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La manera en la que me amaron (Parte 1)

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DÍA 1:

—¿Entonces que dices?

Aquellas palabras me dejaron desconcertado. No tan sólo por el mensaje, sino por quien me lo decía. Un trio, y no tan solo eso, un trio con mi madre. Si bien era una propuesta inaudita. La sola idea de poder poseer a mi progenitora causaba en mi un profundo éxtasis como el que nunca había sentido, ni volvería a sentir.

Antonella, mi madre, era una mujer cautivadora. De azabaches cabellos lacios que llegaban a sus delicados hombros, de una lozana y tersa piel beige, de un fino rostro e hipnotizantes y penetrantes ojos oliva.

Curiosamente, nadie parecía prestarles mucha atención a estos rasgos. Al inicio, me molestaba que nadie aparte de mi padre y de mi fuera capaces de ver lo alegre, cariñosa y a veces particularmente cortante que podría llegar a ser.

Pero entre más crecía, más me parecía a aquellas personas, y más tiempo me quedaba observando el curvilíneo cuerpo de mi madre. Me deleitaba con sus firmes pechos, los cuales no podría tomar del todo con una sola de mis manos, me deleitaba con su estrecha cintura y firmes cadera, pero sobretodo me deleitaba con su pronunciado y carnoso trasero.

A todo esto, mi padre seguía de pie frente a mi esperando una respuesta. Le respondí con otra pregunta: ¿Cómo le diremos?, duda que no le importo ya que pareciese que el solo escuchaba lo que quería.

—Entonces eso es un si, genial— replico mi padre, mientras trataba de contener su alegría.

A pesar de la evidente aprobación de mi padre, me encontraba intranquilo. Que tal si esa propuesta arruinaba la relación con mi madre, o si causaba la ruptura de su matrimonio o si peor aun, era una broma de muy mal gusto de mi padre.

Todos esos pensamientos empezaron a rondar mi mente. Hasta que, como si leyera mi cabeza, mi padre dijo:

—Deja esa mirada de miedo chico, que todo saldrá bien. Solo déjamelo a mi.

A la par que decía estas palabras, saco su móvil de uno de sus bolsillos del pantalón y empezó a buscar algo en el. Cuando parecía por fin haber encontrado lo que quería. Me llamo diciendo:

—Quieres un pequeño adelanto para que sepas lo que te espera.

Mis ojos se abrieron en su totalidad. Y en un tono casi suplicante le respondí que era lo que mas deseaba.

Mi padre, quien ahora poseía una amplia sonrisa, giro su móvil mostrándome una foto de mi madre sentada con las rodillas flexionadas y desnuda mirando a cámara. Y es que en esta foto solo estaba ella, sus labios entreabiertos, sus apetecibles pezones que acompañaban sus areolas café claro, su firme vientre, pero sobre todo estaba su lampiña y pequeña vagina de la cual, sus labios mayores solo dejaban ver la delgada separación que habían entre ellos.

Lo único que atine hacer fue dejar escapar un ¡Oh dios mío!, mientras miraba maravillado aquel monumento de ser humano, sin previo aviso mi padre quito su móvil y me dijo que si todo iba bien, seria el siguiente en disfrutar de los placeres que era capaz de brindar mi madre, pero que ahora deberíamos ir a cenar.

En toda la comida no pude pensar en otra cosa que no fuera en la propuesta de mi padre, en como se lo propondría a mi madre o si ella si quiere se lo pensaría antes de echarnos de casa por depravados.

Pero todos estos pensamientos fueron interrumpidos cuando mi padre, con su característico tono alegre dice:

—Nena, creo que ya encontré al candidato perfecto para aquella cosa que habíamos hablado.

Mi corazón se detuvo por un segundo, no pensé que sería tan directo con el tema, un fuerte e incontrolable temblor se apodero de mis piernas. Miro con disimulo a mi madre, quien esta revisando su portátil de manera estoica, como siempre. Hasta que alza su mira y con una voz monótona responde:

—¿A que te refieres?

—Al contratista, los vecinos del frente los contrataron para hacer unos arreglos, dicen que hizo un muy buen trabajo.

—Bien, dile que empiece la próxima semana.

Cuando mi madre bajo la cabeza y siguió usando su portátil, el alma me regreso al cuerpo. Tome un poco de agua para terminar de calmarme. A la vez que miraba a mi padre y me reía para mis adentros, un hombre experimentado e inteligente como el nunca haría un movimiento tan burdo y estúpido.

—Por cierto, nena, creo que el chico seria un buen candidato para llenarte la almeja.

Escuchar estas palabras me obligaron a escupir violentamente el agua que tenia en la boca, a la vez que lo mire. Como respuesta el solo me guillo un ojo y dio una sonrisa de triunfo. Con lentitud dirigí mi mirada a mi madre, quien tenia sus ojos fijados en mi analizándome minuciosamente; como si fuera la primera vez que me veía. Después de unos segundos, que me parecieron eternos, ella dejo de mirarme y le dijo a mi padre:

—Olvídalo, no quiero tener que enseñarle a nadie— había molestia y decepción en su voz. — Búscate a un hombre de verdad, si quiere seguir con lo del trio.

Aquellas palabras mutilaron mi ego con facilidad, era como si tomara mi hombría en sus manos y la aplastara como si no fuera mas que un pedazo de basura. Si bien una situación así debería ser devastadora, una fuerza proveniente desde la parte más recóndita de mi ser me impulso a refutarla. Y con cierto titubeó en mi voz, le replique yo ya era un hombre.

Los ojos de mi madre volvieron a posarse sobre mi, y en ellos se veían la desdicha de una persona que ha lastimado a un ser amado.

—Bebé, lo siento no era mi intención ofenderte.

Trato de sonar tranquilo, mientras le explicaba que solo quería recordarle que yo ya era un verdadero hombre.

—Lo sé cariño… y espero que también sepas que te amo. Pero no quiero tener que cuidarte también en la cama. Veras me gusta el sexo, mas que ha las personas normales de echo… y si voy a… explorar una nueva faceta de mi sexualidad. Me gustaría que esta sea lo mas gratificante posible y tu bueno… eh, no tienes suficiente experiencia y no sabes como tratar a una mujer como yo.

Aquella confesión me dejo atónito, ya que era verdad. Cada palabra que había dicho era verdad. Yo definitivamente nunca había tenido a una mujer como mi madre, un sentimiento de impotencia se apodero de mi. Hasta que, como si fuera una luz de esperanza al final del túnel, mi padre intervino diciendo:

—Vamos a ver nena, si bien todo lo que haz comentado “puede” ser cierto. Yo solo veo ventajas.

Mi padre le lanzo una sonrisa juguetona a mi madre, a la vez que empiezo a contar con su mano.

—Numero uno, si bien el chico no tienen mucha experiencia, eso significa que lo puedes moldear a tu gusto. El no sabrá satisfacer a cientos de mujeres, pero podría saber cómo satisfacer específicamente a una, a ti.

Al escuchar esto, mi madre se acomodo en su silla y miro fijamente a mi padre. A lo que este continúo.

—Numero dos, sabes que es un muchacho sin vicios, bien portado y sano, así como confiable y discreto. Y hasta aquí voy a dejar de contar porque nunca he necesitado mas de dos dedos para hacerte feliz.

Aquel comentario final rompió la tensión del ambiente y lo cambio por unas sonoras risas de todos los presentes. Y en medio de esa algarabía los ojos de mi madre y los míos se cruzaron. Mi madre se lamio los labios de manera sensual y dijo:

—Los argumentos de tu padre me han dado mucho en que pensar, no puedo asegurarte nada, pero dame algo de tiempo.

Al escuchar esas palabras mi corazón se lleno de alegría y no pude hacer mas que mirarla con creciente ilusión. Hasta que me ella me interrumpe.

—Eso no quiere decir nada, iré a pensar en mi habitación, ustedes limpien la mesa.

Y sin decir nada más se levanto de su asiento y se dirigió a su cuarto.

Un impulso irrefrenable me obligó a ponerme de pie y abrazar a mi padre. Al inicio el se sorprendió, pero luego solo sonrió y con una de sus manos libre me sobo la cabeza despeinándome.

—Bien chico estuvo cerca. Ahora porque no te encargas del aseo, que yo iré con tu madre a cerrar el trato.

Le respondí con alegría que no se preocupase. Me tomo media hora recoger los platos y lavarlos. Cuando había acabado, me dirigí a mi cuarto. Mire el reloj, ya era las 11 de la noche. Me recosté en mi cama y pensé en todo lo que había pasado.

DÍA 2

La luz que se filtro por las cortinas de mi ventana me despertó, 9 am. Me levanté de la cama, me di una ducha y me puse unos pantalones y un polo de andar por casa.

Bajé al comedor, donde vi a mi padre sentado bebiendo su café y a mi madre a su lado. Vestida con una bata azul de seda, que le tapaba por completo sus pechos, pero dejaba a la vista la mitad de sus piernas. Una vez que me acomode en la silla frente a ellos, mi madre me dice:

—Cariño tenemos, no… tengo algo que decirte.

Me detuve de inmediato y dirigí mi completa atención a mi progenitora. La cual con una expresión serena me dijo:

—Veras ayer estuve pensando en la propuesta de tu padre. Y creo que podrías llegar a ser un candidato… interesante.

Sobra decir que me desviví en palabras para asegurarle que seria un candidato mas que idóneo para lo que ella deseara. Como respuesta a las innegables señales de aprobación que mandaba, mi madre cambio su relajada expresión por una de molestia e incomodidad.

—Detente un momento jovencito, esas muestras de desesperación no te llevarán a ningún lado.

Me disculpe apenado por aquel exabrupto. Ella, ahora con una voz seria me dice:

—Bien eso esta mejor, verás estuve hablando con tu padre y creo que podría llegar a considerarte un hombre si cumples algunos requisitos.

Asentí con la cabeza y esperé que prosiguiera.

—Para empezar, deja de ser tan ansioso y complaciente, eso no es para nada sexy.

A duras penas logre contener el impulso por decir que lo haría. Después de esto, siguió nombrando otras reglas como nada de celarla, nada de groserías, obedecer lo que se me diga sin cuestionar y por último mantener la boca cerrada.

Una vez termino de hablar, respire profundamente y con la voz más calmada posible le respondí que estaba de acuerdo con sus reglas.

Una pícara sonrisa se forma en el rostro de mi progenitora. Metió una de sus manos entre sus senos y saco un papel el cual procedió a ponerlo justo delante de mí.

—Tómalo es para ti—me dijo mi madre con un tono juguetón en su voz.

Trate de calmarme, mientras tomaba aquel papel. Y al leerlo solo puedo ver una lista de reparaciones que necesitaba la casa.

Extrañado, le pregunto que era eso. Ella solo se rio y me dijo:

—Algo que realmente me gusta son los hombres hacendosos, así que pensé que como quieres que te traté como uno, podríamos empezar por ahí.

Nota del Autor:

Este es el primer relato que escribo, como podran notar por mi descuidado estilo, no tengo experiencia alguna en el area. Toda critica que busque ayudarme a mejorar sera bienvenida. Gracias de antemano.

(8,75)