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Las bragas azules de Andrea Celeste: Mi guía de turista

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Cuando me retiré de la compañía a mis 45 años, una semana después recibí la llamada de la secretaria del nuevo vicepresidente preguntándome: -Mi jefe me ha pedido que le llame porque él le quiere regalar un paquete de vacaciones a donde usted desee. -Aquello era tradición de la compañía y sin lugar a duda le dije que deseaba visitar algunos países de Suramérica, pues ya había visitado algunos países europeos y asiáticos.

Cuando le dije a un amigo de nombre Ángel que visitaría Argentina, Chile y Perú, él me dijo lo siguiente: -Si va a Chile, no se vaya a perder a las bellas mujeres del Silencio. -Luego supe que era un sitio cibernético de citas con chicas de prepago y la verdad que, en mi estadía de cinco días en Chile, pasé dos noches con dos diferentes chicas de alrededor de los 20 años. Pero este relato no se trata de ellas, este relato se trata de la bella guía de turista de nombre Andrea, quien me llamó la atención al ella recibirme al aeropuerto. Por un momento ella pensó que no hablaba español y yo pensé que estaba en la Europa caucásica, pues esta mujer era rubia y de piel blanca. Una breve introducción y me llevó a mi hotel y me hizo saber que la siguiente mañana me daría un recorrido por varios puntos de Santiago.

Pensé que habría algunos otros turistas, pero este servicio era individual o personalizado como ella me lo dijo. Y es de esta manera que comenzamos a compartir y a conocernos. Es por ello por lo que conozco que Andrea Celeste estaba casada y madre de una niña de 7 años. La edad no se lo pregunté, pero estaba cerca de los 30 años y tenía 8 años de casada. Su altura no pasaba del metro sesenta y cinco, de un peso de no más de 125 libras y su rostro juvenil era muy agradable y donde se le miraban unas pecas en sus pómulos en esa carita bonita y alargada. Creo que su segundo nombre se debía al color de sus ojos, un azul claro y cuyas pestañas no sé sí eran postizas, pero estéticamente le hacían ver muy sensual. Cuando me recibió, llevaba un pantalón negro de vestir, con un chaleco del mismo color y sí en el momento no me llamó la atención su cuerpo, si lo hizo con ese lindo rostro de una sonrisa perfectamente perlada.

En el primer día compartimos el almuerzo en un restaurante muy elegante y quizá por el vino la plática se hizo muy personal o quizá hasta íntima. Ella se dio cuenta que yo era soltero y yo le había preguntado sí alguno de sus clientes no se había propasado dada su belleza y poder de atracción. Ella entre notas y sonrisas me contó algunas anécdotas y finalmente ella me cuestionaba esa pregunta. Le dije que yo consideraba que ella era una chica muy atractiva, que a muchos hombres podría hacer fantasear y que me parecía inevitable que más de alguno no se habría propasado.

Por un momento pensé que la había incomodado, pero a la vez imaginaba que Andrea Celeste ya estuviera acostumbrada a este tipo de conversaciones y acercamientos. Este segundo día que nos veíamos ella llevaba un vestido azul celeste al tono de sus dos hermosos ojos, un vestido que sin ser provocativo se le miraba muy sensual detallando su escultural cuerpo donde sobresalían ese trasero que, sin ser exagerado, tenía esa curva de las chicas delgadas con unos glúteos redondos sensualmente pronunciados. Sus pechos podían pasar desapercibidos, típicos de copa B como los de una adolescente en crecimiento.

De alguna manera habíamos desarrollado cierta confianza en ese par de días que hasta llegué a pensar que yo le caía bien a esta chica y que de alguna manera yo le parecía atractivo y no sé si era mi ego de hombre en el momento. Los días de sus servicios eran intercalado y hubo un día que no la vi. En mi cuarto día en Santiago quedamos que me llevaría a la provincia, visitar algunos viñedos donde probaríamos algunos vinos acompañados de algunos asados y a eso de las diez de la mañana Andrea Celeste me esperaba en la recepción del hotel y esta vez llevaba unos pantalones vaqueros bien ajustados a su delgado cuerpo, donde lo único que sobresalía era ese bonito y redondo trasero. Una blusa negra y un chaleco azul era su atuendo para internarnos en los alrededores de la ciudad. Esa vez tocamos ciertos temas íntimos, entre ellos la fidelidad de pareja, y en lo que Andrea reconoció que todos éramos infieles en el pensamiento, pero que ella no tenía el valor de tomar ese paso a la realidad. Quizá aquello me dio un poco de confianza para ser abierto más con ella, aunque debo de admitir que Andrea siempre se abría a este tipo de plática cuando estábamos compartiendo una botella de vino. Pasamos un bonito día y a eso de las cinco de la tarde se terminaría su servicio, pues mi vuelo para Buenos Aires estaba programado para el siguiente día en horas de la tarde y sería el servicio del hotel quien me llevaría al aeropuerto. Realmente Andrea se me antojaba, pero no deseaba insultarla o hacerla sentir mal, pero también pensaba que no tenía nada que perder, total esa tarde sería quizá la última vez que la vería. Cuando nos despedíamos fue cuando le pregunté:

-Andrea… ¿quisieras cenar conmigo esta noche?

-¡Lo siento Sr. Zena! Regularmente no salgo con ninguno de mis clientes que no tenga que ver con mi trabajo y, además tengo algunas cosas que hacer esta noche.

-Entiendo… en ese caso solo me resta decirte que me la pasé de lo lindo en tu país y que el más bonito recuerdo que llevo de esta tierra, son esos dos bonitos ojos azules que de seguro me harán vivir más de alguna fantasía. -Ella había sonreído.

-Usted sabe que no puedo salir con nadie… como le dije: uno puede fantasear, pero de allí a la realidad es algo que no me atrevo a hacer.

-Te entiendo perfectamente. Tomé el valor pensando que desde hoy no te veré jamás y que esto solo podría quedar en el recuerdo sin que nadie sepa nada o salga lastimado.

-Esto me da miedo… ¿Qué le parece si tomamos el desayuno juntos a eso de las 9:00 a.m.?

-Me parece bien… mañana nos vemos.

En ese momento supe que ella también lo quería y no sé si le había sido infiel a su esposo anteriormente y quizá se atrevía conmigo por esa condición que ya nos volveríamos a ver. Le di en un sobre una gratificación considerable y la cual no era con la atención de comprarla, mas bien, siempre agradezco a la gente que me hace sentir bien o hace su trabajo bien. Me quedé con la ansiedad si en verdad Andrea Celeste llegaría la siguiente mañana, pues también se podría echar para atrás.

Exactamente a la hora me llamaba recepción. Voy a su encuentro y Andrea Celeste lleva un vestido cuya falda llega unos diez centímetros por sobre su rodilla de ese color alusivo a su nombre, zapatos del mismo color y unas medias oscuras que dan contraste y que hacen ver sensuales sus piernas. Me embriaga con su perfume cuando nos saludamos con un beso y pasamos al restaurante del hotel. Plática trivial y un desayuno más que liviano. Creo que al igual que ella estábamos con la tensión de cómo pasar a mi habitación, pues mi ansiedad era follármela y no sabía si estábamos en verdad en la misma frecuencia. No sabía como hacer de un lado la plática e invitarla a subir a mi habitación. Me fui a lo breve y directo:

-¿Pasamos a mi habitación?

-¿Debería?

-Quizá para darle respuesta es pasar… ¿No crees?

-Pasemos… aunque esto me pone súper nerviosa.

Subimos a mi piso y una vez entramos a la habitación la tomé por la cintura desde su espalda y removiendo su rubia melena le di un beso a su cuello de piel blanca. Descubrí más pecas en su cuerpo, pues nunca me le había acercado tanto. Me gustaba su perfume y como su piel reaccionó a esos besos. Se dio vuelta y nos dimos un beso prolongando donde saboreamos nuestras lenguas. Buscamos inmediatamente la cama y apresuradamente nos desvestíamos el uno al otro. Su vestido era fácil de remover, pues solo consistía en desabotonar la parte superior y bajar un cierre y cayó su vestido. No llevaba brassier y llevaba un bikini diminuto de un color azul marino. Yo me bajé los pantalones y mi falo había reaccionado alegremente a la situación. Usaba bóxer, pero mi falo los separaba de mi cuerpo por tal erección. Andrea se acostó por sobre sus espaldas en la cama y pasé a removerle sus pantimedias. La dejé solo con sus bragas y me lancé a comerle esas dos pequeñas tetas, las cuales por su tipo de cuerpo se mantenían en su lugar bastante sólidas.

Creo que al igual que yo, esta chica también había imaginado esta situación. Gemía suavemente cuando paseaba mi lengua por sus tetas y abdomen y de esa manera invadí su ombligo y pasé a besarle el sexo por sobre la tela de sus bragas. Se le miraba el hueco y cómo se humedecía a medida que le dedicaba tiempo en besarle su conchita. Pasé a quitarle sus bragas y de esta manera saborear su conchita bien mojada. Paseaba mi lengua por esa rajadura y me entretenía haciéndole círculos en su clítoris. Esta mujer estaba tan excitada que en minutos me pidió que la penetrara y en posición del misionero le he dejado ir mi verga hasta el fondo y después de varios jadeos ella chocaba su concha contra mis huevos y luego gritando y clamando a Dios, decía que se corría. No paré mi embestida que quizá había durado un par de minutos y me corrí en su hueco vaginal y podía sentir esa vibración de su vagina contrayéndose todavía reaccionando a su orgasmo. En menos de diez minutos nos habíamos corrido ambos. Cuando nos fuimos a limpiar de la primera corrida ella me decía:

-¡Tienes una pija grande! No te la pude mirar antes, pero sí que la sentí cuando la metías.

-¿Te lastimé?

-Me dolió cuando llegó al fondo, pero luego sentí el placer de un orgasmo que me comenzó en el clítoris y terminó como un orgasmo vaginal. No es común que se sienta así.

-¿Pero si te gustó?

-¡Me encantó! -me dijo.

En ese momento supe que Andrea Celeste era abierta para hablar de su sexualidad y eso me dio la confianza para hablar de lo que para mi ya era un fetiche: el sexo anal. Ella me contó que su primera experiencia sexual había sido anal y que con su marido tenía sexo anal por lo menos una vez al mes, pero me advirtió que el paquete de su marido no era tan grande como el mío, pero que estaba dispuesta a intentarlo. Previo a invadirle ese precioso culo con los 22 centímetros de mi falo, ella me dio una mamada increíble que, si no hubiese acabado minutos antes, me hubiera hecho acabar en minutos. Andrea tenía una técnica deliciosa para mamar verga en lo que incluía un sacrificio de prácticamente metérsela en el esófago que parecía se ahogaba.

Hay veces que verdaderamente me admiran algunas chicas. Chicas petit que se dejan enterrar un buen palo y unas que no aguantan para nada. He tenido experiencias con chicas de glúteos grandes y de buena altura que me han pedido desista en penetrarles el culo pues no aguantan y hubo una que literalmente no la pude penetrar. Su esfínter se resistió y apenas entraba lo expulsaba y la chica se quejaba del dolor. Y hay otras como Andrea Celeste, que uno no se puede imaginar follándolas salvajemente el culo, pues aparentan ser delicadas y que no soportaran una buena embestida por el trasero. La verdad que sexualmente todos somos diferentes.

Después de la mamada, la misma Andrea tomo posición de perrito y me dejó a disposición su culito. Desde ese ángulo en cuatro me dejaba ver esos dos ricos orificios. Podía ver que estaba excitada de haberme mamado la pija, como le decía ella, pues su conchita estaba mojada y se escurrían jugos vaginales. Yo me hinqué para una vez más chuparle esa conchita rosadita totalmente depilada y luego subí a chuparle el ojete. Ella me dijo: ¡Me vas a volver loca con lo que haces! -Para qué me lo dijo, pues aquella faena de comerle el culo a esta chica me llevó unos quince minutos donde Andrea gemía de placer y me contraminaba el culo para sentir la presión de mi lengua en su ojete. Antes de penetrarle su ojete, le metí la verga en su reducida conchita y llenarme de sus jugos vaginales y hacer más fácil la penetración anal.

Ella me había hablado de que le gustaba el dolor al principio de la penetración, que eso le excitaba mucho, pero aun así me advirtió que fuera con cuidado, pues también decía que mi verga era mucho más gruesa y mucho más larga de las que había tenido. Su anillo se abrió fácilmente, sentí la presión de su ojete y el calor de sus entrañas. Mi verga se deslizó deliciosamente por ese canal y literalmente veo que con mucha facilidad mis 22 centímetros han penetrado. Ella solo exclamó una pequeña frase: ¡Carajo… que rico se siente tu enorme pija! – Andrea nunca me habló de que era orgásmica analmente, pero después de quince minutos de hacerle un “rimming”, creo que estaba a punto de correrse analmente. Le penetré el culo con un taladreo incesante que parecía de sexo duro de una película pornográfica, pues Andrea Celeste lo alentó de esa manera provocándome con sus palabras soeces y que me sorprendió pues nunca me imaginé que en la cama usara un lenguaje así: ¡Quiébrame el culo cariño! ¡Rómpemelo que me vas hacer acabar! ¡Dame así… así… no pares… estrella esas bolas en mi conchita! ¡Dame pija cariño… que rica se siente tu pija! – Cosas así y de un de repente se fue en contra de la cama y cuando yo también estaba a punto de correrme. Los dos jadeábamos de placer y nuestra respiración distorsionada tomó algunos minutos en encontrar de nuevo la compostura. De verdad, ¡que rica culeada le di a esta bonita mujer! -No me lo creía, pues siendo tan flaca y cómo se sentía su culo de apretado, como lo había aguantado.

No fuimos a bañar y volvimos a hacer otro anal, pues tal parece que Andrea Celeste le gusta que la enculen y porque ella me dijo que aquella aventura no creía que sucediera otra vez con un hombre que, según ella, era dotado y con mucha experiencia en el sexo. Cogimos alrededor de tres horas y finalmente nos despedimos y Andrea me permitió conservar esas diminutas bragas azul marino y me recuerdo de esta experiencia pues hace poco como en algunas otras ocasiones me pongo a ver todos esos recuerdos que tengo guardado en mis gabinetes, y que es muy difícil recordar el nombre de la chica que llevaba esas bragas cuando son docenas de calzones que conservo. Las bragas azules de Andrea Celeste las distingo, simplemente porque son las únicas bragas de ese color en mi gabinete.

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