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El cabronazo (El cabrón – Parte 2)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Ricardo no miraba a ningún sitio en particular, por la ventana de la cocina sosteniendo una taza de café con la que desayunaba. Era sábado y a su mente volvían imágenes de la tarde noche anterior. Lleva casi un mes sin hablar con Andrea. Después de habérsela follado en el almacén del bar donde trabaja, ella se había enfadado porque se había corrido sin condón dentro de su coño. Por supuesto, él había pasado de la pataleta de niña caprichosa.

Pero hacía cuatro días, ella le había pedido hacer las paces. Él buscó una coartada para no ir a casa el viernes por la tarde y otra para librarse del trabajo. Alquiló una habitación en un hostal. En la cama de aquella habitación, Andrea exhibió las habilidades amatorias que encerraba en su precioso cuerpo. Lo cabalgó de manera salvaje mientras se agarraba las tetas y su melena se alborotaba con cada salto sobre el ariete de carne que la estaba atravesando.

Sin preocuparse de ser oída, aquella joven de 23 años gritaba de forma descontrolada con la tremenda follada que se estaba pegando. La visión de Ricardo era excitante. Una preciosa joven a la que doblaba la edad botaba sobre su polla. Las enormes tetas, sujetas por las manos de ella, y el coño, cubierto por una fina capa de rizos negros, abriéndose para abarcar el grosor de su miembro, eran una bendición para sus ojos.

No se pudo contener y ante tanta excitación salió el animal dominante que era para voltearla y colocarla boca abajo contra el colchón:

-¿Qué haces cabrón? No soportas que una tía te folle, ¿no?

-Me gusta domar a las putas como tú…

-Pues venga cabrón… Dómame si tienes cojones.

Ricardo le sujetó las manos en la espalda con una suya. Con la otra la agarró por la nuca contra el colchón. Andrea estaba inmovilizada y atravesada por la tremenda polla de aquel maduro con el que llevaba meses enrollada en secreto. Su novio era un pobre cornudo que no se imaginaba lo que ella hacía cuando le daba excusas para no quedar con él r:

-Dame fuerte cabronazo… rómpeme el coño con ese pollón…

El hombre se sentía retado a esforzarse con más fuerza sobre su joven amante. Un grito desgarrador anunció que se corría de manera abundante en aquel volcán ardiente que era el coño de Andrea. En esta ocasión no hubo quejas por no usar condón.

Un chasquido de dedos de Pilar, su mujer lo trajo de nuevo a la realidad del desayuno en su cocina:

-¿Qué tal en el trabajo ayer? -La pregunta de la mujer le descolocó un poco. No tenía ninguna respuesta predeterminada así que improvisó algo inconexo.

-¿Qué…? ¿Anoche…? Bueno…, sí…bien…

-Cualquiera diría que no me quieres contestar… jajaja

-No, pero ya sabes… Esas reuniones con clientes son muy aburridas…

Su móvil sonó al recibir un whatsapp echándole un cable. Al abrirlo se le dibujó una sonrisa en su cara. Era una fotografía de Carla, su compañera de trabajo. En ella se le podía ver en actitud sensual. En una toma alta se le veían las tetas mientras se mordía el labio inferior. Bajo ella un mensaje:

"Pensaré en ti mientras me ducho…"

Inmediatamente, llegaron dos más. Una era un desnudo frontal donde Carla se pellizcaba los pezones. En la otra, la mujer se masturbaba dirigiendo la alcachofa de la ducha hacia su coño rasurado.

"Ojalá fuera tu lengua…"

Ricardo recordó cómo, apenas dos meses antes, se habían escapado los dos a un hotel de la Sierra con la excusa de un viaje de trabajo. La foto hacía referencia a la comida de coño que él le dio a Carla bajo la ducha, arrodillado ante ella mientras el chorro de agua caía sobre ellos. Habían llegado hasta allí después de calentarse de manera incontrolada, cuando él la asaltó por detrás, agarrándole las tetas, al despertar y verla, sentada en el borde de la cama, hablando con su marido:

-Claro que te echo de menos Arturo, cariño…

Esa fue la frase que encendió el interruptor de Ricardo. Se acercó por detrás de su compañera de trabajo y le mordió sensualmente el cuello al tiempo que le pellizcaba los pezones. La mujer, a partir de ahí, no pudo mantener una conversación lineal. Y su mente la llevaba a recordar cómo había sido poseída por su amante la noche anterior. Aligeró una despedida de su marido y se llevó a Ricardo a la ducha donde follaron como adolescentes con las hormonas disparadas:

-Ricardo… -su mujer tuvo que gritarle para llamar su atención. -¿qué te pasa que te hablo y no prestas atención?

-Disculpa, es que tenía un whatsapp del despacho, ¿qué decías?

-Te decía, que mi hermana Ana va a venir a pasar las vacaciones de semana santa a la casa de la playa con nosotros.

-Ah… Vale… – El hombre siguió algo distraído.

Su mente se escapó de nuevo por la ventana. Su cuñada Ana era 13 años menor que su mujer. Era la rebelde de la familia. Había empezado 3 carreras y no había terminado ninguna. Ahora andaba colaborando en algún proyecto teatral.

Eso sí, estaba buenísima. Y alguna vez, en alguna reunión familiar, sus miradas se habían quedado enganchadas durante más tiempo del que el decoro marca. No tenía demasiado pecho pero tenía un cuerpo de surfista espectacular. Además de una cara de niña traviesa que volvería loco a cualquier hombre… y mujer.

Tres meses antes, las cosas se cuadraron para que la situación se desmadrara entre ellos. Ricardo tuvo que realizar un viaje de trabajo a La Coruña y su cuñada andaba buscando combinación para Santiago de Compostela. Pilar, mujer y hermana de ambos, fue la que propuso la opción de que viajaran juntos en coche… Ricardo y Ana se miraron con esos ojos lascivos que solo podían entender ellos.

La cuñada, que tenía que realizar una convivencia con su grupo de teatro prefirió no asistir a Santiago y pasar el fin de semana en La Coruña con Ricardo. La noche del sábado salieron a cenar. Bebieron, bailaron, y se enrollaron en un conocido bar de copas. De vuelta al hotel la cosa era incontrolable. Subieron por el ascensor morreándose.

Apoyados en el espejo, Ricardo había bajado el escote del pequeño vestido de Ana y le comía los pezones de color marrón muy oscuro que le desafiaban erectos, puntiagudos, duros. Ella le agarraba por la nuca obligándolo a comerle las tetas mientras suspiraba. El hombre dirigía una de sus manos por debajo de su corto vestido hasta su pequeño jardín de las delicias. Haciendo a un lado su tanga pudo acariciar una mata de vellos suaves. Con sus dedos fue abriéndose camino hasta la entrada de su vagina. Empapada y caliente, metió dos dedos y comenzó a moverlos en círculos arrancando suspiros de placer de su cuñada.

Como diría el gran Joaquín Sabina "un piso antes del séptimo cielo se abrió el ascenso…". Salieron agarrados al pasillo hasta encontrar su habitación. Ante la puerta, Ana intentaba abrir con la tarjeta magnética pero le resultaba imposible. Además Ricardo la abrazaba por detrás cogiéndole las tetas y haciendo que su concentración fuera imposible.

El marido de su hermana le agarraba las tetas por encima del vestido mientras le mordía el cuello de manera sensual. Ella respondió sacando el culo hacia atrás restregándolo por su entrepierna. Sentía como la polla erecta abultaba bajo el pantalón. Ricardo fue besando la espalda de su joven cuñada hasta arrodillarse tras ella. Levantó el vestido y besó las nalgas de Ana. Blancas, redondas, desnudas por el tanga que se perdía entre ellas. Las abrió y paseó su lengua desde el ano hasta el coño.

La mujer gemía de manera sonora sintiendo la lengua caliente del hombre. Notando como retiraba a un lado la prenda íntima y accedía a su coño caliente y húmedo. Ricardo se puso de pie, se desabrochó el pantalón y liberó su tremenda polla:

-¿Tienes goma…? -preguntó Ana muy excitada.

-No, no suelo usar…

-Bueno, nos arriesgaremos… pero métemela ya…

Ricardo dirigió el capullo de su polla a la rajita de su cuñada. Ésta se elevó de puntillas y, apoyada sobre la puerta, se dispuso a recibir el pollón del marido de su hermana. De un golpe de cadera, la penetró muy profunda:

-Ay… -se quejó Ana de dolor. -Joder, cabrón, qué grande la tienes…

El hombre no le dio tregua y comenzó a follársela muy fuerte, en el pasillo de aquel hotel, apoyada sobre la puerta de su habitación. Ana sentía como le llegaba muy adentro de la vagina cada puntazo de su cuñado. Ricardo tiró de su melena obligándola a echar la cabeza hacia atrás. Ella gemía de placer sin cuidado de que alguien pudiera oírlos:

-¿Quieres polla, zorra? ¿Quieres la polla que se come tu hermana?

-Sí, joder, sí… Me moría de ganas porque me follaras.

Ricardo la agarró por el cuello mientras tiraba de su melena sin dejar de percutir contra aquel coño estrecho. Durante más de 10 minutos estuvieron follando sin darse cuenta que una joven los observaba desde la puerta entreabierta de su habitación.

Con un bufido Ricardo tensó su espalda para alcanzar el orgasmo y descargar todo su semen en el interior de su cuñada. Ésta arqueó la espalda alcanzando el clímax cuando el marido de su hermana la rellenó de leche caliente…

El hombre se llevó la taza a los labios y volvió a la realidad al notar que el café se le había quedado frío. Su mujer le miraba atónita ante el estado de ausencia que mostraba su marido.

Una hora más tarde, se encontraba en el gimnasio haciendo ejercicio cuando la música que oía en su móvil se interrumpió al recibir un whatsapp. Se apresuró a abrirlo al ver que era de Carla, su compañera de trabajo. Era la foto de una ecografía.

"Arturo y yo vamos a ser padres… pero el hijo es tuyo…"

Ricardo no contestó aunque quedó algo preocupado. Después de ducharse salió en dirección a su casa. Su mujer salió a recibirle muy contenta:

-¿Qué pasa? -preguntó algo desconcertado.

-Mi hermana, tiene un notición.

Al entrar en su casa, su cuñada estaba siendo felicitada por sus suegros que habían llegado a su casa:

-Cuñado, te voy a hacer "tito"… -le dijo Ana sonriéndole.

-No sabía que estuvieras emparejada.

-Y no lo estoy… El padre no lo sabe, pero estoy dispuesta a ser madre soltera…

Minutos después Ricardo recibió un whatsapp. Su cuñada le escribía desde la otra esquina del salón:

"Es tuyo pero no te preocupes. No te exigiré nada."

El hombre no lograba entender nada. A lo largo del día se había encontrado con la noticia de una doble paternidad. Pero aún fue peor cuando a la hora de la comida recibió una llamada:

-Hola Ricardo

-Hola Andrea, ya sabes que no me gusta que me llames cuando sabes que estoy en mi casa.

-Estoy embarazada…

-¿Qué dices, niña?

-Lo que oyes cabrón. ¿Recuerdas cuando te corriste dentro en el bar…? Pues hiciste diana…

-¿Abortarás…?

-Nada de eso. Te tienes que hacer cargo o te hundo la vida CABRONAZO…

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