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Enloquecido con mi madrastra
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Mi nombre es Juan Manuel, tengo 27 años, y vivo en Córdoba, Argentina. Vivo con mi Ana, mi pareja, desde los 23 años.

La relación con mis padres mejoró mucho cuando dejé de vivir con ellos, ya que la convivencia generaba muchos roces entre nuestras personalidades. Sin embargo, que yo me fuera de la casa también fue el detonante para que mis padres finalmente tomaran la decisión de divorciarse. Quedarse solos bajo el mismo techo hizo que tuvieran que enfrentarse el uno con el otro y asumir que su relación estaba muerta hacía ya muchos años.

Mi madre se había mudado a un departamento no muy lejos de donde vivían como pareja, y mi padre se había quedado en la gran casa familiar.

Yo trataba de mantener contacto frecuente con los dos, pero a veces se me complicaba, ya que trabajaba mucho y los fines de semana me gustaba aprovechar para pasar tiempo con mi novia. Además, tenía que buscar momentos para compartir con mi padre y con mi madre por separado, lo cual me requería el doble de disponibilidad. Sin embargo, yo estaba de acuerdo con su separación, por lo que trataba de encontrar el tiempo para estar con cada uno de ellos.

Recientemente mi padre comenzó a salir con una mujer que había conocido en una reunión de amigos. Ya hacía varios meses que se veían pero él, que siempre fue muy reservado, se manejaba con cautela ya que quería asegurarse de que la relación iba en serio antes de contármelo.

Hace poco más de un mes la conocí. Su nombre es Rosana y tiene alrededor de 50 años, un poco menos que mi padre. Es una señora de pelo castaño, no muy alta. No llama especialmente la atención, sino que es lo que uno imagina cuando piensa en una cincuentona promedio. Sin embargo, tiene cierto brillo y carisma que hace que no puedas ignorarla cuando habla o se mueve.

Luego de habernos visto un par de veces en la casa de mi padre, Rosana comenzó a mostrar cierta cercanía hacia mí. Me contaba cosas, me preguntaba sobre mi vida, se había puesto cada vez más cariñosa, y me abrazaba al llegar y al irme.

Lentamente esos acercamientos comenzaron a ser cada vez más intensos y cada vez más fuera de lugar. Rosana me buscaba y a mí me atraía, por lo que no podía evitar corresponderla. Ella buscaba quedarse a solas conmigo constantemente: bajaba a abrirme la puerta cuando llegaba (a pesar de tener llave, no la usaba cuando mi padre se encontraba en su casa porque me parecía mejor respetar su privacidad), me cruzaba en los pasillos, o me pedía ayuda con alguna cosa. En esas situaciones buscaba la excusa para tocarme sutilmente por encima de la ropa, me pasaba la mano casualmente por el pecho mientras me hablaba, me besaba sugerentemente en la mejilla al despedirme, etc.

Esos intercambios con Rosana me estaban inquietando. Pensaba en ella muy seguido y me masturbaba fantaseando con ella. Incluso había llegado a tener sexo con mi novia pensando que era ella quien se encontraba allí. Esos pensamientos me daban culpa, y de vez en cuando se me cruzaba por la cabeza la idea de que mi padre era quien se acostaba con ella, y sentía rechazo.

– Me pone muy contento que te estés llevando bien con Rosana – me dijo un día mi padre

– Sí, parece una gran mujer. – le respondí sin saber qué más agregar

Un día mientras me encontraba trabajando fuera de hora en la oficina (soy arquitecto), preocupado por terminar unos planos urgentes, sonó mi teléfono. Me acerqué para ver la notificación, y tenía un mensaje de Whatsapp de un número que no tenía agendado. Abrí la conversación y al ver la foto pude confirmar que era Rosana. Sentí que mi corazón latía acelerado.

“Estuve pensando mucho en vos” decía el mensaje. Sin más. Me quedé mirando fijamente la pantalla, sin poder creer que se estuviera arriesgando a escribirme, y sin saber qué responder. No podía decirle que yo también, que se me ponía dura de sólo imaginarme cerca suyo. Era la pareja de mi padre.

“Por qué tenés mi número?” respondí. Inmediatamente pensé que no debería haberlo hecho, pero la realidad es que quería seguir recibiendo mensajes suyos.

“Me lo pasó tu padre para que te agendara por si algún día lo precisaba. Y bueno, ya ves, hoy lo necesité”

Sentí que la respiración se me entrecortaba. Después de pensarlo unos minutos, decidí que lo mejor sería no responder más. Aparté el celular y traté de volver al trabajo.

A la media hora, volvió a sonar el aparato. Rosana me había enviado una foto. Era una selfie tomada desde arriba, donde se veía su cara provocadora y sus exuberantes pechos exhibidos por su gran escote. Luego había escrito “Cuándo venís a verme? Pensás que no me doy cuenta de que vos también querés?”.

Yo ya tenía mi mano derecha en mi bragueta, acariciando mi miembro duro. Me moría de ganas de pasar una noche con mi madrastra, pero no podía concebir la idea de hacerle eso a mi padre. Desabroché mi pantalón, bajé mis boxers y liberé mi pene hinchado. Comencé a masturbarme mientras miraba la foto de Rosana. Me imaginaba pasando mi lengua por esas tetas, pellizcando sus grandes pezones mientras ella gemía, escuchando su respiración agitada mientras me pedía que la toque, que la penetre. De repente sentí que iba a eyacular. Casi sin pensar tomé el celular con la foto de Rosana y lo acerqué a mi sexo y me vine, llenando toda su cara de semen. Me recosté en mi silla agitado, recuperando el aliento. Luego me subí las prendas y fui a limpiar el aparato, que ahora estaba todo sucio y pegajoso.

Decidí abandonar la jornada laboral y volver a casa, ya que no me consideraba en condiciones de ser productivo. Ya era de noche y cuando llegué al departamento Ana estaba cocinando. Me saludó con un beso, y le dije que me iba a dar una ducha antes de cenar.

En la cena mi novia me preguntó si me encontraba bien, ya que estaba muy callado y parecía estar pensando en otra cosa. Le respondí que estaba muy cansado y que había sido un día difícil en el trabajo, lo cual no era mentira. No podía decirle que fantaseaba con mi madrastra.

Esa noche Ana quiso tener sexo, pero yo no podía conectame con la situación, así que me disculpé y le dije que mejor otro día. Ella me dijo que no pasaba nada, aunque noté que se había quedado frustrada.

Al día siguiente me levanté más tranquilo y fui a trabajar. Logré terminar todo y al salir de la oficina me llamó mi padre. Me invitó a cenar a su casa con Ana, y me aclaró que fue idea de Rosana, que tenía pensado amasar unas pizzas. Me quedé en silencio, pensando en que era una emboscada de su novia para cruzarnos. Luego de una larga pausa, accedí. Me dijo que me esperaban a las 9 de la noche.

Al llegar a casa le dije a Ana que estábamos invitados a comer en lo de mi padre, deseando que ella me dijera que no podía o no quería. Aunque sabía que estaba mal, quería encontrarme con mi madrastra sin la presencia de mi novia allí. Afortunadamente, Ana ya había hecho planes para cenar con sus hermanas.

A las 9 en punto toqué el timbre de la casa de mi padre, con un vino en la mano. De inmediato vi a Rosana caminando hacia la puerta.

– Qué puntualidad… Parece que vos también estabas ansioso por verme – dijo al abrir, bromeando de manera seductora

– Siempre fui muy puntual – respondí evadiendo el comentario, mientras la saludaba con un beso en la mejilla

Me sentía como un adolescente cuando está cerca de la persona que le gusta. Me sentía nervioso, torpe.

Entramos a la casa, y al cerrar la puerta Rosana me agarró del brazo evitando que me fuera por el pasillo hacia el interior del hogar. Me atrajo hacia ella y poniéndose muy cerca de mi cara me dijo:

– Me moría de ganas de verte.

Sentía su aliento en mi boca, mientras me miraba fijamente a los ojos desde abajo, ya que medía varios centímetros menos que yo. Me quedé un momento mirándola a los ojos sin responder, y en un impulso pasé mi brazo derecho (en el que no llevaba el vino) alrededor de su cintura, la atraje hacia mi cuerpo, y la besé con lujuria. Nuestras lenguas se buscaban con ansiedad, sentía su saliva caliente en mi boca, mientras sentía su cuerpo tibio rozando el mío. Sentía la sangre haciendo palpitar mi verga adentro de mi ropa. Me alejé al escuchar unos pasos acercándose por el pasillo. Nos alejamos bastante, y vimos llegar a mi padre.

– Vine a ver por qué tardaban tanto. Pensé que se habían ido – dijo chistoso

– No, acá estamos. Me había olvidado el vino en el auto y tuve que volver a buscarlo – improvisé y me sorprendí de lo convincente que había sonado.

– Ah menos mal, sin vino no te dejaba pasar…

Entramos a la amplia cocina y para mi sorpresa había amigos de mi padre sentados a la mesa. Saludé y me senté en una de las pocas sillas vacías que quedaban, justo enfrente de mi padre.

No podía parar de pensar en el beso caliente que le había dado a mi madrastra, y mis fantasías con ella empeoraban. No podía concentrarme en las conversaciones de la mesa, por lo que agradecí que no fuéramos sólo nosotros tres.

Una vez lista la comida, Rosana se sentó al lado mío, como era de esperarse. Luego de unas copas de vino, comenzó a poner su mano de a momentos en mi rodilla, luego en mi muslo, cada vez durante más tiempo. Yo no reaccionaba ni la tocaba a ella, sólo miraba paranoicamente al resto de la gente para ver si alguien notaba lo que pasaba, pero nadie parecía estar prestando atención. Todos estaban riendo y tomando, distendidos y alegres.

La mano de mi madrastra subía por mi pierna y comenzaba a acercarse a mi zona genital, lo cual me ponía muy caliente. La adrenalina de lo prohibido me estaba gustando mucho, y sólo quería que todos desaparecieran para tirarla sobre la mesa y desnudarla.

Rosana llevaba su mano muy cerca de mi pene pero nunca lo rozaba. Yo estaba excitado. No podía más. Así que disimuladamente tomé su mano y la puse sobre mi bragueta. Vi cómo por un instante me miró, sin poder creer que hubiera reaccionado a lo que ella estaba haciendo. Vi que sonrió casi imperceptiblemente, y comenzó a acariciar mi bulto por encima de mi ropa. Yo estaba concentrado en que mi cara no delatara mi placer.

– Vos fuiste alguna vez, Juani? – me preguntó uno de los amigos de mi padre, y yo me puse nervioso porque no sabía de qué hablaban. Mientras tanto mi madrastra continuaba acariciando mi verga, sin intimidarse por la situación. Le encantaba verme sufrir.

– A dónde? – respondí

– Al MOMA, cuando fuiste a Nueva York.

– Ah, sí. Claro. Era turista, todos los turistas vamos al MOMA cuando vamos a Nueva York.

Los invitados rieron y continuaron conversando como si nada pasara. Hasta que en un momento Rosana quitó la mano de mí y se paró.

– Voy al baño – anunció – el vino ya me hizo efecto.

Nadie respondió y todos continuaron con su tema de conversación.

De repente sentí que el móvil vibraba dentro de mi bolsillo. Saqué el teléfono y vi que tenía una notificación de ella. Me tensé al pensar que alguien podía verlo, pero no tenía a nadie tan cerca. Abrí el mensaje y vi un video de mi madrastra tocándose en el baño, acompañado de la siguiente frase “ya estaba chorreando por tu culpa, pendejo, me tuve que venir a calmar sola”.

Juani le respondió: “Vos me dejaste la verga como un garrote y este video no me ayuda”.

Unos minutos después volvió Rosana y dijo en voz alta, para que todos escucharan:

– Juani, vos que sos alto, me das una mano para cambiar la lamparita del baño? Tuve que mear a oscuras porque se había quemado.

Yo me quedé duro, miré alrededor y nadie había encontrado nada raro ni sospechoso en ese pedido casi maternal.

– Ya vengo – dije al resto de los integrantes de la mesa, que me miraron y no pareció importarles que me retirara

Apenas abandonamos la cocina, Rosana me agarró nuevamente la bragueta con toda su mano y comenzó a abrirme el botón del pantalón mientras caminábamos. Llegamos al baño y me empujó dentro, cerrando la puerta silenciosamente.

– Tenemos poco tiempo, pero voy a terminar lo que empecé, para que veas que no quiero hacerte sufrir, chiquito. – dijo mi madrastra mientras me bajaba el pantalón y el bóxer

Se sentó sobre la tapa baja del inodoro, y con destreza escupió mi glande. Me miró a los ojos, disfrutando de mi placer y de lo caliente que estaba. Chupó mi pene desde la base hasta la punta, acarició y lamió mis huevos, y luego se metió mi verga en la boca y empezó a chuparla con ganas. Yo tiraba mi cabeza hacia atrás y respiraba muy fuerte. Retiraba el pelo de su cara, ya que lo tenía suelto, y la sostenía de él. Rosana era increíble haciendo sexo oral, mucho mejor que la mayoría de las mujeres de mi edad con las que había estado. Además ponía cara de puta y eso me volvía loco. Cuando vio que estaba por explotar, me dijo:

– Quiero tragarme toda tu leche, nene.

Escuché eso y comencé a embestirla por la boca a mi ritmo. Jadeando cada vez más, agarrando su cabeza, viendo cómo se le humedecían los ojos cuando mi verga llegaba a su garganta. Hasta que finalmente le llené de semen toda su boca.

– Me tenés loca, borrego. – dijo mientras se limpiaba la boca y acomodaba su ropa.

Yo subí mis prendas y procuré calmar la respiración para que nadie sospechara nada.

Volvimos a la cocina y nadie pareció prestar atención a nuestro regreso.

La cena terminó y todos los invitados fueron poco a poco despidiéndose, hasta que sólo quedamos mi padre, Rosana y yo.

-Pudieron cambiar la lamparita? -preguntó mi padre mientras levantábamos los platos de la mesa

– Sí, por suerte quedaba una en el cajón – dijo Rosana

Terminamos de acomodar la cocina y sentí que ya era momento de irme a casa.

– Bueno, pa, yo me voy a ir yendo para casa.

– Bueno, Juani. Vamos que te abro.

– Yo también me voy a ir yendo, amor, que quedaron las chicas solas en casa – dijo Rosana haciendo referencia a sus dos hijas de 13 y 15 años.

– Bueno, te llevo. – dijo papá

Yo quería estar a solas con Rosana, pero no sabía si ofrecerme a llevarla. La miré, buscando algún indicio en su cara, y ella asintió levemente.

– Yo estoy con el auto, si querés la puedo alcanzar.

– No te molesta? Mejor, así no tengo que sacar el auto del garaje.

– No hay problema.

Mi padre nos acompañó hasta la puerta y allí lo saludamos. Cuando Rosana le dio un beso en los labios me pregunté si en algún momento se habría cepillado los dientes o si todavía tendría restos de mi semen en su boca. Nos subimos a mi auto que estaba estacionado frente a la casa, y mi papá cerró la puerta recién cuando vio el auto alejarse.

– Por fin solos – dijo Rosana

– No te da culpa esto que hacemos?

– Sí, un poco. Adoro a tu papá. Pero quiero esto, y si hay algo que aprendí en mi vida es que no es sano quedarse con ganas de nada. El amor por él sigue intacto, esto sólo es lujuria.

– Sí, pero podría ser con cualquier otra persona y no con su hijo…

– Que seas su hijo hace que sea todavía más excitante. O me vas a decir que no te calienta la idea de estar con la novia de tu papá? – dijo mientras llevaba su mano a mi entrepierna nuevamente

– Creo que no hace falta que te responda – dije mientras miraba durante un instante la erección que se notaba por encima del pantalón

Mientras yo continuaba manejando sin rumbo, ya que mi madrastra jamás me había dicho su dirección exacta (aunque sí sabía la zona), ella liberó mi verga y comenzó a masturbarme. Se escupía la mano y continuaba tocándome. Esa humedad me la ponía cada vez más dura.

– Te gusta, bebé?

– Cómo me vas a poner así. Ahora no puedo parar de pensar en metértela.

– Yo te dejo hacerme lo que quieras. No podemos ir a tu casa ni a la mía, así que estacioná donde más te guste. – me dijo

Íbamos por una avenida, así que teníamos que alejarnos de ahí y buscar algún lugar más discreto. Mientras yo continuaba al volante, Rosana se desabrochó el cinturón de seguridad y se inclinó sobre mí, comenzando a mamármela.

– Ahhh, me vuelve loco que me la babees así. – le dije sosteniendo el volante con la mano izquierda y presionando a su cabeza contra mi verga con la derecha.

Entre su lengua en mí pene, el ruido de sus arcadas, y la adrenalina de estar en el auto, estaba muy caliente. Estacioné en una callecita donde no pasaban demasiados autos, frente al portón de una casa. No podía seguir buscando lugar.

Desabroché mi cinturón de seguridad y bajé un poco más mi pantalón y bóxer para estar más cómodo. Hice que Rosana se enderezara y la besé con pasión, con urgencia. Comencé a apretarle las tetas, las saqué de su blusa y de su corpiño. Tenía unas tetas grandes, en las cuales hundí mi cara y comencé a besarlas con dedicación, apretarlas, pellizcar sus pezones. Llevé una de mis manos hacia su entrepierna y metí la mano por dentro de su calza y su tanga. Estaba mojadísima. Nunca había estado con una persona de su edad, pero siempre había pensado que una mujer de 50 años no lubricaría así.

– Ah mirá lo mojada que estás

– Te dije que me tenés loca, pendejo.

Saqué mis dedos y los chupé, mirándola bien a la cara.

– Desde que llegué a la casa que quiero verte desnuda. – le dije mientras le quitaba la blusa y el corpiño, y ella me ayudaba quitándose el resto de sus prendas

Yo también me saqué las mías y tiramos todo al piso. Rosana tiró el asiento del acompañante hacia atrás y me pidió que me sentara en él, para que no molestara el volante. Yo obedecí y ella se subió encima de mí. Moviéndose lentamente fue acomodándose arriba de mi verga, mientras los dos emitíamos un profundo gemido de placer. Tomándome de la nuca con las dos manos comenzó a cabalgarme, mientras sus enormes tetas rebotaban frente a mí. Yo las amasaba, las lamía, las besaba. Ella tiraba su cabeza hacia atrás y me presionaba el cuello con sus dedos y uñas. Los vidrios se empañaban y los dos gemíamos ruidosamente, sin tener que cuidarnos de que nadie escuchara.

Mientras saltaba sobre mi pene Rosana comenzó a tocar su clítoris.

– Meteme un dedo en el culo – pidió de repente

Yo chupé bien mi dedo mayor y pasando mi brazo alrededor de su cadera, lo metí en su culo. Comencé a moverlo suavemente y a distinguir cómo sus gemidos se intensificaban. Rosana estaba por llegar al clímax. Verla así, a la novia de mi padre, subiendo y bajando sobre mí, sudando, gozando… Comencé a meter y sacar mi dedo de su culo con más rapidez y luego metí un segundo dedo dentro de ella. Ella gritaba y yo veía que no podía más del placer.

– Quiero que te vengas para mí, y que la próxima vez que te vengas con mi padre pienses en mí.

Ella me miró y de repente alcanzó el orgasmo, emitiendo un profundo grito, y al verla, yo no pude evitar venirme dentro de ella también.

Nos miramos en silencio durante unos instantes, mientras recuperábamos el aliento. Luego ella me besó y me dijo:

– Ahora sí me puedo ir a dormir en paz. Un polvo con el hijo de mi pareja es lo que me recomendó el doctor – dijo bromeando

Yo me reí mientras ella se retiraba de encima de mí. Nos limpiamos con unos pañuelos, y comenzamos a vestirnos porque ya era tarde. Volvimos cada uno a su asiento y mi madrastra me dijo su dirección exacta. Al llegar, me besó apasionadamente de nuevo.

– Espero que me vuelvas a invitar a cenar pronto. Me quedaron muchas cosas por hacerte. – le dije mientras ella abría la puerta para bajarse del auto

– Siempre estás invitado. Yo cocino y luego vos me das el postre. – respondió mirándome a los ojos antes de cerrar la puerta

Esperé hasta que entrara en su edificio y luego me fui rumbo a mi departamento, dispuesto a partir de ahora a darle a mi madrastra cualquier cosa que me pidiera.

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