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Mi mejor amante, mi hermano

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Quizás lo que está más prohibido, es lo que más atrae y más satisface.

Me considero una mujer normal, con una vida normal; pero lo único que me satisface sexualmente es mi hermano.

La primera vez que tuvimos sexo fue una noche de año nuevo; ya siendo mayores de edad, estábamos bebiendo y riendo de mil y un cosas; sonaba la música y nos pusimos a bailar; mis demás familiares comenzaban a quedarse dormidos o estaban muy ebrios para ponernos atención. El baile era muy sensual y pegado; yo sentía su excitación creciendo en sus pantalones; sus manos se movían sobre mi cuerpo acariciando y tocando. El alcohol me había relajado y disfrutaba de lo que me estaba haciendo; no creía que llegaría más lejos.

En un momento, me tomó de la mano y me llevó a una de las habitaciones, se abalanzó sobre mí, besando mi cuello y excitándome aún más. Yo traía un vestido floreado con botonadura completa por el frente; metió las manos y lo abrió completo de un solo tirón, algunos botones salieron volando. Solo alcancé a lanzar un suspiro, mi cuerpo estaba sólo cubierto por mi bra y mi panty; mis pezones estaban erectos por el escarceo y el saber que venía a continuación.

Bajo las copas de mi bra, sus labios atraparon un pezón, chupando y lamiendo; mientras con su mano acariciaba mi otro pecho. Me temblaban las piernas, no podía sostenerme en pie.

Me arrojo sobre la cama, se subió sobre mí y siguió deleitándose con mis pechos; yo estaba completamente a su merced. Bajo su mano y la metió entre mi cuerpo y mi panty; metió su dedo medio, su pulgar acariciaba mi clítoris que estaba muy duro y muy sensible; yo jadeaba y respiraba rápidamente, me estaba llevando al orgasmo. Me arrancó la panty rompiéndola; esa forma tan animal de coger me calentaba más. El bombeo de sus dedos en mi vagina, me hacía escurrir a chorros; mi jugo era tanto que ya llegaba a la entrada de mi culo.

Yo jadeaba, gemía, pujaba, mi corazón latía con fuerza. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, él se detuvo; mi vagina palpitaba con la urgencia de llegar. Él se bajó el pantalón de un golpe, su verga enhiesta, palpitaba con si tuviera vida propia; la cabeza era enorme sin circuncidar, el jaló la piel para descubrir la bola, un chorro de líquido transparente, manó de la punta.

Agarró el falo y lo acercó a mi entrada, mi vagina estaba hinchada y abierta por la excitación; puso la cabeza en mi entrada y la movió de arriba abajo, llenándola de mi jugo; no podía dejar de ver ese tubo de carne caliente; era tan grueso que su mano apenas podía cerrarse alrededor.

Dejó su falo en mi entrada, tomó mis tobillos y los puso en sus hombros.

Después empujó.

Solo pude emitir un sonido gutural al sentirlo invadiendo mis entrañas, el bufó de satisfacción y placer al sentir el apretón de mi nido caliente. Yo tenía los ojos muy abiertos no podía parpadear; mis puños se cerraron en las sábanas de la cama; estaba enloqueciendo de placer.

Metió sus brazos bajo mis rodillas impidiéndome bajarlas; se quedó quieto dentro de mí; mientras me mordía mis pezones; sentía yo dolor, pero era un dolor del cual yo quería más. Inicio el bombeo; un bombeo largo, sacaba toda la verga hasta dejar solo la cabeza en la entrada; una desesperación muy grande me invadía al sentir el hueco que dejaba, mi vagina estaba muy dilatada; cuando se volvía a meter, yo jadeaba y pujaba por el tamaño del intruso. El jadeaba y gruñía sobre mí, disfrutando de mi cuerpo; se movía adentro y afuera; arriba y abajo; en círculos; dilatándome aún más, abriéndome; haciéndome suya.

Sacó su brazo derecho de debajo de mi rodilla, esta cayó como la de una muñeca, totalmente a su merced. Puso su pulgar en mi clítoris y suavemente lo empujó hacia su verga; eso provocó que el roce me empezara a llevar al orgasmo; estaba cerca pero no podía llegar.

Me dijo que ya se iba a venir; le pregunté si iba a venirse dentro de mí; el gruñó; yo estaba casi lista.

De repente, muestra madre entro en la habitación; al ver a mi hermano bufando sobre de mí, desorbitó los ojos; al ver la cara de espanto de mi madre, puje uy fuerte, puse los ojos en blanco y empecé a venirme de una manera salvaje, todo mi cuerpo temblaba sin control. Mi hermano al sentir mi venida, no aguanto más y se vació dentro de mí.

Mi madre ahogó un grito y salió corriendo; yo seguía disfrutando de un orgasmo que se intensificaba con cada chorro de semen que me inyectaba; era mucho; perdí la cuenta de los chorros que salieron de él.

Se salió de mí, acercó su falo que aún goteaba semen y mi jugo a mi boca. Me ordenó que lo limpiara; exhausta me introduje su tubo de carne y le quite el exceso de jugo y semen; ya dentro de mi boca, aún alcanzo a escupir un último chorro de semen. Ese sabor fuerte, salado, me gustó desde ese momento, nadie tiene el sabor de mi hermano.

La relación con mi madre nunca volvió a ser la misma; cogíamos cada vez que podíamos; él tenía sus novias y yo mis novios, pero eso no importaba.

Ahora ya estamos casados, pero eso no impide que me venga a ver de vez en cuando…

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