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El hombre misterioso (parte 2)
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Tras casi una hora de espera y varios orgasmos fallidos, por fin teníamos nuestro reservado. Liam se acercó a nosotros para guiarnos hasta el lugar, ya que, con tanta gente, era imposible ver el punto exacto al que teníamos que ir. Mi novio entrelazó sus dedos con los míos y tiró de mí, a modo de señal, para que le siguiera entre la marea de personas que disfrutaban de la noche del sábado, aunque mis ojos solo podían fijarse en mi nuevo amigo, que me miraba atónito mientras pasaba por delante de su mesa, me imaginé que no le hizo mucha gracias que me fuera, cuando empezaba a disfrutar de la noche.

Por fin llegamos al reservado y pude ver con mis propios ojos, como realmente merecía la pena el lugar, para esperar todo lo que habíamos esperado. Antes de entrar nos explicaron el funcionamiento de la pantalla, si estaba en rojo, significaba que nadie podía entrar, ni siquiera el personal del bar, mientras que, si estaba en verde, el acceso era libre para cualquier persona, sin embargo, cuando la pantalla se ponía en amarillo, significaba que solamente tenía acceso la persona que tuviese un código. Tras explicarnos todo, Liam, por fin, tecleó un código y la puerta se abrió, permitiéndonos pasar.

Tras cruzar la puerta, nos encontramos con una terraza increíble, con unas vistas impresionantes del skyline de la ciudad, tan maravillosas que resultaba imposible fijarse en el resto de la estancia.

– A ver chicos os voy a contar como va todo esto. Cuando queráis pedir algo, lo podéis hacer a través de esta tablet, seleccionáis vuestras bebidas y nos mandáis el código. Cuando queráis que os las sirva, ponéis la luz en amarillo y vengo. – Nos explicó Liam.

– Vaya cuánta privacidad, te tengo que dar permiso para que me sirvas jajaja. – Bromeó mi novio, mientras clavaba sus ojos llenos de lujuria en mí.

– Mucho código y muchas luces, para esa pared es toda de cristal y da justo para la terraza pública. Se ve toda la gente al lado nuestro como si estuviésemos en una terraza normal. – Protesté, mirando hacia la cantidad de gente que había en el lado contrario.

– No os he contado una cosa. Esa pared de allí, es un espejo bidireccional, como los que se usan en las salas de interrogatorios de la policía. De un lado es un espejo y del otro es un cristal, vamos que no os pueden ver, pero vosotros si podéis verlos a ellos, pero tenéis que tener en cuenta la luz. Para que no os vean no podéis dar la luz, porque el efecto del espejo puede fallar. – Nos terminó de explicar mientras salía del reservado a por nuestras bebidas.

Mientras esperábamos a Liam de vuelta, con nuestras consumiciones, comenzamos a inspeccionar la espaciosa estancia. Siguiendo sus consejos, no encendimos la luz, pero con las luces de la ciudad, la que venía de la terraza de al lado y las pequeñas velas repartidas por toda la terraza, el lugar tenía un aspecto mágico. En el centro había un enorme sofá negro, en forma de U con una mesa de cristal en el medio y dos más pequeñas en los laterales y justo a cada lado, dos sillones grandes, a juego con el sofá. Sin duda, eran muebles más propios de un salón, que, de una terraza de un pub de moda, pero le daba a la estancia, un aire moderno y elegante.

Yo no podía apartar la mirada de las vistas, he vivido en esta ciudad desde que nací, tendría que estar acostumbrada a ver los rascacielos llenos de luces iluminar las noches oscuras, pero cada vez me impresionaba más.

Seguía apoyada en la barandilla de cristal del increíble mirador, admirando las vistas tan impresionantes que tenía ante mí, mientras el aire fresco de la noche me daba en la cara, cuando note unas manos en mi cintura. Evan se iba pegando cada vez más a mí, hasta el punto que noté su tremenda erección contra mi culo, mientras él me envolvía en sus brazos. Poco a poco me fui girando hasta quedar de frente a él, sus manos iban bajando por mi vestido, hasta que las puso por debajo de este, acariciando mi culo desnudo, ya que seguía sin bragas.

Comenzó a besarme, su boca se apoderaba de la mía, de una manera salvaje, nuestras lenguas jugaban una con la otra, mientras nos devorábamos uno al otro. Sus manos seguían apretando mi culo y las mías estaban alrededor de su cuello. Poco a poco fui bajando mi mano derecha, acariciando todo su cuerpo, hasta que llegué a la altura de su entrepierna. Comencé a acariciarle por encima del pantalón y notaba como su polla se movía en su interior. Me moría de ganas de que me follara y por lo que noté, él también, seguíamos besándonos y acariciándonos como locos, hasta que sonó un pequeño timbre.

En ese momento se abrió la puerta y apareció Liam con nuestras bebidas, mientras nosotros nos separábamos, intentando disimular que no estábamos haciendo nada.

– Chicos aquí tenéis vuestras bebidas, os dejo para que disfrutéis del reservado. Por cierto, una última cosa antes de que me vaya, en el reservado no os pueden ver, pero sí os pueden oír. – añadió Liam en tono de burla, mientras desaparecía por la puerta.

De nuevo estábamos solos, me volví a girar sobre la barandilla, con la intención de seguir admirando las vistas. Evan se acercó a mí, posando sus manos en mi cintura tal y como había hecho minutos antes. Comenzó a besarme suavemente por el cuello, a la vez que me susurraba al oído.

– Me encantaría follarte aquí, sobre esta barandilla, delante de toda la ciudad. – Me susurraba sobre mi oído.

– No sé qué te ha dado hoy con follar en público.

– ¿En serio, no te da morbo follar aquí? Mira todos esos rascacielos, con tantas ventas, piensa que detrás de cada una de esas ventanas hay una persona mirándote, mientras tú estás a punto de correrte y que solamente con mirarte, esa persona, también quiere correrse.

– Pues no sé, nunca lo he probado, asique no sé si me gusta o no.

– Eso tiene fácil solución, vamos a probarlo ahora mismo.

Volvió a girarme entre sus brazos para comenzar de nuevo a besarme de una manera desesperada, mordiendo mis labios como un animal hambriento. Metió uno de sus dedos en mi coño y acto seguido el segundo, yo estaba más que lista para que me follara, de hecho, creo que llevaba lista varias horas, pero él seguía torturándome con sus dedos dentro de mí, volvía a estar cerca, pero sabía de sobra que no iba a permitir.

Como pude me liberé de su boca y de sus manos, me agaché, quedando mi cara a la altura de su entrepierna y le desabroché los pantalones, su polla dura saltó como un resorte y en cuanto la tuve en mis manos no pude resistirme a llevármela a la boca. Empecé a chupársela de manera suave y lenta, notaba como cada vez que me la metía en la boca, ese trozo de carne se estaba poniendo más y más duro. Su respiración era agitada, cada vez más y no tardó mucho en colocar su mano sobre mi cabeza para empezar a follarme mi boca cada vez más rápido.

– Mira nena, todos esos edificios de alrededor, están llenos de personas que está viendo cómo me la chupas y todos saben que ahora mismo estás muy caliente y que lo único que quieres es que te folle muy duro.

No podía hablar con su polla dentro de mi boca, pero sus palabras calaron muy hondo dentro de mí. Por mi mente empezaron a pasar todas esas fantasías de hombres y mujeres observándonos y posiblemente la mayoría de ellos se estaban tocando o incluso follando mientras no miraban a nosotros, era una sensación rara, entre miedo, vergüenza y placer, mucho placer y eso hacía que chupara de manera frenética esa polla que me atravesaba la boca hasta llegar casi al principio de mi garganta.

– Ufff como no pares me voy a correr. – Me decía Evan, mientras tiraba de mi pelo con intención de que parara.

– Quiero que me folles ya, lo necesito. – Le rogaba, casi llorando de la desesperación.

Me ayudó a levantarme, sin apartar su mirada llena de lujuria, de mí. Me volvió a besar y me obligó a apoyarme en la barandilla de la terraza. Él se colocó detrás de mí, con sus manos en mi cintura y su polla dura como una piedra, rozando mi coño, si me movía un poco conseguía metérmela, pero él no me dejaba.

– Si quieres que te folle, tiene que ser así, mirando a todas esas ventanas, que todo nuestro público vea como disfrutas de mi polla.

– Vale, fóllame como quieras, pero por favor hazlo ya.

Me la fue metiendo poco a poco, mientras me agarraba del pelo, para sujetar mi cabeza y evitar que apartara la vista de todos esos edificios. Cuando terminó de metérmela, vimos que, en el edificio más cercano, salía un grupo de cuatro o cinco personas a la terraza.

– Vaya, al final si vamos a tener público. – Me susurraba Evan en mi oído.

En ese momento no podía hablar, no sabía que quería, por un lado, estaba muerta de miedo y de vergüenza por si esas personas nos podían ver, pero por otro, estaba tan caliente que lo único que quería era que me follase, sin importarme nada lo que pasase a mi alrededor.

– Nena, ¿quieres que pare?

– ¡No! Fóllame ya, necesito que me folles y no me importa quién nos mire.

En ese momento Evan, empezó a moverse dentro de mí, al principio fue suave, pero poco a poco fue aumentando el ritmo y metiéndomela cada vez más fuerte. Yo no paraba de mirar a esas personas, pensando si nos estarían viendo o no. Empecé a notar como el orgasmo crecía dentro de mí y sabía que sería muy fuerte.

– Nena, estoy a punto de correrme. – Me susurraba Evan, con la respiración acelerada.

– ¡Y yo! – Conseguí decir entre gemidos.

– Recuerda, que sí nos pueden oír, tu sabrás que clase de espectáculo quieres dar. – Me dijo en tono de burla.

Ya no aguantaba más y él tampoco. Como pude me incorporé buscando su boca. Nos devoramos uno al otro, ahogando nuestros gemidos, mientras nuestros orgasmos llegaban casi a la vez. Sin duda fue increíble.

Nuestras lenguas seguían entrelazadas mientras nuestras respiraciones se iban calmando poco a poco de los orgasmos que habíamos tenido. Poco a poco nos fuimos separando uno del otro, mis piernas todavía temblaban, sin duda había sido sexo salvaje, muy salvaje y en ese momento por mi cabeza pasaba la idea de que hubiese sido de esa forma, por el morbo de que alguien nos pudiera haber visto.

Evan tiró de mí, para llevarme al enorme sofá, nos sentamos y comenzamos a hablar de cosas sin importancia. Al cabo de un rato y de varias copas, empezó a acercarse más a mí, mientras su mano acariciaba mis muslos, sin llegar al interior del vestido.

– ¿Te ha gustado lo de antes? – Me preguntó cambiando de tema de manera radical.

– Sí, me ha gustado. – Contesté tímidamente.

– ¿Solo te ha gustado? A ver nena, ha sido increíble y los dos sabemos el motivo por el que ha sido tan increíble. Reconócelo, te ha gustado el saber que había gente ahí y que nos podían ver.

– Bueno, vale, sí me ha gustado mucho, ha sido increíble y sí, me ha calentado mucho la idea de ver a esas personas y ser descubiertos.

– Sabes, este sitio es perfecto para volver a follar. Esta vez, sería más cerca de las personas, ya sabes tú puedes verlos, pero ellos a ti no.

Mientras seguíamos hablando, a mi mente volvió el increíble orgasmo que había tenido hace escasa una hora y sí, fue tan increíble debido al miedo y a la vez morbo de ser descubiertos por desconocidos.

No sé qué me pasó por la cabeza, cuando me lancé a Evan y empecé a besarlo de una manera desesperada, mientras tanto mis manos fueron directas a su pantalón. No tardé más que unos segundos en liberar su tremenda erección. Era increíble como después de semejante orgasmo, volviera a estar duro como una piedra. Nos quedamos mirándonos uno al otro, aunque mis ojos querían mirar esa tremenda polla que tenía para mí. Poco a poco me fui agachando, quedando de espaldas a la pared de cristal, con la intención de metérmela, de nuevo en la boca, hasta que él me frenó.

– Nena, ¿no crees que es mejor que te pongas de lado? Así me la puedes chupar, mientras ves al resto de la gente. Seguro que te gusta más.

No dije nada, solamente me giré tal y como él me había indicado. Intentando no pensar en lo que pasaba tras ese cristal, me metí la polla en la boca y comencé a chupar. Me fui relajando poco a poco, a medida que me olvidaba de donde estábamos y me centré en hacerle a mi novio una mamada espectacular. Sabía que lo estaba haciendo bien, cuando noté su mano sobre mi cabeza, le encantaba acariciarme el pelo cuando se la chupaba y de vez en cuando empujar mi cabeza para que me tragara todo su miembro, lo cual hacía gustosamente.

Mientras me intentaba colocar en una mejor posición para continuar mi tarea, desvié la mirada hacía el cristal, en ese momento, una persona se acomodaba en la mesa más cercana a la pared y no era otro que el hombre misterioso que unas horas antes me había estado mirando. No sabría decir si me gustó o no su presencia, lo que sí sé es que seguí devorando esa polla, como una loca. Mientras tanto, mi novió empezó a meterme los dedos en el coño y un nuevo orgasmo no tardó en empezar a crecer en mi interior.

Evan, me paró de nuevo, me obligó a sacar su tremenda erección de mi boca, me tumbó en el sofá y el sobre mí. Comenzamos a besarnos, mientras sus manos, recorrían todo mi cuerpo, una vez más, la única diferencia es que esta vez, tiró de mi vestido hasta conseguir quitármelo. Empezó a bajar, besando todo mi cuerpo, torturándome, mientras pellizcaba y lamía mis pezones, que estaban muy duros y sensibles. Continuó bajando por todo mi cuerpo, mientras me llenaba de besos, hasta que llegó a la altura de mi coño. Nuestras miradas se cruzaron y sonriéndome me dijo:

– Te recuerdo una vez más, que no nos pueden ver, pero sí escuchar.

Y sin darme opción a contestar, se lanzó a devorar de una manera salvaje mi coño. Intenté contener mis gemidos, al principio no me costó mucho, hasta que desvié mi mirada hacia la pared de cristal.

Ahí seguía él, el hombre misterioso, que llevaba mirándome toda la noche. Era curioso, como el resto de las personas, estaban sentadas de espaldas a la pared, la mayoría disfrutaban de las vistas, pero él no, él estaba mirando hacia la pared, como si estuvieses castigado. Miraba con interés, como si realmente estuviese viéndonos. No podía apartar la vista de él y un nuevo orgasmo empezaba a crecer dentro de mí. Cada vez me resultaba más difícil aguantar mis gemidos, Evan no paraba de torturarme con su boca y mi amigo no paraba de mirarme o al menos eso pensaba, estaba a punto de correrme.

En ese momento, Evan, metió un segundo dedo en mi coño, cada vez era más difícil ahogar mis gemidos. Empezó a follarme con sus dedos, cada vez más rápido y yo no podía apartar la mirada del cristal y vi algo que realmente me impactó.

– ¡Evan, mira el cristal! – Conseguí decir en un susurro.

Alzo su mirada, quedando perplejo de lo que veía, al igual que yo. El hombre misterioso, se había sacado la polla y estaba masturbándose.

– ¿Nos está viendo? – pregunté en un ataque de pánico.

– Tranquila, nadie nos está viendo. Fíjate en el resto de las personas, nadie se ha dado cuenta de que estamos aquí. Además, cuando te dije de venir a aquí, yo ya sabía cómo era esto. Liam me contó lo que suele hacer la gente en este sitio y también me dijo que nadie del otro lado, había visto nada. – Me contó con intención de tranquilizarme.

– Entonces, ¿qué hace masturbándose en una terraza llena de gente mirando hacia un espejo donde supuestamente no ve a nadie? – Protesté bastante nerviosa.

– Pues no sé, le gustará el riesgo. ¿Quieres que siga y vemos si es cierto que nuestro amigo sabe lo que hacemos? Total, el resto de la gente no se ha fijado en nosotros.

– Bueno, vale, puedes seguir, pero si alguien más se fija en nosotros, paras y nos vamos.

– Tranquila, que eso haré.

Volvió a tumbarse sobre mí, para volver a besarme. Esta vez me besaba de manera suave y lenta, quería tranquilizarme y la verdad es que lo estaba consiguiendo. Sus manos volvieron a acariciarme todo el cuerpo. Sus dedos volvieron a mi coño, seguía tan caliente o quizás mas que antes, sabiendo que ahora alguien nos miraba, aunque no estuviese muy segura de ello.

Mientras Evan, seguía follándome con los dedos y jugando con su boca en mi cuello, yo no paraba de mirar a el hombre misterioso, como se masturbaba suavemente y con mucho cuidado de no ser visto.

– ¡Fóllame ya! – Susurré desesperada.

– ¿Segura?

– ¡Si! Te necesito dentro ya.

Y sin hacerse de rogar mucho, me la metió de un solo golpe. Me mordí los labios tan fuertes como pude para poder ahogar mis gemidos. Evan empezó a follarme, mientras nuestras miradas iban hacia el cristal. Nuestro amigo, seguía con la polla fuera, cada vez se le veía más grande y más dura y eso hacía que nosotros nos excitáramos mucho más.

Evan cada vez me follaba más duro, estábamos a punto de corrernos los dos y por lo que pudimos ver, el hombre misterioso también. Evan paró, salió de dentro de mi y se sentó, tiró de mí, para que me sentase sobre sus piernas y seguir follándome, lo único que me pidió es que me sentase mirando al cristal, para que los dos pudiésemos ver lo que pasaba en el otro lado.

Al igual que antes, empezó a follarme de una manera fuerte y salvaje. Yo ya no podía más, necesitaba correrme otra vez más y sabía que el próximo orgasmo sería mucho mas fuerte que los anteriores.

Evan cada vez me follaba más rápido y con una de sus manos, me sujetó la cara para que dejara la mirada fija en el cristal.

El hombre misterioso, seguía masturbándose, cada vez más rápido, su orgasmo también era inminente. De repente vimos como hacía unos pequeños movimientos con su cuerpo y de su polla salían chorros de semen que impactaron contra el cristal. En ese mismo momento, Evan y yo nos corrimos casi a la vez, afortunadamente, él puso su mano sobre mi boca y su boca mordiendo mi cuello, para evitar que alguien nos escuchase. Fue realmente increíble.

– ¿Te ha gustado? – Me preguntó, con su polla dentro de mí.

– Ufff si, ha sido increíble. – Contesté como pude, ya que todavía me faltaba el aire después del tremendo orgasmo. Lo que mas me ha sorprendido es lo mucho que me ha excitado saber que ese hombre estaba ahí detrás masturbándose. Al principio me ha asustado un poco, pero luego me ha gustado muchos.

– Ya sabía yo, que te iba a gustar.

– Pero, ¿cómo sabe lo que estábamos haciendo? El resto de las personas ni se han enterado.

– No sé, no tengo ni idea. Lo único que sé es que nosotros nos lo hemos pasado muy bien y él parece que también.

Tras vestirnos, volvimos a pedir unas bebidas y aprovechar el poco tiempo que nos quedaba en el reservado. Cuando Liam nos las sirvió, vimos que, a el hombre misterioso, también le habían servido la suya. Seguía mirando hacia el cristal, tomó su copa y levantándola, parecía que nos quería saludar.

Cuando terminamos, salimos del reservado, nos despedimos de Liam y cruzamos el bar para llegar de nuevo al ascensor. Cuando llegó, entramos los dos solos en el ascensor y en el momento en el que las puertas se cerraban, una mano desde fuera lo impidió, era él, era el hombre misterioso. Estábamos los tres solos en el ascensor, en silencio hasta que nos miró y nos dijo:

– Buenas noches, os he visto antes en el pub. Vi que entrasteis a uno de los reservados. Sois muy afortunados, hay mucha lista de espera para conseguir uno. ¿Es cierto que son tan espectaculares como dicen? – Nos preguntó de manera agradable.

– Sí, están muy bien y tienen unas vistas maravillosas. – Respondió Evan por los dos.

– Vaya, espero conseguir uno algún día. ¿Venís mucho por aquí? – Nos preguntó de nuevo.

– De vez en cuando. – Volvió a contestar Evan.

– Yo sí, vengo todos los fines de semana. Me llamo Fran, este es mi número de teléfono. Llamadme cuando volvías, seguro que pasamos un rato divertido los tres. – Nos dijo, mientras nos entregaba su tarjeta con sus datos.

Por suerte, las puertas del ascensor se abrieron y salió Fran despidiéndose de nosotros.

– Un placer haberos conocidos, chicos. Pasarlo muy bien. – Se despidió Fran de nosotros.

– Muchas gracias, igualmente. – Contestamos Evan y yo a la vez.

– Por cierto, muy bonito tu vestido, te queda realmente bien. Espero poder verte algún día sin él. – Me dijo, mientras desaparecía entre la gente la ciudad.

No pude ni contestarle, la verdad es que no me esperaba lo que dijo. A las pocas semanas, volvimos al pub, Evan lo llamó, pero el número no existía. Nunca mas lo volvimos a ver, ni supimos si realmente nos vio o no.

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