Nuevos relatos publicados: 0

El sobrino de mi esposo

  • 14
  • 58.942
  • 9,76 (59 Val.)
  • 3

Me llamo Catalina, tengo 26 años, estoy casada hace 4 con Remo, de nacionalidad italiana, nacido en un pequeño pueblo de Sicilia, que vino a la argentina con sus padres cuando tenía 10 meses, hace casi 30 años.

Después de hablarlo durante bastante tiempo, tomamos la decisión de hacer un viaje a su pueblo de origen y de paso recorrer algunos lugares de ese país.

Llegamos a Roma un 12 de mayo, de ahí en avión a Palermo y por último en un colectivo no demasiado moderno a su pueblo, bastante pequeño con 1500 o 2000 habitantes, muy pintoresco sobre una gran meseta frente al Mediterráneo.

Apenas bajamos del bus, estaba medio pueblo esperándonos, como si habría llegado el presidente del país, era muy emocionante ese recibimiento, abrazos y tratando de invitarnos a un lado u otro.

Por último fuimos a hospedarnos a la casa de una tía materna, que vivía con un sobrino de mi esposo, verdaderamente me sentía muy cómoda por todos esos agasajos, todo era muy ameno, hasta el segundo o tercer día. Que por supuesto no había mucho más para ver, solo tener que tomar el bus para ir algún otro lugar, sumado que por su dialecto me era bastante difícil entenderlos, salvo a su sobrino Gino, un chico de 18 años, delgado alto de un buen porte, que sabía algo de español y podía de alguna manera mantener una conversación.

Pero no era solo eso, al mediodía comíamos en casa de alguien y por la noche, mi esposo salía con sus amigos, y parte de sus primos, que por supuesto hacia mucho que no veía, algo que entendía, pero sentía que los días pasaban y ya ese pueblo me empezaba a saturar. Para peor llegaba bastante tomado así que apenas se acostaba se dormía hasta el otro día.

Otra de las cosas fue que mi esposo me comentó que evitara de usar short, porque las mujeres lo verían mal, algo que me molestó bastante, deseando irme cuanto antes.

Una noche me levanté para ir al baño, no me puse bata dado que todos dormían, así que con mi corto camisón bastante transparente me dirigía al lugar, Gino sale de la habitación, quedándose perplejo al verme con esa escasa vestimenta, lo saludé con un movimiento de cabeza y regresé a mi cuarto. No sé si por motivo de ese encuentro, se fue creando una cierta amistad, que fue muy positiva, donde ante la ausencia de mi esposo comenzó a acompañarme en bicicleta llevándome a ver lugares muy pintorescos.

Un día me dijo que había una gruta, pero estaba algo lejos, que era muy hermosa y que me encantaría, salimos temprano mientras mi esposo dormía, y después de más de una hora en bici, arribamos al sitio, algo espectacular. Una gran gruta, donde el mar entraba habiendo creado con los años una laguna en su interior que en el momento de crecida se hacía algo difícil acceder.

Totalmente emocionada por ese expectante lugar me saqué las sandalias introduciéndome en esa laguna, donde el agua era cálida, algo indescriptible. Lamenté no haber llevado mi malla, comentándoselo a Gino. Que me dice:

“Señora, métase que yo me voy y Ud., se baña tranquila.”

No me desagradó su idea, pero me pareció mal tener que esperarme fuera de esa gruta, además me había advertido que en una hora comenzaba a crecer. Entonces le digo:

“Vamos a hacer una cosa, yo me meto en el agua y posteriormente entras y te metes, te parece?”

Le gustó la idea así que me metí en ropa interior y después apareció Gino en calzoncillos, cuando después de un buen rato disfrutando esa templada agua, me dice que estaba empezando a crecer el mar.

Si bien había tenido reparos en que me viese en ropa interior, salí igual, donde al tener mojada mis prendas interiores, transparentaba mis pechos remarcando mi sexo, algo que Gino observó inmediatamente, más intensamente que la primera vez.

De cualquier manera quería secarme algo al sol, así que me tiré sobre la cálida arena, imitándome el joven colocándose a mi lado. Hablamos algo, le pregunté si tenía novia o le gustaba alguna chica del pueblo, pero me respondía que por el momento no tenía a nadie.

Cuando nos levantamos para vestirnos noté un buen bulto que ocultaba en sus calzoncillos. Me sonreí para adentro, sintiéndome halagada que aun atraía a los hombres y más a este joven. La siguiente vez de ir a ese lugar me puse mi bikini más sintética que tenía, a lo que mi amiguito no despegaba los ojos de mi figura, que si bien mi esposo me celaba por los short, de alguna manera me desquitaba mostrándome ante este joven.

Si bien no era mi objetivo conquistarlo, en el fondo me atraía llegar a alterarlo, cosa que no fue muy difícil, hasta llegué a tener algunas fantasías aunque sabía que no pasaría de ahí.

Pero todo se fue incrementando levemente, si bien manteníamos nuestras reservas, siempre había algo que nos iba motivando, lo dejaba ponerme crema en la espalda y piernas, mientras nos bañábamos nos tocábamos o empujarnos sin llegar a mayores.

Pero una noche en una cena donde había algunos invitados por mi esposo, Gino estaba sentado a mi lado a la vez de traducirme algunas cosas que me preguntaban, hablaba con él.

Cuando en un momento de la charla, sentí su mano en mi rodilla, algo sorprendida, y con una sonrisa algo capciosa lo miré, como diciéndole, que haces? Me miró sonriente, sin quitar la mano de mi pierna, debo aclarar que me gustaba esa leve caricia, por supuesto que no quería provocar un incidente. Continúe comiendo mientras su mano comenzó a subir por mi pierna, provocándome un cosquilleo muy provocativo.

Esperaba aplacar esta calentura, que me estimuló bastante, con mi marido, pero iba a reunirse con sus amigos, eso me sublevó al punto que estuve a punto de buscar a Gino a su habitación, pero a pesar de eso, me contuve.

Por la mañana siguiente Gino me comenta que algo más alejado, había otra gruta, que tenía unas aguas que eran como termales, que había ido un par de veces y le había encantado, si quería ir a conocerlo. Le pregunté si había algún colectivo que nos llevase, respondiéndome que no, solo en auto o bicicleta como lo hacíamos.

Le comenté a mi esposo la invitación de su sobrino, pero era algo lejos, y me interesaba ir con él a verlas.

Solo me contestó que tenía sueño, que fuese con Gino, diciéndome:

“Me parece muy buena idea, pero que le diga al primo que le preste la moto así van más rápido”.

Le comenté a Gino lo que haríamos, que rápidamente la fue a buscar, previo a eso preparé una serie de cosas, que cargué apenas arribó.

En cuanto salimos del pueblo por esa ruta polvorienta y desértica, lo abracé, apoyando mi cabeza sobre su espalda, metiendo mis manos a través de su camisa, mientras tocaba sus tetillas, le preguntaba:

“Que me hacías anoche en la mesa, se te había perdido algo? Sabías que estaba mal lo que me hacías, mira si le decía a mi marido, te mataba ahí mismo”

“Si señora, perdóneme, no lo hare más”

Sin dejar de tocar sus tetillas, le digo:

“Te voy a castigar, eso no se hace a una mujer casada”

Apretándoselas y acariciando su abdomen, dándome la impresión de que se lo había tomado en serio, continúe reprochándole su proceder, tratando de contener la risa, pues parecía al mortificado por su actuación.

Al llegar al lugar, bajamos todo, notando que estaba algo tenso, posiblemente por mis supuestos reproches. Me quité la ropa y me quedé en malla, Gino hizo lo mismo.

Cuando me dice:

“Estas aguas son algo sulfurosas, y disgregan la ropa, es conveniente meterse desnudo”

Lo miré sorprendida, no pensaba meterme con mi malla que era nueva y además me había costado bastante. Así que en un tono de ofendida le digo:

“Ahora me lo dices, pretendes que me desnude frente a ti, anoche mi rodilla y hoy verme sin ropa, Está bien, mira para otro lado, mientras me la quito y entro, y después lo haces tú”

Así lo hice, aunque me quedé con la trusa, total, no me importaba tanto si se arruinase, al introducirme en el agua fue un deleite algo densa, posiblemente por las sales o los sulfuros no sé, pero parecía que se me abrían los poros, a su vez era relajante produciéndome un placer.

Mientras le grito a Gino que se metiese, cuando se bajaba sus bermudas, vi su traste y al girarse, percibí una atrayente verga, a pesar de tapársela al introducirse en las aguas, era digna de seguir observándola.

Estuvimos un buen rato en esa agua termal, jugamos nos tocábamos, a veces Gino me abrazaba y toqueteaba levemente mis tetas. Después de un buen rato, me sentí algo mareada, con un gran calor y hasta una especia de excitación, una mezcla de sensaciones entre agradables y perturbadoras. Salí lentamente de esas aguas sin importaba que Gino viese mis pechos, me tiré sobre la arena para tratar de que se me fuese esa sensación de vahído.

Gino algo asustado por mi estado, no sabía cómo reaccionar, me tapó con una toalla, me dio agua para beber, me apantalló, creo que dentro de ese estado solo observé su miembro algo erecto, trató de levantarse para ponerse sus bermudas, pero la dije que se quedase a mi lado, lo abracé, sintiendo el contacto de ese cuerpo caliente aun por esas aguas tórridas, además percibía su pene que comenzaba a erguirse por el contacto de mi piel.

Se sentó y me apoyé sobre su cuerpo, me acarició la cabeza, y continuó abanicándome, que me ayudó a ir poco a poco reponiéndome de esa bajada de presión, en ese momento reaccioné que estaba prácticamente desnuda, apoyada sobre Gino que carecía de ropa.

Pensé que esa situación y en ese estado podía ser peligroso para mi moral, pero decidí mantener esa posición, por un lado me agradaba, y con los reproches que le dije a Gino, se comportaría como un caballero.

Me agradaba sentir su cuerpo ardiente y con una excesiva excitación, deseaba que me tocase, aunque sabía que eso traería aparejada algo más, nunca había engañado a mi esposo y hacerlo con su sobrino me parecía demasiado deshonesto.

Traté de acomodarme mejor, pero al moverme, la toalla que tapaba mis pechos se cayó, Gino trato de ponerla nuevamente, pero le dije que me producía algo de calor. Al rato sus manos rodearon mi cintura, percibiendo unas leves caricias. Por supuesto que eso se fue amplificando, tocando la parte inferior de mis senos, me recosté más sobre su pecho, como disfrutando de esa leves mimos, dispuesta a no traspasar ciertos límites.

Hasta que tocó mis pechos levemente, pensé en no superar esa etapa, cuando sus manos se apoderaron más liberadamente de ellos, apretándolos, ante mi silencio, fue acrecentando ese contacto, mientras mi cara estaba pegada a la suya, el jugueteo con mis pezones me fueron perdiendo, llevándome a un estado de arrobamiento difícil de evitarlo, percibiendo como nuestra respiración se iba agitando cada vez más.

Sus dedos oprimían mis rígidos pezones, duros e empinados, donde me iba entregando a ese divino acoso, sin querer evitarlo mis leves jadeos revelaban mi estado, mientras su mano más confiada, comenzaba a desplazarse por mi ávido cuerpo, llegando a mi abdomen, luego al monte de Venus para comenzar a introducirse a través de mis bragas.

Lo detuve, un par de veces no quería tener relaciones, pero me era imposible negarme a esas excitantes caricias, su insistencia fue fracturando mi veto, pero al meter su mano bajo mi prenda, rápidamente comenzó a disgregarse, por efecto de esas aguas termales.

Eso estimulo más, a mi joven “sobrino”, cuando sus dedos buscaron la abertura de mi sexo, abriendo mis piernas para tener un mejor acceso, sus manos terminaron de desgarrar mi estropeada prenda, quedando desnuda ante Gino. No sé qué me sucedía, si era el efecto de esas aguas, el calor, sentirme acosada por un adolescente, o realmente que me aplacaran esa excitación que me embriagaba.

Nos besamos abrazándonos apasionadamente, cuando trató de introducirme su apetitoso falo, lo detuve, diciéndole:

“No Gino, tócame, bésame, mete tus dedos por donde gustes, pero no copularemos.”

“Disculpe señora, no sé qué me sucedió, pero Ud., es muy bella y así desnuda me ha enardecido”

“Sé que he sido la que ha provocado este momento, pero por favor no me digas señora. Además no te dejaré calentito”

Retomamos ese juego voluptuoso, metiéndome sus dedos en mi vagina, alterándome cada vez más, frenándolo en algún momento por la forma enardecida que me provocaba, cuando su boca comenzó a besar, lamer y hasta morder mi vagina, arqueándome, separando más mis piernas, cuando sus dedos toman mis labios inferiores, metiendo su lengua en mi abertura, mientras mis gemidos iban en aumento, para hostigar a mi clítoris alterándolo al sentir sus dientes oprimirlo algo fuerte, donde un grito de dolor y placer alterando el silencio del lugar.

Me giró acariciando mi espalda, mi cintura, oprimiendo mis glúteos para separarlos descubriendo mi íntimo esfínter, algo que me dio algo de retraimiento, pero por otra parte sentí que era su juguete que intentaba conocerlo. Su dedo hurgaba con total desenvoltura, hasta que sentí su verga implantarse entre mis nalgas, hasta rozar mi orificio, pero aparentemente recordando mi condicionamiento, solo fue un simple roce...

Su dedo índice reemplazó a su miembro, recorriendo mi raya trasera, hasta que bordeó mi ano, para luego presionar en mi abertura, introduciendo en mi recto, oprimiendo mi delicada membrana, hasta llevarme a un abrumador orgasmo, quedando extendida sobre la arena, que sin darme respiro fue transportándome abruptamente a una segunda espasmódica compulsión.

Tardé un rato en recomponerme, pero sin hacerme esperar tomé su erecta verga, besándola con total devoción, llevando mi lengua a su tiento, enviándole como puntadas hasta deglutirla totalmente, succionándola con toda mi energía, hasta que su esperma eyaculó en mi receptáculo bucal, besándonos de una manera apasionada, devolviéndole parte de sus flujos.

Nos metimos desnudos en el mar, me sentía una adolescente, jugamos, nos besamos e hicimos una serie de locuras, al regresar a la playa volvimos a tener sexo, pero en un loco 69, donde nos comimos nuestros sexos hasta llegar a un éxtasis total.

Dada la hora optamos por regresar mientras nos transportábamos en la moto, metí mi mano en sus bermudas hasta oprimir su miembro, masturbándolo sutilmente, que para evitar un accidente paró en costado de esa inhóspita ruta, y mientras el sol se iba escondiendo, le bajé los bermudas cuando me dice:

“Desnúdate”

Lo miré sonriente, agradándome la manera imperiosa en decírmelo y sin titubear me quité todo hasta las ojotas, me arrodillé frente a Gino, y lentamente mamé su verga, hasta hacerlo acabar en mi boca, que con parte de su semen, lo besé. Nunca había hecho algo similar quitarme la ropa en el medio de una carretera, que si bien era bastante inhóspita alguien podría vernos con el peligro de que nos reconociese, pero fue algo que me agradó, por esa adrenalina que produce esas situaciones límites.

Montamos en la moto y a pesar de ir rápido, llegamos casi a la hora de la cena, me bañé y vestí, pero me saqué la trusa, y por supuesto me senté al lado de Gino, que me miraba totalmente apasionadamente.

Por supuesto que no tardó su mano a introducirse bajo mi falda, desplazándose por mi entrepierna, hasta descubrir que carecía de prenda interior, mi excitación fue inmediata, mientras su mano intentaba tocar mi sexo. Abrí bien mis piernas, acercándome con la silla más cerca de Gino, hasta que su mano comenzó a friccionar mi vagina, comenzando al punto de percibir una serie de convulsiones, que trataba de disimular. Aunque mi esposo me preguntó si me sucedía algo, solo le dije que el calor me había bajado la presión. Mientras me levantaba de la mesa para dirigirme al baño, mientras pensaba que esa noche visitaría a Gino...

La sobremesa se hizo algo larga a pesar que éramos menos que la noche anterior, cuando mi esposo dice:

“Mañana temprano nos vamos a recorrer otros lugares de la región, donde mi esposa guste, ya que la he tenido bastante abandonada y no me lo ha reprochado en absoluto”

Hice un esfuerzo en sonreír, apretando la mano de Gino, pero lo peor fue que esa noche mi esposo no se fue con sus amigos, en el primer momento pensé que eso sería lo apropiado, aplacar mi calentura que a pesar de haber disfrutado, deseaba algo más. Lamentablemente mi esposo después de desahogar su necesidad fisiológica, se durmió de inmediato en donde mi orgasmo quedó frustrado, me arrepentí en ese momento no haberle permitido a Gino que me cogiese bien cogida, pero ya era tarde.

Por la mañana siguiente nos levantamos temprano montamos en el auto que había rentado, despidiéndonos de todo, notando los ojos vidriosos de Gino, le di un cálido beso muy cerca de su boca partiendo hacia otro lugar.

(9,76)