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Mi hija y yo en el ginecólogo

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Mi hija Ana no quería ir al ginecólogo, yo cinco días atrás había pedido cita para ella, era su primera vez y entendía que pudiera tener cierto miedo o reparo en que un desconocido la viera desnuda, pero era un trámite de mujer obligatorio.

Ya en la sala de espera no paraba de quejarse.

—Ana, por favor quita ya esa cara de mal humor, todas las mujeres tienen que visitar al ginecólogo, y sobre todo si esa mujer mantiene relaciones sexuales con su novio cada fin de semana.

—Pero mamá… yo estoy bien… no hace falta —decía ella mirándome con cara de odio.

La secretaria interrumpió nuestra pequeña charla. —Ya pueden pasar, el doctor las espera.

—¿El doctor?... perdone pero teníamos cita con la doctora Cibeles.

—Sí, pero la doctora Cibeles no se encuentra, las atenderá el doctor Gómez.

Un tanto preocupada, porque podría ser un poco violento que un doctor examinara a mi hija, nos levantamos y nos dirigimos al box del doctor.

Al entrar un joven doctor, vestido con la típica bata blanca de doctor, camisa azul marino, pantalones de traje negros, corbata granate, y con el pelo engominado hacia atrás, nos dio la bienvenida. La verdad es que era un hombre muy atractivo, y al mirar a mi hija vi en su mirada excitación, confirmé que a ella también le parecía muy atractivo. Sabía que ella era muy fogosa, cada finde la escuchaba gemir y gritar de placer en el cuarto con su novio. Y yo sinceramente estaba caliente, aquél joven doctor me ponía cachonda.

—¿Vienen las dos para una revisión? —preguntó el joven sonriendo.

—No, solo para mi hija, es su primera vez —pero en realidad yo pensaba: ‘’si me quieres revisar a mi yo encantada’’.

—Bueno Ana, no te preocupes, no hay nada que temer, esto es algo rutinario.

La cara de mi hija había cambiado totalmente de expresión, ahora sonreía.

—Porfa Ana, desvístete detrás de esa mampara, cuando estés lista te examinaré ¿vale?

—Sí —contestó mi hija sonriendo y sin mirar al doctor a los ojos.

Mi hija se dirigió atrás de la mampara. Yo me quedé observando al doctor, imaginándolo desnudo… ¿Cómo tendría la polla?... a juzgar por sus grandes manos diría que enorme… el tecleaba algo en su ordenador… y yo me fui poco a poco poniendo cachonda… y mi coño se fue mojando.

De repente de detrás de la mampara salió Ana, sabía que tenía un cuerpo espectacular, pero no sabía que tanto. Sus tetas eran de buen tamaño y rígidas, sus curvas… su coño… y su coñito depilado. Me sentí mal porque me estaba poniendo cachonda mirando a mi propia hija.

El doctor se puso de pie, se puso unos guantes, cogió el estetoscopio y se dirigió hacia mi hija. Empezó a palpar sus pechos mientras la auscultaba, noté que más que palpar apretaba y acariciaba sus tetas, no era algo normal, pero la situación empezó a ponerme muy cachonda.

—Túmbate en la camilla Ana. Y abre las piernas. Apóyalas en los brazos.

El doctor introdujo dos dedos en el coño de mi hija y lo sacó con un fluido pegajoso. Se quedó mirando sus dedos. Del coño de mi hija empezó a salir un poco de aquel flujo y su cara era de susto. Y mi excitación fue en aumento.

—¿Es algo malo doctor? —preguntó ella algo asustada.

—No pasa nada, no te preocupes Ana. — y volvió a meter los dos dedos, entrando y saliendo dos veces. Aquel doctor estaba masturbando a mi hija, y mi hija lo estaba disfrutando, cerró los ojos y dejó salir un pequeño gemido.

—Doctor, ¿puede examinarme a mí? —dije yo… pero no sabía por qué lo había dicho.

Él sonrió mientras me decía que sí.

Quité a mi hija de la camilla, me desnudé y abrí las piernas ante el doctor. Él introdujo sus dos dedos y un escalofrío subió por mi espalda escapándose un gemido, inmediatamente me tapé la boca de la vergüenza.

—Pasa algo doctor —pregunté yo.

—Nada… solo que ambas están excitadas —respondió sonriendo.

Cerré mis piernas y me incliné hacía el doctor —entonces debe ser culpa suya.

Él se levantó algo confundido, pero su polla debajo de sus pantalones no estaba nada confundida y olvidando que mi hija estaba presente, cogí al doctor por los pantalones y tiré hacía mí, le desabroché el cinturón, bajé la cremallera del pantalón y cogí su polla. No me equivocaba, tenía una gran polla.

Pero mis ojos se abrieron como platos cuando vi la mano de mi hija cogiendo también la polla del doctor. La miré a los ojos, ella sólo me sonrió. Se puso de rodillas y se metió aquella polla en su boca. Empezó a chuparla… yo miraba fijamente… pero me olvidé por completo de que era mi hija y poniéndome de rodillas dije:

—trágatela toda cariño.

Bajé del todo el pantalón del doctor y empecé a lamer sus huevos. Mi hija se metía la polla hasta el fondo, nuestras lenguas se encontraban. Y estaba sorprendida por que era una polla muy grande y le entraba entera… mi hija era una experta comiendo pollas grandes… ¿tendrá su novio la polla tan grande como la del doctor? Me preguntaba yo... lo descubrí el finde semana siguiente.

Me puse de pie, y mirado al doctor a los ojos le dije:

—Doctor debería ponerme una inyección —y me puse de espaldas a él inclinándome y apoyándome en la camilla.

Mi hija paró de chupársela. El doctor agarró mi cintura y sin previo aviso me penetró por el coño, yo solté un gemido fuerte, y empezó a follarme. Sacaba su polla y se la metía a mi hija en la boca, y volvía a follarme, me follaba fuerte, sentía como mis nalgas chocaban con su cintura. Era una gozada.

—Oye… que yo también quiero una inyección.

Yo sonreí, no creía lo que estaba pasando, pero tampoco quería que parara. Me retiré. Y ayudé a mi hija a tumbarse en la camilla, mientras acariciaba sus tetas. Abrió las piernas y el doctor empezó a rozar su polla con el coño de mi hija. Ana me agarró de la cara, y me besó… quedé impactada, pero me estaba encantando… y mientras me besaba de su boca salió un grito de placer… señal de que el doctor le había puesto la inyección. Me separé de mi hija para mirar como era follada por el doctor. Él la penetraba, fuerte y rápido. Ana me apretaba las tetas y yo las suyas.

—Chicas… me corro.

Ana y yo nos miramos con complicidad y perversión y juntas nos arrodillamos frente aquella polla con la boca abierta. Salió un primer chorro de semen que cayó en la boca de mi hija, un segundo chorro cayó en mi boca, y el resto de los chorros fue alternándolos entre la cara de mi hija y yo. Cuando ya no salió más semen, la chupé limpiándola, me giré hacía mi hija y nos fundimos en un beso, mezclando con nuestras salivas, nuestros flujos y el semen del doctor.

Nos limpiamos como pudimos y nos despedimos del doctor.

Fuimos calladas en el coche durante todo el trayecto. Al llegar a casa nos bajamos, y caminamos hacía nuestra casa. Ana me cogió del brazo, me plantó un beso en los labios y me dijo:

—Mamá… me ha encantado… ¿podremos repetir tu y yo algún día?

Yo la miré y la sonreí sin decir nada.

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