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La consentida de papá

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El día en que mi padre cruzó el umbral de la puerta con Andrea entre sus brazos, caí en cuenta que mi lugar como el número de la casa acaba de ser destronado de forma irremediable. Aquella pequeña de ojos grises y mechones rubio oscuro pasó a ser la voz campante del hogar. Mis padres veneraron a la niña desde el principio, pasó de ser una hermosa bebé, a una deslumbrante niñita y con el paso de los años se transformó en una arrebatadora joven.

Odio a Andrea, porque tiene todo lo que yo siempre he deseado. La atención de los papás, quienes se divorciaron hace unos años por el desgaste de la relación, nada traumático para nosotros. Quedaron en buenos términos, pocos son los hijos de padres divorciados que pueden afirmar que sus padres son amigos. Mamá se volvió a casar un par de años después de su separación con papá, con un tío bastante afable y tranquilo, y como era de esperar, Andrea también se lo echó a la bolsa con una de sus perfectas sonrisas.

Ambos hijos optamos por quedarnos con papá después del divorcio, mamá regresó a su natal Valencia y como no nos iba muy a la labor de irnos al sur, preferimos quedarnos en Donostia. Y desde entonces, el odio que siento hacia mi hermana solo creció. Andrea entró a mi vida como un tsunami, una pequeña ladrona que se apropió de todo lo que alguna vez pude disfrutar.

Es necesario aclarar un pequeño gran detalle, la naturaleza de la relación con el hombre que me dio la vida. Papá y yo terminamos envueltos en esa particular relación gracias a un pequeño desfase de su horario laboral, él llegó antes de lo acordado y me encontró posando con una corta faldita propiedad de mi hermana. Dejando al descubierto mi travestismo. En ese momento, mi padre se transformó en una bestia sexual, me folló con la ropa de mi hermana, de una manera violenta y agresiva. Por suerte no era la primera polla que entraba en mi culo, sino me hubiese lastimado gravemente.

Desde ese momento, en cada oportunidad en la que teníamos un tiempo a solas, papá me montaba como todo un semental, destruyendo mi esfínter, me trataba con dureza, con saña, como si quisiera hacerme daño. Siempre vestido con la ropa de mi hermana y en más de una ocasión, perforaba mi agujero gruñendo su nombre. No era Rubén a quien montaba sino a la perfecta Andrea.

Mi padre resultó ser toda una bestia en el sexo, ni una sola caricia o palabra cariñosa, iba a lo suyo, follando mis dos agujeros sin piedad, a veces aprisionaba mi pequeña polla entre sus grandes dedos haciendo que me corriera como una perra, porque así le gustaba llamarme. Y mi falta total de amor propio alimentó esa insana relación.

Para aquel entonces, la intensidad, de las folladas de papá iban en aumento y también mi capacidad de humillarme ante él, era el único momento donde teníamos una verdadera unión y seguía siendo empañado por la presencia de mi hermana. Llegué a la conclusión de que papá no me trataba así porque me tuviese manía, sino porque deseaba hacerle eso a mi hermana. Así que comencé a desarrollar mi plan para que se la follase y vengarme de Andrea.

Mi hermana es una chica mimada, sensible y quejica, que no aguantaría ni la primera embestida de mi padre sin venirse abajo y suplicar clemencia. No me costó mucho comenzar a generar ciertas situaciones comprometedoras entre ambos, ya sabiendo que mi padre deseaba destrozar a mi hermana, solo debía hacerla caer en una situación donde quedase vulnerable y mi padre se aprovechase para follarla como hacía conmigo.

La ocasión perfecta se desarrolló después de pasar el puente de semana santa con mamá. Andrea como buena chica en etapa hormonada se había encaprichado con un cachas buenorro, amigo de una de nuestras primas y comenzaron a intercambiar algo más que mensajes inocentes. Conociendo ya el patrón conductual de mi hermana con ese chaval mi plan fue tomando forma.

Comencé a saltar uno que otro chivatazo con papá, sobre las actitudes poco correctas de Andrea, instándole a actuar, a no permitir que mi hermana cometiese alguna imprudencia. Me dediqué a comerle la cabeza mientras le comía la cabeza de abajo. Poco a poco noté como la bestia celosa tomaba posesión de mi padre, la violencia encarnada que evidenciaba conmigo pronto iba a tener otro objetivo, la cabrona de mi hermana.

– ¿Estás seguro de lo que dices? –me preguntó cierta tarde en uno de nuestros turbulentos encuentros.

– Sí –me saqué su polla de mi boca–. La he pillado enviándole unas fotos… –me encogí de hombros–. Mañana de seguro se lo monta con ese tío, y eso va a más, la otra noche escuché una videollamada de ese par, él quiere venir a pasar el próximo fin de semana para quedar con ella –solté de farol.

– ¡Joder! –exclamó furioso–. No me dio tiempo de decir nada más, se empleó a fondo con mi boca, follándola hasta dejarme sin aliento. Ese día fue especialmente duro no solo con mi boca, sino también con mi culo.

No pude dormir ante la expectativa del día siguiente, además me dolía mucho mi esfínter ante la arremetida anterior. Ese día me salté las clases, me posicioné en mi lugar de espionaje habitual; aprovechando de un pequeño agujero que hice entre las paredes para poder espiar a Andrea y que llevaba años cumpliendo su inmoral función, la muy estúpida nunca lo descubrió.

Andrea llegó a su hora habitual, era innegable su belleza, los turgentes senos, prominentes que iban a juego con su cintura de avispa y su respingón culito, su lacio cabello rubio oscuro caía como una cascada por su espalda, le llegaba casi a la cintura. Ese rostro angelical y esos impactantes ojos grises la convertían en un monumento. Si hasta la genética le sonreía a la muy zorra. Me preguntaba a cuanto se habría follado con esa carita inocente, de no romper un plato. Sería una experta en el sexo, bien que se masturbaba casi todas las noches.

Se deshizo de su ropa para quedar solo con el conjunto de ropa interior un tanto infantil, de un color azul oscuro tenía unos motivos de hello kitty que le conferían un halo de inocencia. Posando frente al espejo dio rienda suelta a su postureo; cada pose era más sugerente que la anterior, y aun así conseguía conservar ese halo de pureza. Me reventaba de ira el que mi miserable polla se endureciera viéndola, quizás era una de las cosas que más me molestaba sobre ella, destacaba por ser una de las pocas mujeres que despertaba mi deseo sexual hetero.

La puerta de la habitación se abrió de par en par, mi padre entró y se quedó plantado. Los tres contuvimos la respiración en ese instante. Casi pareció que el tiempo se detenía. Mi pollita vibró ante la expectativa de ver como mi padre reventaba a la puta de mi hermana. Oh, como disfrutaría ese momento.

– Papi… –Andrea estaba tan perpleja por haber sido pillada que ni siquiera hizo amago de taparse.

– ¿Qué te he dicho de esas fotos, pequeña? –soltó visiblemente contrariado.

– Lo siento papi –musitó llorosa–. Es que… yo…

– Ya, ya –mi padre arropó a mi hermana entre sus brazos ¿Qué mierda estaba pasando? ¿Dónde estaba la violencia? ¿Por qué no la arrojaba a la cama para follársela?

– No puedes seguir enviándome estas fotos mi niña, provocar a papá de esta manera tiene consecuencias irreversibles.

– Papi… no puedo más… te juro que intenté liarme con aquel chico y es muy majo. Pero no puedo más, por favor.

– ¿Entiendes lo que cambiará y que no habrá marcha atrás? Recuerda las condiciones.

– Y tu recuerda las mías –replicó más segura.

– Por mí no hay problema.

Quise gritar de la impotencia, ¡Ese par! ¿De qué me había perdido? Mi primer impulso fue interrumpir, pero me podía la curiosidad. Me sentí tan imbécil, o quizás no. Quizás papá le dejó claro su manera salvaje de follar y ambos se contenían. Tenía que ver hasta el final.

– Mi niña consentida –mi padre se inclinó atrapando los labios de mi hermana con suavidad.

Un beso casto que fue a más. Caricias furtivas, románticas. La declaración de dos amantes. Conmigo nunca había tenido el más mínimo gesto de cariño. La cargó hasta depositarla en la cama, las manos de mi padre temblaban mientras separaba las piernas de mi hermana. Con destreza se fue desnudando. Su gran polla se elevó, tan dura y apetitosa.

– Papá siempre te cuidará, princesa.

– Hazme tuya, papi.

Con una delicadeza envidiable, mi padre le sacó el conjuntito. Los senos de mi hermana se erguían soberbios, tersos y juveniles. Su depilado sexo se adivinaba bastante cerrado. Mientras ella respiraba acelerada, él depositaba besos por todo su cuerpo, venerando cada centímetro, una muestra total de amor.

Mi ira y excitación creían a partes igual. Las dos personas que más deseaba disfrutaban de una intimidad envidiable, me enfurecía el cariño y el amor mutuo que se profesaban. ¿Por qué papá nunca pudo tratarme así? Las delicadas manos de mi hermana se colaban por la caballera de mi padre, del mismo color que la de mi hermana, con algunas canas que le otorgaban un aspecto mucho más interesante. A sus 47 años papá conservaba un físico envidiable, con esos fuertes músculos productos de horas en el gimnasio, con su altura que arropaba y esos mismos ojos heredados por ambos hijos.

La boca de mi padre descendió hundiéndose entre las piernas de mi hermana que le regalaba tiernos gemidos. A pesar de que su cuerpo buscaba por instinto cerrar las piernas, la intromisión de la boca de mi padre le impedía hacerlo del todo. Ella jadeaba complacida, excitada, perdida, en un momento sus gemiditos se transformaron en unos grititos arrebatadores, la lengua de papá jugaba inclemente con su abertura hasta por lo que presencie los temblores de su cuerpo le obsequiaron un intenso orgasmo que papá no desperdició, bebiéndose hasta la última gota.

Ella lucía sonrojada, el rubor de su rostro bajaba extendiéndose por el cuello y sus senos. Parecía un ángel y eso me enfureció aún más.

– Eres perfecta, mi niña –papá subió y con tiento posicionó su polla en la entrada de Andrea–. Dolerá un poco, pero papá será cuidadoso, prometo que solo te dolerá esta vez.

¡Maldita sea! ¡La zorra de mi hermana no tenía nada de zorra, era virgen! ¡No podía creerlo!

Los ojos y la boca de mi hermana se abrieron y un gritito escapó de ella, apretó sus puños mientras papá se enterraba en ella, con calma y cariño. Era una primera vez amorosa, cuidadosa. ¡Como los odié en ese momento! De una estocada se enterró por completo, sus labios acallaron los grititos de mi hermana. Susurrándole después frases cariñosas.

Tras un breve receso, papá empezó una cúpula lenta y erótica para ambos. Su monta distaba por completo de nuestra primera vez. Mi hermana se retorcía debajo de nuestro padre. Se abrazaba a él y entre besos, él aumentó la intensidad, entrando en ella con rapidez y a la vez, con la premura de no lastimar a su amada.

Mi polla que parecía tener vida propia se corrió ante la impotencia de mi mente, papá duraría lo propio en llenar el tierno coño de mi hermana con su semilla. Luego se derrumbó sobre ella, entre palabras de amor y promesas que me hicieron perder el poco norte que me quedaba.

Echó una furia salí de mi habitación e invadí la intimidad de los amantes. El ceño de papá se frunció, y en el rostro de mi hermana se dibujó una sonrisa burlona.

– Anda… ¡Mira papi! El putito de mi hermano nos ha estado espiando.

– ¡No entiendo! –estallé furioso–. ¡¿Qué mierda pasa aquí?!

– ¿No es obvio? –apuntó mi padre mirándome con hastío–. Querías provocarme, mala puta.

– P-Pero…

– ¡Cállate! –ordenó mi hermana sentándose en su cama, vi su coño recién estrenado del cual brotaba una mezcla de leche, flujos y unas trazas de sangre casi imperceptibles–. Vamos a dejar esto claro; espero que hayas disfrutado tus cinco minutos de protagonismo se acabaron. ¡Finito! ¡Kapum! ¡Mentalízalo! Papá es mío, y a partir de ahora yo me encargaré de atender su polla. ¿Cierto, papi?

– Así es mi niña. Soy tuyo –exclamó mi padre más que satisfecho. Noté como se endurecía otra vez.

– ¿P-Por qué…?

– ¿La diferencia? –interrumpió mi padre, a lo que asentí–. Sencillo, eres una perra igualada, querías compararte con la preciosidad de tu hermana y no le llegas ni a los talones. Me enfurecía cada vez que te vestías como ella para excitarme. Te hacía más listo, existe un muro infranqueable entre vosotros. Porque mi preciosa Andrea es y siempre será, la consentida de papá –La polla de mi padre vibró ante tal afirmación–. Ven acá princesa, papá te enseñará como darme placer con tu linda boquita.

– ¡Si papito! –exclamó ella más que feliz.

Y sin esperar si quiera que me retirase de la habitación, papá pasó los siguientes minutos instruyendo a mi hermana en como comerse su poderoso miembro. Lloroso me retiré a mi habitación, y desde entonces ellos hacen el amor porque por más intenso que tengan sexo, papá siempre procura el placer de mi hermana por sobre el suyo. No se molestan en cerrar las puertas y yo como el puto mirón que soy, observó cómo lo hacen. Lo supe desde el principio, no hay nada que pueda hacer contra la consentida de papá…

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