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Esclavicé a mi propia madre y su novia (I)

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El verdadero poder de la dominación y de la sumisión total y absoluta en el BDSM, está en el significado del placer que se produce en cada repetición del acto, en la constante búsqueda del dolor. El dolor, es la auténtica unión irrenunciable, entre el dominante y el dominado.

Cuando mi padre falleció, víctima de una de esas enfermedades tropicales radicales en uno de sus viajes de negocios, mi madre, Marta, se hundió, se quedó destrozada y toda su vida y la mía cambiaron radicalmente. Yo tenía entonces 17 años y estaba terminando el bachillerato y preparándome para entrar en la universidad. Mi abuelo, a pesar de su delicada salud, se hizo cargo de nuevo del negocio y al ver que mi madre no mejoraba, contrató a una economista divorciada de 29 años, sin hijos, como directora adjunta. Así él podría viajar, aunque menos que mi padre, y ella estaría más en el trabajo de oficina.

Todo parecía normalizarse, hasta que a inicios de 4º de ADE y yo ya con 21 años, un sábado por la tarde, único día que dedicaba a dormir una pequeña siesta cuando tenía largos planes para divertirme esa noche hasta que el dominguero sol estuviese ya muy alto, la voz de mi madre hablando por teléfono, me despertó. Su voz potente parecía entre emocionada y deseosa, y hablaba con Estrella, nuestra directora adjunta, a la que le dijo lo siguiente:

-Te lo juro Estrella, sabes que te amo y que soy muy feliz contigo, pero deseo más, mucho más, ya lo sabes. Yo deseo convertirme en esclava, ser la puta esclava de un amo duro, violento, sin escrúpulos, que me folle como quiera, donde quiera y cuando quiera, que me preste a sus amigos, que me alquile o que me venda. Quiero que me azote hasta que se vean mis huesos, que me llene de cicatrices, tatuajes y piercings. No me importa lo que piense la gente, ni que mis padres me deshereden, aunque mi madre es más puta que yo. No me gusta ir con algunos de tus amigos, porque no son Amos, son gilipollas que no saben distinguir un verdadero látigo, de un trozo de madera. Y lo peor de todo, es que sé que mi HIJO podría ser mi verdadero Amo y dueño ¡no sabes las pajas que me hago pensando en su polla y lo maravilloso que sería que me la metiera todos los días mil veces en lugar de meneársela solo y tirando toda su lechita! Y sus músculos ¿no te has dado cuenta desde que hace más de dos años lo mandé al gimnasio cómo le han crecido y la fuerza que tiene? ¿Te imaginas con la fuerza que usaría los látigos contra mi cuerpo? Es alto, fuerte y tiene un punto de mala leche que le haría ser un buen Amo. Ser su amante y su esclava colmaría todos mis deseos. Hasta incluso me gustaría tener hijos de mi propio hijo ¡y yo voy casi desnuda por la casa y el maricón no me quiere mirar, en lugar de cogerme, follarme y de castigar mi cuerpo a golpes por puta, aparta la vista de mí!

Yo estaba oyendo todo eso y no me lo podía creer. Sabía por referencias, que mi abuela había sido una golfa toda la vida, y por mi propia abuela, sabía que mi madre se había pasado por su Arco de Triunfo a media universidad, más los jóvenes de años anteriores y los muchos posteriores. Era cierto que mi madre se paseaba por casa, como lo estaba diciendo ahora, semidesnuda. Unas braguitas de esas altas de cintura lateral con ribetes de encaje y unos enormes taconazos de 10 o 12 cm finísimos, algunas veces con una cortísima bata de seda, otras con alguna blusa negra transparente, abiertas siempre las dos, nunca con sujetador, unas medias negras transparentes o de malla fina hasta casi la ingle y nada más, pero siempre bien maquillada y bien peinada.

Yo ya sabía que mi madre y Estrella eran profundamente bisexuales, estaban liadas e incluso habían pasado alguna noche en mi casa follando. Lo que yo no sabía es que mi madre estaba al corriente del tamaño de mi polla -22 cm- y que me masturbase muchas veces en el baño o en mi cama. Pero la conversación siguió, y al terminar de hablar Estrella, mi madre le decía:

-Si cariño, lo sé. Sé que también a ti te gustaría ser follada por él, vivir con los dos y formar un matrimonio de tres. Ser dominadas por él, ser sus esclavas y sumisas permanentemente, tener hijos suyos. Y sé que te corres solo pensando que cuando termine sus estudios estaréis siempre trabajando juntos en el negocio y que te gustaría estar con él 12 horas en el negocio y luego 12 horas en la casa y la cama. Y también sabemos las dos lo contenta que mi madre estaría cuidando de los niños nuestros y follando con su nieto, mi hijo, sobre todo si tenemos niñas pero ¿cómo decirle todo esto al maricón de mi hijo, que en lugar de follarme y de hincharme a ostias viendo mi cuerpo, procura no mirarme para no verme desnuda? Ya sé de sobra, que las dos micro-cámaras que pusiste en su dormitorio y en su baño, nos permiten ver como se masturba y nos calientan, pero cuando más miro las imágenes ¡más ganas tengo de entregarme a él y ser su puta esclava!

No sé qué le contestó Estrella, pero su respuesta fue muy breve y concisa:

-Sí, algo tendré que hacer y rápido o me voy a morir de asco. Mi madre está orgullosa de que yo haya salido tan puta como ella, pero no entiende que mi hijo sea tan maricón. Casi no me creo que salga con chicas, seguro que lo hace con maricones como él. Te quiero Estrella y ya te iré informando ¿Quieres que esta noche cocine para nosotras y nos quedemos juntas follando toda la noche?

Yo oía aquello y estaba alucinado, empalmadísimo, pero alucinado. Cerré la puerta lentamente para no hacer ruido, me senté en el silloncito ante mi PC y con este apagado, al igual que la luz, apoyé mis codos en la mesa y me puse a pensar qué coño era todo aquello que había estado oyendo. No sé cuanto rato estuve así, pero cuando los codos empezaron a dolerme y me encontraba incómodo, me levanté y me tumbé en la cama. Poco a poco empecé a comprender la sexualidad pervertida de mi madre y cómo le pedía a mi padre sexo duro, que la forzase, que le diese golpes en las nalgas, las tetas...

Encendí un cigarrillo y me puse a pensar. Yo me llamo Alberto, de 20 años, 188 de altura, 85 kg. de peso, fuerte y musculoso gracias al gimnasio y al deporte desde que era niño, una polla de 22 cm, incansable y realmente gruesa, lo que en ocasiones, había hecho que alguna de mis amigas no quisieran follar conmigo por miedo, y otras no me dejaran usarla para sus culos. Realmente mi madre estaba muy buena, ya que siempre se había cuidado muy bien. Pero Estrella era espectacular, tenía ahora 32 años, medía 172, pesaba algo más de 50 kg, rubia natural de inmensos ojos verdes y 96 cm de contorno de tetas en ese delgado cuerpo, caderas proporcionadas y unas largas piernas que terminaban en un culo precioso.

Francamente, un matrimonio a tres con ellas dos y además siendo mis esclavas sexuales, debería ser un paraíso sexual inenarrable. Y lo peor, es que yo, desde el bachillerato, me estaba convirtiendo en un pervertido sexual que hacía con mis amigas todo lo que yo deseaba hacer, excepto en algunas pocas, follarlas analmente, pero poco a poco las iba convenciendo y me encantaba eso de dilatarles el culo a lo bestia, ya que después de unas pocas penetraciones, sus culos eran más anchos que el cráter de Bandama en Canarias.

Y sobre todo, me gustaba follar con las que tenían novio y dos de mis vecinas casadas. Incluso empecé a pensar, cómo sería eso de follarme a mi propia abuela Rosa. Pero los sueños, sueños son, y en ese instante, una lluvia de semen estaba cayendo sobre mi cuerpo, ya que de forma inconsciente, mientras pensaba en toda clase de perversiones, me había estado pajeando y todo mi semen había salido hacia el espacio y ahora caía por su propio peso sobre mí.

Mi cara de sorpresa se tornó en una sonrisa irónica e hice lo más normal ya en esa hora, ducharme y prepararme para salir con mis amigas y follarlas luego. Pero al salir de mi habitación, noté cómo del salón venia un dulce sabor a purito canario (Estrella es de Canarias y nos aficionó a sus puritos) y pasé por allí y vi a mi madre, pero ¡joder, qué madre! Sus 44 bien conservados años estaban totalmente tumbados y espatarrados en el sofá y se estaba masturbando con un enorme consolador negro que entraba y salía velozmente de su depilado coño, mientras su otra mano tenía el purito y en una pequeña mesa auxiliar, a su lado, una gran copa Napoleón con una botella de coñac a su lado.

Al verme se quedó paralizada. Sus ojos se abrieron con sorpresa y se clavaron en los míos, se sonrojó, y su respiración se volvió muy agitada, tan agitada que sus todavía preciosas y duras tetas, aunque ligeramente caídas, subían y bajaban de tal manera, que entre esos movimientos y todo el espectacular cuerpo que veía, mi joven polla se olvidó de la corrida anterior y se empalmó como nunca lo había estado. Ahora no apartaba mis ojos de mi madre, ni perdían detalle de su maravilloso cuerpo, y mi mente intentaba averiguar cómo de dilatado tendría que tener su coño, para que esa enorme polla de látex, de no menos de 7 cm de diámetro, se moviese con tanta facilidad en su interior.

- ¿Se puede saber qué cojones estás haciendo? -le dije con voz fuerte, casi gritando- ¿Acaso se te ha olvidado que en esta casa no vives sola y esta no es una casa de putas?

Mi potente voz "despertó" a mi madre con su sobresalto, y sin sacarse el consolador de su coño, aspiró tres o cuatro veces el purito mientras me miraba fijamente a los ojos, y expulsando una gran cantidad de humo, me dijo con mala leche:

- ¿Y qué cojones te importa a ti que haga yo o si soy una puta? Nunca lo entenderías aunque te lo explicase en mil idiomas. Lo que estoy haciendo es follarme a mí misma, porque mi hijo, "el otro" que vive en esta casa conmigo, es un maricón de mierda. Si tuviese un hijo normal, hace tiempo que no usaría consoladores porque él me follaría todo el día. Así que vete con tus amigos maricones, rómpeles el culo y búscame hombres de verdad que me follen sin parar.

Mientras mi madre me escupía de tal manera su desprecio sobre mi hombría, mi polla ya no cabía más en mis pantalones. El cuerpo de mi madre estaba terriblemente agitado por su respiración. Fumaba compulsivamente, se sirvió una más que generosa ración de coñac y yo, sin pensarlo dos veces, me desnudé delante de ella. Nuestros ojos estaban fijos el uno en los del otro, y mientras me desnudaba, mi madre recogió las piernas hacia ella como si se protegiese de mí, pero después de lo oído casi un par de horas antes, y lo excitado que yo estaba viendo ese cuerpo y lo que haría con él, olvidé que era mi madre, me terminé de desnudar, tiré los zapatos y cuando me acerqué al sofá con mi polla durísima, mi madre se quitó su consolador del coño, me sonrió y abrió sus piernas.

- Bien madre, puesto que deseas un hombre que te folle sin parar, aquí tienes a tu propio hijo, en tu propia casa, pero desde ahora mismo ya no eres mi madre ¡eres mi maldita y pervertida puta y haré contigo lo que me dé la gana! No soy gay, soy un maldito hombre que se ha cansado de tus juegos y que te va a enseñar lo que es ser una puta barriobajera, indigna de ser tratada como una mujer, sino como un trasto para usar.

La cara de mi madre cambió radicalmente y más aún, cuando ya arrodillado entre sus piernas en el sofá, empecé a abofetear sus gordas y preciosas tetas. Eran bofetadas de mis manos planas contra cada uno de sus pechos, por dentro y por fuera... y yo soy fuerte. Al principio mi madre empezó a quejarse, a moverse, a intentar zafarse de mi y de mis golpes. Sé que le estaba haciendo daño, pero por alguna razón desconocida, no me importaba. Posiblemente por la conversación telefónica que mantuvo con Estrella, pero también posiblemente, por mis propios pensamientos de cuando en mi habitación me estaba masturbando pensando que haría con esas dos putas.

Los ojos de mi madre estaban inundados de lágrimas, pero ni un solo grito o gemido salió de su boca. Me miraba fijamente, como asustada y sorprendida. Pero lo más curioso para mí, es que mientras le abofeteaba con fuerza sus tetas, mi polla daba la impresión de crecer más y más, hasta que no pude más y sin preámbulo alguno, apoyé mi polla en la entrada de su vagina y de un solo empujón se la clavé hasta la cérvix.

En ese momento, mi madre abrió la boca como si lo necesitase para respirar, y yo, agarrándola de las tetas, la atraía hacia mí, mientras mi polla se clavaba una y otra vez hasta lo más profundo de su coño. De repente, mi madre cerró su boca, con sus manos agarró con fuerza mi cabeza y atrayéndome hacia ella, aplastó sus labios con los míos y casi simultáneamente, tuvo un orgasmo tan brutal que casi me tira del sofá. Me recompuse, mi puta madre me volvió a coger de la cabeza para seguir besándome... Y los dos nos olvidamos que éramos madre e hijo. Yo seguía aplastando sus tetas y moviendo con ellas su cuerpo mientras mi gruesa polla entraba y salía de su coño con relativa facilidad, y dándome un placer extraordinario porque sus paredes vaginales estaban prácticamente pegadas a mi polla y yo notaba su intenso calor y humedad.

Nuestros besos eran profundos, pasionales, casi animales y como mordiéndonos. Nuestras lenguas eran como serpientes enroscándose y tirando cada una de ellas de la otra, Nuestras salivas eran deglutidas por los dos. Y en un instante, mi madre cruzó sus piernas por detrás de mí y mientras, hacía fuerza para atraerme y aplastarme contra ella, tuvo un segundo orgasmo tan brutal como el primero y me mordió con fuerza el labio inferior haciéndome sangre.

Al notar el dolor del mordisco y el sabor de la sangre, una fuerza irresistible de Macho Alfa me invadió, se me cruzaron los cables, aparté de un tirón las piernas de mi madre sobre mí, le di la vuelta al cuerpo y sin más preparativos, apunté mi polla a su culo, la apoyé en el anillo anal y sin importarme el dolor que le produjese, me dejé caer sobre ella penetrándola hasta los mismísimos huevos. Ahí mi madre sí que ya no pudo aguantar el dolor, apoyó su boca sobre el apoyacodos del sofá y lanzó un prolongado y lastimero grito, ahogado por el tejido, y durante unos segundos estuvo terriblemente quieta. Pero yo no.

Empecé a follarle el culo sin piedad alguna y cuando vi que sus brazos los estiraba y apoyaba sus manos junto a su cabeza, no solo la follé todo lo duro que pude, sino que mis manos volvieron a abofetear sus carnes. Los glúteos pasaron en poco tiempo de blancos a rosáceos y luego a rojo intenso, y cuando me dejé caer sobre ella al correrme yo, ya eran casi granates. No dejé mi gruesa polla quieta ni un solo instante, la movía adelante y atrás para descargar, por primera vez en mi vida, todo mi semen de hijo, de macho, en el culo de mi propia madre.

Estuve unos minutos tumbado sobre ella y luego, poco a poco me levanté y la miré. Vi su cuerpo desnudo, desmadejado, totalmente despeinado, desmaquillado, sudado... un culo expulsando sin prisas toda la leche que le había metido, y la gruesa toalla que estaba bajo sus partes íntimas, totalmente manchada de sus flujos vaginales y de mi propia leche. No sé cuantas veces se había podido correr conmigo y antes de que la viese desnuda y follándose con el consolador, pero esa o esas toallas empapadas bajo ella, habían evitado tener que tirar manchado a la basura ese sofá.

Pero lógicamente, también vi los golpes de mis manos en sus glúteos y yo mismo me dije que me había pasado "un poco". De un color rojo granate hasta parte de sus muslos. Y aproveché el momento para mirar el cuerpo cuarentón de mi madre ¡y disfruté del espectáculo! Mi madre estaba perfectamente cuidada del gimnasio. No era delgada, pero no le sobraba nada de grasa ni de cualquier otra cosa. Su cuerpo era perfecto visto desde atrás, y su culo lo había podido disfrutar a tope. Posiblemente, no había utilizado ella consoladores gruesos para el culo, y eso lo había aprovechado yo para abrírselo sin piedad. Gotas de sangre rodeaban todo su anillo anal... y no sentí ninguna lástima.

Le ordené que se diese la vuelta y ella, poco a poco, se la fue dando y mostrándome la parte frontal de su cuerpo. Estaba totalmente agotada y con las fuerzas justas. Pero lo hizo. Me miraba a los ojos y también miraba mi polla ya casi flácida. Su rostro estaba horrible por lo desmaquillada, llorosa y con sus labios temblando ligeramente. Sus tetas estaban algo inflamadas y de un color granate. Le ordené que separase sus piernas todo lo posible y así lo hizo. Le llené la copa de una buena ración de coñac y en dos sorbos se lo bebió todo. Poco más tarde, vi que el color volvía a sus mejillas y le ordené (sí, sí, desde que la follé todo eran órdenes) que se levantase, se pusiese sus increíbles tacones que allí estaban, y se pasease por el salón para verla con detalle.

Y así lo fue haciendo. Lentamente, pero sin detenerse a pensar ni a negarse hacerlo. Incluso tuvo dos toques de feminidad: Antes de ponerse los zapatos, se arregló sus medias negras transparentes de ancho elástico. Y se arregló el pelo con sus dos manos. Se puso los taconazos que usaba por casa y empezó a pasear por delante de mí. No me miraba, intentaba andar erguida y con las piernas juntas a pesar del intenso dolor que tendría en su culo, y quise humillarla un poco más.

- Querida mamá, como te habrás dado cuenta, desde ahora mismo me tratarás como tu macho. Yo te daré todo el sexo que necesitas y algo más, pero tú serás mi criada y mi puta. No saldrás de casa sin mi permiso y antes de salir, yo te diré si lo que vistes es lo adecuado o si debes ponerte algo más especial. Y lo mismo con tu maquillaje, ya que dices ser puta, irás de puta ¿estás de acuerdo o tienes alguna objeción?

Se detuvo unos segundos a dos metros de mí. Giró lentamente su rostro hacia mí sin ninguna expresión, y mirándome fijamente a los ojos me dijo:

- Haré todo lo que me ordenes, pero no te olvides nunca que has prometido darme todo el sexo que necesite... ¡y te juro por Dios que puedo ser insaciable!

- Hoy dejamos de ser madre e hijo. Los dos tendremos que aprender a conocernos el uno al otro. Y sí, tendrás sexo de sobra porque si tengo que prostituirte lo haré, si tengo que buscarte amantes, los buscaré, y si tengo que entregarte a mis amigos para que seas el centro de sus orgías, te follen y te preñen constantemente, también lo haré. Y ahora, para demostrarme que me has entendido, coge uno de los puros grandes (del nº 2), córtalo, enciéndelo y paséate para que vea lo buena puta que eres. Pero antes, tráeme una copa de coñac.

Mi madre se fue hacia la gran vitrina, abrió uno de los cajones y de allí sacó la caja de puros. Cogió uno, se lo llevó al oído (tal y como mi padre le enseñó), le gustó el sonido, cogió el cortapuros, lo cortó, encendió una cerilla de madera y con la llama lo empezó a quemar hasta que la cerilla terminó. Se lo llevó a la boca y con otra cerilla lo empezó lentamente a encender y fumar. Varias veces aspiró de él hasta comprobar que estaba bien encendido. Cogió una copa como la suya y acercándose a la mesa fue a llenar las dos copas, pero yo le dije:

- ¿Quién te ha permitido que bebas tú? Solo te he ordenado que me des una copa para mí. Para ti ya lo veremos luego.

En un profundo silencio, mi madre, sin mirarme a la cara, me dio la copa e irguiéndose totalmente sobre sus delgadísimos taconazos, y olvidándose del dolor de su culo profanado, empezó a pasear lentamente ante mí mientras se fumaba el puro. En parte, el espectáculo me producía risa y lástima. Joder ¡era mi madre y hasta unas horas antes la respetaba a pesar de sus desnudeces y provocaciones! Y fui más allá:

- Marta (la llamé por su nombre y no como madre) aprende a ser un poco más puta. Ven aquí, dame ese cigarro y separa bien tus piernas.

Mi madre me miró extrañada, pero sin soltar palabra, vino hasta mí, me dio el cigarro que empecé a fumar yo, y ella retrocedió un par de metros. Vi su desnudo y atormentado cuerpo, y una profunda ráfaga de placer y superioridad me inundó de tal forma, que mi pollón empezó a crecer de nuevo. Su rostro demacrado y sucio. Sus tetas profundamente coloreadas por los golpes recibidos. Su coño depilado sucio de sus flujos y resto del semen anal. Sus largas piernas enfundadas en medias negras y subidas a unas increíbles sandalias de 12 cm delgadísimos. Yo estaba totalmente empalmado de nuevo y mi madre se daba perfecta cuenta, porque también yo estaba desnudo.

Con una señal de mis manos, se dio la vuelta lentamente y me exhibió su parte posterior. Su cuerpo era perfecto y sus glúteos estaban maravillosamente enrojecidos por mis palmadas, incluso también la parte superior de los muslos. Pero por vez primera vi algo maravilloso y muy excitante, de su culo aún salían goterones del semen que descargué allí al follármela, y que habían estado bajando por los muslos por encima de las medias. El culo de mi madre, inflamado y sangrante expulsaba mi semen, y éste, se deslizaba por sus piernas ¡divino espectáculo!

- Ahora Marta, quiero que te inclines todo lo que puedas, retrocedas un par de pasos, cojas con tus manos tus glúteos y los separes para que pueda yo ver bien ese culo de puta que me he follado.

Mi madre retrocedió hasta que su culo estuvo a casi medio metro de mi rostro, se lo pensó un poco y con mi mano izquierda abierta que estaba libre de puro y copa, descargué un brutal golpe sobre su glúteo izquierdo que la desestabilizó y casi se cae al suelo. Se irguió mientras me miraba con una cara que ya no estaba inexpresiva, mezcla a la vez, de odio y de miedo. Volvió a ponerse como antes pero agachó su cuerpo más de lo que yo hubiese creído y sus manos separaron sus glúteos para que yo tuviese una total y perfecta vista de su culo.

Su anillo anal estaba bastante inflamado y todo él lleno de pequeñas gotas de sangre secas. Con mis dos manos, acaricié sus glúteos bien castigados y sucedió lo que yo no esperaba ¡mi madre empezó a sollozar débilmente! Le ordené que se levantase y que se pusiese frente a mí. Eso hizo, aunque bajando la cabeza, y entonces le pregunté:

- ¿Tanto te ha dolido mi golpe, puta? Porque desde hoy los vas a tener constantemente y en todo tu cuerpo.

- No es eso, hijo mío, es que me estás haciendo tan feliz esta tarde, que creo que estoy viviendo en un cuento de hadas. Nunca he sentido más amor por ti que hoy.

Eso no lo esperaba y me exasperó. Me levanté con cara de mala leche y al verme mi madre ir hacia ella, puso sus dos manos como intentando frenarme mientras me rogaba:

- ¡No hijo, no, no me pegues más en las tetas, me duelen terriblemente! ¡Pégame en el culo o en otras partes del cuerpo!

Y como no pensaba pegarle, sino decirle cuatro cosas cara a cara, me acerqué a ella, mi brazo izquierdo la abrazó por su espalda y cuello, mientras mi mano derecha se posaba en su entrepierna. La estreché con fuerza y mis labios aplastaron los suyos mientras mi lengua penetraba profundamente en su boca enroscándola con la suya. En ese momento, tomé posesión de mi madre como mi esclava y puta, mientras mi mano derecha empezaba a masturbarla frenéticamente... pero estaba ella tan excitada por todo lo que la había sometido, que se corrió como jamás hubiese pensado que se pudiese hacer. Se aplastó contra mi cuerpo, cogió mi polla que ya hacía rato que estaba durísima y con unos ligeros movimientos, ella misma se empaló clavándosela en el coño.

Mientras nos besábamos como locos, me la fui follando, aunque creo que realmente fue ella quien me folló a mí. Lo cierto, es que no tardé ni cinco minutos en correrme dentro de su coño, para alegría suya y satisfacción mía. Unos segundos después, se arrodilló ante mí, se llevó mi polla a su boca, se la tragó entera, y me la limpió de manera perfecta. Realmente ya era mía, mi semen estaba en su culo, en su coño, y también en su boca. Se levantó sonriente y con voz un poco irónica me preguntó:

- ¿Hay algo más que pueda hacer ahora por mi Señor?

Me la quedé mirando, me senté, llené un poco mi vacía copa de coñac y le dije:

- Marta, para la familia, conocidos y empleados, incluso para la asistenta, serás mi madre. Delante de los demás te trataré de madre, pero cuando estemos solos o aquí en casa, tú serás la puta Marta y yo tu Señor. Serás mi esclava, y me servirás en todo y repito TODO, lo que te ordene sea lo que sea, te guste o no te guste. Tienes un bonito cuerpo, pero yo te lo iré tatuando y poniendo los piercings que sean necesarios y convenientes para decorar tu cuerpo. Por supuesto, en el rostro y cuello nada de las dos cosas.

++Tienes una amante, Estrella, que es además empleada nuestra. Podrá seguir siendo tu amante, pero con una condición, ¡será también mi amante y esclava! Incluso es posible que la obligue a vivir con nosotros y seamos tres: Un solo Amo y dos putas sumisas absolutas. Incluso es posible que os preñe a las dos. Sí, a ti también y así aprenderás quien es el verdadero Amo de tu casa, de tu vida, y de tu cuerpo.

++Y ahora puedes llamarla si lo deseas para que te cure ese puto culo y puedas hablar con ella de todo esto. No te duches ni te vistas hasta que ella te haya visto así. Yo voy a vestirme y a marcharme, tal y como tenía previsto aunque con un par de horas de retraso. Volveré sobre la 1 de la madrugada y espero estés despierta, porque antes de dormirte, tienes que decirme qué opina Estrella y antes de dormirme yo, quiero follar de nuevo ese culo, ese coño y esa boca ¿lo tienes claro?

Y mi madre asintió con una amplia sonrisa.

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