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Pornorelato (3)

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Pamela vivía una relación muy tensa con su madrastra Jennifer; en parte porque esta era casi tan joven como ella y Pamela suponía que, dada su diferencia de edad, sólo se había casado con su padre por el dinero. Además, bien la conocía, Jennifer era muy coqueta. Cada vez que llevaba un amigo o novio a la casa su madrastra flirteaba con ellos. Por eso, esta vez que llevaba a su nuevo novio, lo previno de la actitud de la mujer de su padre.

—Allí está. No sabes cómo me molesta. Ya te dije, tú no le hagas ni caso —le dijo Pamela a su novio mientras caminaban hacia la casa.

Jennifer, nada más verlos, les sonrió y su sonrisa no podía ser más maliciosa. Jenny estaba regando las plantas que estaban a los costados del pórtico.

—Buenos días —se limitó a decir Brandon, al pasar junto con su novia a lado de la otra mujer para poder ingresar a la casa.

—Buenos días chicos —respondió Jennifer con una sonrisa diablesca.

Pero aprovechando que el joven venía de su lado, la joven madrastra le pegó el trasero deliberadamente al novio de su entenada.

—¡¿En serio...?! ¡Es mi novio Jennifer! —le gritó en reclamo a Pamela e hizo a su novio hacia sí.

Metió a su novio a la casa cerrando de un fuerte portazo.

—Te dije que era una perra ofrecida. Pinche putona —se dijo Pamela, aunque con voz alta para que la otra le escuchase.

Sin embargo aquella actitud no era tan simple de explicar cómo lo declaraba la joven. Jennifer no era una mujer que sencillamente pretendía ser coqueta, o quisiera bajarle el novio a su hijastra sólo por fastidiar o andar de caliente. Lo que pasaba es que Jenny quería un bebé, y lo había intentado conseguir del padre de Pamela, no obstante, no había tenido éxito, pese a que había solicitado ayuda profesional. Y por ello Jennifer estaba bajo tratamiento hormonal para incrementar su fertilidad, lo que la excitaba poniéndola al máximo de cachonda. Era de ahí su lúbrico carácter.

Se le abultaban los senos, se le hinchaban los pezones y se le humedecía la raja.

Por ello recurría a bañarse más de una vez al día. Trataba de apaciguarse su calentura. Pero esta vez, mientras se secaba luego del baño, Jennifer se decía: “Hoy sí lo consigo”. Y sus tetillas se irguieron como astas preparadas para el ataque.

Mientras tanto Pamela no perdía el tiempo. En su cuarto ya estaba totalmente desnuda, al igual que su novio, y apoyada sobre sus rodillas en la cama le ofrecía su raja a la boca de aquél que estaba allí recostado, quien la lengüeteaba acuosamente.

Pamela gemía en aprobación de la actividad lingual de Brandon.

—¡Oh bebé! ¡Ahhh...!

Pero mientras la hijastra hacía sexo improductivo Jennifer iba en pos de algo más.

Cuando Jenny entró a la habitación la más joven mujer se le meneaba en la cara al chico en movimientos circulares. Brandon se había apoderado de las nalgas de su novia y las magreaba. Su verga estaba hinchada aunque aún descansaba sobre su abdomen.

Fue esa verga en donde Jenny fijó su mirada como su principal objetivo. Se aproximó subiéndose y avanzando a gatas sobre la cama. Su lengua fue la primera en tocar la piel del fuste de carne el cual fue lamido desde su raíz.

Inmediatamente, tras sentir aquella caricia, Brandon vio hacia abajo y descubrió a la madrastra de su novia lamiéndole el pene. La mujer portaba una sexy lencería negra que, probablemente, incitaba más que la desnudez de Pamela a los ojos de Brandon. Pamela aún gemía sin saber nada de lo ocurrido a sus espaldas.

—¡Oh bebé, hazme venir! —decía Pamela.

Jennifer le hizo una seña con un dedo sobre sus labios para que el joven guardase en secreto la actividad que recibía ahí abajo.

—¡Bebé hazme venir! —insistió Pamela al ya no sentir el trabajo lingual de su compañero.

Brandon volvió a lo que le hacía a su novia.

—Eso —dijo la novia a la vez que lo tomó de los cabellos para hacerlo hacia sí.

La joven que montaba el rostro de su amado meneaba las caderas con pujanza. Era notorio que disfrutaba tal montada. Mientras tanto, a sus espaldas, su madrastra ya de plano chupaba el falo de Brandon metiéndoselo en la boca.

Jennifer se tragaba la gruesa verga por completo, lo que satisfacía al joven hombre.

Luego Jenny se decidió. Se desplazó hacia su hijastra; montando sobre Brandon y le dio un sexy beso en el cuello a Pamela.

—¡¿Qué carajos...?! —exclamó Pamela, y volteó descubriendo a su madrastra—. ¡¿Pero qué... qué estás haciendo aquí?!

—Tranquila nena. Las dos podemos sacarle provecho a tu chico y va a ser muy rico —le dijo la mujer a sus espaldas y la acarició al mismo tiempo.

Jennifer continuó acariciando a Pamela y la besó en los labios de tal manera que aquella no puso negativa al sentir un goce más completo pues, su novio, le seguía dando placer oral ahí debajo. La sensación era más satisfactoria que antes.

Jennifer tomó del falo a Brandon que lo tenía detrás y lo pegó, tan erecto como estaba, al surco que separaba sus nalgas.

Era evidente que a partir de ahí no habría problema y aquello sería un trío de placer.

Lo siguiente fue que Pamela y Jenny cambiaron de lugar. La más joven montó a su novio quien la penetró con la excitación que le había provocado la otra, mientras que Jenny se retiró las prendas íntimas, quedando sólo vestida con sus medias negras, y así recibió lengua del novio de su hijastra. La mujer plena de embeleso acarició sus propios pechos a la vez que meneaba involuntaria y frenéticamente su pubis sobre el rostro de Brandon.

Pamela se sacaba y se metía el pene de su novio, montando con tanta o más enjundia que como lo había hecho con su cara. Viendo a ambas menear sus caderas de mujer parecía que por fin hacían las paces compartiendo hombre. Quién lo hubiera pensado, todo lo que necesitaban para mejorar su relación era un hombre de por medio. Aquello bien podría llamarse “montar la verga de la paz”, y más cuando Pamela le cedió su lugar a su madrastra para que Brandon, su novio, se la cogiera. Compartir ese apéndice de carne de tan buen modo era la mayor evidencia de armonía entre ellas.

Como Pamela fue a montar nuevamente el rostro de Brandon, mientras su madrastra le comía la verga con su jugosa vagina, ésta última se inclinó lo suficiente como para acariciarle y besarle de las nalgas a la hijastra.

—¡Qué rico! —tuvo que expresar Brandon al percibir aquello.

Luego las bocas de Jenny y de aquél se encontraron en el área íntima de Pamela, donde mezclaron sus salivas.

Las manos del joven se apoderaron de las amplias nalgas de Jennifer y ésta gimió exponiendo el placer experimentado.

Tras cambiar de posición, y de unión de sexos, Jenny le sirvió de soporte a Pamela quien fue nuevamente penetrada por su chico, pero ahora teniéndolo parado a sus espaldas, mientras ella estaba sobre sus rodillas a la orilla de la cama. Jennifer, sentada en el colchón, sostenía a la otra brindándole su apoyo y cariño, pues le besaba y succionaba de sus pechos, haciéndola gozar aún más.

La joven se sostuvo de los hombros de su madrastra cuando el joven que tenía detrás incrementó la fuerza y el ritmo de su penetración. El gozo era tan pleno para Pamela que se comió a besos y lamidas el cuello de su, antes, odiada madrastra. Ésta le correspondió metiéndole su mano por su entrepierna y tallándole allí su botoncito de placer.

Extasiada, Pamela expulsó sonidos guturales en uno de los oídos de Jennifer que, sin ser palabras claras, exponían placer en su más alto grado.

—Verdad que así es más rico —le repuso Jenny.

—¡Oh, sí! —expulsó Pamela, a la vez que se arqueaba hacia atrás tomando de su trasero a su novio.

Como Brandon le pasó todo el brazo por el frente, hasta asegurarla de uno de sus hombros se le fue más veloz y tan profundo como él podía. Jennifer le ayudó tomando de sus caderas a su hijastra y moviéndola de adelante hacia atrás para ser más duramente penetrada.

—¡Eso, así, con fuerza! —gritaba Jennifer.

Los cachetazos se escucharon como potentes aplausos.

Siguieron copulando en trío por varios minutos más.

Pamela ahora estaba a horcajadas sobre la boca de Jenny mientras veía a su novio Brandon penetrar a la mujer recostada. Era una experiencia nunca antes sentida el recibir sexo oral, a la vez que veía a su pareja copular con otra persona.

Brandon también gozaba esa peculiar unión sexual. Ver a su novia arquearse de éxtasis mientras era lengüeteada por su madrastra, era incitador para su libido. El vaivén de su pubis se incrementó de manera natural, a la vez que aceptó de buen talante los pechos ofrecidos por su novia. Los agarró y los succionó cada uno con ímpetu.

—¡Carajo, creo que me vengo! —enunció de pronto y con honestidad el joven.

Iba a salirse, para no dejarse ir en ese momento, sin embargo...

Jennifer, la mujer que él penetraba, lo atenazó con ambas piernas y con los talones, que pegaban a la altura de sus glúteos, lo espoleó rítmicamente. Lo sujetaba tan fuerte que sólo le permitía un solo movimiento, el movimiento de culeo sin poder desprenderse de ella.

Pamela no lo notó y eso que no fue la única señal. Jenny le dejó de dar lengua a Pamela y se encorvó hacia adelante enfocando toda su atención en la unión sexual que tenía con Brandon.

Pamela sólo se hizo a un costado recargándose en la cabecera para descansar, mientras que Jennifer tomaba a su novio del cuello y con sus piernas que lo envolvían lo obligaba a no desprenderse de la trabazón.

—Te vienes corazón. Hazlo, vente.

Apenas ahí, al escuchar eso, Pamela vislumbró lo que venía.

—¿Qué? —dijo Pamela atestiguándolo todo.

—¡Hazlo, sólo hazlo! —gritó Jennifer sujetándolo de la cintura con sus dos manos.

—¡Aaahhh...! —expelió el joven macho al estar inseminando a aquella mujer que recibió su semilla de buen ánimo.

La cara de Pamela con la boca abierta y sus ojos como platos expresaba sorpresa y desconcierto. No podía dar crédito, su madrastra había sido inseminada por su novio.

—¡No mames, Brandon, ¿cómo pudiste?!

El otro no podía emitir respuesta pues estaba agotado y sólo jadeaba de tan tremenda venida.

—Te le viniste adentro —innecesariamente señaló Pamela —. ¿Eso acaba de pasar?

—No te preocupes cariño —le expresó Jennifer a su hijastra, quien aún atenazaba al novio de ésta.

—Que no me preocupe, tú deberías preocuparte. ¿Qué le vas a decir a mi papá si sales embarazada? ¡El médico ya le dijo que es estéril!

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