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El primer squirt de Karla (5): Donni
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Esto ocurrió con la primera novia que tuve.  Su nombre era Karla. Llevábamos alrededor de 6 meses saliendo juntos. Los padres de Karla me detestaban, pero ella y yo llevábamos la relación en secreto. Todos los fines de semana iba a visitarla a su casa con la excusa que era un compañero de la universidad y teníamos tareas que hacer. En cuanto sus padres salían de la sala aprovechábamos a besarnos y tocarnos lujuriosamente. Era peligroso y eso lo hacía excitante.

Una noche, luego de una larga conversación sexual por teléfono, le insinué a Karla que nos escapáramos a algún hotel esa noche para por fin follar a gusto. Karla lo deseaba tanto como yo, pero no era tan fácil salir de su casa.

-Esta noche mi papá sale a trabajar a las 10 pm. Y vuelve hasta las 6 am. De mañana, creo que podría intentar salir de casa luego de las 10 –me propuso Karla.

-Me parece estupendo, pasaré a buscarte a eso de las 11, tengo que esperar a que todos en casa estén dormidos.

-Jeje bueno, me parece bien. –respondió de manera nerviosilla.

Esa noche me preparé para escabullirme. Mis padres tardaron en acostarse esa noche. Eran las 11:30 cuando logré asegurarme que ya estaban dormidos. Silenciosamente y a pies puntillas crucé las habitaciones y salí hasta la terraza de mi casa. Salté por el techo de la casa de mi vecina y bajé a la calle deslizándome por una farola que estaba muy cerca de su entrada. Me sentía como un delincuente. Escabulléndome por los tejados en plena oscuridad de la noche. Le avisé a Karla de mi retraso y caminé hasta su casa.

Alrededor de las 12:15 am por fin estaba llegando a su casa. Ella me esperaba en la puerta.

-Perdón por el retraso. ¿Estás lista? –le pregunté susurrando para que no nos atrapasen.

-Si estoy lista. Solo tengo que cerrar la puerta despacio para que no haga ruido –justo cuando estaba a punto de cerrarla, una de sus vecinas encendió la luz de su casa y abrió la puerta de la calle.

Karla y yo nos asustamos, pues sabíamos que sus vecinas eran unas chismosas innatas. Karla rápidamente me jaló hacia adentro de su casa y entramos.

-Carajo, casi nos ve –dijo Karla asustada.

-¿Crees que tarde mucho en volver a entrar?

-No lo sé, sale a fumar y suele tardar casi media hora allí.

-¡¿Qué?! –respondí sintiéndome ya en aprietos.

-Tranquilo, tengo una idea –me dijo Karla de manera seductora y luego me besó– ven sígueme –me dijo mientras me guiaba de la mano a través de su casa a oscuras.

Entramos a la sala, subimos las escaleras al segundo piso, caminamos por el pasillo hasta su habitación. Cerró la puerta con seguro y como si nada estábamos encerrados solos en su habitación.

-¿Qué… aquí, no crees que alguien pueda escucharnos? –le pregunté sorprendido

-No lo creo, vi a mi mamá tomar esas píldoras para conciliar el sueño. Suele tomarlas cuando tiene jaquecas. No se despertará tan fácil.

Ambos estábamos nerviosos, era la primera vez que iba a acostarme con Karla. La adrenalina de aquella situación lo hacía todo más excitante.

Comencé a besarla apasionadamente, me comía su boca como si no hubiese un mañana. La tumbe sobre su cama y yo me senté en la orilla mientras la seguía besando.

-¿Qué tal si nos ponemos más cómodos? –le decía mientras metía mis manos bajo su blusa y bajo su sostén.

-Me parece una buena idea –dijo de manera nerviosa.

Se sentó, le quité la blusa, el sostén y por primera vez por fin, acaricié y apreté esos pechos que tanto había deseado desde que la conocí. Sus pechos eran muy grandes, muy firmes y excitantes. La recosté para comerme sus tetas hambriento.

Metí mi mano bajo su ropa interior desde su abdomen. Separé los labios de su vulva y con un dedo comencé a masajear su clítoris. Sus gemidos no se hicieron esperar. Se estremecía y gemía mientras yo lubricaba mis dedos con sus flujos.

La desnudé por completa. Ella se paró y comenzó a desnudarme. Besaba mi boca y mi cuello, acariciaba mis pectorales con sus delicadas y suaves manos. Me bajó el pantalón y seguidamente la ropa interior. Tomó mi verga erecta y la masajeaba de arriba abajo masturbándome.

La tumbé en la cama de nuevo y me acomodé entre sus piernas. Lubriqué mi pene con sus flujos y empujé hacia adentro. Mi glande se deslizó suavemente dentro de su caliente y lubricada vagina. De una embestida metí mi verga por completo arrancándole un gemido placentero. Sus pechos brincaban al ritmo de mis penetraciones. Sus uñas se enterraban en mi espalda fruto del placer y del dolor que me confesó sentir al principio.

-¡Uf! Ah! Ah! ¡Qué rico! –gemía con vehemencia.

Su respiración agitada acompañaba cada gemido. Luego de un rato me recosté y ella se puso sobre mí a horcajadas. Yo acomodé mi pene en la entrada de su vagina. La tomé de la nuca con una mano bajando su cabeza hacia la mía para comerme su lengua a besos. La parte superior de su cuerpo descendió dejando los glúteos alzados, como si estuviese en cuatro. Con la otra mano agarraba sus glúteos redondos y firmes.

Su piel era tersa, suave y tibia. Con un movimiento repentino, subí mis caderas para penetrar su vagina desde abajo. Seguí con esa rutina, subía y bajaba penetrándola hacia arriba como un taladro. Sus glúteos temblaban con cada penetración, ella gemía tratando de contener los gritos. Apretaba las sabanas con fuerza y sus piernas temblaban de placer sobre mi cuerpo.

Sus fluidos comenzaron a derramarse por mi verga, mis testículos y mis glúteos mojando la cama. Aumenté la velocidad de mis movimientos púbicos y ella aumentó sus gemidos. De repente me pidió que parara y así lo hice, estaba teniendo un orgasmo. Ella un poco asustada, sacó mi pene de ella y cuando lo hizo la sensación estimuló su vagina liberando un chorro de placer que derramó en mi abdomen. Había tenido su primer squirt.

Se sintió apenada, pero yo le confesé sentirme muy satisfecho con lo ocurrido, la besé apasionadamente mientras la recostaba en mi pecho.

Nos detuvimos un momento para secarnos un poco de todos esos fluidos y luego nos quedamos viendo al techo mientras nos acariciábamos. Apenas podíamos creer lo que estábamos haciendo.

Luego de un rato le confesé que quería verla mientras hacíamos el amor, ya que hasta ahora habíamos estado completamente a oscuras. Encendió una pequeña luz de mesa que tenía cerca y pude verla. Estaba preciosa. Sus pechos eran grandes con pezones oscuros y perfectos. Sus caderas incitaban a querer comérselas y eso hice. Le pedí que se recostara boca abajo. Devoré esas nalgas a placer. Las abría y las saboreaba como una fruta dulce y refrescante. Ella gemía de excitación.

Sentí la humedad en su vagina y le pedí que se pusiera en cuatro. Comencé a penetrarla despacio y luego más veloz, me eché un poco hacia atrás hasta poner mis caderas en la cama. Ella seguía mi verga con su culo, bajó sus caderas y sin darle indicaciones comenzó a mover sus glúteos. Arriba y abajo, su culo bajaba engullendo mi verga para luego subir y dejarse caer de nuevo. La vista de sus nalgas rebotando en mi verga era excitante. Así follamos un largo rato.

Alcancé el orgasmo después de un rato. Estallé dentro de ella llenándola de un enorme flujo de semen.

-¡Oh! Sí! Como puede ser tan delicioso! Se siente muy bien –decía Karla, entre alaridos.

Nos arrojamos a la cama, rendidos y abrazándonos luchábamos por no quedarnos profundamente dormidos. Tenía que salir de allí antes de las 6 am. Vimos la hora, apenas eran las 2 am. Nos quedamos conversando y besándonos por un largo rato. Volvimos a hacer el amor una vez más a eso de las 3:30.

-Ya no puedo más, estoy exhausta –dijo agitada y sudorosa mientras se dejaba penetrar por mi pene.

Luego de un intenso orgasmo ambos nos quedamos dormidos. Cuando despertamos, los primeros rayos de luz estaban entrando por la pequeña ventana que tenía su habitación.

-¡Mierda! ¿Qué hora es? –pregunté espantado.

-Son las 5:45, ¡carajo! ¡Mi padre debe estar a punto de volver! –respondió mi novia despertando asustada al igual que yo.

Nos vestimos al instante y comenzamos atravesar su casa de vuelta hacia la puerta. Por fortuna nadie más había despertado aún. Bajamos y salí de vuelta a la calle, con un beso me despedí de Karla. Ella cerró la puerta mientras yo comencé a caminar. Unas dos cuadras más adelante me encontré a su padre que iba caminando al otro lado de la calle. Por fortuna yo llevaba un suéter deportivo, me puse la capucha y el papá de Karla no me reconoció.

Volví a casa luego de una experiencia inolvidable y seguramente irrepetible. O al menos irrepetible en dichas condiciones, porque Karla y yo seguimos follando en repetidas ocasiones. Pero eso os contaré en otro capítulo.

Espero que os haya gustado, déjame tu opinión en los comentarios.

Con cariño, Donni

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