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Marta: una amiga inesperada

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Estoy llegando al local que empleamos para estudiar, estar con los colegas e intentar intimar con alguna chica, esto último él que tiene oportunidad. Voy allí después de estar en la playa con los amigos pensando en estudiar algo para los exámenes cuándo me encuentro, sentada en los sofás del amplio recibidor que hace de distribuidor de los diferentes locales, a una de las chicas que estudian secretariado en el instituto de al lado. Marta, que así se llama, está liándose un petardo después de la clase particular que reciben en el local de al lado.

—Hola Marta, ¿Qué tal? –le saludo, porque ya hemos estado hablando tras cruzarnos varias veces al entrar y salir del local. –¿Ya habéis acabado las clases por hoy? ¿Os habéis ido todos?

—Suficiente por hoy. Es un coñazo tener que empollar con este calor. –me confiesa y mientras se enciende el petardo me invita: —¿Te sientas conmigo y nos fumamos el peta?

—Vale, un ratito. Tengo intención de aprovechar la tarde de hoy a ver si avanzo con mis asignaturas.

—Un ratito dices… Siempre dices lo mismo y luego hay que echarte con agua hirviendo. –dice mientras se reía.

Me siento junto a ella tras observarla detenidamente: viste únicamente unas mallas super apretadas, y una camiseta; se la ve muy sexy sobre todo porque el pantalón le marca todo el culo, hasta la raja. Me siento muy afortunado de su invitación y de poder estar a solas con ella.

Marta nunca me ha atraído especialmente, pero en aquellos momentos, con el calor que hace y la poca ropa que ambos vestimos, me animo a estar un rato con ella a solas. Empezamos a hablar con mucha franqueza de chicos y chicas, de cuerpos y de quiénes nos gustan, con quién hemos estado, de cómo han resultado dichos encuentros amorosos. Qué hemos hecho, qué nos han hecho, qué nos gustaría hacer…

La situación se va calentando poco a poco, estamos los dos pierna contra pierna sentados en el sofá mientras nos vamos pasando el porro, cuando sus ojos oscuros me miran en un momento con un brillo, más bien inocente, que te puedes ahogar en su mirada. Yo no lo sé pero en la mente de la muchacha hay algo parecido a un plan y yo soy su objetivo.

—¿Sabes qué me gustaría que me hagan que nunca me han hecho? –me pregunta y viendo mi cara de perplejidad afirma: —Me gustaría experimentar sexo oral.

Su revelación me sobresalta y la miro extrañado por su sinceridad y su descaro. Marta me sonríe y pasándome el peta continua:

—He estado con chicos de mi edad pero con ellos siempre es lo mismo; nos magreamos un poco, me frotan por encima de la ropa y enseguida quieren que lo hagamos. Alguno un poco más avispado ha intentado hacerme un dedo pero sin mucho éxito. –me confiesa mirándome un poco avergonzada.

—¿No tienes orgasmos mientras haces el amor? –le pregunto curioso.

—Cuando estoy sola y me acaricio yo, no tengo problemas en correrme, pero cuando he estado con chicos nunca he llegado al orgasmo. –baja la cabeza; avergonzada y me hace la pregunta que lleva queriendo hacerme todo el rato: —¿Cuando estás con tu novia suelen correrse?

—No es una ciencia exacta y no soy un gigoló que tenga un método secreto para satisfacer a las mujeres, pero una cosa que siempre intento hacer es lograr el placer en mi pareja antes de lograrlo yo. De esa manera disfruto mucho más del encuentro sabiendo que mi compañera se ha quedado satisfecha. –Marta me mira atenta y espera que me explaya por lo que continúo: —Cuando estoy con alguien depende mucho de la situación y de lo que podemos hacer o no. Si estamos solos y en un ambiente tranquilo en el que podemos despojarnos de ropa sin problemas podemos hacer muchas cosas. Después de besarnos y de acariciarnos por encima de la ropa y por debajo, nos quitamos parte de la ropa y dependiendo si vamos a hacerlo o no, practicamos sexo oral los dos o solo se lo como yo a ella.

—¿Por qué depende de si lo vais a hacer o no? —me pregunta.

—Yo no suelo ser jugador de varios asaltos, aunque algunas veces se ha dado, por lo que si vamos a hacerlo prefiero comerle el chichi a mi pareja y cuando se corre pasar directamente a hacer el amor. La chica está tan excitada después de correrse que le encanta que nos pongamos a follar. De esta manera he tenido los polvos muy salvajes. Si no vamos a hacer el amor a veces se lo como yo primero y luego ella a mí, o al revés. Da igual, aunque prefiero comerlo yo primero.

—¿Nunca has hecho un 69? ¿Comerlo los dos a la vez?

—Eso a mí me parece un mito. Cuando lo he intentado uno de los dos se excitaba mucho antes que el otro y dejaba de chupárselo para disfrutar de su propio orgasmo para al terminar hacer que el compañero se corra. Nunca vamos a llegar los dos a la vez porque o estás a disfrutar o estás a hacer disfrutar al otro.

Mientras estoy hablando Marta está inclinada hacia delante con la mano metida entre sus piernas. Se está acariciando la entrepierna mirándome sonriente. Al darme cuenta dejo de hablar y me quedo contemplando cómo mi compañera se masturba.

—Me estás poniendo cómo una moto ¿Te gustaría…? –me pregunta juguetona mientras mueve su cabeza hacia la mía.

Yo me giro y me acomodo en el sofá para recibir sus labios uniéndonos en un apasionado beso. Utilizó una mano para acariciarle la espalda mientras con la otra la coloco en su ardiente rostro. Soy consciente de lo caliente que estamos ambos pero debo ir despacio porque este encuentro quiero disfrutarlo. Marta está gozando mientras me come la boca y me acaricia la espalda por dentro de mí camiseta ha separado las piernas y pasado una por encima de la mía y sigue acariciando su entrepierna por encima de la ropa.

Continuamos morreándonos con ansia y decido colocar una mano sobre la parte interior de su muslo para acariciando poco a poco ir subiendo hacia su cintura hasta alcanzar su propia mano. Me uno a ella colocando mi mano por encima de la suya acariciando entre los dos sus ingles y Marta empieza a interrumpir sus besos para lanzar gemidos cortos pero muy sexys.

Atrapada por su excitación suelta su mano y la acerca a mí propia entrepierna. Allí se encuentra que mi pene está duro haciendo fuerza contra el bañador. Ansiosa por agradarme me empieza a frotar por encima de la ropa mientras yo hago lo mismo. Al rato y cómo la excitación va en aumento deja de besarme se separa un poco de mí y me pregunta:

—En esta situación que estamos. ¿Qué es lo que quieres que hagamos?

Yo estoy a mil pero intento mantener la cabeza fría ante mi joven amiga, quiero que me desee tanto que me ruegue que le haga de todo. Algo me dice que nunca ha estado con alguien paciente y sé que le va a gustar.

—Yo, por mí, lo que quieras tú. ¿Quieres qué te lo coma? Antes casi, casi, me lo has pedido. –le respondo mientras sigo acariciándole el pantalón de lycra.

—Me has puesto a mil y sí, querría que me lo comieses, pero ¿Quieres que te la coma yo primero? Hago unas mamadas cojonudas.

Tal y cómo me lo dice me doy cuenta que hoy no vamos a follar, tendremos sexo oral mutuo y ahí acabará todo. La verdad no me importa porque algo me dice que si juego bien las cartas con esta chica voy a poder disfrutar de muchos buenos polvos.

Me levanto del sofá, cómo buenamente puedo debido a la hinchazón de mí miembro, y me dirijo a la puerta que da al exterior para cerrarla con llave y dejarlas puestas.

—De esta manera ni teniendo llaves podrá entrar nadie sin que le abramos nosotros. –le aclaro mientras vuelvo a los sofás dónde me espera Marta de pie haciéndose una coleta. —Estás guapísima.

La agarro de la cintura y nos besamos apasionadamente. Nuestros labios se acarician y nuestras lenguas se introducen en la boca de nuestro amante buscando agradar, buscando excitar. Las manos no se quedan quietas mientras las mías se han introducido por las mallas buscando sus nalgas, Marta hace lo propio con mi trasero metiendo las manos por encima de la goma del bañador. Acariciándole el trasero descubro, encantado, que mi amiga lleva tanga, aunque lo debería haber deducido porque las mallas le marcan todo el trasero y si llevara braguitas se notarían, paso una mano hacia delante y le froto la vagina por encima de la tela del tanguita. Los gemidos de Marta me indican que voy por el camino correcto y procedo a acariciar el coñito más intensamente mientras con la otra mano acerco los dedos a su oscuro agujero. Ella no se queda quieta y ansiosa me agarra el pene con una mano y lo empieza a masajear arriba y abajo con brusquedad.

—Tranquila cariño que me lo vas a romper. –le digo entre risas.

Marta se ruboriza e intenta apartarse de mí pero la tengo bien agarrada, por lo que, con un hilillo de voz me dice:

—Perdóname pero estoy cachondísima, nunca había estado así.

—Relájate, cariño, y disfruta. –le digo. —No tienes porqué hacerme nada, agárrame el trasero y disfruta. –termino de susurrarle al oído y me dedico a seguir buscando darle placer con mis dedos.

Continúo besando a Marta pero está, cada vez, más dispersa en su placer interno. Lo mismo me besa con pasión que me muerde el hombro o echa la cabeza hacia atrás aspirando grandes bocanadas de aire. Para entonces ya he introducido dos dedos en su coñito y los estoy metiendo y sacando sin parar y con la otra mano le acaricio el ano amenazando con introducir la puntita del dedo.

—¿Qué me haces ahí atrás? Eso no lo he probado nunca, pero me da gustirrinín.

Animado por su confesión empiezo a meter la punta del dedo en su ano mientras, ya sin control y un poco salvajemente, me la estoy follando con los dedos. Marta se estremece y siento como su orgasmo se acerca, así me lo hace saber abrazándose con fuerza:

—Sigue, cabrón, ¡Qué bien lo haces! Sigue, sigue. ¡Me viene! ¡Me vieeene!

Aprieto los dedos de ambas manos, le chupo el cuello y eso es mortal para Marta que arqueando la espalda coloca ambas manos sobre las mías y apretándolas con fuerza se corre con mis dedos dentro de sus dos agujeros.

Todavía de pie los dos y agarrada por mis brazos, Marta va recuperando la respiración poco a poco. Me besa y yo le acompaño en esta muestra de ternura abrazándonos sin decirnos nada.

—Joder, niño, vaya orgasmo me has regalado. ¿No habíamos quedado que te la chupaba yo primero? –me dice divertida. —Sigues teniendo eso como un roble.

Miró mi erecto miembro y reconozco que estoy cachondísimo, deseando satisfacerlo aunque sea con una mamada.

—Habíamos quedado que la chupas de puta madre ¿No? –digo mientras me dirijo a los sofás sin soltar sus manos. —Igual me apetece comprobarlo.

Me siento en el sofá; Marta, divertida, coje un cojín, lo pone en el suelo entre mis piernas y se arrodilla ante mí. El bulto que presenta mi bañador es espectacular, pero mi amiga desea ver mi pene libre de ropa por lo que rápidamente me despoja del bañador y mi estaca se muestra preparada para ser devorada.

Primero se dedica a admirar mi miembro mientras le dice: “qué lindo eres” o “qué bien nos lo vamos a pasar tú y yo”, después me escupe a la punta y esparce su saliva por todo el tronco.

Yo echo la cabeza para atrás y cierro los ojos para concentrarme en sus caricias.

Una vez tiene el miembro húmedo con su saliva lo frota con las dos manos alternativamente y de vez en cuando le da besitos en la punta del glande. Yo, que ya estoy muy caliente de todo el magreo que hemos tenido, me siento transportado al Nirvana. Me han comido la polla varias veces, es una práctica habitual cuándo te enrollas con una chica y ésta no quiere hacer el amor, te la chupa; si la situación te lo permite le comes el coño y si no se puede le haces un dedo hasta que se corre y punto. Para salir del paso. Marta, en cambio, es cierto que hace unas mamadas de campeonato. Todavía no se la ha metido en la boca y siento que estoy a punto de correrme.

Por suerte para mí, Marta empieza a aumentar la intensidad de los besos en la punta. Se mete la puntita en la boca, la frota con la lengua y se la saca. Frota con la mano un par de veces y vuelve a meterse sólo la puntita para repetir el proceso. Me está volviendo loco la parsimonia con la que me está tratando.

—¿Te está gustando? o ¿Quieres que vaya más rápido? –me pregunta complaciente.

Desde arriba la miro sonriente, joven, bella y deseosa de satisfacerme; con mi pene en una mano y mis huevos en la otra espera que le diga mis deseos.

—Lo estás haciendo de puta madre. Nunca me la habían chupado así de bien. Sigue, sigue que ya te avisaré.

Mirándome con cariño vuelve a su tarea pero está vez se mete la polla más profundamente. Traga, acaricia la punta con la lengua, la saca, coge aire y vuelve a tragar.

Yo siento que mi orgasmo se acerca y cogiéndola de la cabeza le obligo a comérsela entera. Una vez dentro empieza a follarme con la boca cada vez más rápido.

Yo siento que me acerco al fin.

Marta que siente que estoy cerca acelera más y más sus chupadas.

Ya estoy a punto, siento subir mi esperma y se lo hago saber a mi amiga.

—¡Marta, me vengo, me vengo! ¡Quita, quita! ¡Qué me corro! –le chillo mientras intento que suelte mi polla.

Marta, para mí sorpresa, la traga hasta el fondo y me la frota con la lengua. No puedo más y me corro en su boca. Una, dos, tres y un montón de veces. Mi compañera va chupando mientras descargo y se lo va tragando todo.

Cuando termino la miró desde arriba y sonriéndome abre la boca enseñándome parte de lo que no se ha tragado. Se lo traga y se acerca para que nos besemos.

—Joder, niño, cuesta que te corras ¿Eh? Normalmente me duráis bastante menos y no es tan cansado.

—¿Estás bien? –le pregunto preocupado por ella, cuándo me sonríe le reconozco: —Es cierto que haces unas mamadas de puta madre. En mi vida me habían dejado tan seco.

—¡Y qué lo digas! Has echado mogollón, casi me atraganto.

Estamos un rato tumbados en el sofá besándonos y toqueteándonos hasta que, compungida, me reconoce que se tiene que ir a casa. Nos arreglamos la ropa y la acompaño al autobús. Cuando miro cómo se marcha vuelvo al local a estudiar y pienso en Marta y en lo bien que nos lo vamos a pasar.

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