un objeto tan íntimo y sugerente en sus manos, elegido por su amado esposo para cumplir sus deseos compartidos, era extremadamente erótica.

Diego observó la reacción de Luisa, complacido al ver el efecto que tenía el juguete en ella. Sabía que estaban en el camino correcto para llevar a cabo su fantasía, y esta revelación solo fortaleció su deseo de hacerla realidad.

Con el ambiente cargado de excitación, Diego y Luisa se fundieron en un apasionado beso, sus lenguas entrelazándose con deseo. En medio de la fogosidad de su encuentro, Luisa no pudo resistir la tentación de bajar los pantalones de Diego. Sin mediar palabras, comenzó a acariciar su miembro erecto por encima de su ropa interior, sintiendo su calor a través de la tela.

Diego, dejándose llevar por la pasión del momento, ayudó a Luisa a liberar su pene. Mientras su esposa acariciaba con destreza su pene, él se concentró en acariciar las suaves nalgas de Luisa, apretándolas con fuerza y deseo. Sus dedos comenzaron a explorar la húmeda vagina de su esposa, deslizándose con suavidad y firmeza entre sus labios. Luisa, entregada al placer que ambos compartían, gemía de forma sugerente cada vez que su marido metía más sus dedos.

Con la excitación creciendo, Luisa, deseosa de llevar a su marido al límite del placer, se inclinó hacia abajo y tomó con avidez el miembro de Diego en su boca. Sus labios lo rodearon con pasión mientras su lengua lo acariciaba en movimientos sensuales. Los gemidos y susurros de placer de Luisa resonaban en la habitación, excitando aún más a Diego.

Mientras Luisa se entregaba al placer de su tarea, Diego, animado por los gemidos de su esposa, no pudo resistirse a explorar más a fondo. Con un dedo inicialmente, comenzó a penetrar suavemente la vagina de Luisa, sintiendo su humedad y calidez. Luisa gemía aún más, y entre chupadas profundas y gemidos excitados, le pidió a Diego que la penetrara con otro dedo. Sin perder tiempo, Diego introdujo un segundo dedo, sintiendo cómo el interior de su esposa se estrechaba alrededor de ellos.

El éxtasis llenó la habitación mientras Diego continuaba estimulando a Luisa con sus dedos, y ella respondía con pasión al placer que él le proporcionaba con su lengua y sus labios alrededor de su miembro.

Diego, sintiendo el estremecimiento de Luisa, supo que era el momento de llevar su placer al siguiente nivel. Decidió retirar sus dedos de la intimidad de Luisa y, con una sonrisa traviesa, tomó el dildo que previamente había preparado. Sin dejar de mirar a Luisa a los ojos, deslizó el juguete hacia la entrada de su vagina, sintiendo cómo ella se tensaba anticipando la sensación de ser llenada.

Luisa dejó escapar un gemido entrecortado cuando el dildo comenzó a penetrarla lentamente. Se apretó contra el juguete mientras continuaba chupando a Diego. Los movimientos de sus caderas se volvieron más desesperados a medida que se acostumbraba a la doble estimulación, sintiéndose completamente poseída por el placer.

La boca de Luisa rodeaba el pene de Diego con avidez, sus labios se deslizaban rítmicamente mientras sus gemidos aumentaban de intensidad. Cada succión era una muestra de su devoción y anhelo, mientras que el dildo dentro de ella provocaba una sensación abrumadora de satisfacción.

Diego controlaba el ritmo de ambos, aumentando la velocidad de las embestidas del dildo en el momento adecuado, lo que hacía que Luisa se retorciera y gimiera con mayor intensidad. La habitación se llenó con los sonidos del deseo compartido, creando una atmósfera ardiente que solo los dos entendían.

Un momento de calma llegó cuando Luisa, incapaz de resistirse al placer abrumador, dejó de chupar a Diego. Jadeando y con los ojos llenos de deseo, estaba a punto de detenerse, pero Diego, consciente de que estaban en medio de una fantasía ardiente, no se lo permitió.

Con una mirada feroz y un agarre firme en su cabello, Diego instó a Luisa a continuar. La excitación fluía por sus venas, y la idea de dominar a Luisa en este momento, de llevarla a los límites del placer, lo impulsó aún más.

"Vamos, mi amor", murmuró Diego con voz ronca. "Sabes que lo quieres, sigue chupando, siente cómo te llenamos".

Luisa obedeció de inmediato, retomando su tarea con entusiasmo. El dildo la llenaba profundamente mientras sus labios apretados rodeaban el pene de Diego, creando una sensación embriagadora de placer. Sus gemidos resonaban en la habitación, y el fuego de su deseo ardía más intensamente que nunca.

Los gemidos de Luisa se mezclaban con los de Diego mientras continuaban explorando las deliciosas sensaciones que su fantasía les ofrecía.

El dildo, con su ventosa, ofrecía una nueva dimensión a la experiencia. Diego rápidamente lo fijó en la pared, y después, tomó a Luisa firmemente del cuello. La excitación de ser dominada por él la recorrió de arriba abajo. Su deseo ardía sin control, y el placer de estar en medio de su fantasía era más intenso de lo que jamás habían imaginado.

Diego la besó apasionadamente mientras la colocaba de manera que era penetrada por el dildo, observando cada expresión de lujuria en el rostro de Luisa. Cada beso era un deseo ardiente, un recordatorio constante de lo que compartían en ese momento. Luisa gemía y gemía fuerte y sexy.

Diego no podía resistirse a la tentación. Mientras seguía besando a Luisa con pasión, su deseo creció más allá de lo que hubieran imaginado. La tomó de su cabello y lo usó para guiarla hacia abajo, hacia su pene que estaba duro como roca. Cada movimiento de su cabeza descendiendo parecía llevarlos más profundo en la lujuria.

El placer se intensificó a medida que Diego la embestía en la boca con una pasión desenfrenada. Cada embestida hacía que Luisa se moviera y fuera embestida por el dildo que permanecía fijo en la pared. La sensación de estar atrapada entre los dos, con su boca llena de Diego y el dildo llenándola profundamente, era abrumadoramente excitante.

El rostro de Luisa reflejaba una mezcla de sumisión y ansias de más, mientras que Diego se perdía en el ardor de la intensidad. La idea de que esta era solo una de las muchas fantasías que podrían explorar juntos los enloquecía.

Cada vez que Diego le embestía en la boca, metiendo su pene en sus labios húmedos y cálidos, un gemido apasionado escapaba de ella, aunque su boca estuviera ocupada. Diego la animaba, susurrando palabras excitantes entre jadeos: "Sí, así, sigue, cariño..."

Lo que hacía que este momento fuera aún más ardiente era el constante movimiento de Luisa. A pesar de que Diego no la embestía con fuerza, Luisa no podía evitar seguir moviéndose, buscando sentir la penetración profunda del dildo. Sus caderas se movían en círculos, sus ojos brillaban de excitación y su cuerpo se estremecía con cada embestida que Diego le daba.

La habitación se llenaba con los sonidos eróticos de su pasión. El gemido incontrolable de Luisa mientras continuaba disfrutando de la doble estimulación, los susurros sugerentes de Diego que la animaban a seguir y el rítmico sonido de la ventosa del dildo pegándose a la pared. Ese instante, donde el placer se fundía con la sumisión y la lujuria se apoderaba de ellos, fue inolvidable.

Diego entre tantas embestidas se detuvo, sacando su pene de su boca y tomando a Luisa del cabello. Los ojos de Luisa brillaban mientras Diego la miraba con deseo, preguntándole con voz sensual, "¿Es esto lo que realmente quieres, Luisa?"

Con un tono lleno de lujuria y voz de chica mala, Luisa respondió, "Sí, papi, esto es lo que quiero. Quiero sentirme cogida y chuparte al mismo tiempo. Quiero sentirme completamente tuya y, a la vez, entregada al placer."

Esa afirmación excitó aún más a Diego. Quería satisfacer sus deseos más profundos. La pasión los llevó a un punto sin retorno. Diego bajó a Luisa de nuevo hacia su pene, y esta vez la embestía en la boca a un ritmo frenético. Ella gemía de placer y sus ojos se nublaban de excitación mientras disfrutaba de la ardiente sumisión que tanto deseaba. Cada embestida de Diego llenaba la habitación con el sonido erótico de su lujuria compartida. Habían cruzado un nuevo límite y no había vuelta atrás.

El ardiente encuentro continuó con una pasión incontrolable. Luisa no podía contenerse, y mientras tenía a Diego entre sus labios, lo jalaba de las piernas, instándolo a empujar aún más profundo en su boca. Las embestidas de Diego la hacían gemir y disfrutar del dildo que la llenaba. Su excitación estaba en su punto máximo.

Diego, sin poder más por la sensación de Luisa moviéndose alrededor del dildo y su boca cálida y húmeda, finalmente alcanzó su límite. Dejó escapar un gemido profundo y se derramó en su boca. Luisa siguió moviéndose, sintiendo cómo Diego la llenaba con su cálido y espeso semen. Pero siempre sin dejar de moverse en el dildo que la satisfacía por completo.

El intenso clímax los dejó momentáneamente exhaustos. El semen de Diego era tan abundante que, por la excitación y la cantidad, comenzó a escaparse por las comisuras de los labios de Luisa. Paró de moverse y, cuando sacó el pene de Diego de su boca, una impresionante cantidad de semen brotó, expulsada como si se tratara de un manantial de pasión desbordada. El fluido recorrió su rostro y cuerpo, una muestra de la lujuria y la pasión que compartían en ese momento ardiente.

Ambos se sentían extasiados, como si hubieran tocado el cielo en ese torbellino de pasión.

Luisa, con el rostro aún salpicado de semen, tomó aliento y miró a Diego con ojos traviesos. "Diego, -dijo con voz jadeante-, "eso me ha excitado tanto, pero aún siento que me falta... algo más grande."

Diego, intrigado, le preguntó: "¿Más grande? ¿Qué tamaño tienes en mente, cariño?"

Luisa rio entre dientes y bromeó, "¡Estoy bromeando! Jaja..." A lo que Diego le parecía que no "Mm, ya no te creo, te conseguiré una más grande para la próxima" . Finalmente Luisa rio y bromeó " Jajaja, bueno ¡La más grande, Diego! Quiero una que me destroce de placer." Ambos rieron, satisfechos por lo que habían compartido y emocionados por las futuras aventuras que les deparaba su intensa relación.

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