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El rancho (parte 2)

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Después de descansar por unos minutos nos metimos a la ducha para a asearnos antes de ir a buscar algo que comer, pues la realidad es que no habíamos probado un bocado en todo el día, sin perder la oportunidad de acariciarnos mutuamente al compartir la ducha.

Aprovechando el clima decidimos comer a lado de la piscina la cual no era muy grande; quizás 15 metros de largo. Ése fue el momento en que más visitantes vimos en el hotel y no eran muchos; una docena de personas aproximadamente.

Antonio nos había recomendado no salir de paseo por la sierra montañosa con el sol en la cúspide para evitar una insolación; para ese tipo de actividades era mejor madrugar al día siguiente cuando la temperatura era más agradable. Siguiendo su consejo, salvo una caminata por los alrededores de la hacienda, el resto de la tarde la pasamos jugando en la piscina.

—Qué suerte que empacamos nuestros trajes de baño —dijo mi novia mostrándome su diminuto bikini rojo de dos piezas al ajustar las tiras de su tanga ante la vista de los demás huéspedes.

—Seguro eso no te hubiera impedido meterte al agua encuerada —susurré en su oído a modo de broma al sujetarla por la cintura acusándola de vestir demasiado provocativa.

—Es probable —respondió ella con actitud traviesa sin negar lo dicho por mí.

Con la excepción de una familia de 4, ambos padres y sus dos hijos varones; el resto de la tarde tuvimos la piscina casi exclusivamente para nosotros. Animándonos incluso a participar en algunos juegos de pelota con los hijos y compartir una cerveza con sus padres.

Obvio los chicos (y el padre también, supongo), estuvieron más que contentos de pasar un tiempo jugando en el agua a lado de una mujer tan hermosa como mi novia. Pues las acciones ofensivas y defensivas que realizaba Leslie, ocasionaban que su traje de baño se corriera accidentalmente, mostrando más de lo recomendado para un lugar familiar.

Poco antes de la puesta del sol la familia decidió retirarse previniendo que sus hijos se resfriaran, cuando la temperatura del agua descendiera al oscurecer. Nosotros decidimos permanecer unos minutos más para tener tiempo de ‘juguetear’ entre nosotros.

—Vamos cariño tira al aro —invité a mi novia a lanzar la pelota a una canasta de baloncesto a un lado de la piscina; mientras yo simulaba taparme los ojos para facilitarle las cosas.

Leslie lanzó la pelota por encima de mí; pero para su mala fortuna ésta estaba demasiado inflada por lo que rebotó en el aro cayendo detrás de ella.

—¿Adonde vas? —pregunté en forma retórica al sujetar su tobillo para evitar que nadara hacia donde el balón había caído.

Pero en lugar de yo intentar recuperar el balón antes que ella, como en cualquier competencia deportiva, jalé a mi novia hacia mí para sujetarla por la cintura y fundirnos en un beso antes de zambullirnos en el agua apasionadamente.

Aprovechando la clandestinidad submarina mis manos recorrieron el cuerpo de mi novia como dos lampreas que buscaban adherirse a las partes ocultas bajo la tela de su traje de baño; específicamente bajo su tanga, al tiempo que mi novia imitándome deslizaba su suave mano por dentro de mi bañador hasta sujetar mi miembro.

En un par de segundos Leslie y yo nos encontrábamos masturbándonos mutuamente debajo del agua conteniendo la respiración por un par de minutos; intoxicados no sólo por la falta de oxígeno, sino también por lo morboso de la situación.

Esto ocasionó que mi miembro se tornara rígido como un palo; pues las expertas manos de mi novia habían conseguido excitarme en un instante, al tiempo que yo introducía mis dedos en su vagina buscando emparejar las cosas.

Tan pronto mis dedos acariciaron el interior de su sexo un espasmo se apoderó del vientre de mi novia confirmándome que había conseguido mi objetivo. Un segundo después, cuando la falta de oxígeno ya era peligrosa, emergimos a la superficie a tomar aire.

—¡Cielos... qué rico! —exclamé entre jadeos en lo que Leslie continuaba apretando mi miembro con su mano.

—¿Quieres jugar un poco más? —preguntó ella traviesamente, una vez que ambos recuperamos el aliento.

—¿Qué tienes en mente?

—Algo simple, que tal un concurso de desafíos —respondió Leslie retándome con una sonrisa.

Conociendo a mi novia su aparentemente inocente juego de desafíos podía salirse de control rápidamente, más aun cuando ambos nos encontrábamos muy excitados. Aun así no tuve problema en acceder a su propuesta.

—De acuerdo, tú primero —exigí a mi novia intentando averiguar que tan audaces serían los desafíos que tenía en mente.

Leslie giró la cabeza de un lado a otro, mordiendo los labios, para sondear si realmente nos encontrábamos solos en el área de la piscina. Una vez confirmado esto lanzó su reto.

—Yo te desafío a que te quites el traje de baño —dijo mi novia retándome al clavar sus hermosos ojos en los míos.

Yo sonreí; pues su desafió no tenía nada de especial. ¡Yo hubiera lanzado el mismo reto! Estábamos supuestamente solos, en medio de la piscina, sin nada más que nuestros trajes de baño; ¿en qué otra cosa podíamos pensar?

Sin decir una palabra solté el cuerpo de mi novia y rápidamente me agaché dentro del agua para sacarme el bañador y restregárselo en la cara (literalmente).

—¡Estas loco! —exclamó ella sorprendida de que lo hubiera hecho sin protestar; quizás esperando que renunciara antes de empezar.

—Mi turno —exigí dibujando en mis labios una perversa sonrisa.

—De acuerdo, ¿qué quieres que haga? —preguntó ella fingiendo no prever que le exigiría cumplir el mismo desafío.

—Encuérate —ordené sin dejar de sonreír.

Leslie se encogió de hombros al tiempo que sonreía nerviosa por tener que cumplir la misma acción. Giró nuevamente la cabeza para verificar nuevamente que no hubiera nadie en la cercanía que pudiera atraparla infraganti. Sólo el bullicio del personal de la cocina preparando la cena se escuchaba a lo lejos.

Una vez que mi novia sopesó las probabilidades de que alguien pudiera verla desnuda volvió a centrar su mirada en mí; y levantando ambas cejas aceptó cumplir con el reto.

Ella se sumergió en el agua hasta el cuello y sin perder contacto visual conmigo, cruzó las manos por su espalda para batallar unos segundos con el nudo de su top antes de liberar su busto. El de su tanga fue mucho más sencillo; pues este estaba sujeto a ambos costados de su cadera con dos nudos.

—¡Listo tonto! —exclamó mi novia victoriosa arrojándome ambas prendas a la cara al levantar su brazo por encima del nivel del agua.

—Eso es trampa amor, tienes que levantarte —exigí a mi novia que se pusiera en pie para que su busto desnudo quedara por encima del nivel del agua.

—Claro que no, eso no era parte del desafío —protestó ella negándose a erguirse.

Aun cuando en teoría nos encontrábamos solos Leslie había decidido no arriesgarse a que alguien pudiera verla desnuda; por lo que tuve que aceptar su postura en ese momento. Sin embargo, esto sólo quería decir que mis siguientes desafíos tendrían que ser más específicos.

—Mi turno cariño —dijo mi novia, preparándose para lanzar un nuevo desafío sin dejar de sonreír—. Tienes que ir por el balón —sentenció.

Una tarea sencilla, aparentemente, si no fuera porque el balón con el que habíamos estado jugando había flotado hasta el otro extremo de la piscina; lo cual significaba que tendría que ir nadando a traerlo con el riesgo de ser visto por alguno de los huéspedes o un empleado.

—De acuerdo —respondí para echarme a nadar inmediatamente a toda velocidad.

Afortunadamente yo soy un buen nadador; por lo que resolví nadar por debajo del agua en el regreso en caso de que alguna persona se presentara en el área.

Al llegar a la otra orilla todo seguía ‘sin moros en la costa’, por lo que pude regresar con mayor tranquilidad; al grado de tontear con el balón al nadar lentamente empujándolo con la nariz antes de entregárselo a mi novia.

—Eres un tonto —dijo mi novia desilusionada porque su desafío no hubiera representado gran dificultad.

Yo sonreí malicioso pues esta vez no pensaba desperdiciar mi próximo turno para vencer a mi novia en su propio juego por causa de la semántica; al pronunciar un reto mal redactado.

—Ahora ve tú por el balón amor —sentencié.

Repetir el mismo desafío que mi novia había formulado sólo unos minutos antes parecía ser muy condescendiente de mi parte; esto si evitamos aclarar que en ese momento arrojé el balón fuera de la piscina, hasta caer detrás de una jardinera.

—¡Eres un cabrón! —exclamó mi novia al ver como le estaba dificultando las cosas.

—Si no quieres no vayas por él cariño; pero entonces yo gano —ofrecí aceptando su negativa a continuar con nuestra competencia como una derrota por abandono.

La sonrisa desapareció del rostro de mi novia mordiéndose los labios al sondear una última vez los alrededores. Sólo las sombras tras las cortinas del salón comedor era lo que se alcanzaba a percibir; indicando que próximamente la doble puerta que lo conectaba con el patio central estaba por abrir; arruinando nuestro privado y atrevido juego.

Quizás lo prudente hubiera sido dar por concluido nuestra competencia, declarándome vencedor a mí. Sin embargo el carácter audaz y temerario de mi novia se lo reprocharía su vida entera (o sólo lo que faltaba del fin de semana), por lo que en un segundo decidió aceptar cumplir la encomienda.

Sin decir una palabra Leslie se deslizó por el agua hasta el borde de la piscina y apoyando sus manos en éste levantó su peso para salir rodando sobre el adoquín rojo del piso, con la gracia de una foca embarazada, muy cómico.

No pude evitar reír al ver como mi novia casi gateó por entre las mesas para llegar a la jardinera donde había caído el balón, ¡completamente desnuda! Temerosa de ser vista por alguna persona tal como había venido al mundo. Una vez que alcanzó su objetivo lo lanzó de nuevo al agua y dando un par de zancadas se zambulló con un clavado justo antes de que se abrieran las puertas que conducían al comedor.

—¡Bravo amor! ¡No creí que lo hicieras! —exclamé entre risas sujetando a mi novia por la cintura antes de darle un apasionado beso.

—¡Ni yo! —exclamó mi novia sorprendida de haber conseguido ‘escapar a tiempo’.

Discretamente bajo el agua volvimos a ponernos los trajes de baño antes de salir de la piscina; pues ya sentíamos un poco fría el agua además de tener hambre una vez más.

Completamente empapados nos dirigimos a nuestra habitación para tomar una ducha caliente y cambiarnos de ropa; y así poder regresar a cenar y beber un par de copas antes de dormir.

La mayoría de los huéspedes optamos por cenar al aire libre. Justo en el área de la piscina donde Leslie y yo un momento antes estuvimos nadando desnudos.

El ambiente durante la cena resultó ser muy ameno y cordial. La comida, el alcohol, la iluminación y la música de fondo creaban un atmósfera que invitaba a la relajación y convivencia. Animándonos a entablar algunas conversaciones con los otros huéspedes que, al igual que nosotros, habían llegado hasta ese lugar buscando escapar de la psicosis colectiva que reinaba en las grandes urbes.

—Salud —brindamos con copa en mano mi novia y yo con una pareja mayor, la cual no tenía reparo en compartir la alegría de haber celebrado su aniversario semanas antes con todos los presentes.

Sin temor a equivocarme me resultaba obvio que Leslie era la mujer más atractiva entre los escasos comensales. Por lo que la mayoría de los hombres, incluso los chicos con los que habíamos estado jugando horas antes en la piscina, le dedicaban disimuladamente una sonrisa cada que hacían contacto visual con ella.

—¿No te sientes acosada, amor? —pregunté al oído de mi novia en tono de broma pues yo estaba plenamente consciente de lo mucho que a ella le agradaba ser el centro de atención para el sexo opuesto (y en ocasiones para su mismo sexo).

Por ser este un lugar de estilo rústico el atuendo de mi novia distaba mucho de ser glamoroso o revelador. Un sencillo vestido amarillo de tirantes y discreto escote, que le llegaba arriba de las rodillas, y unas zapatillas deportivas era lo que ella había escogido para esa noche.

Sin una gota de maquillaje, Leslie había utilizado una liga para recoger su larga cabellera rubia. Aun así se veía hermosa; pues la sonrisa en su rostro era el mejor de sus adornos.

—Claro que no —respondió mi novia al negar con la cabeza antes de dar un trago a su copa de vino tinto—. Es más, creo que invitaré a bailar a ese chiquillo —agregó divertida, al referirse al más pequeño de los chicos quien no paraba de sonreírle desde la mesa de al lado.

Leslie movió los hombros al ritmo de la música para ver la reacción del pequeño quien no quitaba la vista de ella al no haber más niñas de su edad. Éste se limitó a reír desconcertado dirigiendo la mirada a su madre al no entender el gesto de mi novia.

—La señorita te invita a bailar cariño —dijo la madre al chico al momento que éste inclinaba la cabeza sobre su hombro visiblemente apenado.

Leslie dio un último trago a su copa antes de ponerse de pie para dar un par de pasos hasta donde se encontraba sentado el chico.

—Buenas noches señora, ¿me permite bailar con su hijo? —preguntó mi novia a la madre en lo que sujetaba al niño por los hombros desde atrás de él.

No era la primera vez que Leslie tenía este tipo de detalles con los más pequeños; pues en las tradicionales reuniones de fin de año con su familia o la mía, mi novia solía invitar a bailar a sus sobrinos favoritos.

—Claro que sí querida; bueno, si logras hacerlo que se ponga de pie porque es muy penoso —respondió la madre dispuesta a seguirle la corriente a mi novia con tal de divertirse un rato a costa de su hijo.

Todo aquel que vio la escena echo a reír por la genuina reacción del chico, quien cambió su semblante en un segundo de nervioso a aterrorizado ante la imprevista situación que se le avecinaba.

—Vamos campeón, no rechaces a la señorita —dijo el padre instando a su ‘Benjamín’ a ponerse en pie y ‘salvar el honor de su familia’.

Sin poder desobedecer, el chico lentamente bajó de la silla para quedar de pie frente a mi novia. Leslie lo tomó por la mano para llevarlo a la orilla de la piscina para tener espacio donde moverse, separándolo de la seguridad de sus padres.

En el lugar no había música en vivo amenizando la noche, como en los lujosos resorts, sólo los parlantes exteriores del sistema de sonido portátil que el personal del hotel había instalado; reproduciendo conocidas melodías para bailar.

Como el chico debería tener escasos 10 años su altura era moderada, afortunadamente para él mi novia no llevaba zapatillas de tacón alto, de lo contrario la diferencia en estatura hubiera sido mayor.

Con su mano izquierda mi novia tomó la mano derecha de su acompañante para poder dirigirlo; mientras que colocó la mano izquierda del chico en su cadera para después sujetarlo por el hombro. Estoy seguro que los ‘niños más grandes’ en los alrededores imaginaron y desearon mucho más que sólo eso.

—¡Vamos hijo! —exclamó el hombre de edad madura quien había brindado con nosotros momentos antes; animando al chico a aprovechar la oportunidad de tener a mi novia como pareja de baile (como si el chico tuviera alguna otra opción).

Suavemente, mi novia comenzó a balancear su peso de un pie a otro doblando las rodillas ligeramente para sincronizar sus pasos con el ritmo de la música; mientras el niño, como cualquier principiante, daba pequeños pasos laterales en lo que sus ojos buscaban desesperadamente los de sus padres.

—Lo haces muy bien guapo—dijo mi novia a manera de cumplido intentando tranquilizar al chico quien se había puesto nervioso al escuchar las risas burlonas de su hermano mayor—, eres un bailarín nato.

El chico sonrió levantando la mirada para hacer contacto visual con mi novia; intentando seguirle el paso a medida que ella lo hacía girar lentamente como un satélite a su alrededor.

Una vez que completaron un par de giros Leslie comenzó a acentuar el movimiento de su cadera moviéndola en forma de 8; de izquierda a derecha sólo doblando sus rodilla sin despegar los pies. Un par de veces para terminar remarcando el último movimiento alzando ligeramente su glúteo a manera de muletilla; como sí de pronto un espasmo se apoderada de su cadera al finalizar cada secuencia.

—¡Excelente mi amor! —exclamó mi novia inclinándose para dar un tierno beso en la mejilla a su acompañante para después abrazarlo antes regresarlo a sus padres. Sonriendo satisfecha por haber hecho pasar al pequeño un rato agradable.

Con los modales que correspondía, Leslie acompañó al niño de nuevo a la mesa para dejarlo justo en el lugar de donde lo había tomado; en la silla a lado de su hermano mayor, quien con natural envidia había observado toda la coreografía que mi novia y su hermanito habían realizado.

—Mami, ¿puedo bailar yo también? —preguntó el otro chico a su madre si él podía bailar también con mi novia, suponiendo que esto dependía de su progenitora y no de mi novia.

—No lo sé hijo, pregunta a la señorita.

El chico miró tímidamente a mi novia quien estaba de pie justo al lado de él; era obvio que no se atrevería a preguntarle directamente, pues aunque pronto estaría en edad de que le comenzaran a gustar las chicas, algo muy distinto era el contar con el valor para hablarle a una en ese preciso momento. Para su fortuna Leslie estaba de muy buen humor esa noche.

—Claro que si cariño —dijo mi novia tomándolo de la mano para llevarlo a la pista improvisada de baile.

El relevo del bailarín de Leslie no resultó mucho más apto que su predecesor, sólo un poco más alto.

—¡Qué suerte tienes amigo! —dijo el hombre de edad madura—; tienes una novia que no sólo es hermosa, sino también muy dulce —agregó enfatizando la actitud generosa y paciente de mi novia con los dos niños.

—Gracias, ella es un encanto —dije yo levantando mi copa para agradecer el comentario del hombre antes de beber el remanente de ésta.

Aunque igualmente torpe de movimientos el nuevo bailarín resultó ser menos tímido; animándose a realizar estrambóticos movimientos que tenían más que ver con patadas de kárate que con los de una canción de rumba; obteniendo una sonrisa no sólo de Leslie sino también de su público.

—¡Que buen paso! —exclamó mi novia entre risas al ver los curiosos movimientos del chico.

Después de un par de melodías, como lo hubiera hecho con el otro chico, mi novia le dio un beso en la mejilla antes de abrazarlo. Una vez más Leslie regresó a su acompañante con sus padres, en lo que yo pedía una nueva ronda de copas de vino antes de ponerme de pie para acomodarle la silla a mi novia.

—¿Me extrañaste? —preguntó mi novia con voz dulce colgándose de mi cuello al ignorar la silla que le ofrecía.

—Un poco —respondí dándole gusto a su ego—. ¿Y tú me extrañaste?

—Claro —respondió con una sonrisa pícara.

—¿Quieres ir a la habitación amor? —pregunté en voz baja.

Leslie me miró traviesamente sin parpadear confundida en si aceptar mi propuesta para irnos a la habitación a tener sexo o esperar para ver si al avanzar la noche, una vez que los menores de edad se retiraran a descansar, las cosas se ponían mejor en aquel sitio.

Hacía tanto tiempo que no estábamos en una fiesta o en un bar conviviendo con otras personas, que no fuera de manera virtual, que ella no quería desaprovechar la oportunidad de embriagarnos con este grupo de desconocidos. Pues a final de cuentas no estábamos seguros de cuándo tendríamos la oportunidad de volver a salir a divertirnos.

—Esperemos un poco más —respondió mi novia cruzando los dedos porque el ambiente mejorara.

—Como gustes amor —dije dándole un tierno beso en los labios al acceder a sus deseos.

Al igual que la pareja mayor que celebraba su aniversario Leslie y yo nos pusimos a bailar a un lado de la mesa en lo que esperábamos que uno de los meseros volviera a rellenar las copas.

—Que bonita pareja hacen —dijo la esposa del hombre mayor al momento que quedaron danzando a nuestro lado.

—Gracias son muy amables —respondió mi novia.

Una vez que terminamos de bailar nos invitaron a su mesa para seguir conversando. Ellos eran Mary y Frank una pareja como de 60 años, quizás el hombre un poco mayor por un par de años, que al igual que nosotros habían llegado hasta ese lugar por no haber más opciones para viajar; pues al ser ellos un poco mayores de edad, la idea de pasear a caballo o explorar montañas y cuevas no los atraía mucho.

—Perdimos un crucero por el caribe —dijo Frank en tono de queja al contarnos como la pandemia global había afectado sus planes para celebrar su aniversario navegando en un barco—. Pero así es la vida, no hay que llorar por la leche derramada —agregó resignado antes de dar un gran trago a su bebida.

—Que mal —dije yo al escuchar su amarga experiencia.

La pareja resultó ser muy interesante. Con bastantes kilómetros recorridos alrededor del planeta; razón por lo que era de esperarse que hubieran sido de los primeros afectados cuando las regulaciones para los viajeros se tornaron más estrictas.

La noche avanzó y la temperatura exterior descendió rápidamente por lo que la mayoría de los presentes optó por retirarse a sus habitaciones. Sólo unas pocas parejas decidimos continuar la velada en el bar del interior.

—Bonito lugar —dijo mi novia al entrar en la habitación que originalmente había funcionado como una biblioteca para los propietarios originales de la hacienda.

La habitación era casi tan grande como nuestro propio dormitorio con una ventana quedaba directamente a el área de la piscina y decorada con muebles de un estilo rústico. Una barra de bar de caoba oscuro en el fondo con algunos bancos altos acolchados enfrente, un par de sillones individuales en medio de la habitación y un sillón de dos plazas pegado a la ventana.

Detrás de la barra del bar un rostro conocido nos recibió con una sonrisa. Antonio, el ‘mozo’ que nos había recibido por la mañana a Leslie y a mí al llegar al hotel aquel día; quien al parecer estaba encargado del bar aquella noche.

—Buenas noches, ¿qué les gustaría beber? —preguntó el chico detrás de la barra; dedicándole una sonrisa a mi novia visiblemente entusiasmado por volverla a ver.

—Bebamos algo muy mexicano —respondió Frank por todos sacando su orgullo patrio—, ¡tequila!

Las tres parejas que nos encontrábamos en el bar aceptamos la propuesta del hombre de buena gana; por lo que Antonio se dispuso a sacar una de sus mejores botellas de tequila y llenar 6 vasos tequileros o caballitos.

—Salud —dijimos todos al verter en nuestras gargantas la ardiente bebida junto con la sal y la lima.

De no ser por las bebidas previas que habían adormecido nuestra garganta, el escozor del tequila hubiese sido mucho mayor limitando sus efectos a un leve mareo. Aun así nos atrevimos a solicitar un par de rondas más, animados por la música en el lugar.

—¡Súbele o apágalo! —exigió mi novia a Antonio groseramente que elevara el volumen del altavoz que emitía la música; amagando con comenzar a bailar al reconocer la melodía que se reproducía en ese momento.

Todos rieron con la actitud desinhibida de mi novia; a quien visiblemente ya se le había subido un poco el alcohol a la cabeza. Yo igual sonreí un poco apenado; pues conociéndola bien sabía que muy pronto la velada podía salirse de control con mi novia estando ebria.

—Amor, recuerda tus modales —reprendí a mi pareja por el hecho de haber alzado la voz.

—No te preocupes… Tony y yo... somos amigos —dijo mi novia con voz entrecortada; tratando al chico con toda la familiaridad del mundo al guiñarle un ojo.

Relajados por el alcohol que corría por nuestras venas mi novia y yo continuamos bailando torpemente en medio de la habitación; mientras las otras dos parejas conversaban entre ellos sentados en frente de la barra.

—Es que ellos todavía son jóvenes —dijo el otro hombre a su esposa al ver como mi novia y yo todavía teníamos energía para seguir bailando después de un largo día.

—No es la edad, fue el encierro —dije yo, aludiendo a que debido a la cuarentena teníamos mucho tiempo sin salir a divertirnos.

Dándonos la razón el otro par de parejas se unieron brevemente a nosotros, tomando turnos para bailar en medio de la habitación debido a la falta de espacio. Aprovechando los breves lapsos de descanso para tomar un nuevo trago en la barra.

Durante todo ese tiempo no pude evitar notar como el fornido mozo no despegaba los ojos de mi novia sin importar que ella estuviera conmigo. Era obvio que mi novia lo había impresionado bastante.

“Es natural”, pensé excusando al chico al recordar que de las mujeres presentes Leslie no sólo era la más joven sino también la más hermosa y sensual.

—Tienes otro admirador —susurré en voz baja al oído de mi novia mientras la abrazaba por la cintura.

—Lo sé —dijo ella sin darle importancia al hecho, colgándose nuevamente de mi cuello con actitud traviesa.

Después de casi una hora de estar bebiendo y bailando alegremente la primera de las parejas se despidió para retirarse a descansar a su habitación, para inmediatamente ser seguida por la otra pareja.

—Hasta mañana, que tengan una buena noche —dijo el hombre de edad madura al retirarse en compañía de su esposa.

—Gracias, hasta mañana —dije yo de pie a lado de la barra terminando de beber mi copa.

Leslie se sentó en una silla alta en la barra quedando de frente a Antonio, quien no pudo disimular su alegría al haberse quedado sólo con nosotros en el bar; pues sin ningún otro huésped presente podía olvidarse un poco de la formalidad, pues al tener él y nosotros casi la misma edad todos nos sentíamos más cómodos.

—¿A qué hora cierran el bar amigo? —pregunté para hacer conversación tratando de romper el hielo.

—En realidad a medianoche señor; pero igual hoy me toca guardia por si alguno de los huéspedes necesita algo —respondió el chico amablemente sin ningún apuro por terminar su turno.

Antonio pasó a explicarnos que con la baja afluencia de turistas el hotel había tenido que reducir su planilla. Afortunadamente el chico era conocido de los dueños del lugar por lo que había podido mantener su empleo durante la crisis; sin embargo, por en aquellos días contar con escaso personal estaba doblando turnos o realizando labores extras.

—¿Qué tal les ha parecido el lugar? ¿Se han divertido? —preguntó el chico con una sonrisa pícara.

—El lugar nos ha gustado mucho —respondí yo sólo por ser cortés, pues en realidad no habíamos conocido mucho.

—Sí, el lugar es muy bonito —concordó mi novia conmigo—; pero la verdad, nos hubiera gustado que hubiera más personas de nuestra edad —agregó con un gesto de fastidio a modo de broma—. Tú sabes para mejorar el ambiente y divertirnos un poco más con chicos de nuestra edad.

—¿Cómo cuando estuvieron jugando en la piscina? —preguntó el chico con una sonrisa sarcástica dando a entender que nos había observado desde esa habitación cuando mi novia y yo terminamos desnudos nadando en la piscina.

Leslie y yo soltamos una carcajada al entender lo que el chico había insinuado. Al parecer Antonio había tenido la oportunidad de apreciar el cuerpo desnudo de mi novia. Sin embargo; ella lejos de avergonzarse lo tomó de buen humor.

—¿Y siempre espías a los huéspedes? —preguntó mi novia jugando con la posibilidad de que el chico fuera un fisgón asiduo.

—En esta ocasión sí —respondió el chico descaradamente; dando a entender que mi novia era tan hermosa que bien valía la pena el ser despedido—. Pero la verdad no alcancé a ver mucho debido a la falta de luz —agregó descaradamente.

—De acuerdo, hoy nos vistes desnudos; la próxima vez quizás sea al revés —amenazó mi novia sin acobardarse por que el chico hubiera admirado su cuerpo desde la clandestinidad; dejando claro que ella pensaba cobrar revancha.

Antonio sonrió al escuchar la amenaza de Leslie; pues ahora le quedaba claro el tipo de pareja que nosotros éramos. Una que le gustaba divertirse y estaba abierta a conocer nuevas amistades en busca de excitantes experiencias.

—¿Quieren beber algo más? —preguntó el chico con actitud acomedida recordando que él era nuestro anfitrión al intentar embriagarnos un poco más.

—Sí, pero sólo si tú también bebes una copa con nosotros —respondió mi novia siendo empática con nuestro nuevo amigo.

—Sería un placer —aceptó el chico la invitación de mi novia—; en realidad estaba esperando que me invitaran —agregó con actitud alegre y desenfadada al reconocer que se moría de ganas por probar una cerveza helada después de su larga jornada laboral.

Antonio pasó a abrir tres botellas de cerveza y las colocó en la barra para beber con nosotros aprovechando que no había nadie más presente en el bar, pues todos los huéspedes se habían retirado a sus habitaciones. Hasta las luces del área de la piscina ya habían sido apagadas.

—Pero, siéntate aquí —ordenó mi novia señalando la silla vacía a su lado antes de brindar con el chico.

—Como usted ordene señorita, después de todo el cliente siempre tiene la razón —agregó el fornido joven en tono de broma saliendo detrás de la barra para acompañarnos a brindar.

“¡Salud”, exclamamos los tres chocando nuestras botellas en alto; Leslie y Antonio sentados uno frente al otro, conmigo de pie a lado de mi novia. Aun cuando en su posición el chico tenía una vista inmejorable de las piernas de mi novia él no parecía cohibirse en lo absoluto.

—¡Ya necesitaba esto! —exclamó el chico después de dar un gran trago a su botella de cerveza oscura.

Como Antonio era principalmente un mozo de exterior, no estaba acostumbrado a pasar largos períodos en lugares cerrados como en esos días. Sus tareas extras eran una tortura para él.

—Principalmente doy mantenimiento al establo y atiendo a los animales de la granja —explicó el chico—. Arreglar las cercas, alimentar el ganado y guiar paseos a caballo.

Aunque los ingresos principales del hotel provenían de los turistas y paseantes; éste contaba con un establo y una granja para crear una atmósfera propia de una hacienda de la época de la revolución, por lo que contaba con personal para atender estas tareas.

—Ahora entiendo tus botas —dijo mi novia señalando las botas naranja oscuro de nuestro anfitrión; pues ese tipo de calzado no era lo que uno esperaba ver en el personal de un hotel.

—Es la costumbre —dijo el chico dando otro trago a su cerveza.

Antonio en realidad era un hombre de campo que amaba trabajar al aire libre y cabalgar por espacios abiertos; ésta era una de las razones por las que había entrado a trabajar en el hotel hacía casi cuatro años. Y aunque había otros empleados que pudieron haber sido ‘promovidos’ para desempeñarse en el interior del hotel en lugar de él, había una razón importante para que esto hubiera sido de esa manera.

—¿Y porque te eligieron a ti? —preguntó mi novia con curiosidad al dar un nuevo trago a su cerveza.

—Era el más guapo de todos —respondió el chico con una sonrisa altanera.

Leslie casi regresa la cerveza por la nariz al escuchar la respuesta de Antonio, llevándose la mano al rostro para intentar contenerse. No es que no fuera verdad que el chico tuviera una gran presencia, pues sus rasgos faciales, estatura y complexión muscular le creaban un porte imponente; sino más bien el modo en que lo había dicho con cierto aire de soberbia y vanidad que no eran propio de su imagen ruda.

En ese momento entendimos que aun cuando su apariencia y modales podía ser los de un hombre de campo; Antonio era un chico que, al igual que nosotros, le gustaba divertirse y pasarla bien (no podíamos haber conseguido mejor anfitrión durante nuestra estadía).

—Disculpa, no me pude contener —excusó Leslie su reacción preocupada por haber avergonzado al chico.

—¡¿Qué pasó?! ¿No me crees? —preguntó el chico fingiendo estar molesto—. Imagina como estaban los demás de feos —agregó sacándonos a ambos una gran carcajada.

Desde el punto de vista de Antonio sus compañeros eran mayores que él y con modales más burdos y simples, por no estar acostumbrados a tratar directamente con los turistas. Además estaba el aspecto estético; por lo que al ser Antonio el más joven y pulcro de los mozos de exterior sus jefes consideraron que él era la mejor opción para promover, al menos por esos días, en lo que se recuperaba el mercado del turismo.

—Estoy seguro que no les gustaría que el mismo hombre que extrae el semen del ganado fuera el encargado de llenar sus copas —comentó el chico en tono de broma.

Este último comentario provocó que en esta ocasión Leslie sí regresara la cerveza por la nariz de manera jocosa para beneplácito del chico. Era obvio que esa había sido su intención al hacer tan insólito comentario.

—Si ese fue el caso, espero que al menos te hayas lavado las manos —dije yo en tono de broma, aludiendo a que el encargado de realizar tan singular tarea era justamente nuestro anfitrión.

—Sí, claro que me limpié el semen del toro —agregó el chico al fingir examinar su mano libre por unos segundos como si estuviera inspeccionando su propia higiene personal—; en cambio el mío… —agregó continuando con la broma provocándonos una nueva carcajada al aludir a que recién se había masturbado.

Aun cuando Leslie y yo nos habíamos hospedado anteriormente en algunos ranchos y fincas campestres, nunca habíamos recapacitado en lo duro de las jornadas laborales de los rancheros; los cuales deberían de efectuar una gran cantidad de tareas que podrían parecer algo escatológicas para nosotros, como limpiar el excremento de los animales o ayudar en su fertilización.

—Y eso no es lo más duro —continuó relatando el chico—. Imagínense tener que limpiar el trasero de una vaca antes de fertilizarla —agregó sin inmutarse antes de dar un último trago a su cerveza.

Leslie casi se dobla de la risa con la charla y ocurrencias de Antonio; especialmente cuando el chico simuló oler su propia mano después de su último comentario, la verdad nos la estábamos pasando muy bien con él y creo que él también sé dio cuenta de esto; por lo que su semblante se tornó más relajado.

Ignoro si esto se debía a que el chico tenía una gran simpatía además de tener casi nuestra misma edad; o al hecho de que mi novia y yo teníamos mucho tiempo anhelando pasar un buen rato con otra persona además de nosotros.

Entre risas y anécdotas de Antonio terminamos de beber la cerveza para inmediatamente el chico regresar detrás de la barra por una nueva ronda. Por Leslie y yo haber comenzado a beber mucho antes que él, los efectos del alcohol comenzaron a mermar nuestra lucidez y buen juicio.

—¿Y cómo sobrevivieron al encierro? —preguntó el chico al comenzar a beber la nueva cerveza.

—Lo normal —respondí yo abrazando a mi novia brevemente por la espalda—, con televisión y mucho sexo —agregué con una risa forzada intentando hacerme el gracioso, lo cual creo no conseguí.

Antonio observó a mi novia en silencio por un segundo dando a entender que no estaba de acuerdo con mi respuesta (al menos en lo relacionado con lo del televisor).

—Es lógico con una mujer tan hermosa —dijo el chico con un tono condescendiente en su voz; asintiendo sólo con la segunda parte de mi respuesta.

—Gracias —agradeció mi novia el genuino halago del chico con una sonrisa cambiando la posición de sus piernas al cruzarlas hacia el otro lado, con la clara intención de atraer la atención de él hacia ellas.

No estaba seguro si había hecho lo correcto al aludir a mi relación con Leslie en nuestra conversación de ‘amigos’; pues lo último que quería era mostrarme como un novio celoso o posesivo delante de nuestro anfitrión, pues sabía que esto podía terminar súbitamente con nuestra noche. Por lo que en el afán de remediar la situación jalé una tercera silla para sentarme a lado de ellos sin que pareciera que trataba de controlar a Leslie. Lo cual al parecer dio resultado.

—¿Y cómo es extraer el semen de un toro? —preguntó mi novia sin poder olvidar lo comentado por el chico hacía unos minutos; con evidentes signos de ebriedad.

—Sabía que me ibas a preguntar eso linda; tienes una mente muy pervertida —dijo el chico con actitud relajada y divertida al saber que se había ganado nuestra confianza—. ¿Alguna vez has masturbado a tu novio?

Una vez más Leslie se llevó la mano a la boca intentando contener la risa que la indiscreta pregunta del chico le había provocado; pues en su condición de hombre era lógico que Antonio supusiera que yo no desaprovecharía la oportunidad de pedir a mi novia que me masturbara ocasionalmente.

—Es lo mismo pero con una verga de un metro de largo —remató el chico con una sonrisa sarcástica separando las manos para ejemplificar lo descomunal del pene de un toro.

Una vez más Leslie se sintió apenada llevándose la mano a su enrojecido rostro (no sé si por la pena o por el alcohol), tratando de ocultar el morbo que le provocaba la imagen que describía nuestro anfitrión.

—Podemos llenar varias botellas con su leche —dijo el chico refiriéndose a la cantidad de esperma que expulsaba el ganado cuando este era masturbado—. Y antes de que lo preguntes linda; sí, sí lo he probado aunque debo aclarar que eso fue un accidente —remató sacándonos otra gran carcajada.

Era tanto el volumen de nuestras risas y algarabía que a esas alturas ya me preocupaba que el ruido ocasionado impidiera conciliar el sueño a los demás huéspedes del hotel. Pero Antonio nos tranquilizó señalando lo gruesos que eran los muros de la hacienda por lo que esto era poco probable.

El chico pasó a relatarnos como, cuando entró a trabajar en la hacienda hacía casi cuatro años, le tocó aprender a las malas muchas de las tareas de la granja.

—El capataz me ordenó extraer el semen de un toro sólo para desestresarlo —comentó.

Debido al temperamento de algunos animales era necesario extraerles el semen periódicamente para evitar que estos se pusieran de mal humor; pues no sólo se tornaban peligrosos, sino que también tendían a escapar.

En esos casos en lugar de utilizar una botella para guardar el semen, utilizaban una especie de capucha con la que envolvían el pene del animal y lo frotaban hasta conseguirlo hacerlo eyacular.

—Obvio está tarea es más complicada que sólo jalarle la verga a tu novio —enfatizó el chico—; pues si lo llegas a lastimar este te puede llegar a patear.

—A veces pasa —interrumpió mi novia a modo de broma; haciendo alusión a que en algunas ocasiones ella había salido golpeada cuando me masturbaba enérgicamente; provocando que ahora Antonio y yo soltáramos una gran carcajada.

La solución para evitar que los animales se tornaran peligrosos era amarrar los pies del toro o caballo al que le estuvieran extrayendo el esperma; o en su defecto doblarle una pata posterior por la rodilla para que el animal no se sintiera confiado de tirar una patada.

Por ser la primera vez que Antonio realizaba esa tarea no conocía bien al toro que en aquella ocasión le tocó hacerlo ‘feliz’; por lo que inmediatamente se puso nervioso y comenzó a frotarle el miembro rápidamente intentando terminar con la tarea lo antes posible.

Para su mala fortuna el toro no disfrutó sus precipitadas caricias por lo que este terminó saltando a pesar de encontrarse amarrado por las patas traseras.

—Para no hacerles el cuento largo la verga del toro terminó escapando de mis manos bañándome con el semen que había alcanzado a salir; cayendo algunas gotas en mi rostro. Bueno, quizás me baño casi por completo —remató el chico entre risas haciendo burla de el mismo sin ninguna clase de complejo.

Por ser Leslie y yo habitantes de una moderna metrópoli no estábamos acostumbrados con las idiosincrasias y vicisitudes propias de la vida de campo; por lo que la situación que describía Antonio nos resultaba muy graciosa.

Obvio para quienes si tienen la oportunidad de vivir de una manera más próxima a la naturaleza este tipo de eventos no pasan de ser simples anécdotas en el peor de los casos.

La amarga experiencia (o dulce, dependiendo del toro), no terminó ahí; pues el capataz de Antonio le ordenó que volviera a frotar el miembro del animal hasta que este terminara de eyacular completamente sin darle oportunidad de limpiarse.

—No se imaginan lo difícil que fue volver a agarrar la verga del toro estando completamente cubierta con su propio semen —dijo el chico sin inmutarse—; pero nos hicimos buenos amigos después de eso —agregó en modo de broma al aludir que el toro había quedado más que satisfecho con aquel ‘favor’, sacándonos una última carcajada.

—Ya lo creo que se hicieron buenos amigos después de eso —comenté yo intentando nuevamente hacerme el gracioso.

Leslie y Antonio sonrieron sólo por compromiso después de haber escuchado mi soso intento de broma. Definitivamente esa noche yo no era el más simpático en ese bar.

—¿Y a qué te supo? —preguntó mi novia con actitud pícara poniendo al chico en aprietos.

Antonio casi se asfixia al escuchar la pregunta de mi novia; teniendo que golpearse repetidamente en el pecho con su puño para recuperar la compostura.

—En realidad no tuve tiempo de saborearlo —respondió el chico con una sonrisa—, estaba más preocupado porque el toro no me golpeara con su verga en la cara; pero creo que me supo un poco amargo, algo parecido al yogur. Sólo espero no tener que volver a probarlo en mi vida —agregó con una sonrisa nerviosa preocupado porque mi hermosa novia pensara que tenía alguna tendencia homosexual.

En su afán de aparentar ser simpático; Antonio no había considerado la posibilidad de que Leslie se creara un imagen errónea de él, por lo que se apresuró a corregirlo dejando en claro que él era un verdadero hombre. ¡Todo un vaquero!

—Ese tipo de cosas ocurren todo el tiempo cuando trabajas con animales —enfatizó en tono serio—; pero por nada del mundo me gustaría trabajar en un lugar diferente.

Desde el punto de vista de nuestro nuevo amigo, los incidentes con los fluidos corporales del ganado eran una picota en comparación con los beneficios de vivir y trabajar al aire libre.

—No te preocupes, que lo hayas probado por accidente no te hace menos hombre —dijo mi novia tranquilizando al chico—; sólo tenía curiosidad por saber si tenía algún sabor diferente —agregó sin inmutarse refiriéndose al sabor del semen de aquel toro en comparación con el de un hombre. ¡Específicamente el mío!

Perteneciendo Leslie y yo a una generación que gusta de vivir nuestra sexualidad libres de tabús y prejuicios irracionales; era normal que el asunto del sabor del semen hubiese salido en algunas conversaciones con nuestros amigos.

—La primera vez que lo probé igual no me supo a nada —confesó mi novia totalmente desinhibida al acomodar su vestido para mostrar un poco más de sus bien torneadas piernas al chico frente a ella.

—No hablas de mí, ¿verdad amor? —pregunté casi en automático preocupado porque a mi novia no le gustara el sabor de mi semen.

—Claro que no amor —respondió dando un beso en el aire—. ¿Recuerdas a mi primo Juan? —preguntó mi novia en forma retórica dando a entender que había sido uno de sus primos de quien había probado el sabor del semen por primera vez.

Con una cerveza en mano Leslie pasó a relatarnos como en aquella ocasión, una apuesta con su primo la había orillado a tener que masturbarlo como pago por haber perdido.

—Él siempre se me había hecho guapo; pero como era mi primo no me hacía muchas ilusiones.

Como la mayoría de las personas antes de liberarse sexualmente Leslie veía las normas de la sociedad como algo inquebrantable. Con el tiempo aprendería que pocas personas la siguen realmente.

—Yo ni siquiera tenía novio en aquel momento, por lo que vi la oportunidad no sólo para ver el pene de un hombre por primera vez, sino también para tocarlo —dijo mi novia entre risas captando no sólo la atención de Antonio, sino también la mía pues yo desconocía esa historia.

Como Leslie se sentía atraída a su primo Juan, no dudó en aceptar pagar la apuesta una vez que la hubo perdido; pero entre sus condiciones le pidió al chico que se vendara los ojos para no sentirse nerviosa.

—Sólo se la iba a jalar hasta que se viniera —aclaró mi novia—. No hablamos nada de chupársela o lamérsela.

El hecho de que su primo Juan tampoco tuviera experiencia con una mujer hizo que este se viniera rápidamente sobre la mano de Leslie, después de sólo unas cuantas caricias de la suave mano de mi novia. Quedando su pene cubierto de una sustancia blanquecina y viscosa.

—Era espumosa y pegajosa —dijo mi novia al recordar como aquel liquido escurría impregnando su mano cada vez que jalaba el miembro de su primo.

Excitada por el momento Leslie consideró el probar por primera vez el sabor de aquella tibia sustancia aprovechando que su primo se encontraba con los ojos vendados; pues ella no estaba segura de cuando volvería a tener el miembro de un hombre entre sus manos.

—Me cercioré de que no me estuviera viendo y con mi otra mano me llevé un par de gotas hasta la lengua —dijo finalmente mi novia doblándose por el vientre al confesar su travesura.

Según Leslie ni siquiera recuerda el sabor de aquellas primeras gotas. Era tanta la adrenalina del momento que sólo recuerda que se sentía un poco tibia.

—Claro que se la volví a jalar otro par de veces después de eso y entonces ya le encontré el sabor cremoso y dulce —confesó mi novia sonriendo con actitud desvergonzada.

La cercanía con su primo le dio a Leslie la oportunidad de repetir la singular experiencia hasta que él se consiguió una novia de verdad.

—Juan ya no se conformaba con que sólo se la jalara por lo que se consiguió una novia con quien poder coger de verdad, una puta de su colegio —dijo mi novia resentida con su primo.

—¿Y sólo lo masturbabas? —preguntó Antonio con una sonrisa pícara interesado en saber si mi novia y su primo habían llegado más lejos.

Según Leslie en aquellos encuentros lo realmente excitante era la adrenalina que envolvía la experiencia de acariciar un pene por primera vez; pues ella realmente no recibía ninguna gratificación sexual directa.

—Sí solo eso, tampoco te emociones de más cariño —respondió mi novia deteniendo la pervertida imaginación del chico al suponer que ella había llegado a tener sexo con su primo.

—Es una lástima. De haber crecido por esta zona quizás hubieras podido realizar tu fantasía con tu primo —agregó el chico recordándonos que este tipo de relaciones filiales son muy comunes en las comunidades apartadas.

Fue sólo hasta que nos hicimos novios que Leslie llegó a desarrollar un gusto por el semen durante nuestras sesiones de sexo. Aunque este gusto era relativo.

—Si quiero venirme en su boca me hace comer mucha piña primero —dije yo sin ningún tipo de vergüenza; aludiendo a que la dieta del hombre tiene un efecto directo en el sabor de su semen.

Al parecer el alcohol que había ingerido ya había hecho que afectara mi buen juicio; pues aunque Leslie y yo acostumbrábamos tratar estos temas con nuestros amigos más cercanos, nunca me hubiera pasado por la mente hablar de nuestras prácticas sexuales de pareja con un desconocido. Afortunadamente yo no era el único que esa noche había bebido de más.

—Gracias al cielo, tengo una amiga nutrióloga que me explicó como hacer para que el semen tenga un sabor dulce —dijo mi novia con actitud divertida estirando la mano para tocar mi rodilla sin darle mayor importancia a mi indiscreción.

Según la amiga de Leslie una dieta rica en proteínas y carbohidratos ocasiona que el semen de un hombre tenga una saturación de ácidos grasos, por lo que su sabor tiende a ser amargo principalmente. En cambio, al llevar una dieta rica en frutas con un alto contenido de azúcar natural se consigue que el sabor de éste sea más bien dulce.

—Entonces creo que no te gustará probar el de un toro —dijo el chico a modo de broma con actitud burlona, al escuchar cual era el efecto de los alimentos en el sabor del semen.

Por la dieta de los animales de granja Antonio dedujo que su semen debería tener un sabor principalmente amargo; pues los animales no suelen comer frutas frescas.

—Supongo que eso depende de que tan guapo esté el toro y que tan ebria me encuentre —remató mi novia con un tono sugestivo en su voz ocasionando que Antonio y yo soltáramos una gran carcajada; pues implícitamente había sugerido que estaría dispuesta a probar el semen de un animal de granja para comprobar su sabor sólo por diversión—. Sabrás, en las parrandas de la universidad llegué a chupársela a chicos de los que estaba segura que estando sobria ni un saludo les doy —comentó mi novia provocando que el joven mozo y yo estalláramos con otra fuerte carcajada.

Como siempre la actividad sexual es más que sólo una experiencia física o carnal entre dos individuos; siendo ésta retroalimentada por la parte emocional de los involucrados.

Era por este factor que Leslie había accedido a masturbar a su primo o practicarle sexo oral a algún amigo sin que aparentemente ella hubiese recibido una gratificación directa; pues con la emoción de aquella experiencia su cerebro había liberado suficiente endorfinas para que hubiera disfrutado de ese evento. Por lo que mi novia fue vaga al responder si se atrevería a probar el sabor del semen de un toro.

—Como dije eso depende del ‘animal’; si es un buen semental y lo pide gentilmente, puede ser —reafirmó ella a modo de broma sin dejar de sonreír, sin comprometerse del todo, pero dejando espacio para el suspenso. Todos reímos.

Me resultó curioso que mi novia hubiera utilizado el sustantivo de ‘animal’ para referirse al toro en su último enunciado. ¿Sería acaso que ese fin de semana ella estaba abierta aprobar el semen de otro tipo de animal además del toro, uno de dos patas para ser más exacto? La excitación y el morbo se apoderado de mí, por lo pronto solo podía especular.

Aun cuando Leslie y yo estábamos pasando un buen rato en compañía de Antonio decidimos que ya era hora de irnos a descansar, pues además de haber bebido demasiado el reloj ya pasaba de la una de la mañana, no sin antes tomarnos la foto de rigor en compañía de nuestro nuevo amigo.

—Sonrían —dije yo al estirar la mano para tomar la clásica foto con mi teléfono inteligente, donde saliéramos los tres recargados en la barra del bar. Al menos para esto si funcionaba mi teléfono.

—¿Me puedes tomar una foto con tu novia? —preguntó el chico entregándome su propio teléfono para realizar esto.

—Claro amigo —acepté yo sin objetar; pues me parecía bastante natural que el chico quisiera un recuerdo de la noche en compañía de mi hermosa novia.

Me puse de pie para conseguir un mejor ángulo con el cual capturar la imagen en lo que Antonio se colocó de pie a lado de Leslie; pasando su brazo izquierdo por sus hombros, mientras que ella lo sujetó por la cintura con toda la naturalidad del mundo. Tal parecía que eran amigos de mucho tiempo atrás.

—Sonrían —sugerí antes de tomar un par de fotografías.

—Gracias —dijo el chico al momento en que le regresé la cámara para que revisara las fotos.

—Déjame ver —solicitó mi novia exigiéndole al chico que le permitiera ver las imágenes que yo había capturado—. ¡Oh no, que mal salí! —exclamó con falsa modestia; pues recién recordaba que no llevaba ni una gota de maquillaje además de lucir un poco ebria—. Por favor no la subas a la red y mañana nos tomamos una foto mejor —prometió mi novia.

—De acuerdo —aceptó el chico tomándole la palabra.

Nos despedimos de Antonio comprometiéndose nuestro anfitrión a darnos un paseo a caballo por la región al día siguiente; oferta que aceptamos pues prácticamente todo ese día no habíamos salido del hotel y teníamos ganas de estirar un poco las piernas (aunque fueran las del caballo).

—Procuren descansar bien esta noche —recomendó el chico—, que mañana a esta hora serán unos verdaderos vaqueros —agregó en tono de broma.

—Lo haremos querido —dijo mi novia al acercarse al chico para despedirse con un beso, agradecida por sus atenciones.

El regreso a la habitación fue algo tortuoso; tropezando con cada objeto que se ‘atravesaba’ a nuestro paso. Ya en nuestra habitación en lo que nos despojábamos de nuestras ropa tuvimos tiempo de conversar un poco acerca de que nos había parecido nuestra primera salida nocturna en meses.

—¿Te divertiste amor? —pregunté a mi novia en lo que me sacaba los pantalones trabajosamente.

—La verdad sí amor; bebimos y bailamos bastante —respondió mi novia al recordar haber bailado con los chicos al comenzar la noche—. Y Tony me pareció muy simpático —agregó con una sonrisa traviesa en lo que se despojaba de su vestido sacándoselo por encima de la cabeza.

—Parece que te agradó mucho ese vaquero —dije yo en tono de broma después de desnudarme y subirme a la cama a esperar por mi novia.

—La verdad es que sí, me pareció muy apuesto; un poco rudo y descarado quizás. Además recuerda que nos debe que lo veamos desnudo —comentó mi novia dando a entender que pensaba cobrarse la indiscreción del chico al habernos visto a ambos en la piscina, tal como habíamos venido al mundo .

—Si tú quieres cobra revancha por los dos, yo paso —dije yo argumentando que no me interesaba ver desnudo a un hombre.

—De acuerdo, como tú quieras. Siempre tuve la fantasía de estar con un vaquero de todos modos —confesó mi novia con actitud pícara una vez que terminó de desnudarse subiéndose a la cama.

—¿Con un vaquero? —pregunté sorprendido; pues yo no recordaba una ocasión en que mi novia hubiese mencionado esa fantasía; siendo que no teníamos reparo en confesarnos este tipo de cosas.

A decir verdad, creo que a esas alturas si Leslie y yo hubiéramos decidido ir a la playa en lugar de un rancho ella me hubiera confesado que su fantasía era hacerlo con un pescador; pues desde mi punto de vista mi novia sólo buscaba salir de la rutina. Si hubiéramos ido a la luna me estaría diciendo lo mismo de un astronauta (me pregunto ¿cómo será hacerlo en gravedad cero?).

—¿No estarás celoso, verdad amor? —preguntó mi novia gateando sobre la cama para recostarse a mi lado con actitud traviesa.

—Claro que no, el chico me pareció muy amable y gracioso; si quieres desnudarte con él, ese es tu problema —dije aclarando que no me importaba que ella y el chico tuvieran alguna clase de encuentro en el que ninguno de los dos llevara ropa—. Yo sólo espero que ese cabrón no nos haga mañana jalársela a un toro —agregué en tono de broma al recordar la anécdota que nos había relatado sacándole una sonrisa a mi novia.

Leslie se abrazó a mí tiernamente mirándome fijamente a los ojos con actitud juguetona, feliz de que yo no me mostrara celoso o posesivo después de escuchar su fantasía de estar con un vaquero.

—¿Qué prefieres? —preguntó mi novia haciendo una pausa antes de terminar su pregunta—. ¿Masturbar un toro o un vaquero? —agregó con una sonrisa sarcástica.

—¡Qué! ¡¿Cómo me preguntas eso?! —exclamé sorprendido por la extraña pregunta.

—¡Vamos responde! —insistió ella.

Sudé frío. No sabía a que venía la pregunta de Leslie y tenía miedo de apresurarme a responder algo que me comprometiera más adelante; pues mi novia tenía la costumbre de utilizar en mi contra cualquier comentario que yo hiciera, sobre todo aquellos relacionadas con el sexo.

Podría ser que mi novia estuviera considerando la posibilidad de poner un rancho ganadero y quería saber si yo estaba dispuesto a apoyarla; o era sólo que tenía ganas de divertirse un poco a mis costillas apropósito del último tema de la noche: la masturbación del ganado y el manejo del esperma.

—Si estuviera obligado a elegir, supongo que al toro —respondí una vez que lo pensé bien—. Al menos sé que el animal no se burlaría de mí después de hacerlo —agregué justificando mi respuesta.

Leslie soltó una carcajada después de haber escuchado mi ingenioso argumento; reclinando su cabeza en mi pecho aparentemente cansada después de un largo día.

—De acuerdo amor, yo me haré cargo del vaquero —dijo mi novia dibujando una sutil sonrisa en sus labios antes de quedar dormida.

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