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Mi tía, mi prima y la montaña (6): El padre de Marta

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—¿Estás bien?

Preguntó su padre al entrar en la cabaña.

—¡Si papá! Mira, este es Gus, el primo de Laura.

—Encantado de conocerle, señor.

Le dije más con miedo que respeto. Era un tío cerca de cincuenta años, de mi altura, pero su cuerpo era como el de un árbol centenario.

—Hola hijo! Llámame Pedro. Conozco a tu prima, es una chica muy maja!

“Y tan maja si te la follas” Pensé mientras le estrechaba su pedazo de mano. Debía de dar unas ostias como panes.

—Tenemos que irnos ya, la tormenta no tiene pinta de amainar.

Nos montamos en el cuatro x cuatro y comenzó el calvario entre baches y barro.

—Lo habéis pasado bien? Preguntó su padre.

—Si papá. La pena ha sido la tormenta, nos hemos tenido que resguardar en la cabaña al poco de llegar!

Pedro miró hacia atrás para verme la cara. Su sonrisa era algo pérfida.

—A si que habéis estado todo el tiempo en la cabaña!

—Sí, una pena! Dije tragando saliva.

Ya me estaba imaginando lo que se le podía estar pasando por la cabeza.

—Me alegro de que Marta te haya conocido. Apenas sale con chicos de su edad!

Me relajé un poco al oír su comentario, no parecía amenazante, más bien un halago.

—Creo que tendrás que quedarte a comer en casa mientras amaina la tormenta!

—Estupendo! Contestó Marta con excesivo entusiasmo antes de que yo pudiera contestar.

—Muchas gracias señ… Pedro!

Llegamos a su casa y seguía cayendo agua a mansalva. Marta fue a cambiarse y me quedé solo con el hombretón

—Que te parece Marta?

Me dijo dándome un codazo de complicidad, aunque casi me rompe una costilla.

—Es una chica muy maja!

—Solo maja? No te apetece darle un meneillo!

Dijo dándome otro codazo.

—Que cosas dice Pedro!

—Los dos tenéis una buena edad para esas cosas, jajaja!

—Bueno, es que… la acabo de conocer!

—He visto como te mira, y se ve que le gustas, jajaja! Creo que a ella le apetece un revolcón! A ti no?

No podía creer lo que me estaba proponiendo su propio padre, pero no me lo podía decir más claro.

—Bueno… si… claro, como no me va a apetecer!

—Pues dale gusto a la muchacha, joder!

No sabía que decir, menos mal que en ese momento apareció Marta. Se había puesto un vestido más corto que el del día anterior y tremendamente ajustado al pecho. Las tetas se le marcaban de una forma espectacular, sobre todo sus grandes pezones. Recibí otro codazo de su padre.

—Anda, dile lo guapa que está! Susurró antes de que se acercara.

Por supuesto no me atrevía a llevarle la contraria al hombretón y utilicé sus propias palabras.

—Que guapa estás Marta!

—Gracias Gus! Me apetecía ya que tenemos un invitado en casa, jijiji!

—Es verdad hija, estás guapísima!

—Gracias papá! Voy a preparar la comida! Y se metió en la cocina.

—Ves lo que te decía, jajaja! La muchacha se ha puesto como un pastel para que te la comas, jajaja!

El tío era bruto de cojones y ya no sabía que decirle por temor a enfadarle. Tampoco me dio tiempo a pensar en una respuesta adecuada pues fue él el que volvió a hablar.

—Ahí tienes whisky y hielos. Tómate una copa tranquilo que voy a echarle una mano al pastelillo!

Dijo guiñándome un ojo y se fue a la cocina. Estaba bastante nervioso y me lancé a por el whisky. Me lo puse en un vaso ancho lleno de hielo y sin dejar que se enfriara le di un buen trago. Sentí que hablaban, pero no podía entenderlos. La curiosidad, el morbo y la falta de sensatez provocaron que me acercara para intentan escuchar. Cuando ya pude oírlos era Marta la que hablaba.

—Ufff, ha sido genial papá! No veas cómo me he puesto de guarrilla, jijiji!

—Y él, que tal! Se ha portado?

—Síii! Se ha puesto como un toro, más que tío Nico, jijiji!

—Más? Jajaja, que bueno! Seguro que le ha encantado este culito!

Oí un chasquido y sin pensarlo asomé un ojo. Marta estaba frente a una olla dándole vueltas con un cucharón, y su padre le había levantado el corto vestido y la acababa de dar un azote.

—Pues si que le ha gustado, pero no le ha dado tiempo a probarlo, jijiji!

Mientras Marta hablaba vi como su padre la sobaba el culo tras ella con una de sus grandes manos.

—Es que tienes un culo precioso, y esto aún más!

Dijo metiéndole la mano entre las piernas para pasársela por todo el coño.

—Ufff, me vas a poner calentita, jijiji!

—Y no quieres? Dijo volviendo a pasarle la mano.

—Claro que quiero! Ya sabes cómo me gusta!

Marta abrió más las piernas y su padre se sacó la polla que ya la tenía como un martillo pilón. Le bajó las bragas lo suficiente para dejar su coño a la vista.

—Como me gusta esta melena que tienes!

—Y a mi que me la toques, ummm!

Orientó su capullo hinchado, que parecía un pequeño tomate sonrosado, en el centro de la raja.

—Quieres?

—Ufff, lo estoy deseando!

Apretó lentamente al oír la aprobación de su hija y pude ver cómo le insertaba la enorme polla.

—Ufff! Cómo está de rica!

Susurró Marta inclinándose algo más. Su padre la agarró con una mano de la cadera y con la otra de la coleta que llevaba en el pelo y comenzó a bombear. Al principio lo hizo despacio, era como un suave balanceo. Parecía un jinete montando una yegua agarrado a su crin.

—Te gusta hija?

—Ufff, mucho!

—Te gusta mi polla?

—Ahhh, me encanta tu polla!

—Y como te pone mi polla?

—Muy puta!

Yo estaba alucinando, aquello parecía como un guion que se hubieran aprendido. Tenía el vaso en la mano y volví a darle otro buen trago. Podría decir que mi polla volvió a estirarse, pero no sería cierto, porque realmente no me había bajado.

Pedro comenzó a bombear más deprisa y sus huevos empezaron a sonar contra los muslos de su hija. No dejaba de hablar, el guion parecía ser largo.

—Te gusta ponerte puta!

—Me gusta ponerme muy puta, y tú polla me pone así!

—A mi sí que me gusta ponerte así de puta!

—Vamos cabron, dame fuerte!

Podía ver la gorda polla entrar entre la mata de pelo hasta perderse en lo más profundo. Estaba claro que la vagina de la muchacha ya estaba acostumbrada a esa verga. Las embestidas ya eran tremendas y el cuerpo de Marta parecía un trapo en manos de ese hombretón. Temí por un momento que la iba a reventar, literalmente. Pero a los pocos segundos, Pedro dio un par de berridos y dejó de embestir. Marta se sujetaba en la encimera soplando como si hubiera un fuego delante, me daba la impresión de que no se había corrido. Su padre sacó la polla empapada de entre la mata de pelo y se recostó sobre la misma encimera. Marta se subió las bragas y se giró frente a su padre. Sin decir nada se agachó y comenzó a chuparle la polla con su gran boca, madre mía, como chupaba! Él le puso la mano en la cabeza para sentir el movimiento mientras cerraba los ojos disfrutando de ese momento. Parecía haberla enseñado bien pues era capaz de tragársela entera.

Después de unas profundas chupadas la sacó de la boca completamente limpia. Se elevó y agarró a su padre de la cintura.

—Te ha gustado papá?

Pedro la besó con ternura.

—Siempre me gusta hija! Eres una putita deliciosa!

—Me gusta ser tu putita!

Me fui deprisa hacia el sofá y pasaron unos cinco minutos hasta que Marta apareció con la olla.

—Vamos, ya está la comida!

—Y tú padre?

—Ha comido un poco de queso y se ha ido a tumbarse, estaba cansado.

“No me extraña, con el polvo que te acaba de echar!” Pensé con media sonrisa.

Nos pusimos a comer y sonó mi móvil, era Laura.

—Donde estas?

—En casa de Marta, comiendo!

—Voy para allá!

No me dio tiempo a más, había colgado.

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