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El ginecólogo de la familia
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Ser ginecólogo y tener buena onda suele ser un coctel apetecible para las mujeres de la familia. Mantener una actividad física activa y hacer deportes con mis amigos vertiginosamente me distanció de mi esposa que apostó más a las series y a los pochoclos y se “retiró” de la vida sexual. Al menos conmigo, vale la pena aclararlo.

Durante mi trayectoria en la ginecología he vivido muchas instancias que me pusieron entre la espada y la pared y en varias oportunidades pude hasta haber perdido el empleo y el prestigio por algún polvo acalorado en el consultorio. Hace tres meses me pasó algo inesperado con la hija de mi esposa, que volvió de Australia con algunos problemas y muy pero muy caliente y no tuve más remedio que cogérmela. Cada tanto me llama para hacerse un chequeo y dejo que disfrute de mi pija porque la chupa con unas ganas y una calidad que no hay manera de resistirse. La calienta chuparla y es un volcán. Es adicta a la leche y da gusto verla desesperarse por cada gota de semen que se le escaba de la boca cuando le eyaculo con ganas.

Por qué no reconocerlo con Yanina he tenido mejor sexo en estos tres meses que con su madre en mis 25 años de casado con su madre. Yanina tenía 10 años cuando la conocí, ahora a los 35 es una hembra a pleno y voy a cogérmela hasta que ella decida cortarla. No tengo nada que perder, mi matrimonio naufraga desde hace una década y a mí no me importa nada.

Cuando Yani cumplió los 35 hizo un festejo con sus amigas en casa y vino la hija de la hermana de mi mujer. Una bomba, tenía 27 años. Se llamaba Lorena pero le decían Peque, porque no medía más de 1.60 pero sus curvas eran perfectas. El culo sobresalía porque tenía las piernas flacas y unas tetas bien marcadas, no muy grandes pero con los pezones que le sobresalían.

Los viejos casados de matrimonios fracasados tenemos ese paraguas protector de “serle fiel” por tantos años a una misma mujer. Así que mientras pude le mire bien las tetas y el culo a esa pendeja infernal, que no era mi sobrina, pero me decía tío y eso casi me provoca una erección. Tenía un culo redondo, bien paradito que se balanceaba en cada movimiento.

“Tío, me dijo Yani que sos ginecólogo”. Le conté que sí, que trabajaba el departamento de ginecología y obstetricia y que toda mi carrera me dediqué a lo mismo. Me llamo Rubén, tengo 55 años pero realmente no los parezco. Sigo jugando al tenis y nadando dos o tres veces por semana y la incursión en el runing hizo que me estilizara como cuando tenía 35 años. Mientras Lorena me hizo la pregunta se había inclinado hacia mí para que le prestara atención y desde arriba pude ver cómo se le endurecían las tetas cuando se las miraba.

“Me gustaría pedirte un turno, me dijo Yani que sos especial con la familia”, me disparó mientras con una mano se abrió un poco el escote y asomaron unos pezones duros. “A veces me duelen un poco”, me dijo y la pija se me puso como una piedra. Iba a excusarme pero preferí valorar la calentura y dejar que esta pendeja llegara hasta donde quisiera. “Te espero mañana a las 13”, y le di una tarjeta con la dirección sin dejar de mirarle esos pezones perfectos. Unas tetas que cuando juntaba los brazos daban ganas de sacar la pija ahí nomás y metérsela en el medio.

“También me duele acá” me dijo y me agarró su mano para apoyársela en la entrepierna. Estaba empapada. Para evitar sospechas la froté lo más que pude pero sin ningún movimiento brusco y nadie advirtió los pequeños temblores que le provocó mi nudillo contra el clítoris. Me seguía apretando la mano contra su bombacha y gemía casi en silencio pero con la suficiente agudeza para que yo lo notara. “En cinco minutos andá para el baño que está cerca de mi cuarto, arriba”, y le froté más la conchita que le hervía de la calentura. Me paré y encaré por la escalera para el baño. En el comedor estaban todos muy entusiasmados con un karaoke así que nadie advirtió nada de lo que había pasado entre Lorena y yo. Tenía la pija tiesa, me dolían los huevos de la revolución hormonal que esa pendeja me había provocado. Cuando entré al baño y la saqué del calzoncillo estaba completamente erecta. Cuando todavía no había podido empezar a mear sentí un abrir y cerrar de puerta sigiloso y el ruido de la traba de la puerta.

Lorena tenía el escote más abierto todavía. Se paró detrás de mí y empezó a masturbarme. Con su otra mano me acariciaba la espalda y bajaba hasta encontrarse con mis huevos. “Tenés lindo culito tío” y al fin pude soltar el primer chorro de pis. Ella siguió acariciándome el pene muy suavemente hasta que terminé y empezó a sacudirlo como para que no quedaran más gotas. Se arrodilló en el costado del inodoro y me la empezó a chupar. Se la metió casi de un saque hasta la garganta y estuve a punto de explotar. “Hoy quiero tu leche. Mañana en el consultorio me hacés los chequeos correspondientes”.

Y me la empezó a mamar con ganas, cada cinco o seis vaivenes con su cabeza, se la enterraba hasta la garganta y con la lengua me chupaba los huevos. “La quiero toda”, me dijo y con la otra mano me empezó a estimular el culo y la reacción fue instantánea. Cuando se la metió otra vez hasta la garganta le descargué toda mi leche. Ella se quedó quieta, los ojos se le pusieron vidriosos y recién cuando sintió que ya le había descargado toda mi esperma comenzó a subir con su lengua por todo el miembro hasta dejarlo limpito. “Te veo mañana tío, exquisita tu leche”. Y salió del baño con el mismo cuidado con el que había entrado.

Pase la noche algo nervioso, varias veces me desperté al palo y tuve que ir al baño para tratar de aflojarla haciendo pis. Tenía mi última paciente a las 11 y me había liberado la tarde por si “se complicaba” con la hija de la hermana de mi mujer. Cuando le abrí la puerta casi me caigo de espaldas. Se había puesto tacos y un vestido de algodón pegado al cuerpo que le marcaba todas las curvas. No tenía corpiño y pude advertir una diminuta tanga que le marcaba las caderas. Cuando llegó a la camilla se apoyó con las dos manos separó las piernas y me dijo. “A veces me duele cuando me cogen por el culo”. La pija se me puso tiesa al instante y se me marcaba en el guardapolvo.

Me paré detrás de ella y con las manos le separé un poco más las piernas. Tenía los muslos suaves y un vello apenas imperceptible. Le levanté un poco el vestido y su culo quedó al descubierto. Era un espectáculo. “Te voy a revisar, vos decime si te duele y yo paro”. Unté uno de mis dedos en una de las cremas lubricantes que tenía a mano y lentamente empecé a meterle el dedo en el culo. Ella gemía y apretaba los cachetes del culo cuando sentía que mi dedo estaba a punto de entrar y lo aflojaba cuando lo sentía adentro.

Con la otra mano le empecé a manotear las tetas y cuando le pellizqué los pezones su culo se dilató instantáneamente. Puse un poco más de lubricante y le metí otro dedo más y soltó un grito que me puso más dura que antes la pija. Mientras le estimulaba el agujerito del orto saqué mi pija y la cubrí de lubricante. “Si te duele me decís y probamos otra técnica” le dije cuando apoyé la cabeza en su flor dilatada y caliente. Con los tacos, su culo había quedado en posición ideal para mi pija y cuando sentí que la cabeza había entrado y ella empezaba a gemir como una loca le di un empujoncito suave hasta quedar con el miembro clavado hasta el fondo y mi sobrina gimiendo como una loca.

Estuvimos bombeando unos cuantos minutos. Yo quería parar para no eyacular tan pronto pero no pude resistir. “Llénamelo de leche tío, quiero que chorreen las piernas, enterrámela más hasta el fondo, quiero sentirla toda adentro y empezó a bombear hasta que sintió mi chorro caliente en sus entrañas. “Que rico tío, sabía que me ibas a curar”. Me dijo sin sacarse la pija del culo.

Con un movimiento suave se arrodillo y empezó a chupármela. “Además de putita, soy chanchita”, me dijo y logro que se me pusiera otra vez tiesa y erecta. Tengo una pija ancha y apenas le entraba hasta el fondo cuando la erección era plena. La levanté de los hombros y la acosté en la camilla y empecé a cogérmela hasta que sentí que llegaba al orgasmo por los temblores, los gemidos y esa relajación posterior de los orgasmos. “Dámela en la boca”, me imploró. “Quiero tomártela toda como en el baño” y le llené la boca de leche. “Qué rica leche tenés tío, me vuelve loca, tenía razón Yanina, sos especial con la familia”.

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