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Eli, una deliciosa madura: La segunda y última vuelta

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Como saben, nuestra historia tenía ya varios años. En estos días que relato, mi bella mujer está cerca de los 60 años y tiene un cuerpo de envida para muchas jóvenes.

Por cuestiones fortuitas ella tenía una habitación para rentar en su casa y yo necesitaba una por un tiempo corto. Las primeras noches no pasé de darle un beso ligero en la boca, como midiendo su disposición para coger conmigo de nuevo. La tercera tarde, llegué aproximadamente a las 7:00 p.m. y noté que se encontraba en su piso. Me bañé para acercarme fresco y espabilado. Bajé a su puerta y toqué, no tardó mucho en abrir la puerta, se puso un poco nerviosa al verme, respondiéndole yo con un beso intenso y un fuerte abrazo, le tomé de la cintura y puse mis manos sobre sus nalgas. Terminamos el beso y me dio la espalda llevándome a su recámara. No hubo necesidad de hablar nada más, nos besamos como siempre, ¡je! Yo soy mejor para besar que ella. Y eso me excita sobre manera…

La recosté en la cama y comencé por quitarle la ropa, me urgía chupar sus deliciosas tetas, tan suaves y grandes. Se les notaba el paso de los años, pero ese detalle hacía que me gustaran más. No tardé mucho en bajar hasta su deliciosa pucha, estaba completamente seguro que estaba limpia como siempre. Hurgué en sus labios y sus pelos depilados, me centré en su delicioso y duro clítoris, se empapó de sus jugos y mi saliva, es delicioso tener en mi boca su sabor, pff podría estar horas enteras chupándole la pucha y llenarme de su líquido excitante.

En cinco minutos pude hacerla disfrutar de dos orgasmos intensos, verla acostada con las piernas abiertas y con la pucha empapada hizo sacarme la verga y metérsela de un empujón duro, ¡gimió como una loca! La cogí duro y profundo, mientras frotaba su clítoris con mi dedo pulgar, quería un orgasmo para ella antes de venirme aún, la vista y las sensaciones eran intensas. Cuando estalló de nuevo, le saqué la verga que estaba por reventarme, respiré profundo y disfruté verla aturdida por su orgasmo. Tomé sus tobillos y la jalé hacia la esquina de la cama, dejé su coxis alineado con el ángulo del colchón (como es nuestra costumbre).

Levanté sus piernas a la altura que (ya conocíamos de tanto practicarlo) era justa para tener su ano a mi disposición. Me encanta ver su estrecho y terso culo siempre a mi voluntad. Estaba bien mojado, casi listo para mi verga. Metí mis dedos en la boca de Liz y le dije que me los empapara de saliva, sólo pudo asentir con la cabeza. Mirándola a los ojos, llevé mi mano derecha a su culo y puse el dedo en el ano, con la mano izquierda la tomé de la nuca jalando firmemente su cabello, mirándola a los ojos empujé suavemente mi dedo mojado en sus adentros… suspiraba al sentir mi invasor apéndice entrar. Su culo me daba la sensación de chuparme el dedo, apretado y caliente. La besaba y le decía lo deliciosa que era y cuánto me gustaba, mientras la dedeaba, gemía más y más, metí otro dedo. Ese culo estaba listo para mí verga. Tomé sus piernas de las corvas y las empujé hacia sus tetas, estimulaba su clítoris mientras untaba abundantemente saliva en su culo y la punta de mi verga, apunté a su estrecho hueco caliente y mirándonos a los ojos… le metí mi verga dura y caliente, dio unos pequeños gemidos de placer y dolor, mi verga se fue hasta donde más podía alcanzar en su recto, mi nido de placer. No pude hacer mucho, estaba ya muy caliente, apenas vi que disfrutaba del placer anal, comencé a bombearle duro, muy duro el culo; se revolcaba en la cama por la cascada de sensaciones que yo le daba, sentí mi verga ponerse más dura para eyacular mi leche dentro de ella. No pude más y le dije que ya iba a venirme, me respondió jadeante: -¡Si mi amor! ¡aaaughhh!

Y vacié dentro de ella un chorro delicioso de leche. Se quedó tendida sintiendo cómo mi verga iba cediendo a la presión de su esfínter luchando por regresar a su tamaño regular. Le pregunté si había sentido mi leche escurrir en su intestino: -Sí mi amor, siento tu leche dentro, riquísimo…

2ª vuelta, parte II.

No todos los días que estuve allí pudimos coger, su hijo habitaba en el piso superior. Pero eso sí, en las mañanas había una ventana de tiempo, entraba a su cuarto o en la cocina y le ordenaba que me mamara la verga, y ella obedecía sin dudar. Entré a su habitación y ella estaba atando las agujetas de sus tenis, sentada en la orilla de su cama, rodeada con la toalla mojada y su pijama, me puse frente a ella y le dije: -Te traje tu desayuno. Me saqué la verga y se la acerqué a la cara, la tomó en sus manos y me la mamó delicioso, como siempre. Con su boca me puso durísima la verga, la metía y sacaba, con la punta de la lengua me frotaba la punta del glande, me chaqueteaba y volvía a mamar y la sacó para chaquetearme más. Llegó el momento, - me voy a venir amor. Abrió la boca y se la metió, aumentó el ritmo de la chaqueta y recibió mi leche con ansias. Se tragó poco a poco la lefa sin sacarme de su boca, cuándo mi verga se redujo, hizo algo delicioso: regresó mi prepucio a su lugar y metió la lengua entre mi glande y este pellejo, haciendo círculos en el contorno… ¡qué delicia!

Otro día. Estaba ella lavando sus trastes, por la tarde. Me acerqué por la espalda y la abrace, besé su cuello y nuca, sin más palabras comencé a disfrutar sus tetas, le subí la playera y solté su sostén, estimulé sus tetas a gusto. Bajé mi mano para soltar y bajar un poco sus jeans. Deslicé mi mano por su bikini hasta sentir primero sus pelillos y después su mojada y caliente pucha. Estaba empapada. Froté cada parte de su deliciosa vagina hasta escuchar su respiración agitada, que me indicaba que era hora de frotar su duro y terso clítoris… uff se vino delicioso.

Le bajé el pantalón apenas abajo de las nalgas, escupí copiosamente entremedio de su rico culo, doble mis rodillas para poder apuntar bien, le dije que se abriera las nalgas… y allí estaba ese delicioso ano, dueño de mi perversión. Apunte la verga en él y empuje con la fuerza necesaria para dilatarlo, ella ahogó un gemido de dolor y se entregó a mis embestidas. No duré mucho, sólo quería dejar mi leche en su recto. Limpié mi verga y su culo con una servilleta de papel y me despedí de ella.

Esa noche estaba ella cenando en su pequeña cocina, y quise reforzar en su mente que era mi juguete sexual. Sin más detalles hice que me mamara para vaciar mi lefa en la fruta que estaba cenando. Acercó su tazón de frutas a mi verga eyaculante y cubrí de espeso semen su coctel. Le dije -cómetelo, amor. Sin chistar se comió todo, mientras se llevaba a la boca un pedazo de manzana bien cubierta de mi leche, me miraba a los ojos y sonreía.

Segunda vuelta, parte III.

Un sábado que descansó, le invité a desayunar. Llegó puntual mientras yo picaba un par de papas y cebolla. La saludé con un beso caliente y mojado, suspiró. Acomodé una silla perpendicular a la estufa, y le ordené que se quitara los pantalones y se sentara en ella, separé sus piernas y le chupe el clítoris un poco, para excitarla lo suficiente que su mente no pensara claramente por la calentura. Ordené: -Mastúrbate mí amor. Mientras termino el omelette. Tímida aún, me dijo: -Siempre que te veo, me pongo nerviosa de tus ideas… ¡Je! Sonrío mientras echaba para atrás la cabeza y comenzaba a frotar su clítoris, puso sus dedos índice y medio a manera de una pinza sobre los costados de la capucha de su clítoris, subiendo y bajando suavemente. Pude notar el tenue brillo de sus jugos vaginales avanzar sobre sus deliciosos labios y salir por su túnel de placer. Aumentó poco a poco la velocidad de su masaje hasta venirse. Aún no terminaba de recuperarse del orgasmo cuando me paré frente a ella y le metí dos dedos en la pucha y ya empapados me los saboreé, -Delicioso. Le dije, y ella sonrió de forma pícara y enamorada.

Desayunamos tranquilamente, una charla trivial y sin atisbos de sexo. Me levanté de la mesa para llevar los platos al fregadero. Ahora acomodé la silla pegada al muro -Ven le dije. Se levantó y paró frente a mí, le bajé los pantalones a las rodillas y la hinqué sobre la silla, puso sus manos en el respaldo y acomodé sus pies entre mis piernas, saqué mi verga y la froté entre sus nalgas, puse mucha saliva para lograr una erección que le hiciera ver estrellas, una vez lista mi verga le dije al oído -Te la voy a meter duro, amor. Asintió con la cabeza, me miraba de reojo y cerró sus párpados; recargué mi verga en su culo, separé sus nalgas y empujé fuerte, ahora si dio un grito de dolor - Aaaay mi amor ¡ayyyy! no te muevas aún… esperé a que pasara el dolor, mientras estrujaba sus tetas y acariciaba sus grandes nalgas tersas y suaves. Unos segundo después me dijo que estaba lista y atendiendo a su autorización comencé suavemente a joderle el ano, apretado aún, esa rica sensación de succión, calor y la vista de tenerla rendida a mi verga invadiendo su hueco más íntimo, exclusivo para mi placer, me hizo venirme intensa y copiosamente, en una embestida fuerte y profunda. Le arranqué un grito de placer, sentir mi leche derramándose en sus intestinos la hacía llegar al orgasmo.

Y tristemente, poco después de eso dejamos de vernos para siempre.

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