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La mansión de d. Pedro (2)

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Son las 7:30. D. Pedro llama a la puerta de nuestra habitación. Katia y yo dormimos juntas en camastros separados y teniendo enfrente la puerta y, a un lado, el armario empotrado y cerrado con candado con herramientas que nuestro Amo usa para disciplinarnos cuando lo considera necesario.

No hay más mobiliario. Desnudas como estamos no necesitamos nada más, según opina mi amo.

D. Pedro se marcha a su carrera matutina y algunos ejercicios para tonificarse. Nosotras, rápidamente vamos a la cocina para preparar su desayuno y tenerlo todo listo a su regreso. Poco más de 1 hora.

Entra sudoroso y se marcha al baño. Nos apresuramos a ir con él y lavarlo y secarlo tras la ducha. Le acompañamos al salón. El desayuno está listo. Se sienta cómodamente y desayuna despacio.

Katia se introduce a 4 patas bajo la mesa y le como los huevos y la polla. Es su trabajo diario. Mi amo quiere su polla dura y empinada y Katia es la encargada de ponerla dura cuando d. Pedro se alimenta.

Zas, zas. Dos hostias y Katia acelera la mamada rápidamente. Despierta coño!! Grita mi amo.

Las dos recogemos la mesa y fregamos.

D. Pedro llega a la cocina. Con camisa y pantalón ajustados y botas altas lleva una bolsa en la mano. Me la pone en los hombros. Katia se encarga hoy de la casa, Alina vendrá conmigo.

Sin más, d. Pedro sale hacia el jardín trasero de la casa en dirección a la calesa. Trago saliva, aprieto los dientes pero le sigo. Al llegar a la calesa (un pequeño carro de madera y acero con dos salientes para tirar de ella) vuelco la bolsa en el lugar donde se subirá d. Pedro y me dispongo entre los dos salientes para coger fuertemente cada uno de ellos y ponerme firme, espalda recta y mirada al frente.

Un par de azotes que dejan una fina marca roja en mi culo. Zas, zas. Respingo y con un grito ahogado de inmediato con los dientes apretados me pongo a trotar tirando de la calesa.

D. Pedro tiene prisa, el kilómetro y medio que nos separa de la zona de entrenamiento es pedregoso y de altibajos que no ayudan a la estabilidad. El doloroso látigo sobre mi culo y espalda lo soluciona de inmediato. Llegó sudorosa y con el culo y espalda escocidas. D. Pedro se baja y tomo la bolsa para caminar hasta la puerta de entrada a la zona de entrenamiento.

La pesada puerta es abierta con candado y nos introducimos en el espacio de las jaulas.

6 jaulas de hierro en hilera. Separadas unas de otras y un espacio vacío y sin ventanas. Hay un cierto olor acre y espeso.

Las mujeres dentro de las celdas. Desnudas, rapadas y depiladas están de rodillas con las manos tomando los barrotes y la mirada al frente para observar la escena, tal y como el entrenador les tiene ordenado. En cuanto han oído la puerta abrirse se colocan en la posición rápidamente. No hacerlo a tiempo significa probar el látigo.

Mi amo se queda en el centro frente a ellas un momento, luego se desnuda despacio mientras yo recojo su ropa y la cuelgo. Rauda, me pongo entre sus piernas y le hago una larga comida de huevos y polla delante de todas que deben estar mirando obligatoriamente.

Son normas del amo. Me aparto y me coloco de rodillas tras él. Todas las hembras pueden observar a su entrenador desnudo y con la larga y dura polla empinada y el fino y largo látigo de doma en su mano derecha. Una visión que deja bien claro quien manda y qué les espera.

D. Pedro abre una a una las 5 jaulas que están ocupadas. Una a una las hembras van saliendo a cuatro patas y son acariciadas en su culo. La jaca irlandesa, como gusta de llamar a una blanca y pecosa irlandesa de grandes tetas y buen culo es azotada por no salir de la celda a tiempo. Dos secos azotes marcan sus nalgas, da un respingo y aprieta los dientes mientras se apresura.

El entrenamiento de posturas de sumisión comienza.

Uno!! Grita mi amo y todas se apresuran a ponerse de rodillas, la espalda recta y las manos en la nuca con los brazos muy abiertos y separados.

Suena el silbido del látigo corrigiendo posturas sin que se oiga un sólo quejido. Los cuerpos se retuercen y se acomodan a sus órdenes lo mejor que pueden.

Tres!!! D. Pedro cambia a la siguiente postura sin descanso. Los cuerpos desnudos se ponen en cuatro, inclinan su cabeza hacia abajo hasta poner la mejilla en el frío suelo, suben el culo al máximo, abren las piernas y colocan los brazos hacia adelante, pegados al suelo. D. Pedro corrige sin miramiento azotando duro el culo y la entrepierna A algunas le tiemblan las piernas... Sólo 8 días de estancia... Es difícil hacerlo perfecto... No es problema de d. Pedro. Simplemente azota y espera respuesta. La semana anterior se explicó perfectamente. Esas son sus escuetas palabras mientras el látigo le ayuda a corregirles.

5!!!, 7!!!, cuerpos desnudos sudorosos se amoldan a las 10 posiciones básicas que el entrenador les ordena.

Miradas de súplica y lágrimas recorriendo las mejillas. Hay que aprender rápido. Cansadas y marcadas terminan el entrenamiento. Un chasquido del látigo en el aire y todas se colocan de rodillas con las manos a la espalda y la boca abierta delante de su jaula. Deben agradecer su entrenamiento con una buena mamada.

Una a una lamen y comen huevos y polla y luego entran en la jaula. Allí quedan hasta que Katia y yo volvamos para repartir su escasa comida y el pequeño cuenco con agua.

Una breve mirada antes de cerrar la puerta me deja ver los rostros llorosos y sometidos. No hay tiempo para pensar en ellas. Tomo la bolsa, me coloco de nuevo en la calesa y el seco azote en el culo me pone en marcha hacia la casa donde seguiré sirviendo a mi amo junto a Katia. Aprieto los dientes y tiro hacia adelante.

(6,00)