¿Cómo descubrí que hay otras forma de sexo? De la forma más loca y con las personas que menos lo esperaba.
Viuda hace dos años, con cincuenta primaveras en mi haber, criada en el seno de una familia ultra conservadora y religiosa profesante.
Mi difunto compañero, también creyente, impuesto por mis padres; durante el periodo que duro nuestra relación hasta el día del accidente que lo arrebato de este mundo, dejándonos solos a mi hija y a mí, me hizo conocer el sexo tradicional, besitos, yo abajo boca arriba y el arriba boca abajo, penetración, bombeo, eyaculación y a dormir espalda con espalda.
Hasta que aconteció lo que voy a relatar.
No sabía lo que era un orgasmo, yo pensaba que las sensaciones que sentía eran verdaderos orgasmos, pero no, estaba equivocada.
Mi hija, veinticinco, muy bien llevados años, enfermera recibida, siempre conversaba conmigo, pero hoy tuvimos una charla que cambiaría todo en mí.
– Hola ma, buenas tardes, ¿almorzamos?
– Hola mi vida, buenas tardes, te estaba esperando.
Nos sentamos para almorzar, sin saber que era el preludio de lo que vendría.
Al terminar.
– Ma, no quiero ser impertinente, pero necesito preguntarte algo. Desde que falleció papa, no te he visto tener vida social, no salís mucho, perdiste el brillo en los ojos, ¿te puedo ayudar?
– Hijita, sabes muy bien que tu padre fue todo en mi vida…
– Silencio ma, bien lo dijiste, fue, el ya no está, veo que por ahí viene la cosa, sos joven, hermosa, físico que chicas de mi edad envidiarían, culta, buena persona. Vamos a hacer un cambio en vos, vas a descubrir un montón de cosas nuevas, yo te voy a ayudar y acompañar.
– Pero hija.
– Nada de peros, me baño, mientras lo hago arréglate que vamos a salir, no quiero excusas, peros ni negativas.
Lo dijo tan segura de sí que no me negué, al salir del baño, estaba yo arreglada y lista.
Me llevo a la peluquería para color y corte, ahí mismo me hizo maquillar y arreglar las uñas. De ahí a comprar ropa interior y algún jeans con remeras y buzos, todo a la moda actual.
Al regresar a casa, comenzamos a probar la vestimenta, debo reconocer que me gustaba lo elegido.
– Bueno ahora a combinar la ropa interior.
No puse reparos, lo único que me dio algo de pudor eran las tangas, un cuadradito delante y un hilo por detrás.
Al verme la tanga puesta las dos echamos reír, los pelos de mi pubis asomaban como los bigotes de un caballero antiguo.
– No ma, eso no puede ser, acóstate que ya vengo.
A su regreso venía con todo el equipo para rasurar, cosa que, sin mediar palabra hizo sacándome la tanga.
Al terminar, me puso crema para suavizar, la piel.
En esa instancia fue cuando puntualmente la historia comenzó a cambiar en lo que a mi vida sexual se refiere.
Era todo risas, haciendo bromas sobre mi vagina.
– A ver mama, abrí las piernas, abrí las piernas, abrí las piernas, abrí las piernas, abrí las piernas.
– Hija no hace falta que me lo repitas tanto.
– No mama, solo lo dije una vez, ¡¡¡el resto fue el eco!!!
– Que mala, que sos.
– Jajaja, a tu “nena” le falta acción, hace tiempo que no se usa.
– No me hagas poner colorada.
Mientras hablamos, comencé a sentir algo raro, sensaciones que tanto mi vagina ni mi cuerpo lo habían sentido, mi vulva estaba húmeda por demás, un calor invadió mi zona y mi cara, mi pelvis se movía sola de arriba hacia abajo, casi imperceptible.
Mi hija acariciaba mis labios externos con suavidad, me deje hacer, los dedos se perdían entre los labios mayores y menores, subiendo hasta el clítoris para jugar haciendo círculos. Mientras con una mano hacia eso, los dedos de la otra ingresaban a mi cavidad vaginal haciendo movimientos de adentro hacia afuera, una electricidad recorrió todo mi cuerpo haciendo que este se tensara, para sentir luego una total relajación, después me diría mi hija que eso era un orgasmo, ¡¡¡mi primer orgasmo!!!
Ahí no termina la historia, mi hija comenzó a besarme todo el cuerpo, deteniéndose en mis tetas que se encontraban duras en toda su proporción, incluidos mis sensibles pezones, en los cuales se detuvo para chuparlos con dedicación y dulzura, haciendo que nuevamente mi excitación se elevara a su máxima expresión. Fue bajando con sus besos por mi torso, la piel de mi cuerpo estaba erizada, llego a mi ombligo para detenerse a jugar con su lengua, bajando despacio hacia mi entrepierna, eleve un poco mi cabeza para observar, vi como su lengua se perdía entre los labios vaginales, absorbiendo los jugos que emanaba, esa lengua cálida toco mi clítoris erecto produciendo en mi un espasmo que tenso nuevamente mi cuerpo; al notar eso, mientras chupaba ese botón de placer volvió a meter sus dedos en la cavidad vaginal, produciendo otra vez el mismo efecto que había experimentado hacia unos minutos, baje la cabeza recostándola en la almohada mientras escuchaba como bebía todos los jugos que ella había logrado sacar, como si ese, fuera su premio.
Nos miramos, yo quise hablar y me silencio con un beso en la boca, sorprendiéndome con la invasión de su lengua, correspondí su beso.
– Hija ¿Qué hemos hecho?
– Disfrutar mama, disfrutar, olvídate de todos los tabúes, tu despertar al verdadero sexo, recién comienza. Aunque no lo creas, sé muy bien como fue el sexo con papa, o mejor dicho el sexo de papa.
– Si hija ahí tenés razón, fue mi primer hombre en todo, mi primer y único novio, marido y pareja sexual.
– Lo se mama, pero a partir de hoy, tu hija te va a poner a día, y vas a disfrutar de todo lo que te perdiste.
– No se hija.
– Ya vas a ver…
Debo reconocer que me gusto, sobremanera, nunca en mi vida había experimentado un orgasmo y del sexo oral solo escuche, sin haberlo hecho.
Como conté, mi esposo solo ponía su pene en mi vagina y descargaba su semen, verdaderamente ahora entendí que yo, era un depósito de espermatozoides sin derecho a disfrutar.
Pasados unos días arreglamos con mi hija para ir a cenar afuera, en un restaurante que tiene una cocina fantástica, propiedad de un amigo.
Cenamos opíparamente, bien regado con unas copas de buen vino tinto que nos obsequió Ezequiel, el propietario, un hermoso hombre, de cuarenta y ocho, muy bien puestos, años, que en alguna ocasión había estado enredado con Clara (mi hija) digamos… amigos con derechos.
Nos quedamos los tres hablando y compartiendo hasta el cierre, entre risas, postres y vino.
Al echar llave a la puerta de entrada, Ezequiel ofreció llevarnos a casa, cosa que aceptamos gustosas, clara me hizo sentar en el asiento del acompañante mientras que ella fue en el trasero.
Lo que duro el viaje íbamos riendo producto de anécdotas y ayudado por el exceso de alcohol, Ezequiel, no paraba de tocarme la pierna.
Al llegar, Clara lo invita a tomar un último café, aceptando.
Luego de otra media hora de charla, Ezequiel se despide y antes que se retire me disculpo y voy al baño, al salir el ya no estaba.
– Clara, que te pareció la salida, la pasamos lindo ¿no?
– Si mama, la verdad que hermoso, encima Ezequiel es maravillosa persona, muy agradable.
– Si, agradable y muy buenmozo.
– Esta para darle y darle.
– Hay Clara, que cosas decís.
– Mama, te puedo asegurar por experiencia que te puede elevar al cielo.
– Bueno hija, me voy a dormir.
– No mami, la noche está en pañales.
Se levantó y me beso apasionadamente, obvio que no me resistí, quería volver a experimentar lo vivido recientemente.
Besándonos fuimos a la pieza, mientras nos íbamos sacando la ropa de camino. Al llegar a la cama estábamos solo con ropa interior.
– Ahora Raquel, tu hijita te va a llevar a conocer otra cosa que te va a encantar. Hoy vas a hacer cositas que ni lo tenías en mente.
– Dale Clara, estoy entregada a tus experiencias.
Apagando todas las luces del cuarto me recostó en la cama acariciando y besando mi cuerpo, al llegar a la tanga ya húmeda de la “emoción” casi de un tirón me la arranco, al tiempo que ella se sacaba la suya. Su lengua comenzó a hurgar mi vagina deseosa de orgasmos.
Al darse cuenta que yo estaba por acabar, dejo de hacerlo, se subió encima de mi poniendo su vagina en mi cara, hice lo mismo que había hecho Clara, el sabor agridulce de sus jugos invadían mi boca, cosa que me excitó mucho más, rodamos de costado quedando ambas de lado gozando nuestros sexos, lo que luego me entere se llama sesenta y nueve.
Clara, deja de hacer su “trabajo”, haciéndose a un lado, imaginando que quería ocupar todos sus sentidos en su vulva, introduje, tal cual ella lo había hecho la otra vez, dos dedos dentro, cuando de repente siento otra boca besando mi sexo y lamiendo vorazmente, dejo lo que estaba haciendo y veo a Ezequiel ¡¡¡no se había ido!!! Estaba allí desnudo, aplicándose a mi vagina ardiente, lo deje hacer.
Ya no respondía de mis actos.
Al ver su pene palpitante, no era más grande que el de mi marido, pero se veía rico. Clara me tomo de la cabeza y me arrimo hacia esa verga palpitante, mientras me decía al oído que debía hacer y cómo.
La comencé a lamer tal cual un helado, para besar ese capullo puntiagudo, la introduje en mi boca aprisionándolo entre el paladar y mi lengua, tratando de no hacer daño con los dientes, iba y venía por toda la extensión de ese aparato magnifico, sabroso. Mientras tanto con una mano masturbaba a mi hija y ella hacia lo mismo conmigo, con la otra mano acariciaba y a veces daba pequeños apretones a los testículos de Ezequiel.
No sé cuánto tiempo pasamos los tres dándonos sexo oral, hasta que mi hija corrió a nuestro caballero hacia un lado. Poniéndome como si fuera un perro, lo coloco detrás de mí y guiando el miembro con su mano hasta los labios de mi vagina, le dijo.
– Ahora es el momento Ezequiel, dale duro.
– Si Clarita, no me voy a negar, hace rato que la deseaba.
Sin más, y de un empujón entro toda esa verga caliente dentro de mi cavidad vaginal, pegue un grito, no sé si de placer o dolor, lo único que sabía es que tuve una vida sexual totalmente desperdiciada hasta ahora.
Me bombeaba duro, sus testículos pegaban en mis labios vaginales, calara se recostó debajo mío, mientras el frenesí de mete y saca se hacía más y más violento, ella lamia mi vagina y parte de su vigoroso aparato.
Otra vez esa hermosa sensación recorrió todo mi cuerpo, mis piernas comenzaron temblar y tuve un orgasmo impresionante, más intenso que el provocado por Clara. No me terminaba de reponer que tuve otro y otro, no lo podía creer, estaba extasiada, hasta que sentí como golpeaba en mis entrañas ese líquido caliente que salía a espacios intermitentes. Mi hija se tomaba todo lo que salía de mi vagina, o eso creí, porque luego de “tomar” todo, se acercó a mi boca y me lo paso para que también probara el sabor de tremendo macho, cosa que me gusto e instintivamente me fui a terminar de limpiar su falo aun erecto una vez que lo saco de su encierro, volviendo sentir su exquisito sabor. Clara se unió a la fiesta, le chupábamos entre las dos, alternando una boca y otra.
Mientras yo, fascinada chupando ese miembro que no perdía erección, Clara le ofreció su concha para que se hiciera un banquete de almeja más joven, chupándola como si fuera la última vez.
Deje lo que estaba haciendo para sentarme sobre esa pija que me estaba dando placer, mientras subía y bajaba por toda su extensión, no paraba de darle sexo oral a mi hija.
– Bueno mamita, suficiente, creo que me toca a mí disfrutar de un paseo en verga.
– Si Clara, lo tenés más que merecido.
Se puso sobre ese palo brillante de jugos y lo vi cómo se perdía de poco en la depilada vagina de Clara.
No podía más de la excitación, nunca había visto una película porno, y menos a dos personas cogiendo en vivo y en directo. Me masturbaba como podía, hasta que me pare frente a la cara de mi hija y le ofrecí mi concha para que hiciera lo que sabía hacer, no solo la chupo, si no que volvió a meter sus dedos y le pego un pequeño mordisco suave al clítoris.
Al unísono pegamos un grito, habíamos llegado al orgasmo los tres la vez.
Rendidos, agotados, exprimidos y yo feliz, nos recostamos en la cama.
– Gracias hija, cuanto me he perdido de disfrutar, en estos días aprendí lo que debía haber sabido a lo largo de mis cincuenta años.
– Bueno mama, creo que aún falta aprender un poco más, con Ezequiel estamos dispuestos a ayudar.
– Es cierto yo soy materia dispuesta, hacía rato que deseaba compartir cama con vos, lo que no me esperaba era estar con las dos.
– Es cierto, ¿Cómo es que entraste en escena?
– Clara lo organizo todo.
– ¿Es verdad hija?
– Si totalmente verdad.
– Si piensan que voy a enojarme, están en lo cierto.
– ¿Por qué?
– ¿tan mal la pasaste?
– Me enojo porque no se les ocurrió antes.
Nos quedamos dormidos hablando.
Al otro día, cuando me levante, Clara no estaba y Ezequiel dormía aun, (o eso creí) así que aproveche y me fui a bañar. Cuando estaba enjabonada, siento que dos fuertes manos me toman por los pechos y su duro miembro se apoya en mis nalgas, restregándolo por la línea que divide los glúteos, desde mi clítoris hasta el ano, deslizándolo en varias oportunidades.
Me di la vuelta arrodillándome engullendo su cipote, para chuparlo desenfrenadamente, que cosa más rica.
Ezequiel, tomándome de los brazos me levanta y ya depie, me pone de espaldas a la pared, eleva hasta su cintura mi pierna izquierda asestando una estocada a fondo, sentí esa gruesa punta tocar mi útero, ese acto me hizo acabar a los dos o tres bombazos de su miembro, siguió haciéndolo, hasta que vi que comenzó a revolear sus ojos, no me lo quería perder, me arrodille nuevamente y justo alcance a meterlo en mi boca para recibir todo su semen en el mismísimo fondo de mi garganta tomándolo todo, sin desperdiciar una gota, saboreando eso, que ahora era para mí sola.
Nos terminamos de bañar y fuimos a preparar algo para desayunar.
Al llegar Clara, que había ido a comprar unas facturas, le contamos todo, con lujo de detalles, a lo que me dijo…
– ¡¡¡Mama “la que no es puta no disfruta”!!!
Entendí el sentido de la expresión.
Después de desayunar Ezequiel se retiró y nos quedamos a solas con Clara.
– Otra vez gracias hija querida, en un principio estaba atónita pero me deje llevar, cosa que también me gradezco.
– Bueno ma, te veía triste y sabia de tu vida sexual con papa, no te olvides que era íntimo amigo de Ezequiel y varias veces, pasado de copas le contaba cosas que después me las transmitía.
– Bueno hija, en estos días entendí que hay un antes y un después de tu padre y me está gustando el después, muchísimo más.
– Esa era la idea original.
Para finalizar, les comento que nuestros encuentros son habituales, algunas veces los tres, otras individuales, con Ezequiel o con Clara, otras veces ellos dos solos. A veces mientras los espío me masturbo y uso unos juguetes sexuales que me hizo comprar mi “maestra” la Señorita Clara.
Con el correr del tiempo, aprendí varias cosas, una de ellas es que el sexo es fantástico ya sea con un hombre o dos mujeres, inclusive sola. Aprendí también algo llamado tijerita y algo que no sabía, ni se me había cruzado nunca por la cabeza, que el culo no solamente me sirve para defecar.
Pero bueno, esa, esa es otra historia.