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Me abriré de piernas para ti, el tiempo que haga falta
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Nada más llegar a casa dejaba el paraguas, el abrigo y me quitaba los zapatos de tacón que me estaban matando, al pasar junto al salón le vi en bóxer a oscuras frente a la ventana viendo llover, era un día gris y no había parado de llover en todo el día, un día de esos que te invita a quedarte en casa y no salir, un día de esos en que eres presa fácil para la melancolía llegando a atraparte fácilmente y mi hermano desgraciadamente estaba en ese estado, hacía seis meses me había ido a vivir con él debido a que lo estaba pasando muy mal y necesitaba de toda nuestra ayuda.

Entré en el salón dejando mi bolso colgado en una de las sillas de la mesa donde antaño se vivían escenas de risas, confidencias y amor, me acerqué a él por detrás abrazándole en silencio, pasando mi brazo derecho por encima de sus hombros y el izquierdo rodeándole la cintura, acariciando su torso a la vez que le besaba su espalda y apoyaba mi cabeza en él, mi hermano era un hombre alto, fuerte, siempre fue risueño y con muchas ganas de vivir, se dedicaba a lo que más le gustaba en el mundo que era ayudar a los demás, siempre decía que él no podría haber sido otra cosa más que médico.

Me sentía muy a gusto abrazándole, me sentía extrañamente atraída por él esa tarde de lluvia, sus músculos, su piel suave y sedosa, su olor y un exceso de cariño hacia que mis manos recorriesen su torso continuamente con mis labios besándole su espalda una y otra vez y sin darme cuenta un impulso me llegara a meter mi mano izquierda bajo su bóxer buscando su pene y arrancándole un pequeño jadeo, mis manos le había agarrado su pene y lo hacía subir y bajar, sus dimensiones iban creciendo por momentos, su glande rosado ya salía por encima de su bóxer y mi mano derecha no paraba de acariciarle unos pectorales fuertes y duros.

Miraba a la ventana y el reflejo de nuestros cuerpos me excitaba aún más, en ese momento no veía a mi hermano sino a un hombre con su pene en mi boca y a mi arrodillada en el suelo acercando y alejando mi cabeza de él, con su glande sin salir de mi interior, salivando su tronco fálico con mis manos resbalando por él y haciéndole desaparecer una y otra vez en mi boca, muy profundo, llegando hasta mi garganta, sin poder respirar, sin poder tragar más hasta que la sacaba.

Notaba la humedad en mis bragas, los jadeos y gemidos en él, una escena en mi muy habitual cuando estaba con un hombre pero no con mi hermano, una escena de sexo muy diferente a las que había tenido en mi vida y no me di cuenta de lo que hacía hasta que me levantó y cogiéndome en brazos, con sus manos sobre mis nalgas, rodeándole con mis manos su cuello y mis piernas abrazándole por la cintura me iba llevando hasta el sofá, despacio, besándonos y dando rienda suelta a nuestras leguas que uniéndose bailaban dentro y fuera de nosotros.

Ninguno de los dos había dicho palabra alguna cuando ya mi hermano me había tumbado en el sofá, besándome continuamente el cuello, acariciando y agarrando mis pechos por encima de mi vestido, mi respiración se había disparado así como mi deseo, sentía mi cuerpo temblar con cada beso y con cada caricia, sus labios bajaban por mi vestido de rodillas en el sofá mirándome fijamente, viendo mi aprobación en mis ojos cuando sus manos se metían por debajo de mi vestido cogiendo la goma de mis bragas y de mis leotardos empezando a tirar de ellos hacia abajo, ayudándole levantando mi pelvis para que los pudiera sacar con más facilidad, bajando por mis muslos sin parar de mirarme, sin parar de clavarme sus ojos azules y flexionando mis rodillas casi tocándome con mis muslos los senos me quitaba por fin aquellas prendas que en su centro estaban empapadas y olían a mí.

Al bajar nuevamente mis piernas, su cabeza se quedó entre ellas y con sus besos empezó a buscar la rosa carnosa que ocultaban mis bragas, un sexo rasurado con un monte de Venus sin bello alguno y unos labios apetecibles a la vista que en su principio sobresalía ya un clítoris excitado y al final una entrada a los vicios más oscuros con gotas de flujo saliendo por ella, poco a poco su lengua pasaba de arriba abajo y muy despacio con su boca iba bebiendo de mi néctar con mis labios abiertos pasaba la punta de su lengua entre ellos y sintiendo el placer de sus dedos acariciar mi clítoris aumentando más si cabe su tamaño, mi hermano empezaba arrancar de mí los primeros jadeos, arrancando de mí el deseo de tenerle dentro de mí, un deseo que nunca hubiera imaginado.

Mi hermano se incorporó y cogiendo su pene, empezó a pasarlo de arriba abajo entre mis labios vaginales, impregnándose de los flujos en los que estaban envueltos, sentía su glande tocando mi vagina, entrando muy despacio y en esos momentos en que tan solo tenía unos centímetros dentro de mí, cuando se retiraba y entraba nuevamente en mi vagina con medio pene dentro de mí, en ese momento con todas nuestras hormonas disparadas, jadeando y gimiendo por el placer de tenerlo dentro, me vino un momento de lucidez, que había pasa, donde estaba, que estaba haciendo, las primeras frases aparte de mis gemidos y jadeos salieron de mí pidiéndole que me dejara y levantándome deprisa corrí hasta la cocina.

Que estaba haciendo, mi mejor amiga, mi cuñada, la mujer de mi hermano no hacia ni seis meses que había fallecido tal día como hoy, un día lluvioso, gris y triste como hoy y ahora yo estaba en su casa a punto de acostarme con el hombre que ella siempre quiso y que era además mi hermano, estaba tan confundida, tan avergonzada y a la vez tan excitada que estaba hecha un lío, mis manos estaban mojadas apoyadas en la encimera mirando llover por la ventana, con la cara mojada después de haberme echado agua para refrescarme, aunque no fuera la parte de mi cuerpo que necesitaba refrescar.

La imagen de mi hermano apareció reflejada en el cristal, veía como me abrazaba y me besaba, sus besos en mi cuello, quitándome la melena y ladeando mi cuello para besarme mejor, nuevamente ni una palabra, nuevamente sus besos hacían que circularan por mi cuerpo escalofríos, un torrente de deseos que no podía detener, quería resistirme a mis deseos, quería irme, pero mientras que batallaban en mi cabeza sentimientos encontrados, mi hermano iba avanzando como un ejército decidido a todo, sin otra idea que vencer mi resistencia, sin otra idea que hacerme suya.

Ya era tarde para la razón, levantándome el vestido y subiéndome la pierna encima de la encimera mi hermano había ganado el terreno que antes perdió y su pene avanzaba por el interior de vagina como un misil surcando los aires, no podía o no quería hacer nada, la imagen del cristal me reflejaba con la boca abierta inspirando aire cada vez que me penetraba, jadeaba y gemía una y otra vez sintiendo su pene rozar cada centímetro de mi vagina, metiéndose en mi cuerpo sin oposición y arrancando de mí cualquier oposición que antes pudiera tener, mi pensamiento solo estaba ya en él, en que me hiciera suya, en que me follara una y otra vez, sentir su pene envuelto en mis flujos haciéndole una agradable travesía por mi interior.

Ya no me bastaba con ser follada por él, quería sentirle, quería besarle, acariciar su cuerpo, que él disfrutara de mi cuerpo desnudo así mientras que él seguía moviendo sus caderas hacia dentro y hacia atrás yo agarraba mi vestido y subiéndomelo me quitaba por la cabeza y desabrochaba mi sujetador para quedarme completamente desnuda, ahora si sus manos acariciaban mis senos sintiendo mi piel, ahora mis pezones se deslizaban entre sus dedos, apretándome los pechos cuando su pene me penetraba tan dentro que sentía sus testículos golpearme.

Mi hermano sacó su pene y dándome la vuelta me subió encima de la encimera, empezó a besar mis senos, a metérselos en su boca y succionar mis pezones, ya no podía más necesitaba que mi hermano siguiera fallándome, necesitaba sentir su pene dentro de mí, haciéndome gozar con sus movimientos, quería que explotara en mi interior y que derramara su semen por toda mi vagina, quería tenerle no solo un momento, sino por toda la noche, le pedía que me follara, le pedía que me la metiera hasta el fondo y que no se apartara, estaba como una gata en celo, moviéndome y esperando ese momento en sentirme parte de él.

Con su mano primero me subió una pierna colocándola encima de sus hombros, luego la otra, tenía mi cuerpo en forma de uve cuando empezó a jugar con su glande entre mis labios, metiéndomela y sacándola una y otra vez, mi vagina tremendamente mojada lo recibía con gusto y se abría para él y cerrándose cuando salía, su pene impregnado de mi néctar, mojándome el clítoris, golpeándolo volviéndome realmente loca, no quería juegos, no quería más juegos, quería que me la metiera de una vez, quería que me follara con dureza, quería sentirla cuanto más adentro mejor, quería gritar de placer, que mis gritos volaran por toda la cocina, atravesara las paredes de casa y que se enterara todo el mundo que me estaba follando mi hermano y que me estaba volviendo loca con su polla.

Por fin empecé a sentirla dentro, por fin ya no salía, solo lo justo, apretaba mi vagina presionándola para hacerle sentir como él a mí, su pene se deslizaba haciéndome gritar en todo momento, mis manos sobre su nuca, apretándole con las manos con cada empujón, no podía esperar más, sentía como mi cuerpo ardía, mordiéndome los labios con fuerza, queriendo aplazar el momento para correrme con él y entonces lo sentí, sentí que no hacía falta esperar más, mi hermano con movimientos rápidos, duros y profundos me la metía gritando también, relajando mis ganas los dos explotamos en un orgasmo increíble, notaba como lanzaba su semen con tanta violencia contra mis paredes vaginales que me hacía gozar aún más, mi flujo contrarrestaba su semen inundándome toda la vagina, saliendo por mi abertura mojándome las nalgas.

Después de un buen rato follándome, había explotado, por fin hizo que mis pernas temblaran de placer y aun así quería más, este no era más que el inicio de la noche, le pedí que me llevara arriba, a la cama, le pedí que no me soltara y que me besara y sin sacar su pene de mi vagina, subimos las escaleras, riendo, besándonos, la sentía moverse dentro de mí, ni un centímetro había bajado, su pene seguía igual de grande y duro, pasamos en umbral de la puerta y me tumbo en la cama, poniéndose de rodilla y elevando mi pelvis, con parte de mi espalda sobre sus muslos y la otra sobre la cama, mis piernas a ambos lados de su cuerpo flexionando las rodillas empezaba a follarme otra vez.

Sus manos sobre mis caderas subiéndome hacia él, bajando mi cuerpo y volviéndomelo a subir, penetrando con su pene mi vagina y ya sin pudor ninguno nos gritábamos de placer, nos mirábamos a unos ojos sedientos de sexo, mis manos apretaban mis senos, mis dedos mis pezones, pequeños movimientos y mi cuerpo bailaba por encima de sus muslos con mi cabeza moviéndose de un lado a otro, los dos sudorosos a pesar del frío exterior gozando de nuestros cuerpos, amándonos como nunca antes pensamos ninguno de los dos, era increíble como sentía su pene entrar y salir de mi cuerpo apretándolo contra mis músculos vaginales sin dejarle marchar, sin dejarle salir ni a respirar.

Una vez más los dos nos corrimos con un orgasmo delicioso, una vez más nuestros sexos no solo se rozaban sino que se bebían y nos arrancaban los gritos de nuestro interior, regalándolos la música del placer, mi vagina inundada de flujos masculinos y femeninos, saliendo al exterior y mojando las sabanas donde más tarde dormiríamos envueltos en nuestro deseo, en nuestro amor.

Nunca pensé ni soñé follar con mi hermano, pero había resultado ser uno de los placeres que la vida me tenía reservada, su ternura al metérmela, la calidez de sus besos dirigidos donde sabía que me gustaba, sus dedos recorriendo mi cuerpo dibujándome cada curva, si estaba soñando no me quería despertar, si estaba despierta no me quería dormir, ético… a quien le importa la ética cuando ves lo que pasa por el mundo, cuando ves tanta odio y destrucción, nosotros solamente estábamos amándonos, dándonos un placer increíblemente maravilloso.

Una vez más, después de descansar unos minutos, mi hermano volvía a la carga y empezaba a meterme como siempre despacio, muy despacio su glande, para que los dos disfrutáramos al máximo, con dulzura me iba penetrando mirándonos los dos como nuestro rostro, nuestros gestos iban cambiando por el placer que nos infringíamos, cerraba los ojos, mordía mis labios cada vez que la notaba entrar en mi vagina, mi hermano encima de mí con sus caderas moviéndose hacia delante y hacia atrás volvía hacerme sentir la mujer más afortunada del mundo.

La noche duro lo que duraron nuestras fuerzas y a pesar de eso, tenía la sensación de haber estado toda la noche despierta follando con mi hermano, sobre todo cuanto el sol salió demasiado pronto, despertándome con sus rayos sobre mi cara, seguía desnuda y rebozada en sexo, en ese momento entraba mi hermano con una taza de café para mí con una sonrisa que no había visto desde hacía meses, los dos hablamos un poco de lo que paso anoche, de la mañana tan hermosa que había amanecido y demás temas que aunque superfluos, era un gran avance para él, le veía feliz, algo había cambiado en él, no estaba tan abatido ni tan triste, en ese momento lo vi claro, en ese momento decidí que mientras que mi hermano siguiera mejorando yo me abriera de piernas para él todo el tiempo que fuera necesario.

Y la terapia iba a empezar nuevamente en el momento que soltara la taza de café.

—Mmmm, ¡¡aahhh!!! si, así, así… Métemela así…

El café se había terminado.

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