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Disfrutando de la polla de mi hermano (II)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

El miércoles me levanté muy pronto, quería pasarme por la biblioteca de la facultad para estudiar, allí era donde mejor me concentraba y llevaba varios días sin poderlo hacer en casa por culpa de mi hermano y sus amigos.  El medio más directo y rápido era el metro, pero como siempre a esas horas de la mañana iba abarrotado de gente, nosotros vivíamos casi en la cabecera de la línea y la facultad se encontraba en una de las últimas paradas, tenía aproximadamente poco menos de una hora por delante de empujones.

La verdad que no me gustaba nada el metro y como no encontrara sitio para sentarte en mi parada, tocaba ir de pie todo el camino sin poder casi ni moverse, menos mal que aquella mañana mi hermano se venía conmigo, ya que tenía clase, nuestra relación siempre había sido buena, pero desde hacía 4 días era estupenda, me sentía muy a gusto en su compañía en todo momento y le echaba de menos cuando él no estaba.

Cuando llegamos al andén ya había bastante gente y cuando el metro llegó era de esperar que no hubiera sitio para sentarse, por lo menos nos pudimos apoyar en el final del vagón, allí nadie nos molestaría queriendo pasar de un lado a otro.

Íbamos hablando de todo y de nada, mi hermano estaba apoyado en la esquina del vagón y yo delante de él, dos estaciones más y se empezaba a llenar de gente, nos empezábamos a agolpar y a empujar unos contra otros, mi hermano me abrazó para protegerme de los empujones, sentía su pecho sobre el mío, su olor… su olor era embriagador, olía tan bien que apoyé mi cabeza sobre él, sus brazos me rodeaban con fuerza y me sentía segura entre ellos, alcé un poco la cabeza para mirarle, estaba observando y estudiando sus gestos, no sabía que me pasaba por la cabeza desde ese último fin de semana, era un sentimiento extraño, era como si me estuviera enamorando de mi hermano.

Alberto se dio cuenta de que le estaba mirando fijamente, me sonrió y me besó en la frente, yo suspiré, estaba tremendamente feliz y susurrando le dije “te quiero”, mi hermano me miró nuevamente, pero ahora su beso lo dirigió a mis labios, nos empezamos a besar allí mismo, parecía que no nos importase que la gente nos mirara o algo peor, que alguien nos reconociera.

Nos besábamos con pasión, nuestras lenguas se unían en un baile frenético, mi hermano bajó sus manos hasta mi culo por debajo de mi gabardina y apretó mis glúteos, me apretaba contra él fuertemente, empecé a sentir su pene, como iba creciendo de tamaño y sin importarme estar rodeada de toda aquella gente le bajé la bragueta para poder meter mi mano por debajo del bóxer, nos seguíamos besando, pero ahora simplemente nuestros labios se rozaban y nos mirábamos en silencio entre el bullicio del vagón.

Tenía el pene tremendamente grande, se lo empecé acariciar, a menear, supongo que la situación, el morbo de estar allí le estaba poniendo tremendamente caliente, yo no me quedaba corta porque notaba mi tanga bastante húmeda, era morbo, una calentura, lo único que sabía es que estaba tremendamente excitada y más cuando mi hermano posaba sus manos en mi cadera subiendo con cuidado mi vestido, había levantado lo justo para que una mano se deslizara por debajo de mi tanga acariciando mi sexo, sentía sus dedos jugar con mi clítoris aumentándolo de volumen, el placer asomaba ya a mi rostro y tuve que esconderme sobre su pecho.

Había puesto mi bolso a un lado para evitar que alguien mirara, aunque por otro lado quien podría mirar si casi no podíamos movernos, mi hermano seguía recorriendo mis labios y metiendo dos dedos en mi vagina, de repente paró y sacando su mano cogió la mía para que dejara de meneársela, le miré muy nerviosa con los ojos bien abiertos, no podía ser, pero como se va a atrever, no será capaz, esas preguntas me las hacía cuando sentí su pene entre mis muslos y susurrándome muy bajito al oído me decía que abriera un poquito las piernas.

La excitación era máxima, nadie se daba cuenta, todos iban a lo suyo, unos hablando otros escuchando música o viendo videos en el móvil, otros leyendo, otros los que menos medio dormidos y luego estábamos nosotros, yo con un pene entre mis piernas apretando mi sexo y mi hermano con su glande buscando mi vagina.

-Alberto, estás loco, pero que haces, Le preguntaba muy excitada pero a la vez muy nerviosa.

-Tú tranquila Eva. -Me contesto a la vez que me retiraba la tela del tanga de mi vagina, flexiono un poco sus rodillas y su pene se introdujo un poco dentro de mí.

-¡¡aahh!! -Un pequeño gemido se me escapo, mientras que le miraba fijamente con los ojos bien abiertos.

-Estás loco hermanito, pero te quiero, te quiero mucho. -Solamente hacerte a decir esas palabras antes de que mi hermano empezara a meter más su pene, estaba tan mojada que no costo nada que entrara y tuve que taparme la boca con mi mano mientras apoyaba nuevamente mi cabeza sobre su pecho.

-Yo también te quiero hermanita. -Sus palabras me llenaron de felicidad,

No se podía mover mucho, pero su pene se iba deslizando en mi interior, el metro freno de improviso y de un empujón la metió entera hasta el fondo, no pude reprimir un pequeño grito que salió de mi interior y que menos mal nadie oyó salvo mi hermano.

El metro estuvo detenido durante más de cinco minutos, cinco minutos con el pene de mi hermano dentro de mí, inmóvil, podía sentir sus palpitaciones, podía sentir su pene, carne contra carne, era tan excitante estar rodeada de todas aquellas personas y que todavía nadie se hubiera percatado de nada. Alberto se movía con pequeños movimientos como para acomodarse y la sentía viva dentro de mí, el metro se puso en marcha otra vez y con el suave traqueteo, el pene se deslizaba entrando y saliendo de mí vagina.

Seguía en la misma postura, la cabeza agachada sobre el cuerpo de mi hermano, apretándome la boca con mi mano para amortiguar los gemidos y noté como el pene de mi hermano expulsaba tres buenos chorros de semen en mi interior, su pene se fue deshinchando poco a poco, miraba a mi hermano y se sentía como avergonzado.

-Qué te pasa cariño, no pasa nada. -Le decía consolándole.- El que yo no llegue no significa que no me haya gustado, es más me has regalado el viaje más placentero de mi vida. -Le volví a susurrar al oído y luego le besé cariñosamente en la mejilla y luego en los labios.

Era cierto, mi hermano se había corrido, no era propio de él aguantar tan poco, pero pensaba que mejor así, habíamos tenido mucha suerte de que nadie se percatara, mi hermano se guardó aquella pequeña arma y se subió la bragueta, lo mío fue peor, tuve que colocar bien el tanga, sentía su semen resbalar por mis muslos, mi tanga se había empapado con su semen y no había posibilidad de cambiarme, pensaba para mí que el próximo viaje vendría preparada con unas bragas de repuesto.

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