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El secreto de Teresa
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Todo pasó a finales de los años 90. Teresa, mi novia de aquél entonces tenía 18 años, uno menos que yo. Su familia consistía en ella misma, su hermano menor, y sus padres. Vivían a diez minutos de mi casa y nos conocimos antes de graduarme de secundaria. Nos llevábamos bastante bien y follábamos cada vez que teníamos la oportunidad.

El cuerpo de Teresa estaba hecho para el pecado. Sus piernas, su culo, sus tetas… un cabello largo castaño y rizado, y un rostro precioso, no podía evitar cada día recogerla después del trabajo, irnos a algún lugar apartado y arrastrarme entre sus piernas.

Le encantaba el sexo, puede que igual o más que a mí. Aunque en su día a día era una chica normal, reservada y relajada, cuando estaba cachonda se convertía. Sólo hacía falta que mis dedos empezaran a jugar en su coño para que empezara a gotear como si de un grifo se tratara, y cuando la tocaba su mirada cambiaba y me advertía que no empezara algo que no podía terminar. Era como si no pudiera controlar su cuerpo cuando estaba excitada. Y a mi su humedad me encantaba, y acabábamos follando en cualquier lugar en el que estuviéramos.

Un día en particular fui a la casa de Teresa, allí estaba ella y su hermano pequeño. La invité a ir a un parque cercano, donde había varias zonas aisladas sin gente para poder jugar, pero no podía, tenía que esperar a que sus padres llegaran, pero me invitó a entrar. Subimos a su habitación mientras su hermano veía televisión en el salón. Empecé a jugar, la besaba y trataba de acariciar su coño a través de sus pantalones cortos, pero se resistía diciendo que no podíamos hacer ‘’eso’’ mientras se suponía que debía vigilar a su hermano. Seguidamente dijo que acababa de comprar una falda nueva y quería saber qué opinaba sobre cómo le quedaba, le pedí que se la pusiera porque estaría encantado de comprobar cómo le quedaba. Salió de su habitación y regresó unos minutos después con una falda de tartán de colegiala y una camisa blanca con botones bastante ceñida.

Al ver sus piernas sexys saliendo debajo de esa falda, y su camisa marcando sus tetas y sus pezones, me dieron aún más ganas de jugar. La agarré por las caderas, tirando de ella contra mí y comencé a besarla. Se resistía, sin duda pensando en que su hermano estaba en el salón, y que sus padres regresarían pronto.

Pero yo seguía jugando y ella me correspondía a medias. Tras unos minutos de besos con mi polla dura rozando su sexo debajo de la falda la escuché gemir y su boca se abrió e instantáneamente mi boca se llenó con su juguetona lengua, sus labios chocaban con los míos y los míos con los suyos. Succionaba mi lengua como si de una polla se tratara, sabía como ponerme cachondo y cada vez que lo hacía mi polla palpitaba con fuerza, estaba lista para penetrar su coño húmedo y caliente. Mi mano entró por dentro de la falda y empecé a apretar su culo, ella gemía y yo gemía. Pasé mi mano derecha entre nosotros y la bajé por la parte delantera de su falda. Acaricié el coño de Teresa por dentro de su falda y de sus bragas manteniendo un poco de misterio en mis caricias. Podía sentir el calor de su coño a través de su ropa. Sabía sin lugar a dudas por la forma en que me estaba besando a la fuerza que había cruzado la línea de la reserva y que estaba tan cachonda y lista como yo.

Tan pronto como mis dedos encontraron esas bragas calientes y húmedas, Teresa gimió en mi boca y se encorvó contra mi mano, supe que tan pronto como le quitara esas bragas, mi polla estaría dentro de ella… y eso es exactamente lo que yo quería. Con las dos manos agarré sus bragas y las bajé hasta sus tobillos. Mi mano derecha fue instintivamente a su coño, estaba muy mojado, empecé a acariciar sus labios sin llegar a penetrarla con mis dedos, ella estaba ocupada desabotonando mis pantalones. Saqué mi mano para ayudar a terminar la tarea de quitármelos y ambos notamos que mis dedos estaban cubiertos de almíbar transparente.

Teresa me miró casi en tono de disculpa, como si se arrepintiera de estar tan cachonda. Si supiera lo cachondo que me ponía…

Por fin conseguimos desabrochar mis pantalones, en cuanto lo conseguimos Teresa agarró mi polla y trataba de frotarla con su coño, pero yo era más alto que ella y estaba muy muy duro por lo que de pie iba a ser difícil. Empezó a retroceder hacía su cama arrastrándome con ella. Tuve que dar pasos cortos y rápidos para mantener el equilibrio porque mis pantalones estaban por los tobillos pero poco le importaba, necesitaba que la penetrara.

Cayó sobre su cama y yo encima de ella, con sus piernas abiertas y mi polla alineada con su coño húmedo la penetré, hasta el fondo, ella empezó a moverse, estaba tan cachondo que no iba a aguantar mucho y justo en el momento en el que sentí que iba a explotar y a inundar su coño con mi semen escuchamos la puerta principal de la casa y la voz de su madre.

—¡Mierda, estamos atrapados! —le dije a Teresa asustado, su padre me iba a encontrar aquí a punto de correrme dentro de su hija, y se iba a desatar el infierno. Ambos nos asustamos, saqué la polla más dura que había tenido del coño más húmedo, estoy seguro, que Teresa había tenido.

Me apresuré a subirme la ropa interior y los pantalones mientras trataba de pensar en un plan de escape, y no tuve más que pánico. Teresa ya estaba fuera de la cama y agarrando sus bragas mojadas del piso mientras abría su armario y me susurraba que entrara.

Realmente quería una salida, estar atrapado en un armario en esa situación no me atraía, pero era lo único que iba a funcionar en ese momento.

Teresa movió algunas cosas y me ayudó a entrar lo más silenciosamente posible. Hice lo mejor que pude para llegar lo más atrás posible sin causar más ruido del absolutamente necesario. Me susurró que me sacaría cuando todo estuviera despejado, antes de encerrarme en el lugar más oscuro en el que podía recordar haber estado.

Escuché atentamente los sonidos de su familia. Su casa era de un tamaño normal de tres habitaciones y parecía que podía escuchar cada movimiento desde cualquier lugar del interior.

Supongo que estaban trayendo la compra cuando escuché al padre de Teresa decirle a su hermano que fuera a ayudar a su mamá, y hubo muchos ruidos en la cocina.

Fue incómodo como esconderse en la oscuridad de ese armario, mientras pensaba en que en cualquier momento un padre enojado abriría la puerta de un armario de un tirón y acabaría con el tipo que se había estado follando a su hija. ‘Me matará’ no dejaba de pensar.

No tenía idea de adónde se había ido Teresa ya que no escuchaba su voz por ningún lado. Estaba a punto de intentar abrir la puerta un poco, para tener una visión general de los alrededores, cuando escuché que la puerta del dormitorio de Teresa se abría y la voz de su padre decía: —Pensé que podría encontrarte aquí. Qué has estado haciendo?

Bueno, eso responde a mi pregunta sobre su paradero. La proximidad de su padre hizo que mi corazón latiera tan fuerte que pensé que podrían escucharlo a través de la puerta, cuando escuché a Teresa responderle: —Nada, simplemente pasando el rato”

En este punto hubo silencio, durante unos segundos pero que a mí me pareció una eternidad. Entonces escuché cerrarse la puerta, y pensando que lo peor había pasado, casi abrí la puerta del armario cuando escuché la voz de su padre nuevamente, esta vez un poco más baja y un poco más contundente preguntar: —¿Por qué huele a coño aquí?

’’Mierda… esto es todo, me van a pillar y solo Dios sabe lo que me pasará. ¿Encontrarán mi cuerpo o simplemente desapareceré debajo de algunas tablas de la casa?’’ Me decía a mi mismo.

Estaba temblando del pánico y había llegado a la conclusión de que la mejor manera de salir de esto era simplemente confesar, salir del armario y admitir lo que había hecho, disculparme… y con suerte, volver a mi casa vivo.

Teresa no respondió, pero las siguientes palabras de la boca de su padre alteraron por completo mi percepción de esta situación.

—¿Has estado jugando con tu coño otra vez? —preguntó en un susurro severo.

¿Qué? ¿Acabo de escuchar eso? Seguramente solo dijo algo que sonaba así. No hay forma de que el padre de Teresa le preguntara eso.

Mis pensamientos se cortaron cuando la escuché responder de mala gana: —No lo sé.

—¿Qué quieres decir con que no lo sabes? —respondió su padre, todavía en voz baja. En ese momento no era capaz de respirar.

—No lo sé… tal vez  —responde en un susurro entrecortado.

—¿Sabes lo que me pasa cuando haces eso, no, jovencita? —responde su padre, sugiriendo que esta no es la primera vez que han tenido esta conversación.

—No lo sé, tal vez —susurra Teresa tan bajo que apenas pude oír.

Esta es la cosa más loca que había escuchado. No sabía exactamente qué estaba pasando, pero todo ese escenario iba en una dirección completamente diferente de lo que había pensado originalmente cuando subí por aquellas escaleras.

Tenía toda mi atención a lo que estaba sucediendo al otro lado de la puerta del armario. Una vez más, no hubo nada más que silencio hasta que escuché al padre de Teresa susurrar autoritariamente: —¿Estás usando bragas?

—No lo sé —respondió Teresa, que parecía ser su respuesta a las preguntas de este tipo de su padre.

—Muéstrame —escuché al padre de Teresa preguntar con un toque dominador en su susurro.

Simplemente no podía creer lo que estaba escuchando, todo mi ser estaba pendiente de lo que iba a pasar… o a la siguiente pregunta de su padre.

Escuché movimiento. ¿Los resortes de la cama? ¿Ropa?… era difícil de descifrar.

Esto era algo que nunca había visto antes, era un mundo nuevo y completamente extraño que no entendía o del que no tenía ni idea. Pero una cosa que sí sabía… por alguna razón eso me excitaba, podía sentir que mi polla se endurecía de nuevo.

—Muéstrame señorita —oí decir a su padre.

Estaba de rodillas en ese armario con ropa sobre mi cabeza, preguntándome si de verdad ella le mostraría su coño. Una pequeña punzada de mis celos quería que ella le dijera que se fuera al infierno… pero una gran parte de mi libido quería que ella se lo mostrara. No pude evitar frotar la parte delantera de mis pantalones mientras esperaba lo que iba a pasar a continuación.

Los siguientes sonidos que irradiaron a través de la puerta del armario fueron sonidos de besos, descuidados y húmedos.

’’Mierda, ¿se están besando?’’ Tenía que comprobarlo. Estar sentado en aquella oscuridad mientras esos sonidos entraban por la puerta, especialmente sabiendo quienes estaban involucrados en esos sonidos… era casi una tortura. Tenía que verlo por mí mismo.

Empujé la puerta lo mínimo, lo suficiente para que no se dieran cuenta, pero también para poder ver lo que estaba pasando.

Esos sonidos de besos, ahora mezclados con una respiración pesada, aún continuaban mientras abría la puerta.

Con mi respiración contenida y mi polla palpitando en mis pantalones ante la anticipación de lo que iba a ver. Con mucha delicadeza comencé a abrir esa puerta con un nivel de precisión del que un neurocirujano se habría sentido orgulloso.

Antes de que pudiera ver un destello de luz, escuché un gemido seguido de un ‘Ssshhh’ muy silencioso.

Sentí que me iba a desmayar, mi corazón latía tan fuerte. Tenía que ver qué estaba pasando.

Mis habilidades de neurocirujano con la puerta, milímetro a milímetro, me permitían ver un trozo de la habitación de Teresa. Por lo poco que tenía de la puerta abierta y el ángulo en el que estaba la puerta en relación con el resto de la habitación, solo podía ver el frente de su tocador, iba a tener que abrir esa puerta un poco más.

Continué abriendo la puerta, una mayor parte de la habitación estaba apareciendo a la vista.

Pude ver el borde de la mesita de noche de Teresa junto a su cama cuando escuché un cierre. Mi cabeza zumbaba con el pensamiento de lo que podría significar esa cremallera.

Unos milímetros más con la puerta y el lado de la cama se enfoca frente a mí. Aun así, abro un poco más, y por fin puedo ver a Teresa, recostada en su cama, apoyada en los codos mirando hacia adelante. Hice una pausa por un momento, solo mirándola, sabiendo que ella era parte de los sonidos que he estado escuchando durante los últimos minutos.

A pesar de estar seguro de lo que había escuchado, todavía estaba teniendo dificultades para creerlo. Estaba muy intrigado, nada en mi vida había atraído mi atención de esta manera, pero yo era el tipo de persona que necesitaba pruebas, especialmente en algo de este nivel.

Abrí un poco más la puerta y casi jadeé en voz alta. Allí estaba el padre de Teresa al pie de su cama frente a ella, acariciando su polla.

Había visto pornografía, era 1988, todos los chicos tenían una cinta pornográfica o dos… pero nunca había visto algo así en la vida real.

El padre de Teresa estaba acariciando su brillante y dura polla justo enfrente de ella, y a juzgar por su mirada a ella no parecía importarle en absoluto.

Este tipo tenía lo que parecía ser una gran polla. Tenía una mano alrededor de la base para que se destacara de su cuerpo en una exhibición muy lasciva de sexualidad, mientras que su otra mano se deslizaba hacia arriba y hacia abajo, con más que suficiente para una tercera mano… y no tenía manos pequeñas. En ese momento (y aún ahora) deseaba que mi polla fuera así de grande.

Veo que Teresa está mirando su “ofrenda”. Más precisamente, estaba mirando directamente a la polla de su padre mientras la acaricia. Ni siquiera miraba en dirección al armario, me preguntaba si había olvidado que estoy aquí.

—¿Quieres esto? —Pregunta el padre de Teresa, sacudiendo su polla hinchada hacia ella.

—No lo sé —responde ella, mirando cómo se masturba.

Estaba tan excitado sabiendo cómo se pone cuando está cachonda, todo lo que podía pensar era en lo que sucederá después. Sé que estaba mal. Sé que yo no debería excitarme por nada de eso, pero lo estaba. Era tan desagradable, tan perverso, tan primitivo, tan animal. Estaba despertando algo dentro de mí que no sabía que estaba allí. 

Teresa se incorporó, se sentó, se acercó y empezó a besar la cabeza de la polla grande, brillante y dura de su padre. ’’Hijo de puta, ¿estás bromeando? ¡Está besando la polla de su padre!’’ gritaba yo en mi interior.

Al mirar esto, veo que su lengua sale y lame alrededor de la cabeza de su polla mientras la besa. Sin perder el ritmo, sus labios se deslizan hasta la mitad de la polla de su padre haciendo que su cabeza se incline hacia atrás en el proceso.

Ni siquiera sabía que ella podía hacer eso. En todas las veces que follamos, fue solo eso… follar… penetración. Teresa nunca ha tenido su boca sobre mi polla. Muchas chicas de secundaria eran así, y a nosotros, los jóvenes, no nos molestaba mientras tuviéramos sexo. Pero ahora veo un lado completamente diferente de esta chica. No solo chupaba, parecía saber muy bien lo que estaba haciendo.

No pude evitarlo, me desabrocho los pantalones y envuelvo mi mano alrededor de mi propia polla mientras veo a Teresa chupar la polla de su padre, no como si fuera en contra de su voluntad, sino como si deseara y disfrutara de aquella polla.

Su cabeza subía y bajaba una gran distancia. Llegó al punto en que ella estaba empujando su boca hacia abajo hasta tocar fondo, sin duda la gruesa polla de papá entraba perfectamente en su garganta. Cada pocos golpes más o menos, empujaba su boca hacia abajo con un poco menos de fuerza y, cuando parecía que había llegado a su límite, su lengua se deslizaba por debajo de su polla y empujaba sus labios hacia sus bolas y la mantenía allí por un segundo, luego tiraba completamente de su polla con hilos de saliva cayendo entre ellos.

¡Maldita sea! Ni siquiera estaba acariciando mi polla, cuando me corrí. Silenciosamente me senté en el suelo de su armario con incredulidad y total asombro por su obvia experiencia sexual. De ninguna manera era esa la primera vez para estos dos. No hay duda de que le había enseñado a hacer eso, probablemente desde hacía un tiempo. Me preguntaba qué más habían estado haciendo.

Escuché movimiento en la cama de nuevo y otro gemido, así que me incliné hacia adelante, poniendo mi cabeza hacia atrás por el borde de la puerta. Lo que vi fue sin duda la cosa más desagradable que creo que jamás veré… y, una vez más, no puedo explicarlo, mi polla estaba nuevamente levantada.

Teresa estaba completamente de espaldas, con su padre encima de ella, su peso descansando sobre sus codos a cada lado de ella. Podía ver su trasero desnudo subiendo y bajando entre sus muslos abiertos… su nueva falda volteada sobre su estómago. La estaba penetrando ¡Teresa y su padre estaban follando! Dios mío… sentía que flotaba mientras veía eso. Ver a mi novia follado con su padre. Me atrajo de una manera que nunca hubiera sabido si no lo hubiera visto. Si me hubieran preguntado el día anterior qué pensaba sobre “eso”… probablemente habría dicho que no estaba interesado o incluso que me daba asco. Pero ver ‘eso’ abrió una caja de Pandora.

Al igual que conmigo antes (y exactamente en la misma posición y ubicación), ella tenía sus piernas abiertas y sus manos agarrando su espalda.

Su padre estaba empezando a follarla ahora, ambos estaban tan callados como podían. Iba a un ritmo constante, casi lento. Podía escuchar sus pelvis golpeando, sonidos amortiguados un poco por su falda.

Teresa soltaba un involuntario “Uh” cada vez que él le golpeaba el coño de esa manera. Realmente debería tomar notas porque creo que ahora sé por qué a esta chica le gusta tanto follar… su padre obviamente le ha estado follando bien el coño.

En ese momento me venían los pensamientos de que Teresa había estado con dos hombres el mismo día… en la misma hora… con minutos de diferencia. Me preguntaba cuántas veces había sucedido eso en el pasado. También me preguntaba cuántas veces fui segundo. La parte que realmente no podía entender era: ¿por qué me excita eso?

Los sonidos constantes de “Uh, uh, uh” que escucho me devuelven a lo que está frente a mí. Es decir, los ruidos de dos cuerpos chocando en una danza sexual que son cada vez más fuertes, sin duda ‘papá’ se correrá en su hija pronto.

No se atrevería, ¿verdad? Quiero decir, ¿dónde más va a hacerlo? Es casi imposible para mí salir del coño de Teresa cuando me voy a correr. Aunque, sabía (la prueba está frente a mí) que él tenía más experiencia. La idea de que ese hombre se corriera en el coño de su hija, en el coño de mi novia… hizo que me volviera a correr. ¿Qué estaba pasando conmigo?

El pomo de la puerta del cuarto de Teresa de repente hace ruido y se detienen en seco.

—Teresa, ¿sabes dónde está tu padre? ¿Y por qué está cerrada esta puerta? —Escucho a su mamá gritar.

Pensaba que les pillaría, y solo rezaba por una cosa, que a ninguno se le ocurriera mirar dentro del armario.

—Me estoy probando mi ropa nueva y no quiero que mi hermano entre —responde Teresa, lo suficientemente fuerte como para que su madre la oiga a través de la puerta.— No tengo idea de dónde está papá, ¿revisaste en el cobertizo? —ella sigue.

—No, hace calor ahí fuera, esperaré hasta que vuelva —dice su madre, su voz se desvanece al final mientras se aleja por el pasillo.

No podía creer la frialdad en el intercambio de palabras que acababa de escuchar. Estoy bastante seguro de que su madre no tenía ni idea de lo que estaba pasando a este lado de esa puerta cerrada. 

Mirando hacia atrás por el borde de la puerta, veo que el padre de Teresa empieza a follar el coño de su hija fuerte y rápido con la evidente intención de correrse pronto.

Los involuntarios “Uh, uh, uh, uh’s”, están saliendo de Teresa al mismo tiempo que el ataque pélvico de su padre. De hecho, se estaba poniendo lo suficientemente fuerte como para que ‘papá’ le tapara la boca con la mano mientras seguía penetrando ese dulce coño adolescente.

No pude evitar que mi mano volviera a acariciar mi polla. La escena frente a mí era más caliente que cualquier cosa que haya presenciado. Las manos de Teresa tirando de su camisa hacia abajo a cada lado como si temiera que se fuera a volar. Él con su mano derecha cubriendo su boca… follando su coño mejor que nunca.

De repente, Teresa casi comenzó a convulsionar. Es como si estuviera tratando de gritar a través de la mano de su padre mientras su cabeza se inclinaba hacia atrás. Sus brazos y piernas lo apretaron con fuerza mientras su cuerpo se puso completamente rígido mientras él todavía la follaba, con fuerza, metiéndola hasta el fondo y gimiendo, llenando su interior de semen.

No podía creer lo que acababa de ver. Mi mente estaba explotando. Un padre acaba de follar a su hija… y me refiero a FOLLARLA… Su polla dura, en el coño de su hija, entrando y saliendo, hasta que obviamente se corrió… ¡en su coño! Imposible de creer. Y no cualquier hija, sino mi novia… MI NOVIA… mi dulce, inocente y típica novia que de vez en cuando folla conmigo en el asiento trasero de un coche. Nunca lo hubiera adivinado, ni en un millón de años.

Levantándome para mirar una vez más, veo la guinda del pastel… él está parado frente a ella como al principio… y Teresa besando y lamiendo amorosamente esa polla mojada por su propio flujo y el semen de su padre. Ahora, sabiendo lo bien que puede trabajar una polla, es la maldita cosa más sexy del planeta por lo que a mí respecta.

El sonido de la puerta del dormitorio de Teresa abriéndose y cerrándose hizo que mi mente volviera al armario, más precisamente, a la realidad de que estaba en este armario con mi polla expuesta y palpitando. 

Escuché el clic del pomo de la puerta de Teresa, y me las arreglé para volver a abotonarme los pantalones sobre mi polla dura, la cabeza asomando más allá de la cintura, cuando la puerta del armario se abrió y ella estaba parada allí mirándome. Me puse de pie mientras salía a su habitación.

Inmediatamente Teresa susurró: —Lo siento, por favor no me odies.

A lo que respondí agarrando sus caderas cubiertas por la falda y acercándola a mí en un gran abrazo. Mi cabeza estaba por encima de su hombro y mi polla dura chocando contra ella mientras le susurraba al oído: —Esa fue la cosa más caliente que he visto en mi vida, no tenía ni idea.

Casi estaba llorando cuando me susurró al oído: —No puedo evitarlo, no sé qué me pasa. Es como si lo necesitara todo el tiempo. Por favor, no me odies.

Para entonces, mis dedos estaban tirando hacia arriba del dobladillo de esa nueva falda (que había visto más acción en la última media hora que la mayoría de las faldas)… mis manos una vez más ahuecando ese culo sexy mientras la empujaba hacia mí con fuerza, rozando mi polla cubierta por los jeans directamente sobre su coño follado por debajo de esa falda alrededor de su cintura. Mientras besaba mis labios alrededor de su oreja, le susurré: —No te odio, quiero follarte.

La cama de Teresa golpeando la parte posterior de sus piernas, la empujé, y quedó sentada en el mismo lugar en el que ya había sido follada… dos veces. Mis pantalones fueron desabrochados y alrededor de mis tobillos en un parpadeo mientras ella se inclinaba hacia adelante y besaba mi polla. Nunca antes había tenido una boca en mi polla y la sensación era algo que no esperaba del todo. Su lengua entra inmediatamente en juego, lamiendo y besando mientras se estira y agarra mis caderas a cada lado.

Mirando la boca de Teresa sobre mi polla, me di cuenta de que ese día quedaría grabado en mi mente para toda la eternidad. Otra vez, no iba a durar ni un minuto más. Esa era mi ‘primera’ vez (especialmente con todo lo que acababa de ver) y definitivamente no era su primera vez. No tenía ninguna posibilidad, mi polla era una bomba de relojería, y la dulce y experimentada boca adolescente de Teresa era la mecha. Fue entonces cuando sus labios bajaron por mi polla. Todo el camino hacia abajo hasta que la cabeza de mi polla se apretó en su garganta mientras sus labios encontraban mis testículos. Sus manos sostuvieron mis caderas en un agarre firme con su boca atascada en mi polla hasta donde podía llegar físicamente, mientras que luego comenzó a ‘intentar’ ir más lejos… golpeando su cabeza hacia abajo como si fuera a romperme.

Me corrí con tanta fuerza que casi me desmayo. Teresa tuvo que ayudarme a sostenerme mientras yo me doblaba, a punto de caer sobre ella. Y mantuvo su boca sobre mi polla todo el tiempo. No tengo ni idea de adónde fue mi semen, supongo que se lo tragó, tendría que hacerlo, pero en todo el esquema de mi orgasmo… honestamente, no lo sé. Sé que cuando mi polla dejó su boca, ella solo me miró con una pequeña sonrisa mientras se inclinaba hacia atrás en su cama sobre sus codos.

Ambos nos miramos, ambos lo sabíamos. Lo que había pasado ese día, con su padre, probablemente volvería a suceder. Y lo que pasó, conmigo y con ella, es más que probable que volviera a suceder, dependía de mí, si quería o no. Casi como si, de alguna manera tácita, me estuviera diciendo “Esto es lo que soy, tómalo o déjalo”.

Volví a subirme los pantalones y le extendí una mano. Me tomó de la mano y la levanté de la cama para ponerme frente a mí. Le di un gran abrazo mientras le susurraba al oído: —¿Qué vas a hacer esta noche?

Teresa se apartó para mirarme a los ojos. Se mordió el labio inferior mientras sus ojos se movían de izquierda a derecha.

Me devolvió a un abrazo y me susurró al oído: —Lo que tú quieras.

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