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Melissa (Capítulo 1): Un culo con mucho calor

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A Melissa la conocí bajo circunstancias muy especiales.  Ella iba a cuidar a su padre al hospital en el que yo laboraba, él tuvo un accidente por el cual requirió atención por parte de Ortopedia, y de forma secundaria me tocó atenderlo por sus múltiples patologías. Melissa y yo sólo compartíamos en común la atención que le dábamos a su padre, nada más.

La rutina diaria era pasar visita, ver que todo estuviera bien con el señor, hacer los ajustes necesarios y dar los informes a la hija, que siempre estaba a la hora exacta.

Sin embargo, todos los días me preguntaba lo mismo: "Vendrá del gimnasio o qué?", esto porque siempre la encontraba vestida con un top cubriéndole los pocos pechos que tenía, el resto del tronco descubierto mostrando mucha piel, pantalón de lycra y tenis deportivos.

Fuera de eso todo normal, daba informes y ya, a seguir trabajando, aunque debo decir que era la mejor parte del día, digo, quién no quisiera ver a una mujer así todos los días, así que me esforzaba por ofrecer la mejor atención de forma minuciosa y dar los informes lo más detallados posible con el fin de poder observar ese cuerpo el mayor tiempo posible.

Pese a que los encuentros eran breves, Melissa y yo entablamos cierta amistad, en un par de ocasiones incluso hablamos de nuestras vidas personales y reíamos brevemente de algunas bromas subidas de tono entre ambos, tipo:

-Hace mucho calor aquí, verdad? -dije en una ocasión al verla con un leve sudor perlado en la frente y en sus pechos.

-Y que lo diga jajaja y eso que yo sólo traigo puesto lo que ve, no me imagino usted que trae toda la vestimenta formal -dijo mirándome de pies a cabeza y mordiéndose el labio inferior.

"Acaso sentí una leve insinuación? Que rayos, a ver qué sucede? Acaba de admitir que no trae nada más debajo?"

-Sí, es horrible con este clima, imagino que usted lo ha de estar pasando terrible también -dije por empatía, aunque lo dudaba con tan poca ropa encima.

-Sí, la verdad es difícil -respondió mientras abanicaba su top sin importarle que se le pudieran ver los pechos.

Ver sus pezones erectándose debajo del top provocó que mi pene también despertara, lamentablemente ese día hubo una emergencia que me hizo salir corriendo de ahí, pero mi mente daba vueltas con esa conversación.

Al día siguiente seguí la rutina, por la carga de trabajo terminé pasando tarde la visita, pero ahora sé qué fue lo mejor que me pudo pasar. Después de dar los informes a Melissa, nuevamente hubo espacio para la charla casual.

-Una disculpa por la tardanza, el día ha estado de locos en la clínica y me he atrasado bastante -me excusé.

-Descuide, sé que tiene mucho trabajo aquí, temía que no viniera, pero me alegra que sí -esta vez su mirada fue directo a mi entrepierna.

-Sí, bueno, no faltaría por nada -sonreí mientras recorría su cuerpo con la mirada.

Y es aquí donde debo describir a Melissa.

Una mujer de piel blanca, cabello lacio amarrado en coleta, menudita de 1.60 de estatura máximo, complexión delgada y atlética, con pechos pequeños casi inexistentes, abdomen delgado y formado, cintura de avispa, y lo que más resaltaba en ella era un trasero increíble, grande y redondo, firme, muy carnoso, cuyo pants deportivo dejaba poco a la imaginación, al contrario el pantalón se le metía en la hendidura entre sus nalgas dejando ver dos glúteos bien formados, y el cual además resaltaba su panocha y unos labios vaginales carnosos, incluso creo haber visto alguna mancha de humedad en su entrepierna.

-Qué gusto -mencionó mientras trataba de alejar el calor, abanicando enérgicamente su top nuevamente, esta vez incluso dejando ver parte de sus pezones.

-Gracias, veo que sigue peleándose con el calor -dije mirando fijamente sus pechos.

-Sí! Soy sólo yo o así es todo el hospital?

-Pues la mayoría del hospital es así, aunque sino es muy atrevido decirlo, creo que también podría ser usted.

-Jaja qué atrevido, pero no entiendo, cómo es que usted llega tan fresco, debería estar bañado en sudor con toda la ropa que lleva encima.

-Bueno, vengo del consultorio, y ahí al menos tengo aire acondicionado, sino creo que tendría que hacer lo mismo que usted.

-A qué se refiere? -preguntó divertida.

-Pues me refiero a que con este clima probablemente tenga que empezar a venir sin ropa interior, porque este calor no se aguanta -respondí.

-Jajaja sí, se lo recomiendo mucho, aunque a decir verdad, últimamente no se me quita el calor ni así -dijo mientras abría lentamente las piernas dejando ver sus labios vaginales a través de la lycra.

-Bueno, si le parece bien la puedo invitar al consultorio para que se refresque un poco, y de paso alguna bebida fría -era el momento, yo también empezaba a sufrir de calor en la entrepierna.

-En serio? Por supuesto que le acepto, que ya no aguanto.

Caminamos al consultorio rápidamente, creo que ambos intuíamos lo que realmente iba a pasar, la única parada que hicimos fue en una máquina expendedora, y vaya parada, yo pagué y ella amablemente se inclinó a recoger las bebidas, la primera vez parando bien las nalgas y la cintura, y la segunda vez yo hice ademán de querer recoger la mía, pero ella se me adelantó frotando su trasero juguetonamente contra mi pene, con lo que aproveché para tomarla breve pero firmemente de la cintura, como para evitar que se cayera, ella sin retroceder se levantó pegando su espalda a mi, giró la cara para encontrarse conmigo, me ofreció la bebida que me correspondía y después bajó su mano disimuladamente por mi pierna derecha, juro que la hubiera besado ahí mismo de no ser porque el encargado de higiene se asomó para hacer su recorrido.

Seguimos nuestro camino y entramos al consultorio, me quedé de pie y ella se sentó en la mesa de exploración, bebimos nuestras bebidas. Tras aliviar esa sed inicial me acerqué a ella posicionándome entre sus piernas, y le retiré un poco de sudor de la frente.

-Sigues muy acalorada, no es así? -dije empezando a frotar sus muslos tonificados.

-La verdad sí, y apuesto a que tú también lo estás pasando mal, de verdad deberías probar a venir sin ropa interior -puso sus manos en mi torso y empezó a quitarme la bata.

-Seguramente lo haré, quizá ayude un poco -subí mis manos por su cintura hasta su pecho y empecé a meter los por los elásticos del top a modo de jugueteo.

-Créeme, te hará bien -dijo con las mejillas rojas de calor, tomándome por la corbata y jalándome hacia ella.

No dije nada más, no hacía falta, me dejé atraer hacia su rostro y comenzamos a besarnos con toda la pasión acumulada, aire nos faltaba para respirar, acerqué mi entrepierna y la jalé de los glúteos hacia mi para iniciar el contacto entre nuestros genitales, y seguí palpando todo su cuerpo hasta donde la posición lo permitía. Melissa me quitó la corbata, la camisa, la camiseta, me desabrochó el cinturón como pudo, y expresó impresionada:

-No puedo creer que traigas tanta ropa encima, no estás bien de la cabeza.

-Lo sé, son las condiciones del trabajo, lo bueno es que estás aquí para ayudarme con eso -le dije besándola de nuevo.

Me bajó el pantalón desesperada, y liberó mi verga del bóxer meneándola suavemente, sintiéndola con las dos manos. Yo bajé por su cuello propinándole un masaje bastante generoso con los labios que la hacía suspirar profundamente, de un tirón le quité el top y me lancé a sus pechos que, aunque pequeños ya me traían loco de tanto imaginarlos cada vez que ella abanicaba su top para refrescarse, sus pezones eran suaves pero se endurecían rápidamente al contacto ofreciendo una textura sedosa, las areolas eran pequeñas y rosadas, y el sabor era dulce, Melissa siguió masajeando mi herramienta con una mano y la otra la subió para apresar mi cabeza contra sus pechos, y a mi que me encantan los pechos no me hice del rogar y los lamí en toda su extensión por largo rato.

Aproveché para retirarle la lycra deportiva, y ahí nos encontrábamos los dos desnudos al fin tratando de apaciguar el calor de estos días, pero con bastante calma, saboreando cada momento. Finalmente Melissa se bajó de la mesa de exploración y se puso en cuclillas en el suelo con su cara a la altura de mi polla y empezó una mamada lenta pero consistente, con mucha lengua y mucha saliva, se la metía hasta la garganta y cuando se la sacaba iba succionando en todo el recorrido, y siempre mirándome fijamente a los ojos, era una de esas mamadas que podían durar horas y que te harían venirte como un volcán, y se le notaba muy cómoda con eso.

La dejé hacer un tiempo, y después la levanté y la senté en la mesa de exploración nuevamente, me arrodillé frente a ella, le abrí las piernas y las coloqué sobre mis hombros, admiré unos segundos su sexo, esta vez libre, y era mejor de lo que la imaginé, un monte de venus completamente rasurado, unos labios mayores grandes y rosados, muy carnosos, los abrí suavemente y descubrí unos labios menores tímidos, rosados y pequeños coronados por un clítoris color durazno muy apetecible, y de su canal vaginal ya corrían ríos de flujo, brillante y hialino. Recorrí cada rincón de su sexo en varias ocasiones, primero le llené las ingles de besos, mordidas y chupetones, lamí sus labios vaginales por dentro y por fuera buscando abarcar cada pliegue, en su clítoris me recreé deletreando el abecedario, haciéndole numerosos zig zags y con el torbellino se vino la primera vez, y bebí cada gota de flujo que soltó, eso me alivió más la sed pero a ninguno nos terminó de aliviar el calor que sentíamos.

-Carajo, qué delicioso -alzó la voz- hace mucho que no me venía así.

Dijo eso abriendo más las piernas y apretándome la nuca con una mano para que siguiera mamándole la concha un poco más.

-Ven -dijo liberándome- la fiebre no se me baja Doctor, qué me recomienda?

-Un caso como el suyo requiere tratamiento vigoroso, y una vía de administración especial -dije apuntando mi polla a su concha.

-Hágalo Doctor, seguiré sus indicaciones al pie de la letra -contestó y esperó.

Nos fundimos en un beso pasional, la tomé de las nalgas y la penetré suavemente, sin prisas, se sentía tan caliente y húmedo que me daban ganas de meterle hasta las bolas de haber sido posible. Inicié un vaivén suave pero a ritmo continuo dentro de ella, cada que la penetraba me aseguraba de llegar lo más profundo posible, y cada vez que me retiraba lo hacía lento para que el glande raspara todos sus pliegues vaginales y ella apretaba sus paredes vaginales con maestría, una sensación indescriptible, por ratos ella o yo dejábamos de besar al otro para proferir gemidos de placer producidos por las acciones del otro.

-Parece estar surtiendo efecto, no le parece? -dije siguiendo nuestro juego de médico-paciente.

-Eso parece, pero cree que sea mejor si me administro yo la dosis? -preguntó separándome de ella y llevándome al asiento del escritorio.

-Usted conoce su cuerpo mejor que nadie, creo que podría funcionar -contesté mientras se sentaba encima de mi con las piernas flexionadas.

Tomó mi pene por la base y lo apuntó hacia el cielo, y descendió lentamente sobre él haciéndolo desaparecer por completo y llenándome los testículos de sus jugos vaginales, la tomé por los glúteos, nos miramos de frente con deseo por el otro y Melissa inició un movimiento hacia adelante y atrás, tomándose su tiempo para frotar su clítoris en mi pubis, y posteriormente empezó un sube y baja glorioso, subía hasta que la cabeza de mi pene rozaba sus labios menores y después la tragaba por completo hasta la base, se movía con cadencia de galope, cada vez cabalgaba más rápido e imprimía algunos movimientos circulares, unos más rudos que otros, como si quisiera atornillar mi polla en su vagina y no separarnos nunca de este éxtasis al que ella se acercaba cada vez más, parecía haber encontrado una posición adecuada para su goce.

Quise ayudarle imprimiendo movimientos hacia arriba pero en eso los hombres somos torpes, tenemos que admitirlo.

-No te muevas por favor, estoy cerca, déjame llegar sola, lo compensaré, lo prometo -dijo mientras botaba encima de mi.

No la contrarié. Personalmente, me encantan las mujeres que saben como montarse y darse placer, y vaya que ella sabía cómo hacerlo. Mejor me dediqué a amasar semejantes glúteos que por más que trataba no podía abarcarlos en su totalidad con las palmas abiertas, eran dos masas de carne bien dotadas que no dudé en apretar y separar a placer. Desde mi posición, y con las manos ocupadas, regresé a mamar de sus pechos asegurándome de atenderlos apropiadamente, Melissa lo agradeció.

-Sí, así por favor, sigue así -decía entre gemidos y sentones.

Al parecer esto le producía cierto gusto, y a mi ni se diga. Sé que hay algunos hombres que no se conforman con pechos pequeños y buscan mujeres dotadas, pero para mí cada par de tetas es especial, máxime si la hembra en cuestión goza de ser atendida.

Dicho esto, Melissa puso sus codos sobre mis hombros para facilitarme la tarea. Bendita sea! Se los chupé a voluntad hasta que empezaron a ponerse rojos, y fue cuando se vino por segunda vez.

-Ahhhh -gritó- que rico, maldición, que rico!

-Rica estás pero tú, no veas el gusto que me das.

-Y el gusto que me estás dando tú, pero creo que es tu turno, y prometí que te lo compensaría -dijo pícara mientras abandonaba su posición.

Me acerqué a ella por la espalda, comencé a besarle el cuello y a sobarle los pezones en círculos, mi polla en automático se acomodó en el canal que formaban sus redondas nalgas entre sí y comencé a frotarme en ellas, después y aunque cliché, la acomodé en 4 sobre el escritorio. Me senté nuevamente, su trasero estaba expuesto directo contra mi cara y vaya que vista, como dije al principio, su trasero era la porción más prodigiosa de esta diosa.

Empecé acariciando y amasando suavemente sus nalgas, una con cada mano, posteriormente empecé a separarlas, quería que su concha y su culo quedaran expuestos ante mi, Melissa gemía gentilmente, le llené las nalgas primero de besos, después de lengüetazos y mordidas y finalmente de nalgadas en diferentes intensidades, las cuales aceptó gustosamente, y así me lo hizo saber.

-Que rico, dame más, me gusta que seas rudo, me gusta que me hagas tuya.

Quise profundizar más en sus gordas nalgas, así que comencé a chupar su concha, parecía un perro sediento bebiendo los jugos que secretaba, Melissa se dejaba hacer contenta, decidí escalar la situación y por tanto, escalé hasta su ano el cual llevaba rato observando.

Lo rocé suave con la punta de la lengua, Melissa se quedó quieta de golpe, pero no puso peros, continúe con la exploración y alterné lengüetazos en su concha, en sus nalgas y en su ano, Melissa mantenía el silencio inicial pero no se retiraba, yo cada vez me enfocaba más en su culo dejando de lado su concha, cuando la sentí más relajada ataqué de lleno en la diana que su culo representaba en ese momento.

La llené de saliva, le escupí y relamí en varias ocasiones, simulé una penetración con la punta de la lengua, Melissa se revolvía nerviosa desde su posición y ronroneaba y a eso le sumaba un movimiento de nalgas hacia atrás buscando contacto conmigo. Me levanté listo para penetrarla.

-Espera, nunca lo he hecho por atrás -replicó nerviosa temiendo una invasión prematura por su retaguardia.

-Descuida -le tranquilicé- no pensaba entrar por ahí, no aún, es sólo que no podía dejar pasar la oportunidad de probar un culo como el tuyo, lo tienes delicioso por cierto, y hermoso -le sonreí.

Sin dar paso a más plática le introduje mi miembro hasta el fondo, hasta que mi pubis chocó contra sus nalgas, que fuertes y elásticas me rechazaron, así que la tomé de la cintura para afianzar un mete y saca continuo, Melissa que se encontraba apoyada en los codos se levantó de manos para resistir los envites estoicamente.

-Estás muy rica, cada parte de ti es divina, eres placer puro - le decía con la voz entrecortada mientras la taladraba.

Melissa ronroneaba y contestaba las penetraciones lanzando su trasero contra mi pelvis, invitándome a poseerla con vehemencia, seguí penetrándola y dándole nalgadas, la tomaba con fuerza de las nalgas o de la cintura.

-Me vengo -fue lo que alcancé a articular, bajé mi mano derecha a su clítoris, con la izquierda la tomé del cuello y la atraje a mi, Melissa giró la cabeza y la besé con fuerza mientras expulsaba toda la leche, que llevaba días conteniendo, dentro de ella. Con cada chorro el instinto me obligaba a penetrarla más profundo, con cada espasmo apretaba sus labios contra los míos con más fuerza conteniendo la respiración.

Sólo solté sus labios cuando los espasmos empezaron a ceder, y reconozco que fui algo brusco al final, pero no pensaba que terminara así. Aún con mi pene erecto dentro de ella me senté y con ella encima para propinarle caricias y besos, que bien merecidos se los tenía, y ella devolvía las atenciones con movimientos de cadera sobre mi sensible miembro que se los agradecía con pequeños espasmos residuales.

-Ya se te quitó el calor? -le pregunté con cierta burla.

-Pues ya es menos -contestó animada- pero si sigues acariciando mis bubis de esa forma volverá muy pronto.

-Bueno, no sé si pueda dejar de tocarlos, son divinos -respondí sinceramente.

 Se sonrojó y sentí como su vagina me apretaba nuevamente. Entonces sonó el altavoz del hospital requiriéndome por la gravedad de un paciente.

-Carajo, el paciente de la 312.

Me levanté y me vestí de inmediato.

-Lo siento, es una emergencia, pero eres libre de quedarte aquí.

-Descuida, de hecho regresaré a la habitación, pero no he terminado contigo eh -dijo agachándose- ni contigo -dijo chupando mi polla ya morcillona un par de veces antes de irnos.

Bueno, espero sea del agrado del lector, esta es la primera parte de una serie que estoy redactando aún, sólo pido paciencia y espero sus comentarios y críticas, así como sugerencias. Lo puse en la categoría de sexo anal debido a que la serie se enfoca mucho en ese rubro.

(9,75)