Mi siguiente historia tiene que ver con mi cuñada y ciertas necesidades familiares.
Como sabrán, este 2020 es un año en el que el coronavirus secuestró gran parte de las actividades humanas: escuelas, trabajos, diversión y demás, por lo que debido a esto varias personas se vieron afectadas ante la clausura de ciertas actividades por parte del gobierno.
Mi cuñada es una de esas personas que el coronavirus repercutió en gran medida su vida familiar pero antes de decirles el por qué, les describo mejor a Maribel, ella tiene 40 años cuyo cuerpo no lo refleja: es chaparrita, de piel morena, ojos cafés y una cabellera pelirroja, obviamente no natural. Su cuerpo en cambio sí que lo era, tiene unas tetas de buen tamaño, no en exageración, pero lo suficiente como para entretenerte un buen rato y su culo ni se diga, está bien paradito, durito con unas piernas bien marcadas ya que en su juventud hacia mucho ejercicio. Realmente me ponía loco cada vez que la veía, aunque pocas veces se daba el lujo de presumir ese cuerpecito porque su esposo no la dejaba vestirse bien.
Cierto día recibí un mensaje en mi celular, era mi cuñada, el mensaje decía
-Hola Sam, quisiera pedirte un favor, pero necesito decírtelo en persona. ¿Crees que puedas venir a mi casa un día de estos?
Al leer su mensaje me quedé pensando cuál sería ese favor. Era muy raro que mi cuñada me pidiera favores, así que solo le contesté que sí. Acordé de visitarla el día viernes ya que era día festivo por lo que no trabajaría.
Así llegó el día viernes, temprano por la mañana me dirigí en mi coche a la casa de Maribel. Toqué el timbre y fui recibido por ella, al parecer su hija no se encontraba.
-Hola cuñadito, pásale.
-Hola Mari – la saludé dándole un beso en la mejilla.
– ¿Gustas algo de beber? – me preguntó
– Agua está bien.
Para esa mañana Mari vestía una blusa escotada de tirantes color rojo sin brasier ya que no se notaban los tirantes. Un short azul de mezclilla deshilachado, lo que permitía ver muy bien esas torneadas piernas.
Mari regresó con un vaso con agua y al agacharse para darme el vaso pude ver su escote de más cerca. Ella se sentó frente a mí en un sillón, se cruzó de piernas para después ponerse a revisar su celular, mientras que yo tomaba mi agua, pero sin dejar de ver esas piernas que me estaban poniendo mal.
– ¿Y Betsy? – le pregunté
– No está. Salió a casa de su prima Clara para hacer una tarea.
– Ha mira. ¿Y cómo va en la universidad?
– Pues bien, le va echando ganas la nena- así le decía mi cuñada a su hija.
– Que bueno, está bien que siga con sus estudios- referí.
– Pues ya que estás tocando el tema de la escuela, hay algo de eso que tiene que ver con el favor que necesito.
– Dime, te escucho- cambié mi semblante para mostrar interés en lo que me diría.
– Ya vez que por lo del coronavirus estuvieron tomando clases por internet.
– Sí, así es.
– Pues la nena tomaba sus clases con la computadora que le había prestado su novio. Pero al término del semestre pasado ambos terminaron su relación y pues ahora ella no tiene con qué tomar las clases y menos con qué hacer sus tareas.
– Ya veo. Actualmente ya es una necesidad el tener una computadora.
– Así es. Y el favor que quiero pedirte es que si con tus tarjetas o créditos que tengas en tiendas puedes sacar una laptop para la nena. Yo te la iría pagando poco a poco.
Al escuchar su petición, rápidamente mi mente comenzó a imaginar qué provecho podía sacar de esta situación. Desde poco antes de que yo terminara mi universidad logré colocarme en una dependencia del gobierno federal, por lo que recibía un buen salario, permitiéndome tener un colchón de ahorro y una computadora fácilmente la podía solventar. Caso contrario era con el esposo de mi cuñada, Sergio. Su esposo tenía ciertas dificultades en mantener un empleo fijo debido a lo que se dedicaba, por lo regular sus contratos eran por meses y con el coronavirus le fue difícil colocarse en un trabajo, pero al hacerlo apenas cubría los gastos necesarios de su familia sin que fuera lo suficiente.
– Por supuesto Mari, ya sabes que en lo que los pueda apoyar siempre será un orgullo para mí ayudarlos.
– Gracias Sam – esbozando una sonrisa- Sé que siempre nos has tendido la mano y la verdad necesito este favor. No te preocupes, yo te prometo que voy a pagártela.
– Ni lo digas Mari. No hay necesidad de que me lo digas. ¿Qué te parece si vamos ahorita a ver las computadoras? Para que así al llegar Betsy se lleve una grata sorpresa.
– Me parece perfecto, solo deja y me cambio. No tardo mucho.
Durante el tiempo en que Mari estuvo en su recámara arreglándose, no podía sacar de mi cabeza la idea de sacar un gran provecho de esta situación. Sabía que era algo totalmente loco, pero en realidad sentía la necesidad de hacerlo. Maribel siempre me había llamado la atención, incluso desde que me hice novio de su hermana. Nos habíamos llevado súper bien desde el principio, inclusive llegamos a provocar celos de nuestras respectivas parejas, ya que era tan buena nuestra química que parecíamos más que cuñados, pero fue Sergio quien más se cabreó con nuestra amistad, ya que un día me platicó mi cuñada que casi le prohibió el que ella se me acercara.
En eso estaba cuando ante mis ojos hizo acto de presencia Mari. Al verla no pude evitar mi cara de asombro. Llevaba puesta la misma blusa, pero ahora la combinaba con un collar que se perdía entre el canal de sus senos y una falda pegada que marcaba en todo su esplendor su culo, así como unos tenis blancos, según ella para estar más cómoda. Su rostro lo había perfeccionado con maquillaje y su boca con un labial rojo, que me ponía en tentación de querer devorarla a besos.
– ¿Qué? ¿Qué tienes?, ¿por qué me ves así?- me preguntó
– Es que te ves estupenda.
– Cálmate Sam, vas a hacer que me sonroje- cosa que ya había provocado- Ya ves, ya hasta estoy sudando – dando una carcajada nerviosa.
– Pues es que estas… pero bueno, mejor le corto aquí porque si no, no dejaría de decirte lo bien que te ves.
Fue así que nos dispusimos a salir. Al llegar a mi coche le abrí la puerta como todo buen caballero, Mari al momento de subir, abrió sus piernas para poder sentarse, mostrando ante mí su ropa interior que era de color negro. Ya dentro del vehículo Mari se encontraba con las piernas cruzadas, mientras que su falda se había corrido más arriba, por lo que aprovechaba cada cierto tiempo para vérselas sin que ella se diera cuenta.
Al llegar al centro comercial, solo observaba como algunos hombres se le quedaban viendo a Mari, y es que no era para más, se veía rebuenísima mi cuñada. Ya en el área de electrónica estuvimos mirando las computadoras, hasta que por fin elegimos una. Esa computadora, al pagarla al contado, traía como regalo una mochila y un par de audífonos, así que Mari estaba más que contenta.
De regreso a casa de mi cuñada, nos topamos con un tráfico debido a un accidente, por lo que Mari se quedó dormida en ese trayecto. Al mirarla ella tenía sus piernas un poco abiertas, vi que su falda se le había subido, casi llegando al triangulito de su ropa interior, mientras que el tirante izquierdo de su blusa se había descolgado de su hombro y que junto con el cinturón de seguridad que le quedaba a mitad de sus tetas hacia que su teta izquierda se viera demás, por lo que no pude evitar el comenzar a sobar mi verga. En eso estaba cuando un movimiento de Mari, que me asustó, provocó que ella resbalara del asiento provocando que su falda se arrollara más arriba, dejándome ver ahora sí su triangulito cubierto por su ropa interior. Estaba que explotaba, pero no podía hacerlo a mi antojo, manejando y sobando mi bulto.
De forma repentina Mari se despertó, ya estábamos próximos a llegar a su casa
– Perdón, me quedé dormida – se disculpó mientras se acomodaba mejor en el asiento y bajaba su falda.
-No te preocupes, ya vamos llegando.
Entramos a su casa y Mari de dos movimientos se quitó sus tenis, quedando descalza, mientras que yo dejaba la computadora y accesorios en el comedor. Ella se dirigió a su refrigerador y comenzó a beber agua, deslizándose una gota sobre su cuello, perdiéndose entre sus tetas.
– Pues bien, ya llegamos- me dijo- Ahora lo bueno, cómo vamos a quedar con los pagos.
– Tranquila Mari, eso lo podemos platicar con más calma, no me urge el dinero.
– Ya lo sé, pero quiero que ya quedemos en eso, así le platico a Sergio para que vaya consiguiendo el dinero.
– Está bien. ¿Cómo se te hace más fácil?, yo acepto cualquier forma de pago.
– ¿Cómo que cualquier forma de pagó? – refirió ella con cara de duda.
– Si, acepto pago en efectivo, transferencia, cheque, o cualquier otra forma, aunque no sea dinero- le sugerí.
Para esto, me paré y me coloqué en la parte detrás de la silla en la que Mari estaba, comenzando a acariciarle los hombros y su cabello. Ella se quedó quieta, mientras yo le decía que:
– Sabes que no necesito el dinero, no me urge. Pero puedes pagar tu deuda de otra forma.
A la vez que mis manos bajaban los tirantes de su blusa para dejarle libres sus hombros. Mari notó mis intenciones así que se levantó de la silla y comenzó a decir:
-¿Pero qué haces?, ¿acaso quieres que te pague con cuerpo?
– Pues tú lo has dicho
– Estás loco, eres mi cuñado y no pretendo pagarte de esa forma.
Mari comenzó a caminar hacia atrás, tratando de alejarse de mí, pero yo la fui siguiendo hasta acorralarla contra la pared. Ahí, la agarré de la cintura y la jalé hacia mí, quedamos los dos bien pegados, yo con la intención de que sintiera mi verga sobre ella. Mari comenzó a forcejear con mis manos, quitándolas de su cintura, pero rápidamente yo volvía a colocarlas ahí, y nuevamente la acorralé contra la pared.
– Déjame Sam. Esto no tiene por qué ser así. Yo te la voy a pagar con dinero. No con lo que tú quieres.
– ¿Estás segura de eso Mari?- volteándola contra la pared- Ambos podemos sacar provecho de esto, piénsalo por un momento, puedes decirle a Sergio lo del dinero, y cuando te lo entregue puedes quedártelo. Sabes que lo necesitas, con ese dinero puedes comprarte algo o ocuparlo para otra cosa para tu casa o Betsy, ¿cómo ves?
Mari ya no forcejeaba, ni hacía el intento por soltarse, mientras yo aproveché para pegarme a ella, restregándole mi bulto y dándole besos en el cuello. Desde esa posición podía ver sus tetas así que comencé a acariciárselos y apretárselos por encima de su blusa.
Ahora la volví a girar, quedando frente a frente. Mari tenía la cara roja pero no decía nada hasta que su boca se abrió.
-Pero y si Sergio se da cuenta o mi hermana, no podría soportarlo.
– No te preocupes, todo saldrá bien.
Acto seguido, bajé mis manos para después irlas subiendo por sus piernas, levantándole la falta, dejando a mi vista su panty negro con encajes en los bordes, la cual le llegaba a media nalga. Esto me prendió más así que comencé a besarla y acariciarla por todo el cuerpo, mis manos parecían pulpo queriendo abarcar todo. Mari respondía a mis caricias, ella se dejaba hacer todo sin decir palabra alguna.
– Espera, vamos a una habitación. – llevándome de la mano hasta el cuarto de Betsy, es el que más cerca nos quedaba.
Una vez ahí dentro, Mari se quitó su falda, quedándose con la blusa, pero con los tirantes fuera de sus brazos y su panty. Mientras que yo hacía lo mismo hasta quedarme solamente con mi bóxer. Los dos ahí parados comenzamos a acariciarnos y besarnos, ella después bajó su mano y comenzó a acariciar mi bulto por lo que yo hice lo mismo, notando que su panty estaba totalmente mojado, tanto que sus jugos se desbordaban por el interior de sus piernas, así que decidí a avanzar, la recosté sobre la cama y comencé a bajarle su panty, Mari se tapó la cara con sus manos y al momento de sentirse despojada de su prenda, hizo por taparse su vagina, por lo que le dije al oído que no se preocupara, que me dejara verla, por lo que lentamente le quité las manos de donde las tenía, quedando ante mí una exquisita vagina que arrojaba jugos en exceso, percatándome que su vulva la tenía con poco bello, bien recortado y sin pensarlo me quité mi bóxer y decidido metí mi pene en su vagina. Fue un placer irla metiendo poco a poco, aunque sin dificultad pude haberle metido de un solo golpe, pero quería que Mari la fuera sintiendo bien mientras se la metía.
Mari solo logró a dar un gemido – Mmm- para después alzar sus piernas y cruzarlas por mi espalda, dándome la señal para comenzar la faena. Así que comencé a meterla cada vez con más rapidez y fuerza, solo escuchaba el ruido característico de la penetración y los gemidos más fuertes de Mari.
– Mmm, Sam… que rico, que rico me estás cogiendo. Ah, ah, ah.
Yo estaba fuera de sí, ahora la había colocado al bordo de la cama y sus piernas las llevé a mis hombros, mis metidas eran con más fuerza, hasta que sentí cómo Mari se estremecía de un orgasmo, por lo que yo seguí dándole placer.
– Ahh, Sam… mmm, mmm, métemela, cógeme
La cambié de posición, poniéndola en cuatro, ahora podía tener a mi alcance su ano también además de que en esa posición podía ver cómo su vagina engullía por completo mi verga a la vez que con mis manos la tiraba de su cabellera. Era todo un espectáculo tenerla así, toda para mí, era un sueño hecho realidad.
Nuevamente la cambié de posición, ahora era yo el que estaba recostado sobre la cama, mientras que ella se fue metiendo poco a poco mi verga para comenzar a cabalgarme. Sus tetas, ya fuera de su blusa, brincaban al movimiento de su cabalgada, mientras aprovechaba para pellizcarle sus pezones y de vez en cuando a jugar con su clítoris.
– Sam, me estás volviendo loca. Ay, mmm, hacía tiempo que no disfrutaba coger. Mmm, uff, me gusta cómo me la metes, me encanta tu verga, más que la de mi marido, mmm, mmm, me voy a venir, ya no aguanto.
Al terminar de decirlo, sentí como mi pene era bañado por la gran venida de Mari, mientras que ella se desmayó sobre mi pecho, pero yo aún no me venía, así que seguí metiéndosela así a Mari, ella se fue despertando poco a poco.
– ¿Todavía no te vienes?
– No, quiero seguir disfrutándote- le contesté.
– Que aguante tienes cuñadito- fue así como Mari se levantó un poco y se acomodó de tal forma de quedar en cuclillas y ahora era ella quien hacía los movimientos.
– ¿Ya te quieres venir?, ¿quieres echármelos?
– Si Mari
– ¿Quieres dejarme tu lechita en mi puchita?
– Sí
– Pues échame toda tu leche, la quiero toda dentro de mí, quiero que te vengas mucho, quiero tu semen escurriendo en mi vagina, la quiero ya.
Pues sus deseos fueron órdenes para mí, así que comencé a venirme con varios torrentes de semen en el interior de su puchita, sentía cada uno de mis disparos llenar su cuevita. Mientras Mari seguía moviéndose encima de mí, exprimiendo por completo a mi verga, para después recostarse sobre mi pecho, sintiendo ambos cómo el semen salía de su vagina.
Estábamos a punto de quedarnos dormidos cuando sonó el celular de Mari, por lo que rápido se despegó de mi verga para correr a contestar la llamada. Era Betsy avisándole que ya regresaría a su casa pero que antes pasaría a comprar algunas cosas en el OXXO.
– Rápido Sam, ayúdame a cambiar la sábana de la cama, la dejamos toda mojada
Mientras que ella buscaba una sábana limpia yo me encargaba de quitar la prueba de nuestro acto previo, ambos estábamos ahí, desnudos tratando de borrar cualquier rastro. También aproveché para disfrutar del cuerpo de Mari, aún le escurría mi semen de su vagina, por lo que me acerqué y la tanteé con mi verga, ella se volteó y me dio un beso en la boca, para después comenzar a jugar con mi verga que se estaba poniendo dura.
– Noooo, Sam, espera, ya no tarda en llegar la nena y todavía me tengo que bañar, anda, mejor ponte tu ropa.
No me quedó de otra más que hacer lo que Mari decía, no quería que la nena nos sorprendiera. Una vez vestidos cada quien, nos sentamos en la sala mientras que acomodábamos el regalo de la nena. Fue así que escuchamos que iba llegando. La nena vio su sorpresa en el centro de mesa de la sala, comenzando a sonreír de felicidad, la verdad se le veía emocionada, así que abrazó a su mamá, pero Mari se encargó de decirle que también tenía que agradecerme a mí.
– Nena, a quien también tienes que agradecerle es a tu tío, el me ayudó a conseguir tu computadora.
– ¿En serio tío?… Muchas gracias – por lo que la nena me dio un fuerte abrazo, tan fuerte que pude sentir cómo sus pechos se aplastaban contra mi cuerpo, yo solo me dejé llevar por la emoción y también la abracé.
Una vez pasada el momento de felicidad, me quedé un rato más platicando con Betsy sobre la universidad y demás cosas, para después despedirme de ella, tenía que regresar a casa antes de que mi esposa volviera y no me encontrara.
Mari se encargó de acompañarme para despedirme, así que aproveché para dejarla fuera de la vista de su hija para despedirme cómo debía ser después de una sesión de sexo, así que aproveché que Mari llevaba puesto un short corto de tela delgada, para así pasar mis manos por debajo del short, metiendo mis dedos entre sus nalgas y ensartarle el dedo medio de mi mano derecha en su vagina. Ella tuvo que taparse la boca para que no la escuchara gemir su hija, pude sentir cómo empezaba a mojarse hasta que Mari me quitó la mano de su puchita, para después chuparme el dedo que antes lo tenía metido, esa acción me prendió pero tenía que retirarme, de lo contrario acabaría cogiéndomela en ese lugar.
Así, muy a nuestro pesar, nos despedimos, ya después nos pondríamos de acuerdo para el siguiente pago.