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Literal, nos enfiestamos con papá
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Alguien acciona el pulsador del timbre, un sobre se desliza por debajo de la puerta, el encabezado decía, Roberto, lo abro, dentro hay una invitación con el siguiente texto:

“Estás invitado al evento más grande, no podemos adelantar nada, solo podemos decirte, si quieres disfrutar una noche diferente, explosiva e inolvidable, te esperamos el próximo día sábado a las veintidós horas, no te vas a arrepentir.

Vestir de sport.

Firma: Anonymous.”

(La dirección estaba en el reverso de la tarjeta)

Sabían cómo despertar mi interés, la duda me carcomía, ¿qué tipo de fiesta era? ¿Por qué tan misteriosa la invitación? ¿Quién era Anonymous? ¿Por qué a mí?

Esto ocurrió un día martes, evalué durante el transcurso de los días restantes hasta el sábado, no me decidía.

A las diecinueve horas de ese sábado tome la espectacular decisión de ir, y tenían razón, no me arrepentí ni me arrepiento de haber ido.

Llegue a la hora señalada, una casona del tipo colonial me abrió sus puertas, solo se escuchaba música muy suave, recibiéndome un anfitrión con un disfraz de arlequín.

– Hola, sabíamos que vendrías, si fueras tan amable ingresa por esa puerta, la regla principal es que no hay reglas, solo una observación, no podes verle el rostro a nadie y nadie puede verte el rostro.

Agradecí la indicación disponiéndome a traspasar la misteriosa puerta, con un numero impreso en un cartón que me entrego “arlequín”, el numero era el cincuenta y siete. En la habitación había infinidad de lockers, busque el que coincidía con mi cartón procediendo a su apertura. Las instrucciones eran sencillas, tomar el disfraz asignado y pasar por la puerta de la izquierda, me cambié, guardando mis pertenencias en el mismo casillero, lo cierro con la llave que se encontraba dentro.

Me veía muy elegante con la vestimenta de beetlejuice, traje entallado, a rayas blancas y negras, peluca con esos pelos locos, corbata negra y zapatos de charol negros también, la única diferencia es que en vez de tener la cara pintada de blanco, usaba una máscara desde la frente hasta la punta de mi nariz, que dejaba mis labios y mentón al descubierto.

Al traspasar la otra puerta que me habían indicado, me recibe “la novia de chucki” también con una máscara a medio rostro como la mía, me invita a pasar, la música estaba un poco más fuerte, había disfraces por todos lados (con esa mascara, que solo dejaba ver boca y mentón) alguien deposito en mi mano una copa de Martini dulce.

– Hola, buenas noches.

– Hola (respondí) ¿con quién tengo el gusto?

– Con Cleopatra, la reina del Nilo. La última reina del Imperio Antiguo de Egipto, hija de Cleopatra V y Ptolomeo XII (riendo y girando sobre un pie)

– Beetlejuice, mucho gusto.

– Sé muy bien que es la primera vez que vienes por aquí.

– Como te diste cuenta.

– Pues estas muy perdido jajaja

– Si mi reina, (haciendo una reverencia) es tal cual.

– Disfrutemos nuestra noche.

“Cleopatra” se adueñó de mí. Fue lo mejor que me pudo haber pasado, un físico que no era de modelo pero estaba muy gustoso, se dejaban entrever dos senos maravillosos, su piernas si bien estaban rellenitas, se notaban de gimnasio y un culo hermoso, altura similar a la mía, su mirada traspasaba la máscara. Me hacía acordar alguien, pero su vestimenta y mascara, no me permitía dilucidar a quien.

Luego de hacer un refill de nuestras copas, me tomo de la mano, me llevo hasta uno balcones alejados, solo iluminado por una bombilla de luz tenue.

– Te está gustando la invitación que te han cursado.

– Hasta el momento si, ¿sos habitual de estas fiestas?

– Son varias veces que vengo, mi primera experiencia fue buena, por eso quise experimentar otra y otra, creo ya se convirtió en vicio. (riendo)

– Espero que a mí me pase lo mismo.

– Te prometo que así será.

Esto último me lo dijo a la vez que su mano acariciaba mi miembro por arriba del pantalón, se acercó y me dio un largo beso en los labios.

Quede sorprendido y se dio cuenta.

– Besame, quiero que nuestras salivas se confundan en la humedad de nuestras lenguas.

Sin dudarlo lo hice, fue el beso más tierno desde hace mucho tiempo.

Cleopatra había desarrollado a la perfección el arte de seducir.

Se puso de rodillas frente a mí, bajando lentamente la cremallera y aflojo el cinturón, lo que hizo más manejable la situación, el pantalón cayó hasta mis rodillas, mi verga dura y erecta salió eyectada del bóxer, Cleopatra la llevó de inmediato en su boca, lamiendo y besando la punta, la tome delicadamente del cuello, ella no se hizo de esperar introduciéndola en su boca. A la vez que acariciaba su pelo, acompañaba el movimiento de su cabeza que permitía suavemente mi verga entrar y salir, su lengua por momentos recorría desde la cabeza hasta los testículos, jugaba con el agujero de la uretra, cosa que me volvía loco, sus manos paseaban por el tronco ya palpitante, mis gemidos le avisaron que estaba por tener un orgasmo, quiero sacarla de su boca, me toma de los glúteos con ambas manos llevándolas hacia ella, cuando mi verga toco el fondo de la garganta exploto descargando una gran cantidad de semen que trago en su totalidad, lo que chorreaba por la comisura de los labios lo ingresaba con la lengua y el resto era ayudado con sus dedos.

Dicen que la reina Cleopatra fue una especialista en el sexo oral, apodándola "Merichane", que quiere decir "La boca de diez mil hombres" y "Chelión", que significa "La de los gruesos labios".

Mi Cleopatra había estudiado bien la historia de Egipto y hasta ahora representaba bien el papel.

Observando a mi alrededor había cantidad de parejas en actitudes sexuales, orales, penetraciones, lésbicas, en fin una orgia pero individual, cada pareja estaba en lo suyo.

Aún no había salido de mi asombro por lo que acababa de suceder, cuando, al estilo de un artista marcial o bailarina de ballet, elevo una pierna por arriba de mi cabeza, depositándola en mi hombro, mi sorpresa fue mayúscula al darme cuenta que no traía ropa interior, quede absorto mirando esa vagina totalmente y muy bien depilada que dejaba ver la humedad producida por la excitación, escapar en medio de esos carnosos labios, como autorizando la entrada de mi falo.

Tenía una posición de privilegio, ante mi vista, unos labios vaginales, dilatados como nunca, ni en mi imaginación había visto.

Sus manos se apoyaban en mis hombros al tiempo que mi pene quería ingresar, Cleopatra puso en contacto nuestros genitales haciendo la cadera hacia adelante, quería la cabeza del pene dentro, quería que la llevara al éxtasis.

Sudaba, su pierna en tierra temblaba, deseaba ser taladrada en forma urgente, quería sentir dentro mi verga palpitante y caliente.

De un solo movimiento, le introduje el miembro, con ferocidad, me tomo con sus manos de la cintura, ejerciendo fuerza contra su vagina para que fuera más profundo, ella quería más.

Baja la pierna que tiene en alto, sus temblorosas manos arañan mis flancos, sus extremidades inferiores se ponen rígidas, sus talones se elevan dejándola en puntas de pie, uno gemidos que buscaban apoyo en un sonido gutural me avisaba su orgasmo, corrección, tremendo orgasmo, su liquido salía a borbotones al compás de las contracciones vaginales.

Sin esperarlo hizo algo que me sorprendió, se alejó unos centímetros, girando recargo su torso en la barandilla del balcón, dejando expuesta sus hermosas nalgas. Al ver que yo no reaccionaba, tomo mi miembro con una mano, pasándolo por su chorreante vagina para llevarlo a su orificio anal lubricándolo, lo apoyo y recién ahí caí en la cuenta, la presión que ejercí, no fue mucha, se abrió camino fácilmente penetrando solo el glande, una vez que estaba dentro, los movimientos fueron más y más profundos cada vez, hasta hallar el tope de mis testículos contra sus suaves nalgas. Perdiendo la noción del tiempo, estuve con el frenético mete y saca, sus grito ya eran más audibles, nadie prestaba atención, cada uno en lo suyo.

Sus orgasmos se reiteraban uno tras otro, nunca había vivido algo así, llegando a la conclusión que el placer no está brindado por el sexo, sino por el amante.

Seguí bombeando ese culo hermoso hasta que explote en un tremendo frenesí de espermatozoides que ocuparon el espacio rectal de Cleopatra. Que gran orgasmo, ese que se devoro las palabras, lo único que nos permitió fue aullar y gemir, expresión que salía de nuestras entrañas, tuvimos todo permitido, pero nos privó de la palabra.

Mi pene fue perdiendo su dureza saliendo de a poco, de su esfínter anal salía el producto de mi descarga, deslizándose con lentitud por sus muslos.

Aun recostada sobre la baranda de ese balcón colaborador, con su boca entreabierta buscaba aire para terminar de reponerse de la agitación que tremenda sesión le había provocado.

Incorporándose, giro hacia mí, me miro fijo a los ojos acerco su boca a mis labios entreabiertos sellando la sesión con un prolongado beso.

– Gracias Beetlejuice, no sabes cuánto hacia que esperaba esto.

– ¿Qué? ¿Me conoces?

Alcance a ver el rubor en lo poco que observaba de su rostro, rozo mis labios con los suyos y sin decir nada giro, acomodo la túnica blanca y se fue.

Me quede en la fiesta observando a las parejas, en un deliro de sexo incontrolable. La impunidad del anonimato, el olor a las feromonas, la desinhibición por el alcohol y la libido en su máxima expresión, nadie reparaba en el otro.

Por largo tiempo busque a mi Cleopatra, se había esfumado, no la volví a ver. Solo con un pensamiento en mi cabeza, las palabras dichas por ella antes de retirarse.

– Si te gusto y la pasaste bien, cuando te retires vas a encontrar una caja, deja tu tarjeta de invitación con el nombre de la persona que quieras invitar, solo si estás dispuesto a regresar algún día. Ellos los van a contactar, pero, nadie te asegura que sepas si vino o quien va a ser, solo si conoces su geografía corporal, tal vez y solo tal vez, puedas tener sexo con ella.

Al momento de retirarme hice lo dicho por mi anónima pareja sexual de ese día, dude en poner algún nombre, pero luego de pensar mucho, lo hice, “Patricia” y a continuación el apellido.

Llegue a casa, me acosté previo paso por una reparadora ducha, quería recapacitar saber qué y por qué me había ocurrido justo a mí la experiencia, parte la sabia, me habían invitado, pero ¿Quién? ¿Por qué? ¿Había sido Cleopatra? ¿Quién era la misteriosa y buena cogedora que había estado escondida detrás de esa mascara?

Me quede dormido con mis pensamientos, soñé que bailaba toda la noche con una dama, no sabía quién era, no tenía rostro.

Al día siguiente, desperté entre ladridos y gruñidos de mi fiel perro King, que jugaba con mi hija en la sala.

– Buen día Patricia.

– buen día papito, que tarde amaneciste hoy, jajaja, parece que anoche, mientras tu hija estudiaba, el señorito estuvo de fiesta.

– Perdón niña, al momento de irme no escuche que usted estuviera en casa.

– Tenés razón pa, salimos con las chicas a tomar algo, vos donde fuiste.

Me agarro desprevenido, menos mal que estuve rápido para la respuesta.

– También fui con los muchachos, jugamos al póker.

– Que bien, mire usted al señorito, bueno pa, espero lo hayas pasado lindo, desde que mama se fue, no te había visto disfrutar y hoy veo otro rostro, más feliz.

– Gracias hija, creo que esta noche me la debía de hace rato.

Continuamos con las tareas habituales de domingo, limpieza, un pedacito de carne a la parrilla, por la tarde lavado de ropa.

No podía sacarme de la cabeza a Cleopatra.

Comienza la semana y comienza la aburrida rutina, la única variante era la reina de Egipto rondando en mi cabeza sistemáticamente.

El día martes, se repite lo ocurrido, timbre, sobre bajo la puerta con el encabezado Roberto, tras el mío, otro más, con el encabezado Patricia.

Antes que venga de la facultad, voy a su cuarto y lo dejo en la mesa de la computadora, al fin y al cabo, estaba cerrado, pero yo conocía su contenido, ella no sabía que la propuse para la fiesta.

Sin querer toco el mouse y el monitor comienza funcionar de a poco; grande fue mi sorpresa, cuando vi a Patricia tomándose auto fotos, vistiéndose de cleopatra en un lugar lleno de lockers que se me hacía conocido.

Mi amante secreta era mi propia hija, cosa que me excito más saberlo, puesto que yo mismo la propuse para la próxima fiesta.

No hay que experimentar solo una vez, no hay que olvidar ningún hecho sexual, en lo que sea asuntos de sexo, somos los locos los que tenemos más experiencia.

Al llegar a casa, fue directo a su cuarto, desde allí grito:

– Papa ¿estás en casa?

– Si pato, que ocurrió.

– ¿vos recibiste este sobre?

– Si mi vida, quien más vive aquí, que yo no me haya enterado.

– ¿Lo abriste?

– No mi amor, la correspondencia es privada, fijate que esta sellado. (riendo por dentro)

Con todo el morbo de lo sucedido, sabiendo quien había sido la persona con quien había tenido un sexo maravilloso, urdí un plan que descartaría la invitación a la fiesta de este sábado.

– Hija, prepárate que voy, hago unas compras y vengo, así salimos a cenar.

– Papa, hoy tengo un compromiso.

– No hay problema, regresamos temprano, yo tengo que salir también.

– Qué bueno, así hacemos cena de padre e hija.

– Así es hijita, cena…

De regreso, baje del auto unas bolsas que traía, entré a mi domicilio, le dije a Patricia que me espere en el auto, dejaba la compra y salía.

De regreso y ya en el auto, partimos hacia el restaurante, donde nos esperaban con una mesa que había reservado, la cena estaba animada, el ambiente espectacular, muy buena comida y muy buen vino.

Llegamos a nuestro domicilio, Patricia apurada se fue a cambiar de ropa para salir. Grande fue su sorpresa cuando encontró sobre su cama acomodado, el mismo traje de Cleopatra que había usado en la fiesta de disfraces.

Tardo como una hora en salir y un rato más también. Escucho abrirse la puerta, sale ella vestida con el atuendo. Más se sorprendió al verme con el disfraz a mí también.

Nos miramos por un rato, fuimos acercándonos de a poco, nuestras bocas se buscaron y las lenguas comenzaron con su danza de amor, es ahí, donde por primera vez desde hace mucho tiempo sentí el primer beso de amor verdadero.

Nuestras manos acariciaban los cuerpos deseosos, mi sexo quería saltar de mi pantalón cuando mis manos recorrían su anatomía.

Con dulzura fuimos despojándonos de nuestras prendas, Patricia se arrodillo y tomándola de los brazos no se lo permití, la tumbe en el sillón, pidiéndome que haga lo que me venga en gana, que me cedía todo su cuerpo, iba a ser marinero, timonel y capitán.

Besando su cuerpo, hago el recorrido hacia su ya hambrienta vagina, abre sus piernas a modo de invitación, pero no me detengo ahí, sigo por sus piernas hasta sus suaves pies, quería disfrutar de la piel desnuda, esa piel que me dejaba hacer. Cada vez más cerca, me dispuse a beber de esa fuente, saque mi lengua, rozando su entrepierna y parte de sus labios, se estremeció al igual que yo. Su sabor y olor invadieron mis sentidos, una y otra vez mi legua danzaba entre sus labios separándolos, buscando llegar a invadir la parte interna de esa vagina que me permitía saborear sus fluidos, vulnerada la primer barrera, busque ese botón en la parte superior que ya se encontraba duro y fuera de su capullo, para lamerlo y darle pequeñas succiones. Esas acciones hicieron que en este punto comience a pedir más, introduje mis dedos índice y medio haciendo suaves movimientos, su pelvis se eleva y retrae cada vez más rápido, vaticinando ese orgasmo inminente. Mis dedos comenzaron en un frenesí de movimientos, su cuerpo temblaba y pedía más, hasta que en un grito desaforado salió un despedido de su vagina un torrente de líquido con una fuerza que yo no había visto nunca, (después me entere que se llama squirting) el que bebí con fruición saboreando el producto vaginal de mi hija.

Cleopatra, con su enjuta mano, tomo con delicadeza mi miembro masturbándolo con suavidad, con la misma suavidad que fue acercando su boca a él para introducirlo, podía notar como los toques de su lengua jugaban con el tronco de mi pene, sus melodiosos chupetones en la cabeza del pene eran dignos de un Óscar, al observar mis reacciones, concentro su felación en esa zona, haciendo que mi miembro se inflame cada vez más, volviéndome un orate mayúsculo al ver como esa boca complaciente no rechazaba mí ya y a punto de explotar, verga, deseosa de esa boca y ese cuerpo.

– Papi esa lechita es toda mía, no te voy dejar ni una gota, la quiero toda para mí.

Luego de decirme esas palabras, tomo su pelo con ambas manos, haciendo una cola de caballo, su ritmo lo imprimía solo con su boca y su mirada penetrante clavada en la mía, al sentir la palpitación que precede a la eyaculación acelero el ritmo, su lengua se hizo más ágil en mi verga, el semen salió disparado hacia el fondo de su garganta mientras seguía chupando para exprimir al máximo ese producto y tal como lo prometió se la tomo toda.

Sin poder creer que mi verga seguía erguida, no lo dude, la tome arrodillándola en el sillón para que me dejara a disposición el orificio anal, entendió bien el mensaje, se arrodillo y con la cabeza apoyada en el almohadón llevo sus manos hacia sus glúteos abriéndolos lo más que podía, me quede absorto viendo como palpitaba ese lugarcito que en un momento iba a ser penetrado. Con la mano tome mi miembro pasándolo por su vagina para recolectar el líquido viscoso que salía de ella, lo fui sacando de poco para untarlo en ese hueco que me esperaba. Ya bien lubricado lo apoye haciendo presión, al principio costo, pero al haber pasado el glande, el resto de mi falo ingreso sin resistencia, observe su rostro, sin emitir sonido mordía sus labios inferiores, soltó una de sus manos del glúteo para dirigirla a la vagina masturbándose al ritmo de mis estocadas, teniendo un rápido y ruidoso orgasmo, mejor dicho del primer y rápido orgasmo, ya que estos se repetían unos tras otros, el volumen de sus gritos de placer iban en aumento, cosa que me éxito más y más con cada uno de ellos, hasta explotar en un tremendo derroche de semen que impacto contra sus vísceras.

Agitados y transpirados nos tendimos en ese sillón que había observado toda la secuencia, para abrazarnos, hizo que mi abrazo sea por detrás, nuestra relación cambio desde ese encuentro, primer encuentro de los tantos que vendrían con la misma, o me atrevería a decir con más intensidad cada vez que ocurría, cada sábado a las veintidós horas y con el mismo disfraz.

– Papi, en esa fiesta, siempre supe que eras vos…

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