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En Semana Santa me reúno con mi familia política

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En Semana Santa, mi mujer, mi hija y yo solemos reunirnos con la hermana de mi mujer, su marido, su hija de 20 años, su hijo de 18 años y mis suegros, en casa de estos, para pasar unos días.

Mi suegro es miembro de la cofradía del Cristo del Pene Circuncidado y mi suegra es miembro de la cofradía de la Virgen del Himen Perpetuo. Son ultra conservadores y muy beatos los dos.

Mi suegro, hace más de veinte años, tuvo un amago de infarto al descubrir que sus dos hijas eran más “liberales” que las gallinas. Por si fuera poco, hace cosa de tres años, le volvió a repetir otro amago de infarto (este, más fuerte), al descubrir que su único nieto pierde aceite, que tiene más pluma que McNamara cantando “Voy a ser mamá”.

Con estos antecedentes, yo intuía que la reunión iba a ser un desastre… sobre todo para los viejos, aunque no son tan mayores, rondan los sesenta y pico.

Algunas escenas que voy a narrar ocurrieron en la realidad, otras, sin embargo, son fabulaciones añadidas para darle más colorido, aún si cabe, a la historia. ¡A ver si consiguen distinguir unas de otras!

El Jueves Santo por la mañana, mi mujer, mi hija y yo llegamos al chalet de mis suegros. Allí estaban ya mi cuñada, su marido y sus dos hijos, que habían llegado la noche anterior.

Mi suegra para tener 63 años no está nada mal, tiene un buen revolcón. De cara se parece mucho a sus hijas pero con veinte años más, claro. Su media melena plateada te deslumbra. Se llama Tere y aunque viste muy clasicona, no puede evitar mostrar un cierto atractivo y una sensualidad desbordantes. Tiene un contorno corporal exuberante y unas piernas tan bien delineadas que te hacen la boca agua.

Mi suegro se llama Gilberto, aunque yo lo llamo Gilipollas en petit comité. El hombre no anda bien de salud, por lo anteriormente expuesto, y además, sufre de una diabetes muy complicada. Es un secreto a voces que es impotente desde hace por lo menos diez años. Su mujer no es frígida (de esto se percata cualquier hombre perspicaz a simple vista), por lo que tendrá, seguro, algún juguetito sexual por casa escondido.

Mi cuñada es dos años más joven que mi mujer. Se llama Eva y está casi escuálida comparada con su hermana, la cual tiene más carnes. También Eva es más alta que Sonia, mi esposa. Mi cuñada es una cachonda mental… y sexual, por supuesto.

En alguna salida nocturna que hacemos los dos matrimonios surge el tema, medio en broma medio en serio, de hacer un intercambio de parejas entre nosotros. Una vez pasados los efectos del alcohol, todo queda en nada, pero mi cuñado y yo en ocasiones hablamos del tema. Cuando estamos solos, él me relata cómo es Eva en la cama y yo le narro cómo es Sonia en el catre. Fantaseamos con la idea de intercambiarnos a las hermanas. A mi cuñado le pone mucho mi mujer porque tiene más carnes donde agarrarse. A mí, su mujer también me la pone bien dura, pues las mujeres escuálidas, planas como una espátula, son más manejables, al pesar menos, y las puedes follar con más comodidad mientras cuelgan de tu cuello como un koala.

Mi cuñado es alto y robusto, su oficio se lo requiere, ya que trabaja en los bosques tronzando árboles.

Mi sobrina tiene 20 años y es muy atractiva. Se llama como su madre (¡Qué manía con ponerle el mismo nombre a los hijos que el de sus padres!). Tiene un aire a Emma Watson, la actriz que hacía de Hermione en la saga de Harry Potter.

Su hermano tiene 18 años y se llama Alejandro, aunque se hace llamar Jandra. Es muy femenino y viste muy a la moda andrógina. Admira mucho a la escritora y filósofa Elizabeth Duval y quiere seguir sus pasos, parecerse a ella, incluso físicamente.

De mi hija ya hablé en otro relato. Tiene 18 años y en esta ocasión se nos presenta con una estética a lo Pipi Calzaslargas (con dos coletitas a ambos lados de la cabeza, una camiseta de tirantes, una minifalda de pana color verde, pantis a rayas horizontales y tenis). Ella sabe que me vuelven loco los pantis de colores y por eso se los puso. La muy puta me quiere provocar un buen calentón, para que me la empotre en cualquier estación de servicio que paremos, a ser posible.

El primer día, los nueve miembros de la familia lo pasamos de conversación, tomando unos buenos vermús.

El salón de visitas es gigantesco y decidí sentarme en uno de los sofás. En esto que Jandra, mi sobrino, se me sienta al lado. Vestía un top corto color naranja, enseñando ombligo, y unos pantalones cortos rosados. Su media melena color azul la peina con la intención de que le tape algo un ojo. Utiliza un ligero maquillaje facial.

Me habla sobre uno de los libros de Judith Butler que más le han influenciado “El género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad”. También me comenta cosas sobre el movimiento Queer. Su tono de voz meloso y su sofisticación intelectual me ponen morcillona la polla, para mi sorpresa.

Su abuelo lo mira de reojo con asco. Yo para provocarle un tercer amago de infarto al viejo, poso una de mis manos sobre los muslos de Jandra y le digo:

–Si me pillaras soltero me casaba contigo. Eres muy culto y guapo.

–Gracias, Jonathan. Que majo eres –me dice, y me da un pico en los labios.

Noto que a mi suegro le cuesta respirar. Se levanta refunfuñando y se va a otra de las salas contiguas.

Mi cuñada está espléndida. Es rubia como mi mujer, pero a diferencia de Sonia, Eva se cortó el pelo algo más y se puso unos reflejos verdosos.

Al día siguiente, ya en Viernes Santo, mi suegra nos informa que por la noche iríamos a una de las procesiones. Es la más importante, así que, les hace ilusión a su marido y a ella el que vayamos todos juntos, al margen de nuestras creencias personales. Pero antes, celebraríamos una comida familiar conmemorando La Última Cena.

Ya en la mesa, mi suegro comienza por bendecir los alimentos y suelta esta perorata:

–Bendice Señor estos alimentos que vamos a tomar y haz que mi penitencia por ser un pecador en este mundo sea leve. Líbrame de estos dos yernos degenerados y que están echando a mi familia a la ruina económica y moral…

No le dio tiempo a acabar su discurso cuando Juan, el marido de Eva, lo interrumpe con estas palabras iniciáticas:

–Bendiga, bendiga la mesa, porque sobre ella me voy a follar el chumino de la golfa de su mujer.

–Pero cómo te atreves, sinvergüenza –reacciona mi suegro todo indignado.

–Tranquilo Gil, no se cele, que también su trasero recibirá su merecido –le contesto yo.

–¡Qué está pasando! ¡Esto es un motín! –expresa todo alterado mi suegro.

Mi suegra se desvanece en la silla. Mi cuñado la coge en volandas y tirando toda la vajilla de la mesa, la posa sobre esta. La va desnudando y cuando ella vuelve en sí, mi cuñado le dice:

–Vas a probar lo que es un macho de verdad y no el eunuco de tu marido. Se acabaron los consoladores de látex. A partir de ahora, Jonathan y yo te vamos a saciar sexualmente siempre que te apetezca.

–Estás loco, Juan. No sigáis con esto que vais a matar a mi marido. En tal caso quedamos para otro día y hacemos lo que queráis, pero no delante de él. Ojos que no ven, corazón que no sufre –contestó Tere.

–Todo lo contrario Tere. A los cornudos les excita muchísimo ver como otros machos le revientan el coño a sus mujeres. Es una pose falsa la de que se enfadan. Son hipócritas. Al mismo tiempo que se les empina el rabo viendo el espectáculo, fingen enfadarse por miedo al que dirán y, sobre todo, al choteo de sus conciudadanos. Pero si tuvieran la seguridad de que nadie se enterara, como sería este el caso, pues se les hace la boca agua viendo a sus hembras siendo montadas por otros sementales –le discurseo yo.

Juan, mientras yo hablaba, no perdía el tiempo. Ya había desnudado a Tere y se había desnudado él, también. En la postura del misionero, sobre la mesa, se dispone a consumar el acto sexual.

Yo también me despeloté, me subí a la mesa y le metí mi falo casi entero, en la boca a mi suegra.

Sonia y Eva se acercaron a su padre y le iban soltando al oído frases de sublime y colosal depravación moral y perversión sexual del estilo “Mira como gime la puta de tu mujer con los rabos de nuestros maridos bien adentro de sus cavidades corporales”, “Por fin nuestra madre va a saber lo que es la Gloria Bendita de verdad”.

Gilberto no sabía cómo reaccionar ante tanta vejación. Echaba espumarajos por la boca y no paraba de decir “Esto es un ultraje”, “Nietos míos acudid en venganza de vuestro abuelo”.

Yo para que estuviera entretenido le suelto:

–Don Gil… ipollas, aproveche el tiempo y hágale un buen cunnilingus a su nieto en el trasero. Déjeselo bien lubricado, para así poder desvirgar el culo de Jandra sin ocasionarle demasiado dolor.

Jandra se puso muy contento y se despelotó en un santiamén. Colocó su trasero delante de la cara de su abuelo y este no tuvo más remedio que lamer y succionar con pasión, si no quería que el chico se diera la vuelta y le metiera el nabo en la boca, lo cual sería peor remedio para el viejo.

Mi mujer adoptó el rol de mamporrera y, de forma alterna, iba comiendo el chumino de su madre y el cipote de su cuñado.

Cuando yo me salí de la boca de Tere para sodomizar y desvirgar a Jandra, Eva ocupó mi lugar y le aplastó su chocho en la cara a su madre, para que esta se lo chupara en profundidad y le regalara un intenso orgasmo.

Me acerco a Jandra, que estaba de pie algo reclinado, mientras su abuelo que estaba sentado en una silla le lamía y relamía el ojete y acercándole mi polla a su boca, se la voy introduciendo poco a poco, para que la lubrique bien con su saliva.

¡Menuda mamada me comenzó a hacer el maricón! Hay mujeres que no le ponen tanta pasión.

Cuando ya tuve mi falo bien brillante y duro, decido penetrar a mi sobrino por el trasero.

–Don Gil… ipollas, esto sí que es una Noche de Pasión. No se puede celebrar mejor un Viernes Santo que rompiéndole el precinto anal a un mancebo afeminado de 18 años. ¡Qué placer me está dando el franquear este esfínter tan estrecho! --le digo a mi suegro para enfurecerlo aún más.

Mi hija se acerca y aprovechando que Jandra está de pie recibiendo mis embestidas por detrás, ella se coloca de rodillas y le hace una felación.

Llamo a mi sobrina, que estaba inactiva sin saber a dónde acudir, y le digo que se coloque debajo de mí y me vaya lamiendo los huevos. De vez en cuando saco la polla del culo de Jandra y se la meto a Eva Jr., para que la mame y me la deje bien empapada y así volver a la carga sin que le queme demasiado el ojete a mi sobrino.

En la otra escena, mi suegra no paraba de jadear y con sus piernas abrazaba por la cintura a Juan para que le diera caña con más ímpetu. Al poco rato mi suegra soltó unos gritos de placer que Eva ahogó aplastando más si cabe, su chocho en la cara de su madre.

Tere se desacopló y ocupó su lugar mi mujer, aunque esta prefirió apoyarse y reclinarse sobre la mesa, para que mi cuñado la calzara por detrás.

Mi suegra, mientras tanto, se dirige a su marido y le dice que le lama el coño (ya que no vale para otra cosa), que lo tiene muy escocido.

Jandra no puede resistir más la comida de polla que le hace la guarra de mi hija y se corre en el interior de su boca. Mi hija libera, muy despacio, su boca de la picha de su primo, se enjuaga la boca con el esperma, hace gárgaras y luego se lo traga todo, relamiéndose después.

Yo en todo ese tiempo no podía evitar el darle unas buenas estocadas al trasero de Jandra, calcando con fuerza mi cipote en el interior de su ano. No me corrí de milagro en aquel habitáculo tan ajustado, pero tenía todavía una faena pendiente antes de llegar al clímax.

–Mira, Jonathan, como me zumbo a la golfa de tu mujer. Su almeja chorrea como una fuente del gusto que le estoy dando –me suelta Juan.

Yo entonces aprovechando que su mujer y su hija están en la postura del misionero morreándose, me dirijo hacia ellas y voy perforando de forma consecutiva ambas almejas.

Mi hija se dirige hacia su tío y colocándose como mi mujer, le dice:

–Mete tu verga en mi cueva, también. No te olvides de mí.

Entramos en una competición de ver quién de los dos aguanta más y les provoca más orgasmos a nuestras respectivas hembras. Por si fuera poco, mi suegra se dirige a mí y me comenta:

–Tu morcilla todavía no la probé, así que, quiero que me la claves y me proporciones otro orgasmo.

Mi cuñado jugaba con ventaja, solo tenía que trajinarse a mi mujer y a mi hija. Yo, en cambio, tenía que follarme a su mujer, a su hija y a mi suegra. Esta última, tan macizorra y tan zorra que casi me excitaba más cabalgar sobre ella que sobre mi sobrina, que era más seca de carácter.

Mi suegro tenía los ojos en blanco y la cara pálida de ver el puterío que teníamos formado en su casa.

A Jandra le dejé el trasero tan horadado y dolorido que prefirió sentarse en un sofá y descansar un rato.

Otra de las ventajas de mi cuñado Juan eran las medidas de su miembro. No cabía la menor duda de que era más grande y gordo que el mío. Las caras de vicio, de estar en el Séptimo Cielo, de mi mujer y de mi hija eran un cuadro.

A los pocos minutos Sonia se corrió, chillando como una cerda. Ya solo le quedaba la guarra de mi hija.

Yo le di caña de la buena a la puerca de mi suegra. Ella estaba a cuatro patas sobre el suelo. No tardó en tener su segundo orgasmo diciendo:

–Gilberto, he descubierto el Paraíso hoy. ¡Qué dos machos me ha proporcionado la divina Providencia! Dame, Jonathan. Dame fuerte. ¡No pares!

Al poco rato se corre mi hija. Bizqueaba y todo la muy perra. No podía haber esperado un poco más, para darme ventaja.

Entonces Juan decide correrse en las nalgas de las dos. Echándoles un buen emplasto, que ellas fueron esparciendo con sus manos.

Eva también llegó al éxtasis y yo no pude aguantar más y me vacié con ella. Le proporcioné unos buenos caderazos llenando el interior de su chochete de mi cuajada.

A Eva Jr. le tuve que proporcionar su orgasmo haciéndole una buena comida de berberecho. Le succioné con tal fuerza la vagina que casi le provoco un prolapso uterino. La muy golfa de repente espabiló y comenzó a apretar su entrepierna contra mi cara.

Cuando llegó al orgasmo profirió tal cantidad de blasfemias, que casi tiene un desmayo su abuelo.

–Lo prometido es deuda Don Gil… ipollas. Dijimos que su trasero también recibiría su merecido y ha llegado la hora –le comento a mi suegro.

–Sois unos degenerados poseídos por Satán. Abandonad mi casa cuanto antes. ¿Es qué no habéis tenido bastante desenfreno? –nos pregunta Gilberto.

Entonces mi suegra interviene diciendo:

–Se nos hace tarde para ir a la procesión. Es un compromiso social. Debemos guardar las apariencias. Pero yo me comprometo que mañana, tanto vosotros como yo, le romperemos el culo a mi marido. Pongo a mi honor por testigo.

Aceptamos la sugerencia de Tere. Nos arreglamos y nos vamos a ver los pasos.

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