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Ella: El desfase

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Desfase.

A las dos de la tarde habían llegado a Andorra. Tras la pertinente burocracia para hospedarse recogieron las llaves de su apartamento. Aparcaron el coche alrededor de una plaza junto a la oficina que hay de recepción y tras coger sus pequeños equipajes, subieron una pequeña calle en cuesta. Entraron en un edificio de dos plantas que albergaba cuatro apartamentos. El suyo era uno de los de la planta baja. Una gran puerta de madera marrón oscuro, labrada y con cuadraditos daba paso a tres escalones descendentes que hacían llegar a un pequeño recibidor. Desde aquí se pasaba hacia la izquierda entrando en un gran salón con dos grandes ventanas desde donde se veían los Pirineos. Dos grandes sofás dispuestos en forma de L delante del fuego. A la espalda de uno de los sofás había una mesa de madera cuadrada alrededor de la cual se distribuían también cuatro sillas. Frente a estos una cocina americana. Todo el suelo era de tarima flotante de color oscuro y cubierto delante del fuego con una alfombra de lana marrón. La estancia, pese a ser salón y cocina todo junto tenía un ambiente confortable.

A la derecha del distribuidor se encontraba el baño y los dos dormitorios. Disponían de camas individuales, aunque decidieron juntarlas y dormir los tres juntos en un solo dormitorio:

-Sí, como si fuéramos quinceañeras –apuntó con ironía ella la idea de Pablo.

-Bueno, si no nos salen mejores acompañantes por ahí... –Comentó Eva.

Una vez instalados salieron a dar una vuelta y tratar de comer algo aunque era un poco tarde. Efectivamente no encontraron ningún sitio que les sirviera un almuerzo ya que las cocinas de todos habían cerrado ya. Así que se mantuvieron con un par de sándwich en la terraza de un pequeño mesón con muy buena pinta que decidieron tendrían que probar para cenar. De terraza en terraza y de cubata en cubata pasaron toda la tarde. Estuvieron hablando de temas de trabajo, temas personales, etc... Para acabar riéndose con casi todo cuando el alcohol aumentó su nivel en sangre. Sobre las ocho de la tarde decidieron volver al apartamento para ducharse y despejarse un poco. Volvieron al restaurante donde habían decidido cenar y allí retomaron donde lo habían dejado, bebiendo.

En una mesa esquinada y tras haber liquidado tres botellas de Lambrusco, las risas de los tres amigos empezaban a ser escandalosas. Eva era la que peor iba. Sus pupilas incapaces de fijarse en nada y sus ojos entornados delataban una borrachera histórica. Al intentar dar un pico a su amiga cayó de la silla al suelo de manera estrepitosa. El resto de clientes del local les miraba de reojo. En ese momento decidieron que lo mejor era continuar la juerga en casa. Al ponerse en pie los otros dos amigos se dieron cuenta que tampoco estaban muy finos.

Tratando de llamar lo menos posible la atención salieron del restaurante a la calle. El pequeño trayecto hasta el apartamento lo hicieron abrazados y cantando. Ninguno sabría decir después como llegaron. Y se alegraron de estar hospedados en la planta baja porque les hubiera resultado imposible subir las escaleras.

Sentados en los sofás y con otra ronda de cubatas. Ésta vez de Jack Daniels. Pablo sacó del bolsillo del pantalón una pequeña cápsula metálica que contenía una bellota de hachís:

-Bravo, Pablo, eso era lo que nos faltaba –dijo ella con la cadencia lenta de los borrachos, tratando de poner cordura a una situación que en un flash de lucidez vislumbró acabaría como el rosario de la aurora.

Tras un par de caladas al porro, las risas de los tres eran contagiosas. Eva levantó su copa y propuso un brindis:

-Por las juergas con los amigos. Y por las noches de droga, sexo y alcohol… –decía con los ojos cerrados y su copa en alto –bueno que digo yo. Tenemos droga, tenemos muchísimo alcohol... Pero todavía no tenemos sexo –y arqueando las cejas, Eva miró a sus amigos.

-Uf, ya verás cuando ésta salga –comentó Pablo señalando a la presentadora –folla seguro. –En referencia a la etapa que su amiga está viviendo.

-Bueno, Pablo, ¿tú te has tirado alguna vez a una tía? –le preguntó ella con cara de zorrón al tiempo que le daba una calada honda al porro.

-Eso, eso ¿de cuando no te comes un coño? –insistió la otra amiga.

-Quita, quita. Eso con tanto pelo. –Contestó el hombre con ademanes afeminados.

-Bah, desde que estaba la moda de la mata de pelo –soltó una carcajada Eva –pero si ya ninguna tía llevamos pelo...

-Bueno no llevarás tú, bonita. –Contestó Pablo a Eva.

-Ni ésta tampoco –señalando a la periodista –¿Qué te apuestas?

-Venga Pablo, ¿tú que dices que lo llevo rasurado o no? –desafió la presentadora.

El alcohol les había hecho perder todo el pudor y sin dejar tiempo a que el chico contestara las dos amigas comenzaron a desnudarse de cintura para abajo:

-¿Qué hacéis, putas? –rio el hombre dispuesto a disfrutar de los maravillosos desnudos de sus compañeras de trabajo.

Las dos estaban tan solo con la parte de arriba de sus ropas. Ella con un chaleco de cuello alto rojo y sus maravillosas piernas al aire con un tanga negro. Eva tenía una camisa a cuadros y ya se había quitado el tanga de encajes blanco dejando a la vista un culo perfecto en forma de pera y un coño rasurado que se veía exquisito.

Mirando a ambos y con cara de vicio comenzó a quitarse los botones de la camisa para luego tirar a la cara de Pablo un sujetador blanco a juego con su tanga. Eva tenía un desnudo espectacular. Era una autentica preciosidad. Un cuerpo perfectamente proporcionado de piel canela, con dos senos redondos y pezones erguidos. Su melena alborotada le daba un aspecto salvaje a sus rasgos angulosos convirtiéndola en un animal lujurioso y excitante. Ella empezó a notarse totalmente excitada con la visión de su mejor amiga. Así que también se desnudó totalmente:

-¿Qué Pablo? ¿Te quieres comer un coño o dos? –y Eva comenzó a andar hacia él con cara de viciosa.

Pablo no pudo evitar (o no quiso) lo que se le vino encima. Su amiga se abalanzó sobre él y riéndose le tumbó a todo lo largo del sofá tratando de sentarse sobre su cara:

-Venga Pablo, cómeme el coño. –Decía la mujer entre risas.

Él hacía tiempo que se había entregado y ahora tan solo cerraba los ojos y simulaba forcejear para evitar el contacto de su boca con el sexo de su amiga:

-¿Te estás empalmando Pablo? –le preguntó la periodista antes de tocarle el paquete –sí, sí, se te ha puesto dura.

Ella comenzó a bajarle los pantalones:

-Ves, Pablito como te gustan las tías. –Le echó en cara Eva que había conseguido sentarse a horcajadas sobre la cara de su amigo.

-Dejadme, putas –se quejaba el maquillador.

-Vaya, Pablo que agradable sorpresa… –al desnudarle su polla saltó.

Sin ser demasiado grande, si tenía una gran erección. Sin pensarlo dos veces la presentadora de informativos agachó su cabeza y comenzó a hacerle una mamada a su amigo gay. Pablo que hacía tiempo se había rendido a las dos mujeres, lamía toda la vagina húmeda de Eva que entre el alcohol y el porro disfrutaba lanzando gemidos y acariciándose los pezones. Estaba como en una nube. A su vez Pablo también lanzaba gemidos de vez en cuando por la mamada que le estaba dando su otra amiga.

Para la presentadora toda esta situación era muy excitante. Mamaba la polla a un ritmo más lento del que solía, casi sin tocarla con las manos, exclusivamente con la boca. Bajaba y subía lentamente, se entretenía con el glande y volvía a bajar hasta metérsela entera en la boca. Todo iba a una velocidad menor, disfrutaba de aquella polla homosexual como si fuera lo más excitante de su vida. De repente Eva se giró y se colocó en posición de 69 con respecto a Pablo:

-¿Se la chupamos las dos? –tras esto las dos amigas se besaron.

Empezaron una mamada a dos bocas que Pablo no pudo aguantar. Tras un pequeño aviso se corrió abundantemente sobre la cara y el pelo de sus amigas.

Después de limpiarse los restos de semen de Pablo, las dos mujeres quedaron arrodilladas una frente a la otra en el centro de la alfombra. Se miraban, se deseaban. Fue Eva quién buscó primero los labios de su compañera para besarle. Las dos juntaron sus labios apasionadamente y se acariciaban sus maravillosos cuerpos. Sus pezones erectos se rozaban haciendo que sus sexos ardiesen de deseos el uno por el otro. Se juntaban lo más posible buscando el mayor contacto entre ellas. Eva era quién llevaba la iniciativa. Besó el cuello de su amiga y comenzó a descender buscando los hermosos pezones rosados de ella. La giró de manera que apoyase su cuerpo sobre el asiento del sofá, mientras se colocaba entre sus piernas. Eva pudo contemplar su espectacular culo redondo. Recorrió con su lengua toda la espalda para terminar pasándola por toda la raja. Con su mano izquierda acariciaba una de las tetas y con la derecha comenzó a hacerle una paja, a la vez que hacía pasar su rasurado pubis a lo largo de la raja del culo de su amiga. Era quién dominaba a su amiga. La tenía a su merced.

Disfrutando de su bello cuerpo, lamiendo su suave piel, amasando sus maravillosas tetas y masturbando su ardiente coño. Ella gemía de gozo moviendo su culo contra Eva sabiendo que esto provocaba un roce en su clítoris. La imagen de las dos amigas echando un polvo estaba provocando otra erección en Pablo.

Eva seguía con los dedos de su mano derecha separando con delicadeza los carnosos labios vaginales de la periodista. Introduciendo su dedo corazón en el interior de la vagina para acabar presionando con movimientos circulares la maravillosa pipa rosada de ella Con la izquierda seguía pellizcando el duro pezón. Y su clítoris se restregaba contra el culo. Eva estalló en un maravilloso orgasmo mojando con sus flujos los glúteos de su amiga:

-Cómeme el coño, Eva –le pidió la presentadora en un estado de excitación máximo.

Ahora se sentó en el filo del sofá abrió las piernas dejando a la vista de Eva su grueso coño totalmente empapado. Ésta gateó hasta ella y comenzó a lamer lentamente desde su ano hasta su clítoris. Su amiga gemía más fuerte notando como su vulva se hinchaba. Por su parte, Pablo se colocó detrás de Eva y se dispuso a penetrarla:

-Métemela por el culo, Pablo –le pidió lascivamente.

Sin dudarlo éste se humedeció con saliva la polla y se dispuso a introducirla en el ano de Eva. Con cierto trabajo logró penetrarla. Su amiga dio un pequeño resoplido de esfuerzo:

-Siii, joderrr.

Ahora los tres amigos sincronizaron sus movimientos. Pablo sodomizaba sin descanso a Eva y ésta le comía el coño a la otra amiga que estaba con las piernas abiertas y levantadas ofreciéndoselo como manjar.

Al cabo de unos instantes ella con el sexo oral y Pablo con el sexo anal acabaron al unísono en un tremendo orgasmo teniendo como punto en común a Eva quién recibió la corrida de una en su boca y del otro en su culo.

El amante perfecto.

La primera en despertarse fue ella. Se sintió pesada y resacosa. La habitación estaba en penumbra, tan solo iluminada por algunos rayos de sol que atravesaban los pequeños huecos de la persiana mal cerrada. Sin saber muy bien que había pasado para sentirse así, levantó la cabeza y pudo ver como sus amigos también estaban en las camas. Habían dormido juntos los tres, todos desnudos.

El olor a alcohol y a hachís provenientes de la transpiración de sus cuerpos durante la noche la fue situando. Una serie de recuerdos con ciertas lagunas temporales la iban colocando en el desfase de la noche anterior, lo que provocó en ella una sensación de desasosiego pensando que a partir de ese momento la relación con sus amigos sería un poco embarazosa. Lo mejor sería empezar por despejarse con una buena ducha y luego desayunar.

Eran las doce y media del mediodía cuando estaba preparándose un café en la cocina y apareció Eva recién duchada. Como había previsto la situación era un poco tensa y fría. No comentaron nada de lo sucedido, ni siquiera el desorden del salón con botellas de whisky y manchas por todos lados provocó una conversación al respecto. Los efectos del alcohol y la droga se habían esfumado y sin ellos el pudor hacía acto de presencia otra vez. Se limitaron a un saludo de buenos días y sentarse en la mesa cuadrada con las respectivas miradas perdidas en el infinito. De repente entró Pablo con su energía habitual:

-Niñas ¿qué os pasa que no decís ni “mú”?

-No, nada. Acabamos de levantarnos y estamos aún dormidas –dijo ella.

-Si ya. ¿Qué lo de anoche no tiene nada que ver? –les preguntó el hombre mientras se preparaba una taza de café caliente.

-Eh... Bueno... Supongo que un poco sí... –dijo Eva mirando a su amiga.

-Mirad, lo de anoche no os convierte en homosexuales, ni estáis enamoradas ni nada por el estilo. Vamos a ver, anoche nos corrimos una juerga con drogas, sexo y alcohol y ya está. La vida hay que disfrutarla. Nos lo pasamos bien que es lo que cuenta y a lo que veníamos a este viaje. Además ya podéis decir que habéis probado carne y pescado. Esta noche salimos y a disfrutar que la vida es más corta de lo que pensamos...

Las palabras de Pablo sirvieron para que la relación volviese a la normalidad. A lo largo del día, entre risas, fueron recordando distintas secuencias de lo ocurrido la noche anterior. Unos recordaban unas y no se acordaban de otras, efecto por supuesto de la gran borrachera que habían cogido.

Ya por la tarde fueron a parar a una cafetería donde decidieron que esa noche tenían que salir a bailar. Los tres se fijaron en el camarero. Era un tipo no muy alto, con el pelo castaño y ojos marrones. Tenía una cara guapa y mucho parecido a Tom Cruise. Lo estuvieron analizando, que si tenía un buen culo, que si era guapo, que si tenía un buen cuello para mordérselo, apuntó Eva.

Pablo le hizo señas para que se acercara. Él la había reconocido desde el principio y no podía ocultar una media sonrisa a medida que se acercaba a la mesa:

-Si, dígame –preguntó el camarero.

-Mira, estamos pasando unos días aquí y esta noche nos gustaría salir de copas pero no sabemos donde ir.

-Hombre, hay muchos sitios dependiendo de lo que busquéis. Pero yo suelo ir a la Mafia que es lo que mejor se pone.

-La Mafia, vale. ¿Y allí se puede bailar? –preguntó Eva.

-Sí. Es la disco con más tirón.

-¿Perdona cómo te llamas? –preguntó Pablo.

-Yo soy Juan Francisco, pero todos me llaman Juanfra.

-Ah, encantado, yo soy Pablo, ella es Eva y...

-Si a ella la conozco, claro...

-Entonces dices ¿qué tú estarás por allí? –dejó caer inocentemente Pablo probando suerte.

Juanfra dándose cuenta del tema dijo:

-Sí yo suelo ir. Si queréis podemos quedar esta noche.

-Bueno, a nosotros no nos importa. Siempre es bueno conocer gente en los sitios –apuntó Pablo.

-Pues entonces os espero aquí sobre las once y media, ¿OK?

Los tres amigos siguieron hablando del camarero y de su peculiar acento para aquella zona. La cosa se ponía bien para la noche.

Llegaron a la cafetería diez minutos antes de la hora fijada. Pasaron hasta la barra y ocuparon unos taburetes. El local había cambiado con respecto a la tarde. Las mesas ya no estaban en su lugar, ese espacio ahora era ocupado con gran cantidad de gente que bebía de pie. La luz era azulada dando cierta sensación de intimidad que invitaba a beber. Pidieron una ronda. Cada uno una cosa diferente. Ella su Cutty Sark con 7 Up, Eva en cambio bebía Smirnoff con naranja. Y Pablo, buscando ser cada día más sofisticado decía haberse aficionado al gin tonic:

-A ver Pablito que vas a pedir –dijo Eva mientras el camarero esperaba la decisión.

-Ponme... –mirando al botellero del bar –…pues, Hendricks con Nordic Mist Blue...

-Marchando... –y se fue el camarero a buscar las bebidas.

Las dos amigas miraban a Pablo fijamente:

-¿Qué has pedido? –apuntó Eva arrugando la cara y poniendo mucho énfasis en la pregunta.

-Niña, ginebra Hendricks la del pepino...

-¿Qué pepino? –preguntó ella con sorpresa.

-Qué sí, la del pepino... Se destila así con un pepino... –el hombre les hacía una demostración del conocimiento de su elección.

-Que te gusta un pepino... –comentó Eva moviendo la cabeza de lado a lado y sonriendo. Dando a entender su homosexualidad.

De repente Pablo se puso muy serio, le miró fijamente a los ojos y sacando una voz muy masculina le dijo muy cerca de su cara:

-Pues anoche no te quejabas... Guapa –y le dio un pico.

Eva se quedó inmóvil y seria pensando que quizá le habría ofendido su comentario para luego relajarse y contestar:

-“Touché”...

En ese momento llegó el camarero con los vasos y las botellas para servirles. En eso estaban cuando justo detrás oyeron:

-Pere, esa ronda me la apuntas a mí.

Los tres se giraron y pudieron ver a Juanfra que acababa de llegar acompañado de un amigo. Tras las presentaciones, en las que Miquel (el amigo de Juanfra) por supuesto también la reconoció, ocuparon otros taburetes y se unieron al grupo. El comentario de Pablo acerca del pepino de su ginebra siguió dando juego para bromas y comentarios jocosos. Lo que facilitó la integración de todos.

Juanfra, era un tipo guapo, sobre todo por su parecido con Tom Cruise. Sonrisa perfecta, no muy alto, simpático y desde el primer momento surgió entre ellos una química especial. Eva lo captó enseguida y decidió dejar vía libre a su amiga. Por contra Miquel, no era el tipo de hombre que le gustaba a Eva con lo que decidió no intentar nada. Los dos amigos vestían de forma similar. Pantalones vaqueros, que en el caso de Juanfra rellenaba muy bien. Botas chirucas y camisa a cuadros.

Después de dos rondas más decidieron que ya era hora de ir a la discoteca. La puerta de Mafia tenía cola para entrar. Esto desanimó a los tres amigos. Pero en ese momento Miquel se acercó al “segurata” y tras hablar con él unos segundos les llamó para que pasaran al interior:

-Veis como siempre es bueno conocer a alguien en los sitios –apuntó Pablo haciendo referencia al comentario de por la tarde.

-Tú siempre llevas razón, Pablito –dijo Eva.

Entraron en una sala muy grande llena de gente bailando. Había varios niveles. Al nivel de la entrada había un pasillo por todo el perímetro del local hasta llegar a la barra donde tres morenazas impresionantes vestidas para la ocasión, además de servir copas mostraban todos sus encantos embutidas en unos monos grises de brillos en los que se les podían leer los labios, por no hablar de los escotes. Las dos amigas se sintieron en clara desventaja. Pero se animaron cuando nada más llegar a la barra se les acercó un camarero joven, alto, guapísimo. Que mostraba las horas de gimnasio con una camiseta blanca de manga corta que hacía las veces de una segunda piel:

-¿Qué os pongo guapas? –Preguntó alegremente el joven apoyando los brazos en la barra y marcando bíceps.

Eva se mordió la lengua antes de soltar la ordinariez que las dos copas de vodka le trajeron a la boca. Fue su amiga quién pidió la ronda de bebidas para todos:

-Casi se te escapa una burrada, ¿no? –le preguntó ella.

-Pues si. –Respondió Eva mientras seguía con la mirada el culo del camarero.

-Las burradas no se dicen se hacen –comentó filosófico Pablo justo en el momento en que Juanfra y Miquel volvían del baño.

Desde la barra descendieron por unos escalones hasta lo que era un segundo nivel en el que se encontraba la pista de baile. Con Danza Kuduro a todo volumen apenas había espacio para bailar. Pese a todo se mantuvieron todos juntos y revueltos, como empezaba a ser el caso de ella y Juanfra. Por otro lado, Eva y Pablo se marcaban otro baile, también muy sexy, lo que Miquel entendió perfectamente y buscó probar suerte con otra turista.

En un tercer nivel había una pasarela donde se encontraban los reservados y desde donde apoyadas en unas plataformas metálicas a modo de balcones, cuatro gogos bailaban calentando aún más el ambiente. A diferencia de la barra, aquí había tres rubias y una pelirroja que quitaban el hipo. Tampoco llevaban monos ajustados sino unos bodys blancos y unas minifaldas negras. Se movían como brasileñas en el sambódromo de Río.

Al cabo de un rato de baile pararon para acercarse a la barra, empezaban a tener sed. Miquel parecía que había tenido suerte con una francesa mientras Pablo y Eva seguían a lo suyo. Ya en la barra y tras pedir otra copa, Juanfra le comentó que era malagueño pero que hacía años que durante los meses de invierno se venía a Andorra a trabajar de camarero y ganar un buen dinero para después durante los meses de temporada baja volver a Málaga y disfrutar de lo ganado. La química entre ellos crecía y ella se encontraba muy a gusto. Volvieron a la pista para bailar Eu si te pego de Michael Tello. Bailaron de manera casi apasionada la canción e incluso se dieron algún pico, con lo que aquello solo podía acabar de una manera. Eva se les acercó para decirles que se marchaba, que se encontraba algo cansada:

-Bueno... ¿y Pablo? –le preguntó extrañada su amiga.

-Se ha perdido... –contestó Eva levantando una ceja en señal de complicidad.

Tras despedirse de Eva los dos volvieron a bailar esta vez Dame Vida de Huecco. La calentura de ambos fue aumentando hasta que decidieron que lo mejor era irse. No tuvieron que andar mucho hasta llegar al edificio donde vivía Juanfra. Iban cogidos de la mano cuando llegaron a una puerta de madera barnizada que daba acceso al interior del bloque. Una vez dentro subieron por una escalera hasta el primer piso donde estaba el apartamento de él. Abrió la puerta y entraron. Era un dúplex con todo el suelo de parqué. Abajo disponía de un amplio salón, cocina y un baño. En uno de los extremos del salón se subía por una escalera hasta la planta superior donde había dos dormitorios.

Nada más entrar, ella se apoyó en el respaldo del sofá que se encontraba de espaldas a la puerta y observó a Juanfra, quién con cierta pausa se quitó la cazadora y tomándola de la mano le pidió que se pusiera más cómoda. Luego le plantó un beso en los labios. A la periodista le parecía un hombre guapísimo, con ese aire a Tom Cruise de quién había estado enamorada siempre. Desde Top Gun. La mujer se quitó el abrigo y se quedó con su chaleco rojo y sus vaqueros antes de sentarse cómodamente en el sofá. Juanfra apareció con dos bebidas mientras sonaba Pájaros de barro de Manolo García y se sentó junto a ella. Quién se incorporó, dio un sorbo y se tumbó sobre él para besarle y quitarle la camisa. El hombre se reclinó sobre el brazo del sofá mientras la mujer le besaba el cuello y desabotonaba la prenda entre suspiros de él. Siguió bajando por su cuerpo. No lo tenía de gimnasio, es más no lo tenía musculado. Era un tipo normal, pero ahí radicaba también el morbo. La mayoría de la gente no es como se ve en los anuncios. Éste solo era guapo y se parecía mucho a Tom. Y le daba morbo. Y se lo iba a cepillar. Así que siguió hasta conseguir bajarle el pantalón y desnudarle. El alcohol hacía que los pensamientos en su cabeza fueran muy deprisa. Tampoco tenía una polla grandísima. Todo en él era normal. Ella sin pensarlo dos veces se arrodilló y comenzó una buena mamada. Notaba como latía la polla en su boca. Y no paraba de subir y bajar hasta conseguir que el tío jadeara como un animal. Él le acarició la cabeza y la polla se endureció aún más antes de correrse sin avisarle. Tras el primer chorro la mujer retiró la boca y siguió haciéndole una paja hasta que terminó de eyacular. Sonreía satisfecha, mirando cómo los últimos espasmos del hombre precedían a una total relajación.

La periodista se desnudó quedándose en ropa interior. Juanfra se acercó a ella y comenzó a comerle el cuello, las tetas por encima del sujetador negro, mordiéndole a través de la tela los maravillosos pezones rosados que a estas alturas podrían cortar un cristal. El hombre siguió bajando por su cuerpo cubriéndola de besos, mordiscos y lametones. Ella tumbada boca arriba en el aquel sofá de piel acariciaba la cabeza de él mientras notaba como se acercaba a su húmedo sexo. Cerró los ojos y entre suspiros se dejó hacer. El camarero bajó con delicadeza su tanga negro dejando al aire un coño rasurado. Con los labios hermosos, gordos, henchidos por la excitación y terminados en un clítoris delicioso. Lentamente fue acercándose al delicioso manjar. Se recreó en la hermosa V que tenía ante él. Le gustaba mirarlas bien, memorizarlas, deleitarse con la sensual belleza del sexo femenino, antes de actuar. Ella abrió las piernas lentamente ofreciéndole su vulva, para que la devorase. Juanfra colocó la boca sobre los labios arrancándole un suspiro profundo. Con su lengua recorrió y penetró aquel sexo. Toda la hendidura caliente y húmeda. Notando como en el interior la carne se volvía de una textura más blanda y gelatinosa. Era riquísimo comerse un coño. Y el de esta periodista de informativos era una auténtica delicia.

La mujer sentía la ardiente lengua del hombre invadiendo su jugoso jardín, despacio al principio casi de manera agresiva después convirtiendo aquel movimiento en algo único e indescriptible. Rodeaba su clítoris sin llegar a tocarlo para luego sin previo aviso pasar la lengua de arriba abajo y después se volvía a perder por su raja buscando su ano. La presentadora le miraba con deseo entregada a aquella lengua experta que la estaba llevando a un mar de sensaciones. Ella no tardó en llegar al orgasmo. No sabía si gritar, reír o llorar, mientras su caliente flujo vaginal llenaba la boca y la barbilla de su amante que lo bebía sin parar, como si lo necesitase para vivir...

La corrida la había dejado relajada y le costaba moverse. Sintió que Juanfra estaba trasteando en un cajón para luego sentarse de nuevo a su lado. La mujer se incorporó y bebió de su copa a la que ya no le quedaba hielo. Miró como el camarero preparaba unas rayas de coca sobre la mesita auxiliar de cristal:

-Qué bien te lo montas –le dijo ella con los ojos entornados y sonriendo.

-¿No quieres? –preguntó él.

-Pues claro que quiero. Necesito despejarme y echarte un polvazo.

-Eres viciosilla...

-Bueno, me gusta divertirme... Y hacía años que estaba dormida. –Comentó la mujer mientras daba un sorbo de su copa y se acomodaba sobre uno de los brazos del sofá.

Permanecían los dos desnudos, él inclinado sobre la mesita auxiliar terminando su tarea y ella con la cabeza apoyada en su mano izquierda y la pierna izquierda subida al asiento, observando la escena.

-¿...y eso? –preguntó él mientras terminaba la operación de la droga –una mujer como tú, debe conseguirlo casi todo. Eres una gran profesional, independiente,...

Juanfra le ofreció un tubito de plata y ella se inclinó sobre la mesa donde había dispuesta cuatro rayas de polvo blanco. Inspiró fuerte y todo entró por su nariz. Repitió la operación y pasó el instrumental al camarero:

-Lo de independiente es desde hace poco. Me separé al final del año pasado, después de quince años.

-Ah, no sabía nada… –dijo justo antes de inclinarse e inspirar.

-Cuando dos personas son tan diferentes es difícil la relación y al final ninguna está a gusto. Lo mejor es dejarlo.

-Yo no he tenido relaciones largas. También es verdad que el ritmo que yo llevo no es para estar emparejado.

Con la droga y los cubatas se sentían con energía para hacerlo durante toda la noche.

Se miraron y se volvieron a besar. Ella se echó hacia atrás y dejó que Juanfra se tumbase sobre ella. Estaban eufóricos, no paraban de besarse, de acariciar sus cuerpos desnudos uno sobre el otro. La periodista ardía en deseos de ser penetrada. Anhelaba aquel miembro dentro, perforando su intimidad, masacrando sus entrañas.

Cuando la mujer ya no podía más, Juanfra apuntó con su glande justo a la entrada de su vagina. Abriendo los labios con un leve movimiento de abajo a arriba. Y despacio comenzó una suave y prolongada penetración. Ella abrió las piernas y le rodeó facilitando la entrada. El constante movimiento del hombre la estaba llevando a la locura total. Acariciaba la espalda descendiendo hasta agarrarse a los glúteos mientras Juanfra no desfallecía en el bombeo. Sentía como la verga de él se deslizaba con facilidad hasta el fondo de su sexo lubricado. Recibía cada embestida con placer sin ser una polla grande la estaba llevando a una dimensión de lujuria y placer desconocido. En ese momento el camarero le levantó las piernas y se las juntó de manera que la entrada de su vagina se estrechó haciendo que las penetraciones fueran más placenteras. Juanfra se afanaba en mantener el ritmo mientras oía gritar de gusto a su amante quién tuvo otro orgasmo. Éste más prolongado que el anterior.

En este estado de excitación la periodista le propuso sexo anal a lo que el camarero accedió encantado. Con un bote de vaselina se colocó entre las piernas de la mujer y se dispuso a lubricar bien su ano. Introducía con suavidad dos dedos en el interior y luego los hacía girar para que fuera dilatándose. Luego hizo lo propio con su pene, untándose la pomada sobre todo lo largo del tronco y masajeándose el glande. La presentadora, boca arriba abrió las piernas y las colocó sobre él que despacio fue penetrando el culo de aquella preciosa mujer. Con cierto trabajo su glande franqueó la entrada trasera notando como un anillo estrangulaba su polla. Ella resoplaba con la cara totalmente roja y apenas le salía la voz:

-Con cuidado, que duele –era lo que acertaba a decir.

Él, despacio pero sin pausa siguió clavándole la verga haciendo que ella clavase las uñas en su torso en señal de dolor/satisfacción:

-Ahora te entró entera. –Anunció él intentando llegar lo más profundo posible.

Tenía el culo ardiendo, su polla se derretía en aquel estrecho y delicioso agujero. Ella se entregó al placer una vez fue desapareciendo el dolor inicial. Juanfra siguió acelerando el ritmo, notando como aquel culo había cedido al empuje de su polla. La mujer gritaba mientras se acariciaba el coño hasta llegar nuevamente al orgasmo. El hombre paró un momento y decidió que tenían que cambiar de postura. Ahora la presentadora, de rodillas en el suelo y con la cara en un cojín ofrecía su ano como montura para su amante que apoyado sobre sus caderas la volvía a cabalgar con fuerza. La periodista se agarraba como podía al cojín mientras aguantaba el castigo anal que estaba sufriendo. Alguna lágrima se le escapó, mientras el camarero, bajo los efectos eufóricos de la cocaína no reparó en ello y siguió hasta correrse de manera escandalosa en el interior de sus intestinos.

Tras esta sesión de sexo salvaje la mujer pasó al baño donde comprobó que le había producido algún pequeño desgarro dada la sangre en el papel higiénico.

Llevaban un par de horas juntos, cuando ella le comentó que debía volver con sus amigos. Mientras se vestía Juanfra la observaba tumbado, desnudo en el sofá. Una vez terminó se acercó a él y le besó en la boca:

-Ha sido fantástico. –Le dijo ella de manera sincera.

-Para mí sí que ha sido fantástico. –Adulaba Juanfra de pie junto a ella. Tomándola por la cintura la acercó hacia él. –A partir de ahora no veré los informativos de la misma manera.

Volvieron a besarse y se despidieron.

A las siete de la mañana entró en el apartamento y fue a su habitación. Eva se despertó para recibirla:

-¿Qué tal con el tío ese? –Se incorporó Eva, sentándose en la cama.

-Uf, genial. No sé lo que me ha dado pero me ha vuelto loca.

-¿Tan bueno es?

-No sé. Es un tío muy normal. Pero he disfrutado muchísimo.

-¿Es bueno en la cama? ¿cómo la tiene? –preguntó Eva con interés.

-No la tiene grande. Pero es buenísimo. Me ha dado dos veces por culo y me ha dejado reventada.

-Joder, si que lo has cogido con ganas, lo del culo digo.

-Bueno, ¿y Pablo?

-Desde que le perdí anoche, aún no ha vuelto.

-Otro que va a traer el culo bien...

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