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Mi sobrino viene a aprender inglés
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Tiempo de lectura: 25 minutos

Todo comenzó un cálido lunes de enero. Mi nombre es Norma y tengo 45 años. Me dedico a la docencia; soy profesora de inglés de secundario y ese día comenzaban mis tan esperadas vacaciones. Después de un año muy agotador y estresante por tratar con adolescentes, estaba ansiosa por disfrutar una semana de la tranquilidad de mi hogar. Me divorcié hace 5 años y estoy en la plenitud de mi vida. Los niños pequeños nunca fueron santo de mi devoción así que los hijos estuvieron descartados en mi vida desde una edad muy temprana.

Ese lunes me había levantado temprano para realizar un par de tareas domésticas. Estaba colgando la ropa en mi patio junto a la pileta cuando suena mi celular; la foto de Silvia, mi hermana mayor, apareció en el identificador de llamadas.

– Hola Sil, cómo estás? – saludo con la voz un poco apagada sabiendo que algún favor me iba a pedir.

– Hola hermanita! Muy bien, acá renegando con tu sobrino – contesta ella con su voz llena de bronca.

– Que pasó con Román?

– Otra vez con las notas bajas en la universidad Norma. Y la que más lo complica siempre es inglés – me comenta preocupada dando a conocer el motivo de su llamado.

– Tiene una tía profe de inglés y le va mal, es increíble ese chico! – digo esperando el inevitable pedido de mi hermana mayor.

– Yo sé que hoy empezas tus vacaciones hermana pero tiene una semana para preparar la materia. Vos no lo ayudarías un par de horas al día aunque sea? Te pago el doble de lo que se cobra en forma particular – me dice casi a modo de súplica realmente preocupada por la situación académica de su hijo.

– Bueno Sil, está bien, pero no más de dos horas al día y más vale que se ponga las pilas porque te lo mando de vuelta – accedo poniendo algunos limites que sé que tampoco voy a hacer cumplir porque ya le debo demasiados favores a mi hermana.

– Ay! Sos la mejor hermana del mundo Norma. En un rato está por allá. Lo mando con algunas mudas de ropa así se puede quedar en tu casa si quiere.

Silvia sabía que Román siempre fue bienvenido en mi casa y esta no iba a ser la excepción. El hecho de haber comprado una casa con pileta me había convertido en la tía popular a la que todos los miembros de la familia adoraban por ofrecer un lindo y refrescante lugar donde pasar el verano. Más allá de eso también siempre fuimos muy compinches con Román porque desde que su padre los abandonó cuando él era muy chico, yo me encargué de tener esas charlas incomodas que cada chico debe tener. El hecho de no haber tenido hijos quizá hizo que volcara ese poco interés maternal en mi sobrino.

Pero como todo adolescente, a Román le llegó esa etapa donde la familia deja de ser una de las prioridades en la vida y ese lugar lo ocupa la vida social fuera del nido. Lo cierto es que hacía unos seis meses desde la última visita de mi sobrino y ya extrañaba verlo y compartir una charla con él.

Según me había contado su madre, Román tenía solo dos cosas en la cabeza últimamente: chicas y bicicletas. Lo de las chicas era muy normal del alboroto de hormonas que se generan en un cuerpo de 19 años, y desde que había entrado al mundo del ciclismo, mi sobrino no dejaba de gastar dinero en nuevos repuestos para su bicicleta de carreras. Su madre no emitía quejas al respecto porque consideraba que el interés de su hijo por la actividad física era beneficioso para él, siempre y cuando guardara un poco de ese interés para sus estudios. Lo cierto es que desde que Román había empezado a competir en su bici, su cuerpo se había desarrollado de una manera increíble y ya tenía más aspecto de joven adulto que de adolescente.

Ese mismo lunes, cerca de las tres de la tarde suena el timbre de mi casa. Cuando abro la puerta lo encuentro a Román sosteniendo su flamante bicicleta y con una sonrisa en su rostro.

– Acá vive la profe de inglés más linda de todas? – pregunta a modo de broma y acercándose para darme un abrazo.

– Acá vive la tía del sobrino más lindo del mundo – le contesto para seguir con el chiste y me dejo envolver entre sus fibrosos brazos.

Más allá del aspecto varonil, masculino y guapo de mi sobrino jamás sentí una atracción puramente sexual hacía él, ni siquiera en ese sentido abrazo después de varios meses de no verlo; lo cierto es que esa cuestión iba a cambiar muy pronto y de una forma muy extraña.

Después de los típicos saludos y risas entre tía y sobrino, lo invito a pasar a mi casa haciéndole lugar para que pase primero. Un impulso me llevó a bajar la mirada hacia sus nalgas y pude ver como esos pedales estaban haciendo que las nalgas de Román se vieran firmes como una escultura. En otro impulso incontrolable aprovecho la camaradería entre nosotros para comprobar con el tacto esa dureza en sus nalgas.

– Apa! Como está el ciclista! – le digo mientras me acerco por atrás y palmeo sus nalgas de forma tierna pero procurando hacer la suficiente presión para disfrutar esa dureza. Él no se pone ni un poco nervioso y se pega el mismo un golpe un poco más fuerte en sus nalgas.

– Viste tía? Dos horas de bici todos los días y te queda el culito así – me dice mientras se cachetea una vez más. Lo miro sonriente con una pequeña pizca de morbo en mi interior pero sin dejar de tener en claro que es el hijo de mi hermana.

– Muy lindo tu culito Román! Pero según tu madre vas a tener que poner ese culito en la silla y ponerte a estudiar inglés – le digo un poco a modo de reto y otro poco en chiste – come algo que una hora arrancamos con las clases porque de acá no te vas sin haber aprobado inglés.

Me mira algo decepcionado por cortar con la buena onda de su llegada y por apurarlo para comenzar con las clases. Se va a la habitación de invitados y cierra la puerta. Tengo una hora antes de volver a lidiar con un adolescente al que poco le importa el inglés.

Pasaron quince minutos desde la llegada de Román y el timbre de mi casa vuelve a sonar. Abro la puerta y la veo a Gladys, mi vecina de al lado y mi mejor amiga hace 10 años. Gladys tiene 3 años más que yo pero se preocupa mucho más por su aspecto físico; cuando abrí la puerta note que había estado haciendo ejercicio porque llevaba sus ajustadas calzas deportivas negras con detalles en verde chillón y una remera deportiva haciendo juego. El aspecto físico de Gladys no demostraba su edad. Además siempre iba bien maquillada y con su cabellera negra bien peinada. Sus ojos verde oscuro le daban un aspecto muy sensual y su carnosa boca se había llevado más de un halago masculino. Además, el ejercicio le había dado un aspecto realmente atlético en el que nadie podía negar la firmeza de sus nalgas y esas enormes tetas siempre apuntando hacia delante. Más allá de su hermoso y escultural cuerpo femenino, su esposo no estaba nunca en casa. Él trabajaba como camionero y solamente se lo veía, con suerte, una o dos veces por semana. En confianza, Gladys nunca me había dicho que su vida sexual fuera mala, pero cualquiera se puede imaginar que, teniendo en cuenta la poca presencia de su marido, la actividad sexual de mi amiga no debería ser muy abundante. Entró a casa sin esperar mi permiso como solía hacer cada día y su mirada se desvió automáticamente a la bicicleta de Román.

– Que linda bici Normita! Vas a empezar a pedalear? – preguntó ella emocionada.

– No amiga! Es de Román, mi sobrino. Lo mandó Silvia porque anda medio flojo en inglés y le voy a dar unas clases particulares.

– Romancito! Cuanto tiene ya? Hace muchísimo que no lo veo. No sabía que le gustaban las bicicletas – pregunta ella con bastante curiosidad.

– Ya tiene 19 amiga. Y si, por tanto interés en las bicis se le está yendo la atención de la facultad – le explico.

– Y que querés Normita? Tiene 19 años, si no tiene la cabeza en las bicis la debe tener en otro lado más interesante – me dice ella mientras larga una pequeña carcajada.

– Es lo mismo que me dijo la madre. Pero bueno, acá esta la tía para enderezarlo un poco – digo mientras le ofrezco un vaso de agua a Gladys.

– No lo presiones que viste como son los chicos de hoy. Déjalo que viva un poco la vida que tiene ganas – dice ella con su típica actitud liberal y despreocupada.

– Eso lo tiene que decidir la madre Gladys. A mí solamente me paga para enseñarle inglés – contesto. Gladys me responde con un gesto dándome la razón.

– Pero bueno amiga, te iba a invitar a caminar un rato pero si tenés alumno no te molesto más. Lo que si te voy a pedir es que si Román tiene un ratito lo mandes a ver un poco mi bici que la cadena necesita aceite y por ahí me gustaría que le haga algunos ajustes. Le voy a pagar, obvio – dice ella. Es cierto que la bici de Gladys estaba un poco maltratada y por eso había dejado de pedalear los últimos días. Acepto su pedido y le digo que después de las lecciones de inglés lo mandaba a Román.

El resto de la tarde transcurrió normal y el pedido de Gladys no me demostró ninguna segunda intención en ella por lo que no me quedé dándole muchas vueltas al asunto. Tal y como habíamos quedado, Román llego al living una hora después con sus apuntes y le di una intensa clase de dos horas. Noté que mi sobrino había ido a sus clases solamente a dibujar bicicletas en sus cuadernos y hacer cualquier otra cosa antes que prestar atención. Su nivel de inglés era mucho más bajo del que imaginaba y me di cuenta que iba a hacer falta muchísimas horas de ese culito duro sentado en la silla. Luego de 120 minutos sin despegar los ojos de sus apuntes y de hacer varios ejercicios de comprensión de texto, decidí que había sido suficiente por ese día.

– Bueno Romi, terminamos por hoy, mañana seguimos – le digo mientras miro el reloj y veo que ya son casi las 6 de la tarde.

– Ay! Menos mal tía, ya no me da más el cerebro – me dice con la cara invadida por el cansancio.

– Yo sé que estas agotado mi vida, pero te querés distraer un rato con una bici? – le digo intentando seducirlo con la idea de ir a ayudar a mi amiga.

– Que bici tía? – pregunta curioso.

– La de Gladys, mi amiga que vive acá al lado. Hace varios días que no puede salir a pedalear porque la bici necesita un par de ajustes. Me dijo que te iba a pagar – agrego intentando hacer más interesante la propuesta. A Román se le iluminan los ojos y no puede esconder la excitación, porque recuerda el físico de Gladys y el simple hecho de que ella lo haya invitado a su casa le genera algo entre sus pantalones.

– Si tía, obvio, aparte hace muchísimo que no la veo a Gladys, tenía ganas de saludarla – miente de muy mala manera. Yo respondo con una sonrisa picarona.

– Romansito – le digo con tono burlón – ya sé que se está pasando por la cabeza. No te olvides que Gladys es casada y que no le gustan los pendejos como vos así que no te hagas el vivo porque te la corto – le digo un poco en broma y un poco de verdad. No puede evitar ponerse todo colorado y se levanta de la silla.

– Pe-pero no tía – tartamudea – le arreglo la bici rápido y vengo a cenar con vos – y se va corriendo.

En ese momento estaba casi segura que la fidelidad de Gladys hacia su marido era inquebrantable y, además, lo que le había dicho a Román no era mentira. Mi amiga nunca se había metido con un hombre menor porque decía que a ella la atraían los hombres maduros y con canas. Por ese motivo me quedé tranquila sabiendo que mi amiga nunca podría tocar sexualmente a mi sobrino. Aunque la cara de Román cuando nombré a Gladys y su alboroto de hormonas no me harían poner las manos en el fuego por él. Lo cierto es que la imagen se aparecía una y otra vez en mi cabeza pero sabiendo que no podía ocurrir jamás.

Pasaron 40 minutos desde que mi sobrino se había ido a la casa de Gladys por lo que decido hacer uso de la puerta de atrás de mi vecina e ir a su garaje con unas cervezas frías para hacerles un poco de compañía. Antes de llegar a la puerta un inconfundible sonido me detiene en seco; los gemidos inconfundibles de Gladys y los rítmicos golpes de dos cuerpos chocando uno con el otro. Los primeros segundos me invadió la furia, pero fue solo eso; unos segundos. La curiosidad se dio lugar en mí obligándome a hacer unos pasos más para asomarme por el filo de la puerta. Asomé un ojo y ahí estaban; parecían dos perritos en celo. Gladys tenía sus manos apoyadas en un viejo escritorio de madera con su bici dada vuelta delante. Tenía la calza y una tanga negra de encaje enrolladas en sus rodillas. Mientras recibía los embistes de Román daba vuelta todo su brazo derecho y apretaba las fibrosas nalgas de mi sobrino para darle impulso. Las firmes tetas de Gladys estaban todas manchadas con aceite para cadenas y rebotaban al ritmo del empuje de mi sobrino. Por su parte, Román tenía su mano derecha en las anchas caderas de Gladys y su mano izquierda recorría sus tetas, su cuello y de vez en cuando la agarraba del pelo como si fuera una película porno. Seguramente el porno haya sido uno de los géneros más consumidos por mi sobrino en los últimos años y lo estaba demostrando en el garaje de mi mejor amiga.

Primero fue la furia, después la curiosidad y finalmente iba a llegar la excitación. – Voy a acabar – Susurró Román con la respiración algo agitada pero sin dejar de bombear con su cadera. Gladys respondió a la advertencia con una sonrisa digna de una actriz erótica pasando su carnosa lengua por su labio superior. Sacó el pene de mi sobrino de su empapada vulva y se arrodilló frente a él. Fue en ese momento que vi por primera vez el pene erecto de mi sobrino. No era un pene particularmente enorme, pero tenía sus buenos 17 cm y un grosor muy atractivo. Además, era particularmente venoso, detalle que siempre me ha gustado en un buen trozo de carne masculino.

Sin demasiados rodeos y sin tocar la verga de Román con sus manos, Gladys metió la venosa pija en su boca y comenzó a mover su cabeza adelante y atrás mientras apretaba el tonificado culo de Román para darle ritmo al movimiento. Ella hizo un par de arcadas pero en ningún momento dejo de mamar la verga, lo que invitó a Román a tomarla por el pelo y moverse con más fuerza para cogerle la boca a su excitada amante. Esta actitud machona y descuidada de Román excitó aún más a Gladys porque comenzó a masturbarse mientras se llenaba la boca con la carne dura de mi sobrino. Después de unos cuantos segundos Román soltó un fuerte gemido haciendo saber que su verga se había convertido en un volcán de leche dentro de la boca de Gladys. A ella no le importó porque nunca dejo de succionar con fuerza. Se tragó cada gota de leche y, por su expresión, realmente lo disfrutó.

Me había perdido en esa escena; tanto que no me había dado cuenta que Román volvería a mi casa en cualquier momento. Volví silenciosamente a mi hogar con las tres cervezas ya calientes en mi mano. Me metí en la ducha y, sin tener bien claro que estaba pasando por mi cabeza, empecé a masturbarme casi por una necesidad animal. Apenas toque mis labios noté esa baba espesa que forma un hilo delgado entre los dedos, y en mucha cantidad. Mi tanga había quedado realmente empapada después de haber visto esa escena tan particular. Acabé dos veces antes de escuchar la puerta de entrada de mi casa indicándome que Román había vuelto de su colaborativa visita en la casa de mi mejor amiga.

– Sos vos Román? Cómo te fue con Gladys? – pregunté desde el baño con la ducha abierta.

– Re bien tía, no me conoció cuando me vio. Y la bici no estaba tan mal, se la arreglé enseguida – explicó tratando de sonar lo más natural posible.

– Qué despistada esa Gladys. Qué bueno Román! Mañana si te quedas la invitamos a almorzar – le propongo esperando su respuesta.

– Bueno tía – dijo él algo titubeante.

No podía creer lo que estaba pasando. Había encontrado a mi mejor amiga y a mi sobrino cogiéndose como dos animales y el enojo solo me había durado unos segundos. No solo eso, sino que estaba incentivando a un nuevo encuentro después de tener que masturbarme en la ducha por ver esa inesperada pero excitante situación. Pensaba que a los 45 años, una no podía volver a conocer una nueva fantasía sexual, pero justamente eso me generaba esta situación en la que mi mejor amiga casada se está cogiendo a mi sobrino de 19 años. Realmente estoy excitada y me vuelvo a tocar una vez más antes de salir de la ducha.

Obviamente, no iba a mencionar absolutamente nada de lo que vi esa tarde en el garaje de Gladys. No tanto por vergüenza, porque quienes deberían estar avergonzados de la situación son ellos. Decidí no mencionar nada porque saber algo que ellos pensaban que lo estaban ocultando me producía una doble excitación. Por lo que decidí seguir que la fantasía y el morbo controlen la situación.

Salí de la ducha en mi traje de baño enterizo. Mi cuerpo no es para nada escultural en comparación con el de mi mejor amiga, pero considero tener lo suficiente para alborotar algunas hormonas más jóvenes, incluso las de mi sobrino. Mi estatura es de 1,65; un poco más petiza que el 1,78 de mi sobrino. Mis anchas caderas dignas de una cachetada lucían muy bien con la parte de atrás de mi malla negra brillante encajándose en el profundo espacio de mis nalgas. Si algo siempre me han envidiado otras mujeres es el tamaño natural de mis tetas; los años y la gravedad han hecho lo suyo pero aún siguen bastante firmes con sus anchos y oscuros pezones dignos de chupar cuando se ponen duros. El escote de mi malla deja la mitad de mis ubres afuera con un milímetro de oscuro pezón asomándose debajo de la tela. Me pongo algo de crema en el cuerpo para darle brillo a la piel. Nunca imagine prepararme tanto antes de salir del baño para provocar a mi sobrino. Me sentía algo depravada pero después de la escena porno entre él y Gladys no pude detenerme.

Salí del baño y Román esperaba afuera para meterse a la ducha con las manos y algunas partes del cuerpo llenas de grasa para la bicicleta. El instante que nos cruzamos evitó hacer contacto visual hasta que vio que mi traje de baño era lo único que me separaba de la desnudez total. No pudo evitar fijar su mirada en mis tetas unos segundos. Estaba atenta a eso por lo que lo noté enseguida y él se dio cuenta. Lo que no se había dado cuenta era que había sido testigo de su aventura como taxi boy de la vecina. Se metió al baño nervioso y sin mediar ninguna palabra. Antes de cerrar la puerta del baño noté, sin darme vuelta, su mirada en mi culo viendo como el hilo de mi malla se metía en la profundidad de mis nalgas. Al imaginarlo en la ducha me dieron ganas de seguir tocándome. En un acto impulsivo golpee la puerta del baño y le pregunté si me podía llevar la ropa sucia para lavar. Él contestó que pasara y la agarrara; el vidrio esmerilado de la ducha me dejó ver su silueta, lo que me calentó aún más. Agarré su remera sudada, sus shorts deportivos y el bóxer todo enredado en él. El aroma de fluidos mezclados llegó a mi nariz al cabo de unos segundos. Salí apurada del baño, me metí al cuarto de lavado y empecé a pasarme por la cara el bóxer con los olores mezclados de Román y de Gladys; saliva, flujo, semen, todo mezclado en un pedazo de tela que no podía dejar de lamer mientras con la mano libre me masajeaba el clítoris empapado para acabar una vez más. La excitación ya había llegado a niveles realmente increíbles y quería ir por más. Me temblaban las piernas mientras seguía oliendo los intensos aromas y mientras imaginaba que a una pared de distancia mi sobrino se seguía masturbando mientras pensaba en el polvo que le echó a la vecina y quizá fantaseando un poco con su tía.

Un rato después llamé a Román para cenar y la charla fue como si nada hubiese pasado. Con la diferencia que yo seguía con mi provocativo traje de baño, teniendo como excusa el agobiante calor. Los ojos de mi sobrino no paraban de arrastrarse hacia abajo. Me hice la que no me daba cuenta durante toda la cena para no incomodarlo. Terminamos de cenar y Román se fue a su cama temprano porque al otro día volveríamos con las lecciones de inglés. Además su día había estado repleto de “actividad física” y el día siguiente no iba a ser muy diferente. Al acostarme en mi cama mi cabeza empezó a funcionar a todo vapor. Elaboré un plan en mi cabeza para sacarle la mayor cantidad de beneficio a esta situación, a divertirme y de paso, comprobar que tanta confianza me tiene mi mejor amiga para contarme sus más íntimos secretos y quizá, tener un secreto para compartir juntas.

La noche transcurrió entre sueños mojados y la escena porno de Román y Gladys reproduciéndose una y otra vez en mi cabeza. De vez en cuando hasta me despertaba con el gusto del bóxer de Román en mi boca y al tocarme la argolla, ya estaba toda mojada.

Me levanté algo ansiosa a las 9 am y preparé el desayuno para mi sobrino y para mí. Mientras tomaba mi primer café matutino le mandé un mensaje a Gladys para invitarla a almorzar como le había dicho a Román. Seguramente ya tenían sus respectivos contactos y en una charla nocturna mi sobrino le había avisado de la invitación previamente; esa era la idea desde un principio. Tal y como lo había sospechado ella actuó muy mal la sorpresa y aceptó después de otro mal actuado episodio de duda. Le dije que traiga algunas bebidas y que no se olvide el traje de baño para disfrutar de la tarde en la pileta. Los días de calor eran la excusa perfecta para que todo el mundo ande más suelto de ropa. Ella aceptó con un tono de excitación y miedo en su voz.

A los pocos minutos Román aparece en el comedor con cara de dormido, con el torso desnudo y un short extremadamente ajustado que le marca bastante bien su paquete. El pendejo también está en plan provocativo. Sabe que yo también le voy a mirar la verga y lo hago sin demasiado disimulo.

– Buen día culito firme – lo saludo con una sonrisa – come algo y vamos a meterle un par de horitas de inglés.

– Uy tía! Tan temprano? – pregunta el con voz de nene chiquito

– Si, tan temprano porque después viene Gladys a almorzar y a pasar el día – le digo prestando atención a su reacción. Levanta un poco las cejas pero es mejor actor que Gladys en cuanto a la indiferencia.

– Bueno tía, está bien – acepta mientras come una tostada y toma un poco de jugo de naranja.

Lo dejo desayunar tranquilo y antes de empezar con las clases voy a mi habitación con la idea de redoblar su apuesta del short ajustado. Esta vez recurro a la artillería pesada y me pongo una bikini que hace notar un poco más la gravedad pero que también permite notar lo enorme de mis ubres. Debajo de la pequeña porción de tela las tetas se quieren ir por todos lados y tengo que acomodarlas constantemente, lo que atraerá la mirada de Román en un instante. La parte de abajo del bikini es del mismo estilo y marca a la perfección los labios de mi argolla apenas cubierta por un hilo verde. Me miro al espejo y decido que es demasiado; me cubro de los pechos hacía abajo con una amplia toalla de baño. Al volver al comedor, Román ya me está esperando con sus apuntes preparados y se ha puesto una remera; por lo menos todavía guarda un poco de pudor entre todas esas hormonas. Pero el pudor le dura poco porque no puede evitar desviar la mirada a los 2 cm de surco entre mis tetas que se asoman por arriba de la toalla. Noto que cruza las piernas para evitar que vea una muy probable dureza en su entrepierna. Como en un típico ritual de apareamiento, recojo mi pelo con una mano y mientras lo ato con la otra, muestro todo mi cuello y mi pecho de una forma muy seductora. Agito la cabeza y me siento a su lado procurando que el perfume importado que me puse por la mañana haga su efecto. No sé si habrá sido el perfume o el surco entre mis tetas, pero Román estuvo muy distraído durante toda la clase y apenas pudo hacer bien dos o tres ejercicios simples. Por un momento se me pasó por la cabeza que mi sobrino iba a desaprobar inglés por culpa de mis impulsos sexuales, pero eso era un tema para más tarde.

– Qué pasa Romi? Estás más distraído que ayer – le digo mientras le acaricio el pelo, por momentos de forma maternal y por momentos ejerciendo un poco más de presión para que sienta el tacto.

– Nada tía, me aburre el inglés – miente mientras su cabeza está en una película porno.

– Uy mi vida! Bueno, tranqui que durante la semana vamos a seguir y vas a mejorar. Ahora viene Gladys y nos divertimos un rato los tres. Mirá que es mi mejor amiga y me cuenta todo eh! Más vale que no me cuente que te la encaraste – le digo a modo de broma.

– Pero no tía! Te hice caso y no me hice el vivo, solamente le arregle la bici, charlamos un rato y me fui – me dice confiando en el silencio de Gladys y pensando que yo aún no se nada.

– Está bien mi vida! Sé que sos un chico decente y que no vas a hacer nada que esté mal – le digo tratando de encontrar un poco del culpa en su mirada sin tener éxito. Mi sobrino pudo haber sido un gran actor de Hollywood.

Mientras Román guardaba sus apuntes suena el timbre anunciando la anticipada llegada de mi mejor amiga: le había dicho que venga al mediodía y el timbre sonó a las 11:45. Como siempre, a Gladys se le complicaba mucho disimular algo cuando era víctima de su ansiedad. Abrí la puerta y Gladys entró con una amplia sonrisa y luciendo una blusa blanca bien escotada dejando traslucir sus firmes pechos y un short de jean bastante corto haciendo juego con su blusa. A pesar de que le había dicho que trajera algo para tomar, llegó con las manos vacías pidiendo disculpas por el olvido. La chota de Román en la garganta le debe haber ahogado un par de neuronas. Pero si yo hubiera sido ella hubiera hecho lo mismo en esa situación. Lo llamo a Román, aparece en el recibidor y la saluda a Gladys de una manera fría y distante disimulando realmente bien la poca distancia que habían guardado el día anterior en su garaje. Román disimulaba mucho mejor lo sucedido mientras que Gladys no paraba de recorrerlo con la mirada. Por momentos parecía que se olvidaba de mi presencia en esa sala. Cuando yo emitía alguna palabra ella despertaba del trance y me prestaba un poco más de atención hasta que Román le volvía a dirigir la palabra.

Pedimos comida a domicilio, cenamos una abundante porción de pollo y papas fritas cada uno y disfrutamos de algunas charlas con algunas anécdotas y recuerdos. Gladys estaba empecinada en meter un detalle sexual en cada uno de sus relatos y eso hacía muy evidente la intención de exponer el tema delante de las hormonas de Román. Este respondía con una sonrisa nerviosa de vez en cuando y tratando de no despegar los ojos del plato para que su mirada no se fuera directamente a las tetas de su tía o las de su mejor amiga. Luego de terminar su plato, Román se levantó de la mesa y fue al baño, cerró la puerta y me dio unos minutos de intimidad con mi mejor amiga.

– Guardá los colmillos Gladys! Sos una mujer casada y es mi sobrino – le digo a modo de reproche.

– Ay Norma! Qué decís? Cómo voy a estar pensando en eso con un chico tan joven? sabes que me gustan los hombres que peinan canas – responde ella con una actuación un poco más respetable que las anteriores.

– Que no me entere que lo estas provocando Gladys! Se llega a enterar la madre que la mejor amiga de tía se lo quiere coger y no lo veo nunca más – digo poniendo cara de tristeza y buscando un poco de culpa en mi amiga.

– Ay amiga! Sería incapaz de tanta depravación. Es tu sobrino y tiene apenas 19. Aparte yo le soy muy fiel a mi marido – dice ella llevándose una mano al pecho en gesto de ofensa.

– Confío en vos Gladys! Yo sé que se le nota todo con la ropa que usa pero es un joven y ellos se manejan así; mostrando el cuerpo obligados por la testosterona – le explico con una leve sonrisa buscando algo de complicidad. Ella confía en que yo le creo y tampoco sospecha nada de mi presencia en su garaje el día anterior.

– Es terrible como se visten tan provocativos estos chicos amiga! A mí, a veces, hasta me da asco – dice con toda soltura después de haberle hecho un análisis completo a las venas de la verga de Román.

Su hipocresía me altera un poco pero prefiero contenerme antes de decirle algo que la altere. Prefiero agarrarla con las manos en la masa y poder disfrutar de su expresión en ese momento. Román vuelve del baño y yo me dispongo a juntar los platos sucios de la mesa mientras Gladys se queja del calor. Le comentó la idea de ir a la pileta y accede sin ninguna duda. Gladys y yo nos vamos al patio mientras Román se queda adentro tratando de darnos algo de privacidad. Gladys se da cuenta de esto y no duda en invitarlo con nosotras y a compartir un par de cervezas al sol. Mi plan está saliendo a la perfección, tal cual como lo había elaborado en mi cabeza la noche anterior. Los tres nos quedamos en traje de baño: Román con su diminuto short que le marca el contorno de su miembro semidormido ante la atenta mirada de mi amiga; Gladys se sacó su blusa y el short blancos para dejar ver una bikini rosa chicle dejando su hermoso cuerpo escultural apenas cubierto por algunos centímetros de tela; y yo con mi bikini verde manzana dejando ver las carnes de mis tetas queriendo escapar y mi pelvis apenas cubierta por el hilo de abajo. Veo que entre ellos se intercambian algunas miradas cómplices, lo que me excita aún más confirmando el éxito de mi plan.

Advierto que ante el olvido de Gladys nos quedamos sin ninguna cerveza. Le hago un chiste a Gladys y ella pide disculpas ofreciéndose a ir a comprar. La detengo enseguida y me ofrezco yo ya que tengo el auto más fácil de sacar y que el mercado queda algo lejos. Darles algo de tiempo para que entren en confianza en el agua era mi idea, pero no tanto como el que ellos esperaban. Me puse una blusa y un pantalón, tome mis llaves, cartera con mi celular y el dinero y salí a mi falso mandado al mercado. Pongo el marcha el auto y acelero un poco procurando que el ruido del motor se escuche desde la pileta. Salgo de casa, hago media cuadra y estaciono el auto. Si realmente hubiera ido al mercado tardaría aproximadamente 20 minutos, pero Román y Gladys solamente iban a tener algunos segundos de intimidad. Entro por la puerta delantera procurando no hacer ruido y me asomo por la ventana que da al patio sin que me vean. El espectáculo ya había comenzado: Gladys estaba acostada en la parte menos profunda de la pileta con el hilo de su tanga corrida hacia un costado mientras Román jugaba enérgicamente con su lengua. Recorría todo el ancho de la pelvis de mi amiga, empezando por el clítoris, pasando por sus labios y terminando en su culo en donde intentaba meter su lengua con toda su fuerza. Gladys se retorcía de placer mientras acariciaba y apretaba sus firmes tetas. Salí nuevamente de la casa y me metí al patio por un pasillo lateral para luego esconderme detrás de un arbusto que me dejaba más cerca del show y con un mejor ángulo de visión. Saqué mi celular, abrí mi cámara y comencé a filmar la escena mientras Gladys le arrancaba el short de baño a mi sobrino. La dureza de Román quedó rebotando como un resorte frente a la cara de Gladys, quien lo agarró con exacerbado deseo y comenzó a mamarlo desde los huevos hacía el glande. Filme la escena durante un minuto y medio, lo que me pareció suficiente evidencia para sacar partido de esto. Me quedé un rato más detrás del arbusto mientras Román ojeaba la puerta de vez en cuando pendiente de que yo no vuelva. Gladys le decía que tenían algunos minutos más y le pedía desesperadamente que le “entierre la carne”. El lenguaje de Gladys resultaba realmente excitante para Román quien se dejaba llevar por la lujuria de la mujer madura. Cuando comienzo a notar la humedad en mi entrepierna decido salir de mi escondite y empezar a sacar frutos de mi trabajo de espía.

– Con que no te gustaban los pendejos de 19 años, no amiga? – digo en voz alta mientras me acerco a la pileta caminando con los brazos cruzados. Román estaba acomodando a Gladys en cuatro patas para empezar a cogerla.

– Nor…Norma, que rápido que volviste – tartamudeó nerviosa Gladys – No es lo que parece amiga. Es un malentendido – dice ella con susto en su rostro mientras intenta vestirse rápido y le queda todo el bikini chueco. Mientras tanto Román salía de la pileta y se encaminaba hacia adentro intentando escapar de la reprimenda.

– Y vos quédate donde estás querido! – le grito a Román. Se frena y comienza a ponerse su short de baño en silencio.

– No, ahora quédate en pija Romancito! Si la mejor amiga de la tía le encanta que le “entierres la carne” – digo en mi mejor tono irónico ante las caras avergonzadas de ellos dos. Ninguno emite palabra hasta que Gladys rompe el silencio.

– Román no tiene la culpa Norma! Yo lo busqué. Si te tenés que enojar, enójate conmigo – dice ella casi susurrando queriendo cargar con toda la culpa.

– Obvio que me voy a enojar con vos amiguita! Y con Román también. Viene acá a estudiar inglés y termina lamiéndole el culo a mi mejor amiga en mi pileta – digo con enojo mientras voy con la mirada de uno a otro como en un partido de tenis. Mi actuación era digna de un Oscar hasta el momento. Los dos ya estaba los suficientemente avergonzados y, por lo tanto, estaban donde yo los quería.

– Pe-perdón tía! – dice Román con miedo en su voz y con su pene flácido colgando.

– Es lo mínimo que podes decir! Anda a tu cuarto que ya voy a hablar con vos a solas. Y vos Gladys, quédate acá hasta que termine con Román, salvo que quieras terminar vos primero y tomarle la lechita como ayer en tu garaje – le digo para terminar de cerrar la actuación. Los dos se quedan mirándome sorprendidos sin poder esbozar ni una sílaba. – Si, fui a llevarles una cerveza fresca a mi sobrino y a mi mejor amiga y me los encontré clavados en tu garaje. No lo podía creer Gladys, encima me mentiste en la cara hoy negándome todo – el nivel de ofensa que mostraba ya estaba al máximo, al igual que el arrepentimiento de ellos dos.

– Yo me voy a mi casa y hablamos cuando estés más tranquila – replica Gladys mientras se levanta de la pileta y se acomoda su bikini.

– Vos te quedas ahí Gladys, porque también tengo que hablar muy seriamente con vos – le digo con el mismo tono de sargento mientras ella insiste en querer irse – te quedas porque ya le mando este video a tu marido – le advierto mientras pongo “play” en mi celular y le muestro la pantalla mientras se reproduce el video de la verga de Román llenándole la boca.

Ella se lleva la mano a la boca con gesto sorprendido y se vuelve a sentar en el agua algo pálida sin poder emitir palabra al respecto. Le hago señas a Román para que entre a la casa. Camina desnudo delante de mí y yo aprovecho para disfrutar la vista de su culo tallado a mano. Se sienta en la cama y yo me siento a su lado.

– Una sola cosa te pedí Román e hiciste todo lo contrario – digo con más cara de decepción que de enojo – Ahora como le digo a tus padres que, además de desaprobar inglés, también estas cogiendo con la amiga casada de tu tía? No te van a dejar venir más – le digo mientras veo el verdadero arrepentimiento en sus ojos, lo que me causa algo de ternura.

– No tienen por qué enterarse tía. Yo no les voy a decir nada y Gladys tampoco. Aparte a ella tampoco le conviene porque es casada y va a tener un montón de líos – trata de explicarme mientras yo ya se hacia dónde se dirige todo esto.

– No se Román! Me mentiste y estoy muy decepcionada de vos. Sos un chico lindo, seductor y te tenés que coger a la mejor amiga de tu tía? Tanto te controlan las hormonas? Ahora falta que me digas que también me miras con ganas a mí – digo y acto seguido mi sobrino agacha la cabeza. Lo agarro tiernamente del mentón y lo miro a los ojos – Román, me estuviste mirando las tetas y el culo desde que llegaste, no? – le pregunto de la forma más calmada y pacífica posible. El asiente desviando la mirada a todos lados menos hacía mí. Le acaricio la cara demostrándole que no estoy enojada y se anima a mirarme. Sin más preámbulos, me saco mi blusa y desprendo el bretel de mi bikini para dejar mis dos enormes ubres al aire y con la mirada sorprendida de Román clavada en ellas. Después de deleitarse unos segundos con mis grandes, duros y oscuros pezones me mira a los ojos buscando algún tipo de explicación aunque él ya sabía lo que iba a ocurrir.

– Ya que vos tenés tu secreto con Gladys y ahora que yo lo sé, también puedo formar parte de ese secreto, no? – le digo y sin esperar respuesta le doy un abrazo procurando poner su cara entre mis grandes pechos. Él no se resiste y se deja llevar.

Mientras el descansa su rostro en mis tetas puedo ver de reojo como su verga se empieza a despertar y se pone dura y venosa de un momento a otro. Mi plan seguía funcionando a la perfección. Tomo una de mis tetas y le acerco el pezón a su boca para que mame, él se prende sin dudar y succiona enérgicamente generándome una electricidad en todo el cuerpo y mucha humedad en la entrepierna. Lo dejo que se entretenga con mis tetas un rato y luego me arrodillo al costado de la cama dejando su falo erecto y venoso frente a mi cara. Al principio lo acaricio con ternura pero unos segundos después me gana la lujuria y comienzo a mamarlo de una manera desesperada mientras mi sobrino se retuerce de placer. Noto el relieve de sus venas acariciando mi paladar y mi lengua mientras su glande se hincha cada vez más. De vez en cuando meto toda su barra de carne en mi boca provocándome algunas arcadas, lo que genera mucha más excitación en ambos.

Después de mamar su verga unos minutos y quedar completamente empapada me acuerdo de Gladys que aún estaba esperándome en la pileta.

– Me olvidé de Gladys – le digo a Román mientras saboreo el agrio pero excitante sabor de su verga – vos quédate acá que en un ratito te llamo – le digo para pasar a la siguiente fase de mi plan.

– Bueno tía, pero no te enojes con ella, es una buena mina – dice aún algo avergonzado por haberme mentido.

Decido no contestarle al darme cuenta que todavía no había descubierto que todavía había una sorpresa más. Vuelvo a la pileta y Gladys seguía en el agua con el rostro pensativo y preocupada por si mi ataque de irá seguía activo. Me ve acercarme a la pileta con el torso completamente desnudo y no entiende bien que sucede. Me siento a su lado en el agua y ella no deja de mirarme mientras adopta una postura defensiva.

– Perdón Normita. Yo no quise que pasara nada de esto, me deje llevar. No sé qué pasó, pero me sentí una adolescente por un par de minutos, me siento una depravada – decía Gladys sin dejar de mirar hacia abajo. Levanto una mano en señal de que pare de hablar.

– Está bien amiga! Pero me lo pudiste haber dicho; para eso somos las mejores amigas, para contarnos todo sin miedo – le digo con tono apacible. Ella sigue sin entender porque estoy desnuda de la cintura para arriba – Quédate tranquila que es nuestro secreto y no va a salir de acá. El video me lo guardo para mí y no se lo muestro a nadie – le digo mientras se dibuja una sonrisa de tranquilidad en su rostro.

– Ay gracias amiga! – dice ella como si se estuviera sacando una pesada mochila de encima – Y Román no dice nada tampoco, no? Ya hablaste con él? – me pregunta volviendo al tono de preocupación.

– Si, ya hablé pero va a ser mejor que se lo aclaremos las dos. ¡Román! – grito para convocar a mi sobrino a la reunión en la pileta.

– Tapate las tetas Norma que te va a ver tu sobrino – me dice ella, al parecer olvidándose que hace un rato tenía el trozo de mi sobrino a punto de meterse en lo más profundo de su ser.

Le guiño un ojo y dibujo media sonrisa en mi rostro a modo de mensaje oculto. Ella lo entiende perfectamente y espero su reacción. No tiende a levantarse y a irse ofendida por la situación; eso ya es un buen paso. Al igual que a mí, la curiosidad por ver lo que vaya a ocurrir en esa pileta en los próximos minutos la obligó a quedarse. Ya no había vuelta atrás en esta bizarra pero excitante situación.

Román salió con su sexy short y su verga a medio parar después de “los mimos” que la tía le había hecho. Se paró al lado de la pileta y quedó mirándonos con cara de póker hasta que también entendió la situación. Me paré en la parte poco profunda del agua y comencé a caminar hacia él con mis tetas al sol mientras hablaba.

– Romancito, estábamos hablando con Gladys y este va a tener que ser un secreto de a tres – le digo ante la atenta mirada de mi amiga.

– Si tía, yo solamente estuve estudiando inglés toda la semana y de paso le arreglé la bici a Gladys – dice demostrando que puede ser un alumno muy aplicado. Gladys sonríe aliviada y se le nota en la relajación de los hombros.

Con la cuestión de la discreción ya resuelta solamente quedaba una cosa por hacer para ponerle la frutilla al postre. Di los últimos pasos hasta quedar a unos escasos centímetros de Román y tomé su verga que ya se había comenzado a poner dura nuevamente. La metí en mi boca y a los pocos segundos sentí como se movía el agua detrás de mí; Gladys se acercaba a compartir el manjar conmigo. Ya se había quitado el bikini y chocábamos nuestras tetas mientras se nos caían las babas por degustar la carne de mi sobrino. Lo chupamos una de cada lado, ella lo tenía para ella sola unos segundos que aprovechaba para ahogarse con el falo mientras yo pasaba la lengua por sus huevos o me quedaba mirando la excitante escena. Luego intercambiábamos y era yo la que me ahogaba. Luego de varios minutos de mamadas e intercambios de saliva decidí tomar las riendas en la situación. Agarré la colchoneta inflable que flotaba en la pileta y me acosté sobre ella boca abajo como hacía cada vez que tomaba sol. Le dije a Román que me cogiera y deje que Gladys participara de la forma que quisiera.

Román acomodó la colchoneta delante suyo mientras yo me relajaba sobre ella y el mantenía su verga erecta y llena de nuestras salivas. Segundos más tardes sentí la dureza de Román entrando en los labios empapados de mi concha y entré en un estado de éxtasis. Pude ver como Gladys se paraba al lado de la colchoneta y miraba la escena con la misma calentura que yo la había mirado en su garaje. Comenzó a masajearse el clítoris y le hice señas con la mano para que se ubique delante de mí. Había tenido una sola situación lésbica en toda mi vida y había sido muchísimos años atrás; recuerdo haberla disfrutado y me había prometido que lo repetiría. No me imaginé que iba a ser con mi mejor amiga mientras mi sobrino me taladraba en mi pileta. Chupé la vulva de Gladys de la forma que me hubiera gustado que lo hagan conmigo. Los dos orgasmos que tuvo me hicieron saber que a ella le gustaba. Con el rítmico y enérgico movimiento de Román mi concha se inundó de flujos dos veces de forma que me hizo estremecer hasta el último pelo de la cabeza. Me levanté de la colchoneta con una sonrisa de oreja a oreja y la invité a Gladys a ocupar el lugar privilegiado. Román repitió la operación con Gladys con su verga tan dura como nunca antes lo había estado; sus venas parecían que le iban a estallar.

Mi amiga acabó dos veces más y quiso llevar la situación a otro nivel; a esa altura yo ya estaba dispuesta a todo. Sacó la verga de Román con su mano derecha, escupió su mano izquierda y la pasó por su escultural culo. Apoyó el glande de Román en su ano y comenzó a empujar con su culo para atrás mientras Román respondía en sentido contrario. Yo decidí colaborar escupiendo un poco más el culo de Gladys mientras la dureza de mi sobrino se abría paso en las entrañas de mi amiga. Un pequeño gesto de dolor que duró apenas unos segundos fue reemplazado por gritos de placer: “Rompeme el orto pendejo” gritaba Gladys mientras su culo se dilataba más y más. Yo veía la escena y sacaba fotos mentales de la situación para guardar en lo más profundo de mi memoria. Mientras Gladys se regocijaba con su ano lleno de carne me apretaba las tetas y me miraba con cara de lujuria desmedida; yo me seguía tocando para ella.

– Me viene la leche – advirtió Román y sacó su verga del culo de Gladys.

Volvimos ambas a la posición en la que compartíamos nuestro postre mientras volvíamos a refregar nuestras tetas empapadas en agua y sudor desesperadas por recibir un trago de esa leche espesa y agria. Tomé la verga de Román y comencé a masturbarlo mientras Gladys le lamía los huevos. Al cabo de unos segundos Román comenzó a estremecerse y su barra de carne se convirtió en un volcán de leche. La mayoría fue a parar a mi boca mientras que el segundo chorro fue a parar a las tetas de Gladys. Nos miramos con mi amiga y nos dimos un hermoso beso de lengua mientras compartíamos los fluidos de Román.

Es el secreto mejor guardado de mi vida, al igual que para Gladys y para Román. Esa semana seguimos estudiando inglés y Román aprobó. A modo de festejo vino a pasar un fin de semana con Gladys y conmigo a “divertirse” de la forma que más nos gustaba.

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