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La que se empina

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Una mañana fría de otoño Antonio se levantó con una erección descomunal, en su interior pensó "ahora mismo le haría soplar mi alcoholímetro a la primera vecina que encontrase". Antonio tenía tentaciones con todas las vecinas de la comunidad y mentalmente soñaba juegos eróticos con todas y cada una de ellas, pero siempre había sido reacio a intentar nada pues estaba felizmente casado con Berta pero algo sucedió.

Sobre las 4 de la madrugada mientras el Rancio vaciaba su enorme polla de todo el orín que tenía acumulado se oyó un enorme ruido que interrumpió la larga meada, un haz de luz había atravesaba velozmente la ventana del baño. El pescadero asomó su cabeza aun con su erecto miembro y cual fue su sorpresa al ver que un pequeño meteorito se estrelló contra el patio de la comunidad.

Raudo y veloz como su cargo en el vecindario le exigía bajo y se acercó a ese bólido aun candente. Lo que él no sabía es el peligro que corría, al acercarse y observar detenidamente el objeto, vio como un largo tentáculo le cogía su pene y de él se introducía un parásito picarón a través de su conducto.

Al principio sufrió y tuvo miedo, pero rápidamente observó las consecuencias de dicha injerencia. Antonio se sentía bien, feliz como poseído, lo que el desconocía era la rara pero original habilidad que dicha intrusión le daba.

Toda mujer que se acercara a él desearía de forma viciosa ser poseída y follada por el vecino más sucio y animal de la comunidad. Como si nada fuera con él, Antonio se dirigió a su piso cuando de repente la puerta se del tercero se abrió. De allí salía Carlota, la hija de Amador, sus grandes tetas impedían que te pudieras fijar en su color de ojos, la colisión estaba predestinada, ambos cogieron el ascensor y coincidieron, en ese momento las pulsiones del parásito erótico del pescadero buscaron entre las neuronas de Carlota y claro esta cayó, Carlota se puso a mirar fijamente el bulto de quien hasta ese momento había sido un vecino asqueroso e indeseable.

Carlota, ni corta ni perezosa se arrodilló y se puso a mamar de forma compulsiva el bulto del Rancio, Antonio no daba crédito pero ante la impulsividad y deseo de la joven pensó, esta es la mía, se volcó con su lengua babeada contra los enormes senos de la vecina, quería extraer leche o cualquier jugo que saliera de allí pero Carlota estaba desatada, ella quería la lefa de Antonio y no iba a dejar pasar la oportunidad.

Volvió a agarrar ese bulto grande, pero un poco maloliente y empezó a mamar, chupar, succionar como nunca antes lo había hecho. Antonio que no entendía nada decidió que era el momento de descargar todo su semen, puesto que hacía casi dos semanas que no follaba en la boca se esa joven y así lo hizo, el último empujón fue memorable, esa última corrida duró casi un minuto y ella no desperdició ni media gota, se lo tragó todo, el efecto del parásito extraterrestre había dado sus primeros frutos, queréis saber como continuó?

Si me lo pedís pronto habrá segunda parte.

(8,00)