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Mi sobrino Marco
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Miércoles once de la mañana, no podría ocultar mi nerviosismo aunque pudiera, a esa hora sigo sentada en el baño con las bragas en las rodillas, tan siquiera había hecho el intento de levantarme y simplemente esperaba allí sentada a que el predictor me mostrase si estoy o no, embarazada, me llamo Alejandra y esta es la historia de estos últimos tres meses de mi vida.

Todo empezó hace un poco más de 18 años, yo por aquel entonces tenía 22 años y estaba terminando mis estudios universitarios, mi hermana daba a luz a un niño precioso, realmente hermoso para un recién nacido, poco pelo y con la piel oscura, mezcla entre la carne rosada de mi hermana y el negro intenso de su padre, mi cuñado que era un hombre negro con unos ojos azules que le hacían diferente a los demás de su raza, un hombre muy culto y leído, con un gran sentido del humor, realmente podría decir que yo también estaba un poco enamorada de él.

Los años iban pasando y mi relación con mi sobrino era especial, era mi único sobrino y le adoraba, teníamos una relación de tía sobrino un tanto especial, siempre le defendía aunque no llevara la razón, era su tía, su amiga, su confidente, ya fuera porque se había enfadado con sus padres, con sus abuelos, amigos o amigas, siempre que me necesitaba allí estaba su tía, al cumplir los 18 años empezáramos a pasar más tiempo juntos, nos enviábamos mensajes a todas horas, no sé, pero de un modo u otro me sentía muy ligada a él, era algo que no podía explicar, pero me encantaba estar con él, había sacado la simpatía de su padre y aquel verano después de las clases quiso pasar el verano conmigo, en mi casa, una pequeña casa de dos habitaciones en lo alto de un acantilado que compre y reforme por completo, tenía unas impresionantes vistas al mar desde casi toda la casa, pero sobre todo desde la pequeña piscina que tenía.

Estábamos en los primeros días de un verano tremendamente caluroso, un junio realmente infernal, mi sobrino Marco que así se llama, había cumplido los 18 años en el mes de marzo, Marco es un muchacho guapísimo, ha sacado lo mejor de sus padres, los rasgos suaves de su madre y los ojos de su padre, el cuerpo atlético trabajado por la cantidad de deporte que hace y todo esto junto con el calor de aquel año lo metía en una coctelera y el resultante era que me fijaba más de la cuenta en él, ya le había visto otras veces en bañador, pero aquel verano lo que tenía ante mi era a un chico realmente atractivo, le miraba con otros ojos, le había visto crecer y nunca llegue a pensar que me llamara tanto la atención, la atención como hombre, como un chico casi imberbe de 18 años y no como mi sobrino.

En mi casa tengo una pequeña piscina de no más de dos metros por dos y de 1,30 m de profundidad con un pequeño asiento alrededor de toda la piscina simulando a los de un yacuzi, era suficiente para refrescarme y relajarme sentada o de pie mirando a un mar inmenso, todos los sábados terminamos metiéndonos allí mientras tomamos unos refrescos, hablamos de chicas, de sus planes cuando fuera a la universidad, había momentos que me sorprendía mirándole fijamente, le veía mover los labios, pero mi atención estaba en otra parte, en un cuerpo de piel negra, brillante por las gotas de agua y sol, piel suave y sedosa, me estaba empezando a sentir incómoda con Marco allí conmigo, la verdad que nunca había estado con un hombre de color y era algo que me atraía enormemente y cuando digo atraída quiero decir sexualmente, las sensaciones que tenía eran realmente maravillosas si de otro chico se tratase a pesar de la diferencia de edad, 22 años nos separaban, hasta que despertaba y me preguntaba a mi misma que es lo que estaba haciendo, no podía mirarle ni pensar en el de esa manera, yo tenía 40 años y mi sobrino 18 y de ser otro chico, otro hombre seguro que ya me habría insinuado, pero era mi sobrino Marco, mi querido sobrino.

Las noches era una tortura para mí, me estaba enganchando a él, me atraía como las flores con su aroma atraen a las abejas, recordaba mi vida con él, siempre juntos quizás ya me atraía, pero nunca lo llegue a ver, los lunes al ir a trabajar solo pensaba en volver, mirando el reloj a todas horas y empujando con mi mente las manillas, una llamada suya, un mensaje ya me alegraba el día y al llegar cansada del día, sudada por el calor asfixiante solo pensaba en meterme en mi pequeña piscina con él, deleitarme con su cuerpo y soñar despierta cuando Marco se acercaba a mí acariciando su cuerpo de piel oscura, brillante y aterciopelada, como me besaba y me acariciaba los pechos y como metía la mano por debajo de su bañador hasta sacarle esa polla negra con la que tanto estaba soñando últimamente, con la que tanto estaba deseando tener dentro de mi vagina rosada, la unión de dos colores en uno solo y en esos momentos despertaba enseguida avergonzada casi sin poderle mirar.

Miraba el atardecer de aquel día junto a Marco, llevaba puesto un pequeño bikini rojo, en aquellos momentos me sentía poderosa, hasta que sentí como mi sobrino se puso detrás de mí y después de haberse zambullido entero en el agua emergía como un Dios, como el mismísimo Poseidón que salía de las profundidades con su piel mojada y brillante, las gotas de agua que resbalaban por su cuerpo recorriendo y dibujando las formas de sus músculos y mirándome fijamente con esos ojos azul claro no creía que hubiera mujer que se resistiese a él, mis defensas ya no existían Marco las había hecho añicos convirtiéndolas en polvo, Marco coloco sus manos en mis hombros y me susurraba al oído lo bonito que era aquel atardecer, sentía su cuerpo tan pegado al mío, su torso rozaba continuamente con mi espalda y su cintura golpear mis glúteos, podía notar como poco a poco en esos roces no sé si intencionados se le iba empalmando su pene, el atardecer había pasado a un segundo plano porque mi fijación estaba en lo que hacía mi sobrino detrás de mí, en su pene golpear mis nalgas, en sus manos que pasaron abrazar mi cuello, dejando una mano casi a la altura de uno de mis senos.

Estaba demasiado excitada como para reaccionar, realmente esto era lo que anhelaba desde hacía días, estuviera bien o mal, fuera mi sobrino o no, realmente yo sentía otra cosa, sentía como mujer, no había nada malo en aquello, no había mal entre un hombre y una mujer que se desean, notaba como todo mi cuerpo empezaba a prepararse para entregarse a él, sentía como su mano se había posado discretamente sobre mi pecho y lo acariciaba por encima de la tela del bikini, notaba como su pene ya buscaba con fuerza el roce con mis nalgas sintiendo un enorme pene duro detrás de mí, no podía aguantar más sin besarle, sin dibujar con mis dedos su cuerpo.

Me había dado la vuelta y nuestros labios se unían por primera vez, mis manos acariciaban su pecho y mi vulva sentía los empujones de su pene, le miraba y no veía a mi sobrino sino a un muchacho negro tremendamente atractivo con unos ojos azules increíbles, nuestros cuerpos se unían en caricias, abrazos y besos, el rosado de mi piel se mezclaba y unía junto a la piel negra de Marco, mientras que mi mano sacaba de su bañador un enorme pene negro que inmediatamente dirigí a la entrada de mi vagina separándome la braga, su glande rozaba mi entrada, la metía apenas unos milímetros en mi entrada tremendamente mojada, poco a poco la acompañaba con la mano hacia dentro, poco a poco su pene se metía en mi vagina haciendo que le mirara fijamente con la boca abierta sin poder tan siquiera gemir cuando me la metió hasta su raíz de un empujón, mi sobrino empezaba a salir y entrar dentro de mí, llenándome con su polla por debajo del agua, mi sobrino empezaba a follarme de tal manera que…

En esos momentos me levantaba asustada, me despertaba tremendamente excitada y mojada con mi braga realmente empapada de flujo, eran las cuatro de la mañana y había vuelto a soñar con él, pero esta vez había ido mucho más lejos porque esta vez soñaba como mi sobrino me follaba y metía su polla dentro de mi coño, fundiendo el negro de su pene con el rosado de mi vagina, estaba muy excitada, había sido tan real que llegue a sentir su polla dentro de mí, como me rozaba por dentro y me llenaba haciéndome gemir, no entendía lo que me estaba pasando, deseaba a mi sobrino de 18 años y me avergonzaba haber soñado con él, pero por otro lado maldecía el haberme despertado.

La mañana siguiente era domingo y no teníamos nada previsto, era uno de esos domingos de piscina, tele y comida a domicilio, estuve tentada en la piscina de abalanzarme sobre él, busque y me puse el bikini más sugerente y allí constate que no sé si por las hormonas de un chico de 18 años o por cualquier otra razón, pero mi sobrino también se excitaba conmigo, tuve realmente que contenerme para no follármelo, estaba tan guapo como en el sueño, pero sabía que aquello estaba mal y que no podría acabar de ninguna de las maneras bien, pero estaba tan excitada, estaba tan caliente que solo pensaba en ese tremendo trozo de carne metiéndose en mi vagina haciéndome disfrutar de lo lindo, tenía que salir de allí, era demasiada la tentación, Marco no era ni mucho menos tonto y lo sabía.

Con la excusa de oír el teléfono salí de la piscina y me fui a duchar, a pesar de haber tenido la fuerza de irme de allí yo seguía pensando en él, quizás por eso deje la ventana bien abierta para que Marco me viera como me duchaba, viera mi cuerpo desnudo con el agua recorriendo mis curvas, como mis manos acariciaban mi piel formando espuma sobre ella, me tocaba y apretaba mis pechos con delicadeza y me entretenía en mi vulva acariciándola con la mano, metiéndola una y otra vez entre mis piernas y quizás algún que otro dedo se metía en mi vagina dándome un pequeño placer mientras soñaba con el pene de mi sobrino dentro de mí, poco a poco iba terminando de ducharme estirando mi cuerpo todo lo que podía para que me lo viera perfectamente, ya tengo una edad si es cierto que no soy una jovencita de 20 años con los pechos bien duros, pero no tenía que avergonzarme porque a mis 40 años mis senos seguían siendo dos hermosos pechos duros con sendas areolas grandes y unos pezones que se elevaban cada vez que me hacían sentir, las cuervas de mi cuerpo poco tenía que envidar a la de las veinte añeras y mi culo, mis nalgas realmente era una delicia sin apenas celulitis.

Termine de ducharme y cubrí mi cuerpo desde mis pechos con una toalla y otra en la cabeza para secar mi pelo, detrás de mí entro mi sobrino para ducharse mientras que yo me servía un vaso de té bien frío, al sentarme en el sofá con las rodillas flexionadas y mis pies por debajo de mis glúteos observe la puerta de la ducha, Marco al igual que yo había dejado la puerta abierta, sabía que no había sido ningún error, quería mirar, pero algo me lo impedía, no veía más que un poco del cuerpo de mi sobrino hasta que se dio la vuelta, en ese momento ya nada me impedía inclinarme un poco más para ver como su piel oscura se blanqueaba por la espuma del gel de baño, como pasaba sus manos por su cuerpo al igual que yo lo había hecho y como se agarraba de aquel enorme pene con las dos manos, un pene totalmente erecto tan grande que su glande salía de sobra por encima de sus dos manos que lo rodeaban, un pene que media más de 27 centímetros como más tarde pude comprobar.

Los dos estábamos realmente calientes, muy excitados y la tensión sexual se notaba claramente en el ambiente, había algo que a los dos nos echaba hacia atrás y es que yo fuera su tía Alejandra y el mi sobrino Marco, de no ser así hacía tiempo que estaríamos bajo las sabanas de la cama, los dos nos resistíamos y los dos queríamos, Marco se había sentado junto a mí y al igual que yo se cubría con su toalla atada a la cintura con el resto del cuerpo desnudo, estábamos viendo la televisión cuando empezamos a discutir por la posesión del mando a distancia, lo tenía en mi mano y no lo soltaba cambiando de canales continuamente, nos reíamos cuando me lo intentaba quitar echándose encima de mí para cogerlo, me gustaba hacerlo de rabiar y él estaba encantado al tirarse encima de mí, mi toalla por debajo se iba abriendo poco a poco, una de mis piernas se había estirado al igual que mi cuerpo para evitar que cogiera el mando, cuando Marco se tumbó encima de mí para poder alcanzarlo.

En ese momento noté como su pene golpeaba entre mis muslos, sentía la piel de su miembro suave y duro, nuestros movimientos continuos hicieron que notara su glande sobre mi vagina, estaba tan excitada que mi vagina se empezaba a mojar, sentía como la humedad se hacía permanente en ella y de pronto algo me hizo caer al suelo quedándome de rodillas, mi sobrino detrás de mí intentando coger el mando a distancia, los dos reíamos a carcajada, extendía mi brazo lo más que podía para que Marco no lo alcanzase, él se echó encima de mi sobre mi espalda apretando su pelvis contra mí, estirándose también todo lo que podía hasta que ocurrió un pequeño accidente, si yo no hubiera estado tan excitada, si él no estuviera igual que yo o que simplemente yo me hubiera puesto unas bragas, simplemente con eso no hubiera ocurrido lo que ocurrió cuando se estiró su cuerpo hacia arriba, con tan mala suerte que su pene totalmente endurecido por la excitación que tendía encontró a su paso la entrada de mi vagina que en esos momentos ya rezumaba de flujo.

– Aaahh, Marco!!! Aauumm.

– Tía Alejandra, lo siento, lo siento.

Los dos reaccionamos a la vez, yo con un gemido de placer llamándole la atención y él pronunciando mi nombre cosa que pocas veces hacia pidiéndome perdón, los dos nos mirábamos a los ojos, pero ninguno de los hizo nada por deshacer aquel accidente, todo lo contrario, yo me relajaba y retiraba con disimulo la toalla de mi espalda y él sin llegar a tumbarse sobre mí, pero sin quitarse de encima, me tenía a cuatro patas con su polla metida en mi vagina y empezaba a bombear su pene dentro de mi vagina sin que yo le dijera nada, solo agachando la cabeza y con mi noca abierta empezando a gemir cuando la notaba entrara, él pidiéndome perdón y yo diciéndole que no pasaba nada, cinco minutos más tarde ninguno de los dos hablaba, solo gemíamos, mi sobrino penetraba con fuerza mi coño y mis piernas y brazos resistían continuamente las embestidas por detrás con mis pechos entre sus manos.

Demasiado ímpetu, demasiado rápido y a pesar de que me estaba encantando como me la metía le pare y me levante, Marco me miraba extrañado, parecía no comprender nada hasta que me agache y metiéndome su pene en la boca lo empecé a lamer, limpiar de los restos de mi flujo vaginal que salpicaban de blanco su polla negra, le oía gemir, me había cogido del pelo y no me soltaba, mis labios no paraban de morder todo el tronco con mis manos subiendo y bajando por aquel enorme palo, una vez más dentro de mi boca subía y bajaba por él llegándome incluso a dar arcadas de lo mucho que me la metía, sus gemidos aún más fuertes y sus manos haciendo más presión en mi cabeza impidiendo que separara mi boca de su pene, la empecé a succionar lamiendo el glande cuando marco soltó primero un grito de placer y luego regó mi boca y mi cara con su semen.

Me volví a levantar y quitándome la toalla de la cabeza me limpié la cara, la solté al suelo y nada más hacerlo mirándole fijamente, solté la toalla de mi cuerpo que cayó a mis pies quedándome totalmente desnuda delante de él, marco seguía sentado y me miraba de arriba abajo acariciando con sus manos mis caderas.

-Marco, ven conmigo a la cama. – No le dije nada más, le había cogido de la mano, me di la vuelta y me dirigí a mi habitación tumbándome en la cama.

Marco se tumbó justo a mi lado acariciando mi cuerpo con sus manos, dibujando mis curvas con las yemas de los dedos y lamiendo mis pezones con suavidad a la vez que mi clítoris daba la bienvenida a sus dedos, su pene en mi mano subiendo y bajando recuperando su antiguo vigor, le iba diciendo lo que tenía que hacer, le fui guiando poco a poco hasta tener nuevamente su pene dentro de mi vagina, yo me quede tumbada con una pierna estirada y la otra doblada, Marco se sentó a horcajadas sobre mi pierna estirada y mi otra pierna reposaba por encima de uno de sus muslos, apoyándola sobre su pecho y abrazándola con una de sus manos.

Su pene entraba y salía de mi interior con un ritmo pausado un ritmo que en parte le iba indicando yo, su pene tremendamente duro me atravesaba entera de punta a punta, había dilatado tanto mi vagina que prácticamente me la metía hasta el fondo, hasta la raíz de su polla con sus testículos golpeándome las nalgas con cada penetración, no había forma ni medio de separarnos ya, éramos la unión perfecta, el puzzle que encajaba a la perfección, su pene me llenaba por completa, me hacía gemir, gritar, llorar de placer, le miraba y veía su cara de satisfacción al ver como me follaba, seguro que durante mucho tiempo pensó en ello y hoy Marco cumplía su sueño, me miraba con la cara desencajada de placer, miraba como su tía por debajo de él gemía al tener su polla dentro de ella, gemidos que iban a más, gemidos que no paraban ni con el sonido del teléfono que sonaba y sonaba una y otra vez.

El ritmo iba in crescendo, pero lo que más sentía eran las penetraciones cada vez con más fuerza, era el momento perfecto con el hombre perfecto, estaba en esos días que mi cuerpo pide algo más, en esos días en que te encuentras más sensible, más excitada de lo normal y levantando la pierna que tenía doblada se la puse sobre los hombros cogiéndome la espinilla su mano y echándose un poco hacia atrás con su mano derecha se apoyaba en el tobillo de la pierna que tenía estirada y empezó a darme pequeños empujones con su pene metiéndose con fuerza y rapidez dentro de mi vagina, luego la sacaba despacio y volvía a penetrarme de esa manera, al levantar mi pierna me había abierto un poco más a él, su polla entraba con más facilidad y sus empujones cada vez más rápidos con igual de intensidad.

Le pedía más, le gritaba y pedía que me follara así, la sensación de aquellos golpes contra mi vagina con su polla introduciéndose de esa manera me estaban volviendo loca, gemía cuando me la sacaba y gritaba cada vez que la metía, el sonido otra vez del teléfono, de las embestidas con su carne golpear la mía, el sonido de su polla entrar en mi vagina totalmente encharcada de flujo con su pene negro saliendo de mí con restos de mi flujo adherido como una crema que le blanqueaba parte de su polla era una sensación que me estaba llevando al éxtasis del placer, perdía toda voluntad con mi cuerpo, un orgasmo tras otro, totalmente agotada de placer miraba a mi sobrino y sabía que estaba cerca de correrse, tan cerca que cerró los ojos metiéndomela tan dentro de mí que la dejo allí haciendo fuerza contra mi vagina y empezó a gritar a gemir en alto, en esos momentos sabía que se había corrido dentro de mí sin protección alguna, notaba su semen golpearme por dentro, ninguno de los dos lo tenía previsto y por otro lado no debería de pasar nada al tomar yo otras medidas anticonceptivas.

A partir de ese día era habitual oírnos gritar todas las noches, vernos bañarnos dentro de la piscina mientras follábamos y nos besábamos, me había hecho una adicta al sexo con mi sobrino y si un día no me la metía sentía que me fallaba algo, era habitual vernos en la cama, el sentado y apoyado sobre el cabecero con sus piernas extendidas y yo sentada a horcajadas encima de él con mis rodillas flexionadas y mi cuerpo arqueado hacia atrás con mi espalda reposando sobre sus piernas, mis manos le agarraban de los talones y su polla bien metida en mi vagina, con pequeños movimientos, con mi vagina presionando su pene. Marco metía y sacaba despacio su polla de mi coño, minutos en esa posición entrando y saliendo, haciéndome gemir, sentirme amada, con sus labios besar mis pechos a la vez que con sus manos me cogía de las caderas moviéndome adelante y atrás.

Todo un verano, todas unas vacaciones en las que cuando venían sus padres a vernos a pasar el día estábamos los dos deseando que se marcharan, todo un verano hasta que se marchó a la ciudad para empezar la universidad, a partir de ese día ya a mediados de septiembre yo me quedaba sola, mirando por la ventana esperando verle entrar de un momento a otro, paso septiembre y casi octubre y lo que me preocupaba ahora era otra cosa, algo había fallado y por eso me encontraba angustiada sentada en el baño con las bragas sobre mis rodillas mirando un pequeño trozo de plástico rosa, se acercaba la hora de resolver aquello que me llevaba un mes angustiando.

Negativo, ha salido negativo.

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