¿Hasta dónde llegar para complacer a un esposo?
¿Así es en todos los matrimonios?
Mi esposo y yo tenemos ya algunos años de casados; no todo ha sido color de rosa pero nuestro matrimonio es estable; sin embargo, a últimas fechas, nuestra vida íntima se comenzó a enfriar. Estábamos juntos una vez por semana y yo creía que era suficiente. Nunca he sido muy entusiasta o participativa; con una educación férrea y muchas fantasmas en la cabeza, me he dedicado a complacerlo; he tenido orgasmos, pero, prefiero verlo a él satisfecho.
Él me ha propuesto algunas cosas, para hacer la relación más excitante.
Cierta ocasión, fuimos al cine y me pidió no sentáramos el la parte de atrás. En la sala había poca gente; terminaron los avances y la película inició. Apenas unos minutos después de iniciada la cinta, mi marido volteo para todos lados y se dio cuenta que estábamos solos en la fila; se desabrochó el pantalón y sacó su falo erecto.
– Ven chúpame un poco.- me dijo mientras me tomaba de la cabeza y me empujaba a su miembro.
– Esto lo podemos hacer en la casa.- le contesté tratando de no hacerlo.
– Pero quiero que lo hagas aquí.- me dijo mientras me enterraba su verga en la boca.
No somos las grandes guapuras; estamos a mitad de los treintas; él ya presenta una panza por la falta de ejercicio y mis caderas empiezan a crecer.
Ya no veía la película; se concentraba en cogerme la boca; sentía su glande golpear mi garganta, provocándome arcadas; no duró mucho y al eyacular, no me dejó moverme; tenía yo toda la verga clavada en la garganta. Sentía como su líquido caliente me entraba directamente, sin poder escupir. Cuando terminó, me soltó; se relajó. Pasó un rato y me pidió volver a hacerlo. Esta vez fue más tranquilo; tardó más; pero el flujo fue menor. Tomé un pañuelo y me limpié los restos de mi boca.
Un día, llegó a casa y me comentó que le había visto unos videos en su trabajo; que si yo estaría dispuesta a tener sexo anal. Le contesté que nunca lo había pensado; que yo creía que lo que hacíamos le era satisfactorio. Me dijo que le gustaba estar conmigo; que quería que fuera toda suya.
Le dije que lo pensaría; que no estaba segura.
Una noche, él llegó tarde de una cena de negocios. Traía unas copas encima y quería coger; no me gustaba estar con él cuando estaba tomado porque era muy brusco y solo buscaba su placer. Accedí para que se cansara y se durmiera; otras ocasiones, ni siquiera podía penetrarme de lo alcoholizado que estaba.
Me desnudó por completo y me comenzó a acariciar; caricias toscas que no me estimulaban. Me chupó los senos, mientras me acariciaba los labios vaginales; me humedecí un poco y me chupó la vagina. Me hizo tener un orgasmo; sentí delicioso. Me relajó y me puso en cuatro; se enterró en mi y empezó a bombear. Estiró su mano y tomó un frasco de crema del buró; sentí sus dedos masajeando la entrada de mi culo.
– Voy a tomar lo que te había pedido. Hoy te quiero estrenar esta entrada.- me dijo mientras me acariciaba.
Sentí como uno de sus dedos me invadía por detrás; lo metía y lo sacaba; haciendo círculos y tratando de dilatarme; unos minutos después, metió 2 dedos haciendo la misma operación. Al principio, la entrada costaba trabajo, pero lo iba ensanchando. Sacó los 2 dedos y metió sólo uno; ya entró sin dificultad. Ahora metió 3 dedos y continuó ensanchando; después de un rato, los sacó y solo metió 2; entraron sin dificultad.
– Ahora, viene lo bueno.- me dijo mientras se salía de mi vagina y puso la cabeza de su verga en mi agujero sin estrenar.
Mi culo estaba dilatado pero no para aceptar esa masa de carne caliente. Él empezó a empujar su falo que estaba duro como una roca debido a la excitación. Le unto la cabeza con más crema, con sus manos abrió mis nalgas para ayudar a la entrada y volvió a empujar.
Ya no estaba excitada; tenía miedo. En un momento, mi culo cedió; pude sentir la cabeza invadiéndome; el suspiro extasiado.
– Te acabo de romper… estas muy apretada… que rico se siente.- me decía mientras seguía empujando.
No grite porque estaba mordiendo la almohada; pero sentía que me partía en 2. El tronco de la verga se abría paso adentro de mi. Yo respiraba rápidamente y jadeaba para tolerar la intrusión. La base del pene era más ancha y sentía que mi culo no podía abrirse más. Cuando su pubis chocó con mis nalgas, sentí un poco de alivio; él se quedó quieto; podía yo escuchar sus gemidos de placer; disfrutaba estar ahí por primera vez.
Entonces se empezó a mover en círculos; me estaba haciendo mi culo aún más grande.
– Por favor, no hagas eso… ya no puede hacerse más grande… me está doliendo.- le decía mientras pujaba para sacarlo.
– No te preocupes; te estoy preparando… así cuando ponga mi verga en esta entrada, solita se va a abrir al tamaño que quiero.- me contestó sin dejar de moverse.
Yo seguía pujando para expulsarlo; era un acto reflejo de mi cuerpo, no me podía detener.
– Sigue pujando… se siente como si me mamaras pero sin los dientes…- gozaba mi marido.
Cuando sintió que ya estaba yo muy abierta, se salió por completo; vio mi culo totalmente abierto, yo sentía que no podría regresar como antes.
– Vamos a terminar de inaugurar este agujero que va a ser sólo mío.- me decía mientras se untaba más crema en la verga.
Se metió en mi de un sólo golpe y me empezó a bombear; aún con la crema yo lo sentía enorme y el no tardó mucho. La verga se hinchó aún más y el bombeaba más rápido. Al eyacular, me enterró su falo todo lo que pudo. Creía yo que podía sentir sus palpitaciones en mi estómago.
Cuando se salió de mi, su verga aún seguía dura y un poco de semen manaba de la punta.
Estaba yo exhausta, adolorida y sentía que mi culo se iba a quedar así, abierto. Al levantarme, semen, sangre y mierda salió de mi.
Él sólo se levantó y se fue a limpiar al baño.
Al regresar, seguía con ganas de volver a eyacular.
Abrió mis piernas y me penetró. Yo esperé hasta que se vino dentro de mi. Se volteó y comenzó a roncar.
A partir de ahí; me provoca un orgasmo con su boca y después me utiliza a su antojo.