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Me como con una amiga y mi esposo se une (parte 2)

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Keev comenzó a quitarse la ropa; la camisa blanca y los pantalones oscuros. Se quitó los zapatos, las calcetas y finalmente se bajó el bóxer que le quedaba deliciosamente provocativo; totalmente pegado a su cuerpo y marcando esa sorprendente erección que rosaba su vientre. Su verga estaba parada, enorme, gruesa y no tenía ni un solo vello púbico, tan rica como a mí me gustaba. Se pasó la mano un par de segundos sobre ella, masturbándose un rato mientras nos mostraba su punta carnosa y nos hacía desearlo. Después subió a la cama con nosotras.

Becky y yo lo recibimos con un rico beso de tres, nos metimos la lengua y nos saboreamos hasta que nuestros cuerpos volvieron a entrar en calor. Después, yo comencé a besarle el cuello a él mientras mi amiga y él se besaban y se chupaban los labios. Keev me tenía presa de la cintura, bien agarrada a él mientras lo veía devorarse la boca con Becky. La imagen era simplemente excitante y me antojaba un tremendo orgasmo que seguro me dejaría temblando durante varios minutos.

El beso terminó con un rico mordisco, Becky gimió y Keev se apartó de ella llevándose su labio enganchado entre sus dientes hasta que lo soltó.

—¿Tú también quieres uno, zorrita? —me miró.

Respondí de inmediato, me preparé y cerré los ojos, esperando sentir sus ricos dientes en mi boca, pero en lugar de eso, Keev se dirigió a mi cuello, lo chupó y entonces me pegó el mordisco.

No pude aguantarme las ganas de gritar. Esto era la puta ostia y no deseaba que me soltara, pero finalmente lo hizo. Aquello no me dejó marca de dientes, simplemente un manchurrón rojito que se comenzó a quitar con el paso de los minutos.

Nos tomó a las dos por la cintura y nos dio un par de azotes primero en las nalgas y después en las tetas para calentarnos. Al darse cuenta de lo mojadas y excitadas que estábamos, nos dio la orden de ponernos en cuatro. A lo cual por supuesto obedecimos como dos putitas.

Apoyamos nuestras mejillas sobre las sábanas de la cama y levantamos nuestros culitos para que él pudiera tener total visibilidad de nuestras conchitas. Después sentimos cómo los dedos de Keev entraban en nuestras cuevas, una mano para cada una, y movía sus dedos dentro de nosotras. Qué rico era estar así, las dos a merced de lo que él quisiera hacernos.

—Qué deliciosos mejillones tienen, perritas. Son unas putas muy cachondas.

De inmediato sus dedos fueron sustituidos por sus labios y su lengua. Primero chupaba a una y después a la otra. Nuestros coñitos estaban tan mojados que sus jugos comenzaron a deslizarse entre nuestras piernas. Keev duró un par de minutos así, comiéndose a una y después comiéndose a la otra, para terminar dándonos un par de azotes en ambas nalgas y finalmente cambiamos de postura.

Esta vez era el turno de él para tenderse sobre la cama, Becky lo montó y se ensartó su verga gruesa en el cocho. Así mismo, yo me monté sobre su cara y dejé que su lengua entrase en mi bizcochito y me chupara.

No pude reprimir las ganas de gemir.

—Aaah… qué rico papi… qué rico…

Becky y yo nos veíamos de frente, comenzamos a besarnos y a chuparnos los pezones entre gemidos de placer y algunos grititos.

La temperatura estaba aumentando, Keev me chupaba la ostra con unas ganas que seguido me hacían despegarme de la boca de Becky y gemir de placer. Sentía cómo mi coñito chorreaba con cada chupada y penetración de su lengua. Becky lo cabalgó con fuerza, le dio varios sentones y apretó las piernas para que los labios de su vagina pudieran chuparle el pene.

Volvimos a cambiar de postura, Becky se recostó en la suave cabecera de nuestra cama y abrió sus piernas para que yo pudiera practicarle sexo oral en su pepita mientras Keev me penetraba la concha desde atrás.

El cabrón no se contuvo, me agarró de las caderas y aporreó mi culito contra su cuerpo mientras sentía sus testículos chocar contra mí. Después, un hilo de su saliva escurrió sobre mi anito y lo dejó totalmente empapado, permitiendo que uno de sus dedos entrase y saliera, una y otra vez haciéndome ver estrellas y poner mis ojitos en blanco.

—Sarah —lo escuché decir—, te la voy a meter en el hoyito, ¿está bien?

Asentí como pude, pues aún seguía teniendo el bollo de Becky en la boca.

Keev soltó varias maldiciones y gruñidos roncos mientras se iba metiendo dentro de mí, toda hasta que las lágrimas salieron de mis ojos y mis lengüetazos se detuvieron. Adoraba estar tan caliente y cachonda. Finalmente fui yo misma quién se comenzó a mover contra su verga dura. La mitad de ella quedaba fuera de mi anito, dura y todavía envuelta por mi jugo.

—Métela más adentro —tiré de mis dos nalgas y las abrí permitiendo que entrase toda hasta el fondo. Ni siquiera me di cuenta que Becky comenzaba a frotar su coño contra mi cabeza y me llenaba el cabello de su flujo.

Esta postura pareció darle una buena idea a Becky, pues luego de varios minutos así, nos pidió reincorporarnos y después de que Keev volviera a tenderse en la cama, me montó de espaldas hacia él y volvió a embutirme su largo pene en mi culito. Lo sacó y metió mientras yo apoyaba las palmas de mis manos sobre la cama. A su vez, Becky se levantó y fue directo al cajón del armario en donde sabía bien que guardábamos nuestros juguetes sexuales. Cogió un dildo de doble penetración y se lo colocó a si misma; una punta en su coñito y la otra en la ventosa de su ano. Regresó a la cama y comenzó a chuparme la conchita mientras el pene de mi esposo no paraba de salir y entrar, aporreándome el culo y haciéndome ver estrellas.

Los lengüetazos de Becky fueron intercalados, uno en mi mejillón, el otro sobre mi esfínter y el tercero en el esfínter de mi esposo. Keev estiró sus manos, tomó mis tobillos y abrió todavía más mis piernas. No había duda de que estábamos llegando al orgasmo. Becky fue la primera en alcanzarlo, el dildo doble que se había puesto la hizo estremecerse y chorreó un rico squirt que mojó las sábanas. La segunda en correrse fui yo. Me corrí en la boca de mi amiga mientras ella se bebía mi jugo.

Keev nos detuvo, nos hizo bajar de la cama y nos arrodilló frente a él. Le chupamos la polla y nos turnamos para mamarle las bolas hasta que no pudo más y comenzó a estremecerse.

—¿Quieren lechita caliente? —nos preguntó.

Becky y yo nos hicimos hacia atrás, levantamos nuestras tetas y esperamos a que el chorro caliente nos llenara la cara y escurriera hasta nuestras ubres. No había duda, ambas éramos dos hembras en celo a la espera de que nos llenaran la boca de lechita.

La leche de Keev nos cayó sobre la cara, la lengua y después con su misma verga nos untó el semen restante en los senos. Cuando nos pusimos de pie, estábamos cubiertas de semen, sudor y agotamiento.

Nos metimos a bañar como siempre lo hacíamos, terminamos y ahora sí pudimos degustar esa rica copa de vino mientras hablamos cosas triviales de nuestros empleos o de nuestra propia vida.

Hola, espero que les haya gustado este pequeño relato. Dejen sus comentarios para saber cuánto les gustó, los leo. Besos ricos.

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