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La familia peregrina

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La familia viajaba feliz e ilusionada, todos sonreían en silencio, soñando despiertos, atrás habían dejado una vida de penurias, allá, lejos muy lejos al otro lado del océano.

Era un día soleado en una mañana de primavera, lo único que se escuchaba era el chirriar de las ruedas de la lenta y pesada carreta que les servía de transporte.

Viajaban buscando la tierra prometida, la de verdes prados y tierras fértiles, soñaban con establecerse en un lugar a que llamar hogar y de paso llevar la palabra del Señor a aquellos parajes.

Conduciendo la carreta iba Isaac, era el jefe de familia, rondaba los cuarenta y tantos, aun se mantenía en forma, acostumbrado a la vida dura y sacrificada. Ahora estaba entrecano, pero se adivinaba un cabello rubio trigueño en su juventud.

A su lado iba sentada y tomada de su brazo su esposa Isabel, que aún no llegaba a los cuarenta y también se la veía una mujer atractiva a pesar de que las ropas que llevaba la cubrían completamente de cuello a tobillos. Ella era rubia de ojos azules y labios carnoso, pero no demasiado.

Atrás en la caja de la carreta, acomodada sobre unos costales de trigo viajaba su hija Rebecca, una muchacha de unos diecinueve años, aparentaba ser delgada a juzgar por lo holgadas que se veían sus ropas. Ella tenía el cabello oscuro, la piel blanca con algunas pecas y los ojos verde mar.

-¿Cuánto crees que falte para llegar, esposo mío? -Preguntó Isabel.

-No sabría decirlo, solo sé que voy en la dirección correcta, pues el Señor me guía.

Continuaron viaje, cuando oscureció, Isaac decidió detenerse y acampar para pasar la noche, él e Isabel se acomodaron sobre unas mantas en el duro suelo, Rebecca continuo durmiendo sobre la carreta, como casi todo el viaje.

Las noches en el desierto de Arizona son muy frías, por ello Isaac no tuvo mejor idea que encender un fuego que les diera calor. Así durmieron a sus anchas, soñando como en la mañana, pero esta vez no eran conscientes de lo que rondaba cerca de ellos.

Las sombras furtivas cruzaban de un lado a otro sin producir ningún ruido, poco a poco se fueron acercando al campamento, eran cinco hombres, dos de ellos se abalanzaron sobre el dormido Isaac, que logro golpear a uno en el rostro poniéndose de pie, pero otro de los hombres lo golpeo en la cabeza con un tomahawk de piedra.

El calor en su pecho lo despertó, al abrir los ojos vio algo que solo había visto o más bien leído descripciones en libros y su corazón se llenó de temor. Tenía ante sí un apache, un verdadero apache piel roja, que sostenía una rama de árbol seco encendido en un extremo, con el que había despertado a Isaac.

-Abre bien tus ojos y mira bien, cara pálida. Durante muchas lunas, los tuyos han robado tierras a indios pobres, nosotros perder todo, tu gente robar todo, enviarnos a reservas, violar a nuestras mujeres y a nuestras hijas. Hoy es día de venganza para pobres indios, hoy violaremos tu mujer y a tu hija, pero primero lo harás tú.

-Nosotros no hicimos nada de eso que dices, nosotros solo traemos la palabra del señor, traemos paz y bondad –Respondió Isaac.

-Paz y bondad? La palabra del Señor? Son muchos los que llegaron diciendo tus palabras, pero cuando no pudieron hacer que dejáramos nuestras creencias y costumbres quisieron combatir pues somos salvajes. El gran espíritu nos hace fuertes y hoy nos ha premiado enviándonos a tres blancos para sosegar nuestro odio.

Cuando el apache se apartó vio a su esposa Isabel atada de pies y manos a dos troncos que formaban una X en vertical, con las piernas bien abiertas y atadas por los tobillos a los troncos, los brazos también extendidos hacia arriba y a los lados sujetos también a los troncos.

A su lado estaba Rebecca, pero ella estaba en otra postura, ella estaba de rodillas, con los brazos extendidos a los lados, posados y sujetos en dos soportes de madera hechos con rama de árbol. Sus pies estaban separados, atados y sujetos por sendas estacas al piso.

El apache hizo un gesto a uno de sus bravos y este se acercó a Isabel, sacó su cuchillo y lo colocó a la altura de la garganta de ella.

-Noooo –Gritó Isaac– pero el cuchillo se movió como el rayo de arriba abajo, cortando de un tajo las ropas de Isabel hasta un poco más abajo del ombligo.

Reinó un silencio casi eterno, pues Isaac esperaba ver la muerte de su esposa y no aquello, tanto él como los apaches quedaron absortos en ese maravilloso espectáculo, unos senos redondos aun firmes y turgentes con unos pezones color naranja sobre una piel blanca salpicada de algunas pecas.

Cuando reaccionó Isaac cerró los ojos y ladeo la cabeza, pues él aun siendo su esposo nunca había visto el pecho desnudo de Isabel, cuando hacían el amor, todo era a oscuras y con ropa, todo lo hacía a tientas, pues sus creencias así lo dictaban.

El jefe apache se acercó a Isabel, apagó la llama del leño que sostenía y lo acercó a uno de sus senos, lo apoyó suavemente sobre el pezón y comenzó a hacer presión, hasta que la mujer sintió el calor que aún conservaba el interior de la madera, aaayyy! Gritó.

-Basta! O la furia del señor caerá sobre ustedes! –Exclamo Isaac

-Basta? Recién comenzar –Respondió Cuervo Cantor– que así se llamaba.

Hizo otro gesto al bravo del cuchillo y este cortó las ropas de Isabel esta vez hasta el final, dejándola totalmente desnuda, frente a su esposo por primera vez, y peor frente a aquellos salvajes.

Sus piernas separadas mostraban unos muslos bien formados, algo regordetes, pero en el límite justo, sus caderas eran anchas, pero sensuales, era un maravilloso cuerpo de mujer a sus treinta y siete años. Pero lo que más llamó la atención de los presentes fue aquel coño abierto y expuesto a la vista de todos, lo cubría una copiosa mata de bello color rubio oscuro.

Cuervo Cantor volvió a encender el madero y se aseguró que lo estuviera, pero sin hacer llama, y comenzó a quemar el bello púdico de Isabel. Ella muerta de miedo y vergüenza, comenzó a gritar.

-Isaac, ayúdame esposo mío, no permitas esto!

Pero Isabel no veía que a unos metros de ella había dos apaches más, con sus lanzas en el cuello de la indefensa Rebecca.

Cuando el bello púdico estuvo todo chamuscado, Rata Saltarina, que así se llamaba el bravo del cuchillo, procedió a retirar los restos quemados y dejar el coño de Isabel totalmente afeitado, maravilloso espectáculo aquella vagina color rosa de labios delicados y frondosos.

Pero Cuervo Cantor no había terminado, como antes, apagó el madero del todo y así como estaba lo apoyó en el coño afeitado de Isabel, apoyando uno de los lados del madero caliente y haciendo presión hacia arriba.

-Aaaahhh, nooo! Por piedad, basta! -Gritó Isabel.

Rata Saltarina se acercó por detrás de Isabel y la despojó de los harapos que eran sus ropas, dejándola ahora sí, sin nada que ocultar. Como era de esperar su culo no estaba peor que el resto de ella, era un poco grande, pero aún estaba firme y su piel se conservaba estupenda como en las demás zonas de su cuerpo.

Cuervo Cantor sacó su pene, era grueso y venoso, de cabeza grande en comparación con el tronco, se acercó a Isabel y lo hundió en su coño de un empujón.

-Dejad a mi mujer, sucios salvajes! La ira de Dios caerá sobre ustedes! -Vocifero Isaac.

Pero solo se oyeron carcajadas y aullidos de los apaches. Cuervo Cantor estaba follando de pie por el frente a Isabel, la besó en la boca, metiendo su lengua hasta la garganta, mientras tomaba los pezones de ella y los retorcía con sus dedos.

-Tu hombre no hacer el amor así eh? Tú tener mucho que aprender para vivir y hacer felices a bravos, nosotros enseñar cómo hacer –Le dijo en voz baja Cuervo Cantor a Isabel.

Rata Saltarina que estaba a la espalda de ella, se percató de las intenciones de su jefe, se acercó y apoyo su gran pene entre las nalgas de Isabel, ella se estremeció, abrió los ojos con espanto y luego sintió como si le desgarrarán el culo. El apache estaba entrando en ese ano apretado, jamás visto, ni siquiera por ella misma y menos profanado. No sabía si sentía dolor, ardor? Solo quería que aquella pesadilla terminara.

Pero lejos de esto, ambos guerreros la follaron duro, gozando con sus gritos y sollozos, pero el dolor fue dejando paso al placer, Isabel estaba comenzando a sentir sensaciones que nunca había experimentado, completamente nuevas para ella y se estaba sintiendo bien, mientras aquellos salvajes le hundían sus miembros por delante y por detrás.

-No te rindas ante sus trampas amor, no caigas presa de su lujuria –Gritó Isaac que ante aquel espectáculo ya tenía un gran bulto en su pantalón y luchaba por hacer que bajara.

Cuervo cantor y Rata Saltarina soltaron de sus ataduras a Isabel, permitiéndole ver en la situación que estaba su hija Rebecca. De inmediato comprendió que no podía hacer nada más que seguir sus órdenes y esperar que por un milagro los dejaran con vida.

La obligaron a arrodillarse y Cuervo Cantor le acercó su pene a la boca, ella no comprendió que deseaba, entonces Rata Saltarina tiro fuerte de su cabello hacia atrás obligándola a levantar la cara y gritar por el dolor, cuando dijo aaaay! Cuervo Cantor se lo metió en la boca hasta la garganta y comenzó a follarle la boca.

Rata Saltarina le sujetaba y movía la cabeza de ella en sentido contrario a las envestidas de su jefe, asegurándose de que el pene entrara todo en su boca y garganta. Así estuvo diez minutos entre ahogos, arcadas, náuseas y espasmos, pero sintiéndose mujer, sintiendo que todo su cuerpo vibraba, lleno de adrenalina, hasta que sintió una descarga de líquido espeso y gomoso, algo agrío dentro de su boca.

Rata Saltarina aún conservaba su carga, así que la giró, pero esta vez Isabel comprendía que esperaba de ella, así que abrió grande la boca y tragó aquel pene lo más hondo que pudo y soportó las envestidas del apache que en este caso quiso rociar el blanco rostro de Isabel con su esperma.

-Cara pálida, haber aprendido algo de prácticas de amor de indios pobres y salvajes? Tu mujer si haber aprendido y si tu no hacerlo, ella vivir feliz con indios, nosotros hacer bien el amor a ella, a ella gustar, tu no saber hacerlo bien. Tu tener que practicar.

Y dicho esto hizo un gesto con el brazo a los bravos que amenazaban a Rebecca con sus lanzas y estos comenzaron a rasgar con ellas las ropas de la muchacha dejándola totalmente desnuda. Su cuerpo era delgado, juvenil, su piel bien blanca, tenía los senos del tamaño justo para abarcarlos cada uno con una mano, del tamaño de una manzana mediana, los pezones color rojo pálido y diminutos como dos pequeños botones que hubieran pegado allí. Su bello púdico era oscuro aunque no muy abundante, lo que dejaba ver muy bien su delicado clítoris y su virginal coño. Su culito era respingón y redondito.

-No! Basta salvajes, es una niña! -Gritó Isaac que ya se sentía preso de la lujuria.

-Una niña? Nuestras mujeres satisfacen a sus bravos desde que sangran por primera vez, y tu “niña” hace muchas estaciones que sangró por primera vez.

-Tu mujer! Come su coño –le ordenó a Isabel.

-Nooo! Es mi hija! Hacedme lo que queráis a mí, pero eso no! –Se desesperó Isabel.

-O haces eso o ponemos leño caliente en su clítoris.

Isabel no tuvo más remedio que obedecer, se tumbó en el piso boca arriba y se deslizó por entre las piernas de Rebeca hasta asomar la cabeza a su frente, luego se apoyó sobre los codos y comenzó a chupar el coñito de su hija. Se sentía avergonzada, culpable, angustiada, pero estaba decidida a salir de allí con vida, así que lamió, chupó y succionó aquel clítoris que tenía en su boca.

Rebecca comenzó a emitir leves suspiros, luego comenzó a morderse los labios, pero sus gemidos eran incontenibles, esa lengua le estaba haciendo casi derrumbarse, pero recordemos que estaba atada de rodillas y los brazos extendidos sobre dos soportes, los temblores y espasmos eran continuos, la lengua de su madre se sentía caliente y suave.

Mientras tanto Isaac no aguanto más y gritó – Basta! No soporto más!

Y sacando de entre sus ropas un enorme pene grueso como un tronco se acercó a Rebecca y se lo metió en la boca. Lo hizo con tanto ímpetu que lo metió hasta los huevos.

Rebecca se ahogaba con el pene de su padre, mientras su madre le seguía comiendo el coño, que ya estaba súper mojado, dándole a probar a Isabel sus jugos femeninos.

Uno de los apaches que había estado cuidando a Rebecca con su lanza y que también la desnudó, se puso de rodillas, abrió las piernas de Isabel que estaba tendida en el suelo y la penetró por su vagina, follándola mientras esta seguía comiendo el coño de Rebecca.

Su compañero, el otro lancero, se colocó de rodillas a horcajadas sobre el vientre de Isabel, quedando en esta posición con el culito de Rebecca a su merced y ya la iba a penetrar, cuando se escuchó!

-Alto! Tú no harás eso! Su padre lo hará! –Ordenó Cuervo Cantor.

-Culito de tu hija te espera! Tú romperlo, tú ser primero, luego indios pobres seguir!

Isaac saco su pene de la boca de Rebecca y esta casi sin aire, emitió un apenas audible – Noo… padre

Pero Isaac ya estaba preso totalmente de la lujuria, la imagen de aquellos cuerpos desnudos, de su mujer, a la que nunca le había visto ni las pantorrillas y de su hija en el comienzo de la juventud, habían hecho estragos en su libido. Intercambio lugar con el apache y comenzó a hundir muy lentamente su enorme pene en el anito virgen de su hija que al sentir que el culo se le habría emitió un grito mescla de dolor, miedo y desesperación, pero Cuervo Cantor lo ahogo con su pene, fallándole la boca con fuerza. Rebecca sentía que su padre la partía en dos, mientras se ahogaba con aquel pene en su boca y su madre no dejaba de lamerle el coño provocándole olas de placer extremo.

Isabel sabía que si quería ayudar a su hija, debía chupar con ansia, era lo único que en aquel momento distraería la mente de Rebecca lejos del dolor y el ahogamiento en su culo y boca respectivamente.

Pero el apache que no pudo follar el culo de Rebecca estaba dispuesto a follar uno, así que movió a su compañero de donde estaba, follando a Isabel en su coño y tiro de sus pies arrastrándola por el suelo de tierra dura y pedregosa. Isabel sorprendida por el repentino jalón sintió como las piedrecitas le rasguñaban la piel. Luego ambos bravos la follaron a gusto por ambos hoyos, ella ya estaba totalmente a gusto y entregada, cabalgaba aquellos penes por delante y por detrás con ansia y deseo. Varias veces la penetraron los dos a un tiempo.

Cuervo Cantor y Rata Saltarina ya habían soltado también a Rebecca, este último se tendió en el suelo e Isaac tomo a su hija y la sentó literalmente sobre el pene de aquel apache, el miembro se enterró en el virgen coño de Rebecca que ya estaba muy excitada y apenas sintió un pequeño ardor momentáneo para luego seguir dando rienda suelta al placer.

Cuervo Cantor le penetro el culito, haciéndole sentir por primera vez la doble penetración. Su padre volvió a follarle la boca, estaba completamente en éxtasis, tenía un pene en cada hoyo, le dolía su culito, le dolía su coño y se ahogaba con el pollon de su padre, pero se sentía en la gloría.

De repente se escuchó un grito agudo – Aaaauuuggg!!!!! Todos miraron a un lado y vieron a Isabel recibiendo dos enormes penes en su culito rosa, los apaches de las lanzas, habían logrado encular juntos a Isabel, que no sabía si gritar, llorar o desmayarse!

Cuando Isabel sintió que otro pene entraba en su culo ya ocupado, sintió un punsaso de dolor agudo, grito fuerte y empezó a arañar la tierra rompiéndose las uñas. ”Que era todo aquello, como era posible hacer y sentir todas esas cosas? Como, hasta ahora a sus treinta y siete años no había experimentado algo parecido?” Y en ese momento se sintió feliz por su hija, gracias a aquellos salvajes ella sabría desde joven lo que era hacer el amor de buena manera, sin miedos ni vergüenzas.

Isaac estaba de rodillas frente a su hija follándole la boca, mientras que Cuervo Cantor y Rata Saltarina la penetraban, cuando siente que algo grande como un oso lo abraza, se había arrodillado tras de él y le sujetaba con fuerza, era el quinto bravo, que se había quedado al margen de la acción. Cuervo Cantor levanto la cabeza sin dejar de follar el culito de Rebecca y dijo…

-Ese ser Oso Pescador, a él no gustar mujer, el preferir hombres blancos, sus culos.

Y dicho esto Isaac sintió el enorme pene en su culo, no podía creerlo estaba siendo follado en el culo, él un hombre de Dios, estaba siendo sodomizado por aquel gigante piel roja, pero le gustaba y comenzó a follar con más fuerza la boca de Rebecca.

De pronto el gigante lo retiró de su culo y se lo ofreció en la boca, Isaac lo engullo lo más que pudo, lo chupó con fuerza mientras Rebecca lo chupaba a él.

Oso Pescador eyaculó en la boca de Isaac y este hizo lo propio en la boca de Rebecca que entre medio de arcadas y náuseas se lo bebió todo. Cuervo Cantor acabó en el culito de la chica y Rata Saltarina en su vagina.

Gato Aullador y Zorro Peligroso que así se llamaban los bravos con lanzas, acabaron en el culo de Isabel, al unisono, llenándole sus entrañas de líquido caliente. Ella se sintió desfallecer y se largó a llorar, sin saber la causa cierta, tal vez porque su cuerpo liberó tensiones muchos años acumuladas, tal vez porque parecería que saldrían vivos de esa o tal vez y lo más seguro, era que llegaron buscando la tierra prometida, la de la felicidad, y la encontraron, pero de una manera totalmente diferente.

-Si querer sobrevivir, deber vivir con apaches, mujeres satisfacer a jefe Cuervo Cantor y a mi primer bravo Rata Saltarina, tú salvar, porque Oso pescador te eligió!

FIN

(9,10)