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Laura, mi ex cuñada: Sexo anal. Primer intento

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Transcurrió bastante tiempo desde la última vez que nos habíamos visto con Laura. Me estaban pasando tantas cosas juntas, que costaba un poco poder verme regularmente con alguna. No creía lo momentos que me estaba tocando vivir sexualmente hablando, tenía temor de no poder administrarlo correctamente y perder los tremendos contactos sexuales que había conseguido con tanta suerte.

Sin perjuicio de ello, con Laura seguíamos constantemente en contacto por whatsapp. Siempre con la más buena onda. Sabíamos que ambos estábamos ocupados con nuestras cosas y que llegaría el momento adecuado para poder disfrutar de lo calientes que nos poníamos juntos. De vez en cuando, ella hacía que mi sangre hirviera con fotos que me enviaba. Se soltaba más conmigo, y eso me encantaba.

En una de esas conversaciones, ella me había confesado que en las noches, estando bien calentita, se imaginaba mi miembro en todo su esplendor penetrando su ano. Que eso la había puesto muy loca al punto de masturbarse y conseguir acabar como pocas veces lo había hecho ella sola. Hasta ese momento no se animaba a contármelo, pero la confianza que habíamos logrado fue suficiente para poder hacerlo.

Laura me calentó a más no poder. La idea de tener mi pene dentro de su ano era insoportable. Ella estaba dispuesta a hacerlo realidad, de cumplir su fantasía, pero por otro lado, me había dejado claro que debía conseguir el coraje para ello, si bien nunca ni siquiera había intentado por las cosas que había leído sobre el dolor y que sabía que le podía provocar el tamaño de mi pene.

Con todas mis intenciones personales, le aconsejé que no lo pensara demasiado. Que si sucedía, fuera lo más casual posible. Sin tanta preparación que influyera en su cabeza. A ella le pareció una buena idea. Además le propuse que cuando la volvieran esos pensamientos y esté bien caliente, a punto de explotar, me escribiera, que iría a su casa en el menor tiempo posible.

Todo lo dicho le había agradado. Por último, le deje en claro que lo intentaríamos tantas veces como fuera necesario. Si al primer intento no podíamos hacer que mi pene la penetre analmente, lo haríamos a la segunda, a la tercera y así. En realidad estaba ansioso, no veía la hora de llegar a ese momento, pero yo no era el que decidía cuando. La satisfacción de saber que la había convencido aún más hizo que mis ansias calmaran algo.

Me preguntó si quería que se pusiera alguna ropa especial para ese momento. Le respondí que había visto en una tienda una calza camuflada, estilo militar, que con sus botas cortas de con tacos le quedaría increíble. Le hice una transferencia bancaria a su cuenta. Le dije que con esa plata comprara dos. Que a una la deje intacta y a la otra le abra la parte de atrás, de modo que le quede puesta por la cintura y sus nalgas quedaran libres.

La idea la había sacado de un video porno que había visto hace rato. Y me había quedado en la cabeza. Lo busqué y le mandé una captura de cómo quería que quede. Laura estaba prendida, le había encantado todo lo que significaba vestirse sensual para tener sexo, y le ponía aún más caliente todo aquello. A todas mis indicaciones se allanaba. Me dijo que esté atento durante el fin de semana, que era cuando más se relajaba y ponía caliente.

El primer fin de semana después de esa conversación paso tan lento. Que parecía que jamás finalizaba. Si bien me había visto con mi novia y tenido sexo, durante todo el tiempo estaba esperando que Laura me escribiera. Intentaba no dormir hasta muy entrada la madrugada. Pero no sucedió nada. Llegado el lunes, ella me escribió, me pidió disculpas que no había estado tan caliente como para llamarme.

No sabía si era verdad o solo estaba jugando conmigo. No podía reaccionar de otra manera que haciéndole saber que no había ningún problema. Si quería el premio tenía que saber esperar. Sabía muy bien que el momento llegaría, tarde o temprano. En esa semana me masturbe todas las noches pensando en ello. Por suerte todo el día estaba ocupado con el trabajo y la universidad. De no ser así, hubiera perdido la cabeza.

Por fin llegó el fin de semana nuevamente. El viernes había empezado a llover. Lo cual me vino muy bien para dormir. Había terminado muy cansado la semana. El sábado no fue la excepción, las lluvias no cesaban. Mi desilusión empezaba a crecer. Eran las 23 h pasadas, me dispuse a mirar una película para pasar el rato. Fui hasta el congelador para buscar una cerveza y lo lejos escuche mi celular sonar.

Rápidamente volví a mi habitación. Tomé mi teléfono para ver quién era. Y si. Era Laura quien me había enviado una foto, vestida como le había pedido. Mostrándome la cola reflejada en el espejo que tenía colocado en el living. Debajo solo decía: “Si podes vení ya. No aguanto más”. En un instante la sangre empezó a hervirme. Me vestí rápidamente, llame a un remís, agarré un pote de aceite de bebé que había comprado y salí de casa.

La lluvia no era intensa, pero sí bastante. Me refugié en un techo para esperar. Mientras, le respondí a Laura que ya estaba saliendo de casa. Ella me dijo que cuando llegara, entrara directamente, que se encontraba en el living. Me subí al remís, el camino parecía más largo de lo habitual. Cuando llegué le pagué lo más rápido posible y me bajé. Abrí el portón de la casa y entré.

Ella abrió la puerta y salió. Estaba vestida como le dije. La calza con sus botas eran la combinación perfecta. También se había puesto un crop top color gris, que dejaba ver completamente su abdomen. Los resultados del gym se le estaban notando. En la mano, una botella personal de cerveza. Le puse candado al portón, para después poder acercarme a ella tranquilamente.

Cuando me di vuelta nuevamente, Laura estaba dándome la espalda. Apoyada contra las persianas que daban al patio. Su espalda arqueada, sacando cola. La calza estaba perfectamente cortada. Sus nalgas se veían tan ricas reflejadas con las luces del patio. Verdaderamente ella estaba caliente. Cualquiera que pasara por allí podría verla, pero no le importaba. Yo estaba estupefacto mirándola.

Sin decirnos nada me acerque a ella. La bese mientras acariciaba sus nalgas. Me alejé y le tomé algunas fotos con mi celular. Cuando me acerque de nuevo empecé a darle nalgasos. Mi mano golpeaba con fuerza primero una y después otra. Ella gemía como una puta cada vez que lo hacía. Podía escuchar como el sonido de mis golpes se hacía eco en las casas cercanas.

Mi calentura en ese momento era igual o quizás más que la de ella. Mi miembro ya estaba tieso. Aun allí en el patio, me agache detrás de ella. Bese como un animal sus nalgas rojas de los golpes que les había propiciado. Les pasaba la lengua para luego volver a comérmelas. Laura no paraba de gemir. Estaba extasiada. Separe sus nalgas y bese su vagina totalmente mojada. ¡Qué sabor más rico!

-¡Vamos adentro! -Me dijo Laura.

Me paré. Ella me agarró de la mano y me llevó hacia adentro. Me paso la cerveza mientras cerraba la puerta. Le di un par de sorbos. Estaba bien fría. Aliviaba un poco el calor que estaba acumulando. Dentro, estaba tirado un colchón en el piso del living. Cerca de la tele encendida. Me quité la remera y las zapatillas. Acerqué el colchón a uno de los sofás, de modo que sirviera de respaldo.

Me senté en el colchón y mi espalda quedó apoyada en el sofá. Laura trajo una cerveza más. La hice sentarse sobre mis piernas. Allí comenzamos a besarnos intensamente. Mientras, acariciaba sus senos desnudos, lentamente por debajo del crop top. Deje su boca para dedicarme ahora a besar sus senos. Sus pezones estaban duros. Me los comía lenta pero intensamente, tratando de provocarle la mayor calentura posible,

El sonido de mis chupadas se oía por la casa, mezclándose con los gemidos de Laura y la TV. Ella estaba sumisa a todo lo que le hacía. Tomé el pote de aceite que había llevado, y empecé a derramarlo por sus nalgas. Volví a besar sus senos, pero esta vez con una mano iba empezando el trabajo de acariciar sus glúteos. Mis movimientos eran suaves y lentos, facilitado por el abundante aceite.

Poco a poco iba acercándome más con mis dedos a su ano. Rozando lentamente. Laura desprendió mi jean, me bajo la bragueta y aparto hacia abajo mi bóxer, dejando mi pene tieso liberado. Tomé nuevamente el pote de aceite, me tire un poco en el pene, para que ella me lo trabajara. Otro poco me lo puse en la mano y fui directo a su ano. Podía sentirlo perfectamente, tan pequeño y apretado.

Ella me masturbaba suavemente. Mi pene estaba tan duro que ya no necesitaba darle un trabajo más. Lo tenía en todo su esplendor. Temía que Laura se arrepintiera de intentar que todo eso entrara en su tan estrecho ano. Yo, mientras las estimulaba, empezaba a dudar que pudiera penetrarla completamente. Inclusive de poder ingresar tan solo el glande de mí pene allí.

Hice que se diera vuelta y se colocara de espaldas hacia mí. El espectáculo que tenía a la vista era increíble. Sus botas con los tacos atrapando mis piernas, sus piernas, forradas con la calza y sus nalgas aceitadas por fuera, brillando con la luz del living. No sabía cuánto podría aguantar antes de perder el control y eyacular todo lo que había acumulado hasta ese momento.

Ella tomo mi miembro y coloco el glande en la entrada de su vagina. Poco a poco se lo fue metiendo allí. Comenzó a moverse lentamente, mientras sus gemidos se iban intensificando esparciéndose por toda la casa. Su vagina estaba ardiendo, lo podía sentir perfectamente. Me coloqué un poco más de aceite en los dedos y otro poco en su ano. Con el dedo índice fui probando suavemente la penetración.

Laura gemía y se apretaba los labios mientras yo lo hacía. Poco a poco su estrecho agujero fue cediendo a mi dedo. La punta ya estaba adentro. Con movimientos circulares intentaba dilatar todo lo que podía. Mientras, Laura seguía moviéndose con mi pene dentro de su vagina. Cada vez la podía sentir más. Su cara de dolor y gusto que le provocaban mis jugueteos varias veces casi hicieron que perdiera el control.

Ya mi dedo estaba completamente adentro. Ella no podía creerlo. Ambos festejamos ese pequeño triunfo tiré más aceite a la zona para lubricar bien. Como si fuera mi pene fui moviendo el dedo, hacia adentro, hacia afuera. Después de un rato ya no había resistencia, mi dedo medio entró con más facilidad. Tenía dos dedos en su ano y mi pene a punto de explotar en su vagina. El momento era ya.

Saqué mi pene de su vagina. Tire una gran cantidad de aceite nuevamente en él. Laura me lo tomo del tronco y acomodo el glande justo en la entrada de su ano. Ella probaba una y otra vez, mientras yo acariciaba su espalda y sus nalgas, haciéndola sentir lo más tranquila posible. Cada vez que Laura intentaba meter la punta de mi miembro gemía del dolor. Con paciencia el glande de mi pene fue haciéndose lugar en su ano.

El glande lo tenía ahorcado en su ano. Laura empezó a moverse lentamente, con cuidado de que mi pene no saliera. Yo apretaba mis dientes, tratando de no perder el control y eyacular. Tiré un poco más de aceite en la zona para facilitar sus movimientos. Ella metió su mano por abajo y comenzó a acariciar mis testículos bañados en aceite. Luego por arriba el tronco de mi pene y la zona de su ano.

-¡No puedo creer que eso este adentro bebe! -Me dijo Laura. Con cara de felicidad.

-¡Siento que me vas a arrancar la cabecita! -Le respondí.

-¿No te enojas si lo dejamos acá bebé? -Me preguntó

-¡Me está empezando a doler mucho de verdad! -Continuó.

-¡No hay problema amor! -Le dije.

-¡Antes de sacarlo filma un poco y sacale algunas fotos! -Me dijo Laura.

Obedeciendo sus órdenes agarré mi teléfono. Tomé algunas imágenes y filme un poco. Todo se veía increíblemente erótico. Mis ganas de eyacular ya se hacían incontrolables, no podía seguir un rato más con mi glande atrapado allí. Ella se quitó lentamente y se metió mi miembro entero en la vagina. La sensación de relajación fue la gota que colmó el vaso, sus movimientos terminaron con todo el control que tenía.

-¡Voy a acabar cuñadita! -Le dije.

-¡Quiero sentirla toda adentro! -Me respondió Laura. Mientras acariciaba su vagina rápidamente.

Sentí que su vagina apretaba mi pene. Los espasmos dominaron mi cuerpo. Los borbotones de semen empezaron a salir. Podía ver como mi miembro temblaba dentro de ella. Sus piernas comenzaron a temblar. No controlábamos ninguno de los dos nuestros movimientos. Yo no paraba de largar mi semen. Su vagina estaba empapada. Le intensidad de nuestros orgasmos fue mutua.

Poco a poco los temblores desaparecieron. Empezamos a relajarnos. Laura quitó mi pene de su vagina. Los chorros de semen ahora caían por la sabana. No decíamos una palabra. Solo se escuchaban nuestros gemidos de satisfacción. Laura se dio la vuelta, se inclinó hacia el colchón y lamió todo el semen que había caído. Ella estaba completamente extasiada.

Se acercó a mi miembro aún erecto. Se lo metió en la boca. Me lo chupaba con intensidad. Saboreando hasta la última gota que había quedado. El cosquilleo en el glande era intenso que me causaba hasta la risa. Laura se levantó y fue al baño. Yo esperé allí mi turno para ir, mientras me fumaba uno de sus cigarrillos. Después de un buen rato regresó y pude ir a higienizarme bien el pene.

Cuando regresé, Laura ya había cambiado la sábana del colchón que había quedado un desastre. También había traído más cervezas. Nos sentamos juntos en el colchón a charlar y mirar un poco de TV. El primer intento de penetrarla analmente había sido bastante positivo.

-Alexander0022-

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