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Mamá y yo, cumplimos nuestro deseo más secreto
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Nuestro departamento, nuestro refugio, dos vidas muy solitarias, mama y yo. No digo ermitaños, somos sociables y nos gusta compartir, pero también nos gusta la protección que nos da nuestro hogar. Tal vez sea eso, tal vez sea la búsqueda de los ratos de paz que tenemos como madre e hijo con vidas muy agitadas.

Mi mente da vueltas, solo sabe pensar, ojala tuviera una llave On-Of, o prende y apaga para no pensar tanto, ya me hierve la “unidad sellada”.

Una gran duda me aqueja, seré yo o les pasa a todos los hombres; a puertas de cumplir diecinueve años, sigo enamorado de mi mama. Este deseo comenzó hace un año, cuando por casualidad pude verla desnuda saliendo del baño.

Esa noche se encontraba ebria, nunca la había visto beber, salió de la ducha en traje de Eva. Piernas largas y torneadas, una cadera digna de una escultura de Miguel Ángel, su culo redondo y vagina cuidadosamente depilada, dos tetas esculpidas y sobre todo muy bella, no entiendo por qué el zángano de mi padre la engañó; siendo ese el motivo por el cual había bebido.

Con mucha vergüenza la ayude a llegar a su cuarto y vestirla para que se acueste. Le había pegado el “pedo” alegre, se reía y por momentos lo puteaba a mi papa, para luego volver a reír. Estaba muy movediza, calculo, producto de los mareos, que me dificultaba poner en su cuerpo la ropa.

Lo que estaba sucediendo, me dio la posibilidad, y prometo que fue sin querer, de tocar sus partes, bueno, sin querer en un principio.

Intentaba poner su corpiño, cuando roce sus tetas, su piel se erizo y sus pezones rosados, que eran perfectamente rodeados por dos areolas del mismo tono, se pusieron duros. No resistí la tentación de tocarlos y apretarlos, sus labios inferiores fueron mordidos por sus dientes, inexperto en el tema pensé que le estaba haciendo mal.

Quise poner su tanga, costándome más que la prenda superior, al fin logre llegar a sus caderas y obvio el rostro me quedo bien de frente a su vagina, no resistí la tentación de tocarla, lo hice delicadamente, dejo escapar un gemido, nuevamente me asuste, deje de tocar, y le pedí que levantara el culo para poner la prenda, para mi sorpresa, se dio vuelta y tomo la posición de perrito.

Mi verga estaba a punto de romper mi pijama.

Incrédulo no entendía que pasaba, al verla así brillante y húmeda, pase mi dedo por su vulva para recoger ese líquido y llevarlo a mi boca, quería, necesitaba, conocer su sabor.

Nuevamente gimió, presuroso le coloque el tanga, la hice acostar tapándola, y me despedí con un beso, al despegar mis labios de sus mejillas, ella me tomo de la cabeza, me dio un beso en la boca y me dijo que me quedara a dormir con ella, asentí.

Me ausente al baño y como si fuera un niño, me masturbe pensando en toda la secuencia, oliendo la tanga usada hacia un rato hasta que mi semen salió catapultado de mi miembro.

Me dispuse para recostarme en su cama, al llegar dormía profundamente, la hice a un lado de la cama matrimonial, me acosté quedándome dormido, pensando que había pasado, que había hecho, estaba bien o estaba mal.

Al día siguiente me levante temprano dispuesto a preparar el desayuno, pero me arrepentí, limpie el desastre que había dejado mama en el baño y la cocina, acomode en general el departamento.

Acabe como a las once, prepare un desayuno y unas aspirinas para la seguramente, dolorosa resaca que tendría Betty.

– Buen día ma, nochecita agitada ¿no?

– Hola hijo, la verdad que sí, no debería haber tomado, hasta lo que me acuerdo, me estaba bañando, después se me borro el disco rígido (dijo riendo).

– Si señora tal cual es así.

– Quiere decir que me tuviste que traer a la cama y vestirme, que vergüenza.

– Para nada mama, lo hice como lo hacías vos cuando yo era pequeño, nada más.

– Gracias mi ángel guardián.

A partir de ese día, no pude, puedo, ni quiero olvidar el cuerpo desnudo de mi madre, hace ya un año que tengo la recurrente idea, tener sexo con mi madre.

Físico de bailarina de tango, que, de hecho, lo es.

A partir de su profesión secundaria, profesora de baile, (ella es abogada) comencé mi “avance” para poder resolver mi Edipo, el que quería consumar.

Era lunes, en el desayuno, comencé preguntando y haciéndome el interesado, sobre cómo era eso del baile. Ella solícita me dio un resumen sobre ello.

– El baile, sobre todo, no solo es para manifestarse físicamente, tiene una connotación del tipo sexual y se encuentra en cada una de las culturas.

– ¿Es para tanto?

– Si te pones a pensar, con él, podes experimentar y lograr agradables sensaciones, sobre todo si el ritmo tiene derivaciones sexuales que sean del tipo genuina, como, por ejemplo, la lambada. Que tiene un coqueteo constante. Digamos un preámbulo al sexo.

Pero. ¿Por qué estas interesado en el baile?

– La verdad, te veo física y emocionalmente bien, lo que me hace pensar que, debido a tu profesión, el escape que tenés dando clases de tango, te sienta bien.

– ¿Para tanto?

– Si mama, tenés un cuerpo espectacular, y cuando hablamos me dejas impresionado de tu capacidad. No entiendo aun como el bobo de mi papa dejo escapar, por una chirusa, a semejante mujer como vos, yo en su lugar te tendría como una reina.

– Gracias mi príncipe. (Lo dijo sellando la conversación con un beso rozando mis labios) cuando gustes empezamos unas clases de tango. (haciendo el ademan del baile).

Toda la semana transcurrió con la tranquilidad habitual. Hasta el día sábado en que me dedique a buscar alguna receta en internet para esperarla con una rica cena. (Gracias Google y YouTube).

Me gaste gran parte de mis ahorros en una comida, que dicen, es afrodisiaca, bien valía la pena el gasto por lo que vendría después.

Hice vieiras con espárragos sazonados con ajo, decorado con semillas de granada y caviar negro.

Como guarnición, una ensalada de rúcula y espinaca, varios frutos del bosque, arándanos, frutillas, cerezas, moras, maqui con dos higos cortados al medio, aceitunas negras, queso de almendras, limón y aceite de oliva.

Para regarlo, un buen vino tinto.

Le prepare la bañera con agua caliente y sales aromáticas, elegí la ropa interior y la de vestir, todo a mi gusto.

La mesa, con un par de velas aromáticas, para que la cena sea a media luz, la temperatura dentro del departamento estaba a veinticuatro grados. Creo haber acondicionado todo para el plan que había organizado.

Al llegar Betty, le sorprendió mi iniciativa, pero, por su rostro se notó que le agrado, nos saludamos, le ayude con su portafolio y abrigo, tomándola de la mano la acompañe a la puerta del baño, prendí unas vela que también había puesto allí, le dije que tomara ese baño reparador, que tanto necesitaba.

Sale de su baño de inmersión vestida con la ropa que le prepare, estaba infernalmente bella.

Jeans blancos, una chemise en crudo y zapatillas al tono, su ropa interior era un conjunto blanco que apenas cubriría su vagina y senos.

Nos sentamos a cenar, la atendí como se lo merecía, como una reina. Halagó durante la misma, todo el empeño que puse, mientras yo le platicaba sobre el baile.

Apuró una copa de vino a terminar la cena y me contesto al respecto:

– No te voy a hablar de tango, ya escuchaste mucho de él, hay otro ritmo que me gusta mucho también.

Se levantó de la silla, puso música de Lambada suave, me tomo de la mano y comenzamos a bailar.

– La Lambada, se baila en pareja, con los cuerpos pegados y movimientos suaves y fluidos. El hombre lleva el ritmo y guía a la mujer, quien realiza los movimientos sensuales.

(Comenzó a realizarlos, mi miembro, comenzó a crecer palpitante dentro de mi ropa interior). A menudo se baila con una combinación de pasos de samba y salsa, y se caracteriza por los movimientos de cadera y los giros.

En algunos lugares de Brasil, me explicó, la lambada fue prohibida debido a su contenido sexual explícito y alegaciones de que fomentaba el libertinaje y la promiscuidad.

– Opino en lo que se refiere al placer, hay que emplear todos los sentidos y yo, acepto cualquier reto.

– He estado sola mucho tiempo, necesito que me ayudes como hombre. Me dijo casi en un susurro.

– No paro de pensar en vos mama. No importa la hora del día, siempre quiero tocarte y entregarme a besar cada parte de tu cuerpo.

– Llevo mucho tiempo pensando en este momento, no sé qué me atrae, no sé lo que es, ni siquiera sé lo que tienes, no lo puedo evitar, tu figura me llama, no hagas suplicarte que me cojas.

Esta noche me he dado cuenta de que lo que más deseo es poder tenerte encima.

(Tomando ella el mando) vas a ir a la cama, con la luz apagada, esperándome. Quiero que como hombre me demuestres que sabes complacer a una mujer.

– Mis dedos, mi lengua, mi boca, mi pene en fin todo mi cuerpo desea el tuyo.

Me encantaría que me dejes besar todas tus partes y con mi curiosa lengua recorrer lo más profundo de tu ser.

– En este momento hijo querido, me está pasando, que mis deseos hacia vos son demasiado sucios.

Como me lo indico, fui a la cama, me desnude, apagando la luz me tendí en su lecho. Lecho y cuerpo, el que tantas veces compartió con mi padre y ahora serían míos.

Mis sentidos avisaban que se acercaba, sus pies, no hacían ruido sobre la alfombra que vestía el cuarto, el olor a su perfume invadía el aire; a medida que se acercaba se profundizaba ese aroma.

Sobre mi espalda siento la tibieza de sus manos que recorren su extensión, caricias sutiles iban y venían, desde mi nuca hasta mis glúteos marcados por el gimnasio, la piel se me erizaba a la vez que mi sexo palpitaba, me entregue al juego.

Súbitamente me di vuelta poniéndola de espaldas, la tome de las muñecas y sentándome a horcajadas sobre ella le dedique un beso en la boca, digno de una película.

Mis labios comenzaron a recorrer su anatomía, su cuello estilizado se había entregado a mis besos a la vez que de su boca salían suspiros y gemidos que eran música para mis oídos. Sus pechos eran una invitación a la lujuria, mi boca dio cuenta de ellos, trayendo a mi mente como habría sido mi etapa de lactante y los mame como si fuera un bebe.

Continué el itinerario que en mi mente había pergeñado; pasando por su plano abdomen hasta llegar a su entrepierna, notando la humedad de la zona, su sabor agridulce me hizo el convite para deleitarme en suculento banquete de jugos segregados por el lugar del cual, hace algunos años, mi cuerpo había salido.

Separe con mi lengua sus labios, abriendo esa entrada hasta hoy deseada por mí, sus gemidos seguían creciendo, investigue con ella todo lo que su longitud me permitió; suave y blanda cavidad ansiosa de entrar en acción, sus pulsaciones se transmitían a mí en forma de pequeñas contracciones, sensación casi indescriptible que sentían mis papilas; sabor y movimiento, combinación perfecta para seguir entregándonos al placer.

Abrió lentamente sus piernas dejando expuesto el terciopelo de su vulva, permitiéndome llegar a su botón mágico, duro, erguido, su estimulante rincón del placer.

Al sentir la calidez de mi ansiosa lengua, otro gemido me da aviso de un buen recibimiento a su morada.

– Hijo, necesito un hombre dentro, haceme tuya, necesito tenerte, deseo tenerte.

Suavemente me posiciono sobre ella, su mano dirigió mi sexo deseoso de acción, sorprendida por el tamaño, debo reconocer que mi miembro sale del estereotipo, tiene una dimensión por arriba de la media normal, la humedad reinante hizo todo más fácil.

– Despacio por favor, nunca tuve dentro uno de ese tamaño y hace rato que no lo hago, dejemos que se acomode.

Accediendo a su pedido fuimos a su ritmo, de más está decir que ella lo marco, cuando se aclimataba daba pequeños golpes de cadera hacia arriba, haciendo que ingresara con cada uno de ellos, un poco más. Un vez que mi falo erecto ocupo el aforo de su cueva esponjosa, comenzó el periplo de vaivén, arrancando nuevamente esos grititos entre dolor y placer que ya habían entrado hace un rato en mis oídos.

Nuestros corazones palpitaban en sincronía a un ritmo acelerado, la respiración se agitó al tiempo que su cuerpo se ofreció más, formando una tensa curva hacia el cielo, el interior de su vagina comenzó a palpitar expulsando sus jugos retenidos hacía bastante tiempo ya.

– Hijo de mi corazón, me haces muy feliz, por favor seguí, no te detengas, tengo más para ofrecer. (Al decirlo, lo hizo con la voz entrecortada, lo que me avisaba la llegada de un segundo orgasmo).

– Si mama, acá esta tu hombre, quien te posee desde hoy y para siempre.

Con un grito de placer casi al unísono, descargue mi semen en su interior, llenando toda su víscera con el producto de mis testículos, sintiendo como nuevamente tensaba su cuerpo y caía como desmayada sobre el colchón cubierto con sábanas blancas, impolutas.

Repose mi cuerpo sobre el suyo, mi sexo en su sexo, ambos palpitantes, se negaban a abandonarse.

– Hermosa noche me estás haciendo pasar, no quiero que termine nunca.

– Mami, es la primera de muchas más que nos esperan.

– Nunca he disfrutado del sexo como hoy, verdaderamente me pusiste a gozar y disfrutar.

– Me pone feliz verte feliz.

Betty sin dudarlo, me pidió que baje de su cuerpo, cosa que hice presuroso, se puso a cuatro miembros y me pidió que la penetre. Debido a todos los líquidos reinantes no me costó mucho ingresar nuevamente, para embestir en un frenesí de hormonas sexuales desparramadas por doquier.

Mi madre, luego de tener un par de orgasmos más, se dejó caer nuevamente en la cama, dándose vuelta e invitándome a proseguir, cosa que hice, esta vez con sus piernas sobre mis hombros.

– Por favor despacio, tengo temor que me duela más, creo, hijo mío que con el tiempo vamos a poder hacerlo más relajados y por otros lados también.

– Si mama, lo que más quiero de vos, son esas dos partes de tu cuerpo que hacen las cosas más sucias, para hacer cosas sucias.

– ¿Te sorprenden las cosa sucias que hago? No quiero que vayas a pensar que mi amor por vos, es, cosa sucia.

– (riendo) solo en estos momentos mama.

Volvimos a la acción para acabar intercambiando su fluido espeso y lechoso, con mi semen caliente.

Sus piernas temblaban, las baje del sitio incomodo pero placentero donde se encontraban para recostarnos abrazados.

– Fue hermoso hijo, gracias por la felicidad que me entregaste.

– Como diría Joaquín Sabina en su canción. Que poco rato dura la vida eterna por el túnel de tus piernas.

Al día de hoy, ya mude mi ropa al sitio donde otrora, ocupaba la de esa persona que no supo valorar lo que tenía, vivimos vida de pareja creando e inventando, para no caer en lo rutinario.

Sigo con mis clases de Lambada, que en este punto no creo terminar nunca de aprender, se imaginaran por qué.

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