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La segunda vez con doña Ramira

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Quiero relatar cómo fue la segunda vez que la señora Ramira le fue infiel a su novio conmigo.

Cierta noche de sábado yo trabajaba en mi taxi, cuando recibí un mensaje de mi casera, pidiéndome que le ayudara a cargar a su novio a su recámara pues se había quedado dormido sobre la alfombra de la sala, después de una borrachera tremenda.

Al principio se me hizo raro, pues ya había quedado con ella que esa noche yo no dormiría en el departamento pues quería estar a solas con su novio, agregando que él andaba enojado porque me había rentado la recámara de su departamento. Yo también me hubiera puesto celoso si una mujer tan sensual como doña Ramira fuera mi novia y tuviera que compartir su departamento con otro hombre.

Además, no andaba tan equivocado pues hacía como unas tres semanas, en una noche de copas, que mi casera y yo habíamos tenido intimidad, la que resultó ser la primera vez que doña Yaya probó el sexo anal. Aunque ella me dijo que esa sería la primera y última vez que le sería infiel a su novio.

Acepté ayudarla pues, tuve un cierto presentimiento de lo que sucedería esa noche. Cuando me abrió la puerta del departamento, me llamó la atención que llevara un abrigo negro encima pues, a pesar de que la noche era fresca no hacía tanto frio, lo único que alcanzaba a ver por debajo del abrigo, eran unas botas de tacón color negro.

El novio estaba sobre la alfombra, se veía qué había tomado bastante ya que cuando me acerqué a él para levantarlo, ni siquiera se movió, solo soltó un fuerte ronquido. Mi casera me ayudó a llevarlo a la cama de su recámara y cuando lo acostamos, por el ajetreo algunos botones del abrigo se le desabrocharon, lo que me permitió ver parte de sus bellos muslos blancos.

Ella se cubrió inmediatamente, diciéndome que la esperara afuera de la recámara. Salí, cerrando la puerta, yendo directo al refrigerador para buscar algo de beber, viendo que aún quedaban cervezas tomé una, finalmente el tipo ya no podría beberse una más en ese estado. Me senté en la sala, mientras esperaba a doña Ramira.

La verdad creí que mi casera se pondría una pijama para salir a despedirme, pero cuando salió del cuarto aún con el abrigo encima y con las botas de tacón, mi miembro empezó a endurecerse, imaginando como estaría vestida debajo de aquella prenda.

Entonces se sentó en otro sillón, procurando que su abrigo no volviera a desabrocharse. Me dió las gracias por haberla ayudado con su novio pero, también agregó que lo mejor sería que yo regresara hasta el día siguiente, que me mandaría mensaje cuando ella y su novio no estuvieran en el departamento.

Me sonreí, diciéndole que estaba bien, solo que antes de irme me regalara un beso por haberla ayudado. Aceptó y poniéndose de pie, dijo que me acompañaba a la puerta del departamento. Estando a punto de abrir la puerta, ella se acercó a mí para darme un beso en la mejilla, lo que aproveché para tomarla por la cintura y besarla en la boca.

Ella me apartó suavemente con sus manos, afirmando que ese no era el momento adecuado porque su novio estaba en el departamento y podia despertar. La volví a tomar por la cintura, pegándola a mi cuerpo para que pudiera sentir como mi miembro se había inflamado. Le dije que él tipo estaba muy borracho y se despertaría hasta el otro día.

Volví a besarla, tomándola de su abrigo para desabrochar cada uno de los botones, al mismo tiempo que doña Ramira trataba de cerrarlos otra vez. Finalmente, no pudo evitar el momento de excitación que pasábamos, y dándose por vencida puso sus manos en mi cuello permitiéndome que yo abriera su abrigo.

Cuando al fin terminé, descubrí su sensual cuerpo cubierto con una lencería negra y morada que apenas le cubría su sexi figura. Del sostén colgaba una seda transparente que dejaba adivinar su vientre y que trataba de ocultar una tanga de encaje que envolvía su cadera. A pesar de que, ya habíamos tenido intimidad, esa fue la primera vez que pude ver sus muslos al natural, pues esta vez nada los cubría, ni los pants que siempre usaba, ni las pantimedias que utilizó esa primera vez que mi miembro estuvo en medio de ellos. Aunque eran muy blancos se veían sensuales y firmes.

Eso me calentó aún más por lo que la besé nuevamente en la boca, quitándole el abrigo suavemente mientras acariciaba sus hombros cubiertos de pecas y sobre los cuales colgaban los finos tirantes de su sostén. Mis labios se deslizaron desde su boca pasando por dulce cuello hasta llegar a sus pechos que se asomaban por el sostén, destapándolos para poder ver sus pezones.

Tomé de sus nalgas mientras ponía mi boca en uno de sus pezones para empezar a chuparlo, mientras sentía como su cuerpo vibraba de placer. Entonces con una vocecita de súplica, doña Ramira pidió que me detuviera porque su novio podía despertarse, que al otro día por la tarde podíamos vernos ahí mismo en el departamento y que estaríamos solos.

Yo no respondí nada pues mi boca seguía pegada a uno de sus pezones, para luego cambiarse al otro. Entonces jalé una silla para sentarme quedando mi casera de pie frente a mí, continúe succionando sus pechos y acariciando sus muslos con mucha lujuria.

Subí mis manos hasta su espalda para desabrochar el sostén, cayendo este al piso. Ahora, doña Ramira quedó solo en tanga, con sus botas altas y sus blancos senos desnudos. Volví a chupar uno de sus pezones, mientras que con una de mis manos apretaba su otro pecho, al mismo tiempo que mi otra mano frotaba sus nalgas.

Luego, deslicé mi mano por su cadera por debajo de la tanga hasta llegar a su sexo, que se sentía muy mojado. Así, empecé a frotar su clítoris con uno de mis dedos introduciendo otros dos dentro de su vagina.

Eso aumentó la excitación de mi casera quien empezó a jadea, al notarlo bajé mi mano que apretaba uno de sus senos y la puse entre sus nalgas, abriendo un poco más sus piernas, para poder estimular su ano. Conforme su culo se iba lubricando fue introduciendo uno de mis dedos en él.

Creo que ese fue uno de los momentos más placenteros de la noche pues ahora estaba dentro de ella, sin que pudiera resistirse al placer que mis manos y mi boca le hacían sentir. En ese momento le dije que pusiera sus manos sobre sus pezones para que entre ellas y mi boca los estimularámos.

Así estuvimos algunos minutos hasta que sacando las manos del cuerpo de mi casera, me desabroché el pantalón para sacar mi miembro, el que ya estaba más que endurecido y babeante. Ella al verlo, se hincó tomándolo con sus delicadas manos y empezó a masturbarme. Luego empezó a chuparlo, mientras lo colocaba entre sus pechos, aplicando la famosa rusa.

De esa manera, pasaron algunos minutos, que no hicieron sino aumentar el deseo de estar dentro del cuerpo de doña Ramira, así que me puse de pie, para abrocharme el pantalón. La ayudé a levantarse del piso, para luego abrazarla por la espalda apretando sus pechos con mis manos y pegando mi miembro a sus nalgas, sintiéndola completamente mía.

Luego lentamente deslicé una de mis manos hasta bajarla a su vagina para estimular nuevamente su clítoris al mismo tiempo que la metía dentro de su cuerpo.

Con mucha calma conduje a mi casera hacia el cuarto donde yo dormía. Le besé una oreja y su cuello diciéndole que su perfume me excitó desde la primera vez que lo usó. Me respondió que ahora lo usaría todo el tiempo.

Una vez dentro, cerré la puerta con seguro para luego hincar a mi casera sobre la cama, de manera que sus nalgas quedaran listas para ser poseídas. Se veían deliciosas así con tan solo la tanga tratando de cubrirlas. La hice a un lado para poder dejar al descubierto su vagina y su culo para así poder besarlos, lamerlos y succionarlos.

Mientras tanto mis manos tomaban sus caderas por debajo de su tanga, jalando sus nalgas hacia mi boca, como con cierto temor de que se me fueran a escapar. Ella gemía tapando su boca. No aguanté más, así que tomé su tanga y la empecé a bajar por sus muslos para sacarla de sus piernas, dejando completamente desnudo su delicioso cuerpo., lo que me incitó a volver a besar su vagina y su ano, mientras apretaba las nalgas de doña Ramira.

En eso, me puse de pie desabrochando el pantalón para sacar mi miembro, poniéndolo primero sobre sus nalgas para mojarlas de mis jugos, luego lo froté contra su clítoris. Ella gimió un poco más fuerte y luego soltó un pequeño grito cuando lo introduje completamente en su vagina.

La volví a tomar por las caderas, entrando y saliendo del cuerpo de mi casera con mucha energía. Yo veía que ella estaba muy excitada pues puso su mano sobre su clítoris para estimularlo al mismo tiempo que tocaba el tronco de mi miembro.

Así estuvimos unos minutos con nuestros cuerpos unidos. Solo que yo quería que sucediera lo de la última vez, terminar dentro de su ano. Así que, me detuve sacando mi miembro para empezar a juguetear con él sobre las nalgas de doña Ramira.

Ella me dijo que no lo sacara, yo le respondí que estaba bien pero que esta vez entraría en su ano. Aunque esta era la segunda vez que lo hacía, mi casera volvió a sentir un poco de dolor mezclado con placer. Poco a poco fui introduciendo todo mi miembro en su culo.

Una vez estando dentro de su cuerpo tomé sus caderas y empezó a frotar mi miembro, primero despacio y luego más rápido. Mi casera al sentir como se inflamaba dentro de su cuerpo, nuevamente volvió a poner una mano sobre su clítoris, notando que al mismo tiempo introducía sus dedos en su vagina.

Eso me encendió todavía más, así que tomé su rubio cabello, jalándolo hacia mí, mientras que con mi otra mano le daba nalgadas. Empecé a decirle que ella era mi zorrita y que yo era su dueño. Ella completamente dominada por el placer que le daba sentirme dentro de su cuerpo, me dijo que sí que yo era su zorrita y que hiciera con ella lo que yo quisiera.

Entonces imaginé la primera vez que oí como el novio de doña Ramira se la cogía en el cuarto de al lado mientras yo sentía envidia, y cómo esta noche yo la hacía mi mujer mientras él dormía placenteramente su borrachera.

Creo que esa idea hizo que me excitara al máximo provocando que mi miembro se inflamara aún más y terminara expulsando su semen dentro del ano de mi casera. Yo notaba como también que ella lo gozaba.

Cuando por fin mi miembro se desinflamó un poco lo saqué de su ano. A pesar del esfuerzo que había hecho aún sentía mucha excitación y quería continuar cogiendo con ella.

Mi casera se dio cuenta de mis intenciones y me dijo que ahora sí nos detuviéramos que ya tendríamos oportunidad de volver a estar juntos, pidiéndome que por favor no me quedara en el departamento como habíamos quedado, para que su novio no sospechara de qué le estaba siendo infiel conmigo.

Con cierta molestia le dije que estaba bien, pero que de ahora en adelante ella también sería mi mujer. La tomé por sus nalgas pegando su vientre a mi miembro, para darle un beso en la boca.

Ella recogió su tanga y las otras cosas qué habían quedado en la sala metiéndose a su cuarto. Yo me fui al baño para lavar mi miembro y cambiar mi calzón, pues no quería estar incómodo durante las horas de trabajo que me faltaban.

Luego de eso, nuestros encuentros fueron más frecuentes, aunque todavía tuve que compartir a doña Ramira con su novio algunas semanas más. Eso no me importó pues yo había sido el primero en quitarle la virginidad a su ano.

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