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Quiero que me hagas correr, papá

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Paco había alquilado un Toyota Yaris e iba por una carretera gallega cualquiera camino a la casa de su hijo Fermín acompañado por su hija Graciela. A la joven se le subiera la falda y enseñaba parte de los muslos de sus largas y moldeadas piernas. Le dijo su padre:

-Si vas con esa falda en el coche con algún muchacho podrías acabar muy mal.

La muchacha, que era vergonzosa cómo ella sola, bajando la falda por quincuagésima vez y colorada cómo una grana, le respondió:

-No diga eso que me violenta, padre.

-¿Qué crees que sucede cuando una mujer le enseña las piernas a un hombre?

-Supongo que nada bueno.

-Supones bien. Cuando volvamos a casa quemas esa falda.

-Sí, padre, pero no debía preocuparse, iré virgen al matrimonio.

El motor del coche se paró. Paco, dando golpes con sus manos en el volante, dijo:

-¡No me dejes tirado, hijo puta!

A Graciela no le gustaban las palabras soeces.

-Modere su lenguaje, padre.

Paco tenía un cabreo criminal.

-¡Tú te callas! ¡¡Y baja la falda, coño!!

A unos diez o doce metros a mano derecha había un aparcamiento y en él acabó de morirse el motor.

Paco era un cuarentón, moreno, de estatura mediana..., un tipo del montón.

Graciela era algo más alto que él e iba sin maquillar. Era rubia y su cabello lo llevaba corto, sus ojos eran azules y tenía un cuerpo divino.

El aparcamiento era el de un bar de carretera situado en medio de ninguna parte. Estaba anocheciendo. Miraron para el bar. Era una casa pintada de ocre con tres pisos y un luminoso que ponía: El tornado. Entraron a llamar por teléfono para pedir que les mandasen otro coche. Allí no había un alma, exceptuando, la camarera, su hija Graciela y él, se entiende.

El sitio era raro. Tenía una docena de mesas con cuatro sillas cada una que parecían de los años cincuenta, una máquina de discos del año de María Castaña, una mesa de billar de las antiguas, la barra y poco más. Tras la barra estaba una chica morena, alta, de ojos negros, media melena de cabello color negro azabache. Sus ojos y sus labios los tenía pintados de negro. Llevaba puesta una falda corta, también negra y un top con muy poca tela del mismo color que dejaba ver el canalillo y gran parte de sus grandes tetas y calzaba unos zapatos también negros de tacón alto. Le preguntó:

-¿Podría usar el teléfono?

-Claro -lo quitó de detrás de la barra y se lo dio-. ¿Qué os pongo?

-Un tinto del país. ¿Tú qué vas a tomar, hija?

-Lo mismo que tú, si no te importa.

Paco era muy estricto en todo, pero debido a las circunstancias abrió un poco la manga.

-No debías beber alcohol, pero supongo que un vino no te hará daño.

Echando el vino en dos tazas, le dijo:

-Me gusta el color del vino tinto gallego, tiene el color de la sangre.

-A mí me gusta el vino, ver sangre me da yuyu.

-No sabe lo que se pierde.

La camarera estaba buena, pero algo no le iba bien en el coco. Le respondió:

-Ni quiero saberlo.

Paco llamó al número que le había dado el muchacho que le alquiló el coche y en el que supuestamente alguien estaba a disposición del cliente las 24 horas. Nadie cogió el teléfono. Se cabreó, y dijo:

-¡Mal nacido!

La muchacha le preguntó:

-¿Qué le pasó?

Se lo explicó y después de charlar largo y tendido acabó ofreciéndoles dos habitaciones. Las rechazó al instante. ¿Habéis visto Abierto Hasta el Amanecer?, pues a Paco le olía que en cualquier momento aquello se iba llenar de vampiros. Y dirás tú: "¡Vampiros en Galicia! Anda, no me toques los huevos, o en tu caso dirías que no te tocase el coño, si a ti te lo digo, bonita, a ti que estás leyendo esto." Ya, pero a ti no te había dicho la morena que era rumana, más concretamente de Transilvania, ni te contara cómo era el castillo de Bran, sí, ese, el castillo de Drácula, ni viste cómo casi no abría la boca para hablar ni para sonreír ni te dijera que le gustaba beber sangre.

Paco terminó el quinto vino y le dijo a su hija:

-Vamos, hoy dormimos en el coche, Graciela.

Graciela no veía peligro por ninguna parte.

-¿Por qué? Este sitio es igual que cualquier otro para pasar la noche.

-Te lo cuento en el coche.

-¿Te asusta dormir en un bar de carretera, papá?

-Esto es otra cosa.

La rumana le echaba unas miraditas a Graciela que la desnudaba con ellas, y a Graciela parecía que le gustaba que la mirara así. Mirándola a las tetas, dijo:

-Yo de mí a vosotros no dormía en el coche, a partir de las doce se van a mover las cosas, y vuestras vidas no valdrán un céntimo.

Graciela se asustó.

-¡¿Qué nos podría pasar?!

-De todo, y nada bueno, bonita.

-Coge una habitación con dos camas, papá.

A Paco solo le quedaba la esperanza de que viniera alguien y los sacara de allí. La rumana le preguntó:

-¿Otro tinto del país?

-Ponme una botella.

Se la puso delante y lo tuteó:

-Te juego la botella de vino y una habitación a una partida de billar.

El billar siempre fuera el fuerte de Paco. Sabía que le iba a ganar, le preguntó:

-¿De cuánto dinero estamos hablando?

-De cien euros.

-¿Las habitaciones tienen cerrojo por dentro?

-La nuestra no.

Claro, los ataúdes no tienen cerrojo por dentro quiso decir, pero le dijo:

-Juego por esos cien euros.

Colocaron las bolas en el triángulo y la bola blanca en el suyo. Rompía ella. Por no haberle echado tiza al taco y por la manera de apoyar la mano sobre la mesa creyó que no tenía ni pajolera idea.

Poco después de tener su hermoso culo a centímetros de su polla y de ver casi la totalidad de sus tetas al agacharse para tirar, la rumana metía la bola negra y Paco tenía todas las bolas sobre la mesa. Las había metido una tras otra sin dejar que él tirara. Ya no le cabía duda, la ayudara el diablo, era una vampira.

La rumana extendió un brazo y con la mano abierta le dijo:

-Mi dinero.

Le dio los cien euros, la rumana le dijo:

-Soy muy buena -volvió a mirar para Graciela-, y no solo en el billar.

Paco, al lado de la mesa, vio cómo la rumana le echaba tiza al taco, le soplaba y lo echaba sobre el tapete. Le dijo:

-Visto lo visto, no lo dudo.

-¿Sois padre e hija o fingís que lo sois?

Le respondió Graciela.

-Somos hija y padre.

La rumana le preguntó a Paco:

-¿Estás felizmente casado?

-Estoy felizmente divorciado.

La rumana se acercó a Paco, le dio un pico y le tocó el culo. Con sus tetas pegadas a él y con y el contacto de su mano, Pepito se le levantó.

-Lo podíamos pasar muy bien -miró de nuevo a Graciela- y si no es tu hija, aún mejor.

-Pero lo es.

Sintió el aliento de su boca en su cuello. Iba meterle una hostia, coger a su hija de la mano y salir corriendo de aquel antro cuando entró por una puerta que había detrás de la barra otra joven. Tenía ojos verdes de gata pintados de negro, lo mismo que su boquita de piñón. Vestía, calzaba y tenía el mismo acento que Raluca y era alta y morena cómo ella. El cabello negro lo tenía largo, suelto y rizado. Vino junto a su amiga, le dio un largo beso con lengua, y echándole a Graciela una mirada sensual de esas que te erizan la piel, le dijo a su amiga:

-Perdona por la tardanza, Raluca.

-No pasa nada, Lonela.

Pasado un tiempo, antes de retirarse a dormir, Graciela le preguntó a Raluca:

-¿Dónde está el aseo?

-La última puerta al fondo a la derecha.

Graciela fue al aseo. Estaba lavando las manos cuando llegó Raluca. Se puso detrás de ella y le echó una mano al culo, la besó en el cuello, y le dijo:

-Me gustas. Hueles a virgen.

-Y lo soy.

Graciela siguió lavando las manos, Raluca le giró la cara con una mano, la besó con lengua, le magreó las tetas, le metió una mano dentro de las bragas y la masturbó. Graciela se puso tan perra que le comía la lengua a Raluca con voracidad. Raluca, sonriendo, le dijo:

-Te mojas con facilidad, bomboncito. ¿Quieres que te coma el coño esta noche?

Graciela no se lo tuvo que pensar.

-Sí.

A Paco le tardaba su hija y fue a buscarla. Llamó a la puerta del aseo con los nudillos de su mano derecha, y preguntó:

-¿Estás bien, hija?

Del otro lado de la puerta le llegó la voz de su hija.

-Sí, padre.

Al salir del aseo, le dijo Paco:

-¡Qué colorada estás!

-Ahí dentro hace mucho calor.

Paco y su hija llegaron a una habitación donde había de todo, y entre ese todo dos camas gemelas de 1.35 de ancho por 2 de largo que estaban separadas por una mesita de noche.

Raluca había dejado cachonda a Graciela, pero de un cachondo subido, tan subido que nada más entrar en la habitación y cerrar a puerta apoyó la cabeza en la espalda de su padre, rodeó su cintura con los brazos, y le dijo:

-Tengo muchas ganas, padre.

-¿De qué, cariño?

-De correrme.

La joven vergonzosa había desaparecido y apareciera la puta que llevaba dentro. A Paco lo cogió con el pie cambiado.

-¡Quita, Graciela, quita! Es lo que me faltaba, que mi hija quisiera acostarse conmigo.

-Tengo el coñito muy mojado.

-Suéltame.

-Quíteme las ganas, padre.

-Estás bajo el influjo del Mal.

-Lo que estoy es con las bragas empapadas.

-¿Te sugestionaron esas vampiras?

-Siniestras, padre, son siniestras.

-¡Y tanto! ¿No viste cómo me quiso comer Raluca?

-Es una puta, padre.

-Es una vampira, y la amiga es otra vampira.

-Y usted es el conde Drácula, si quiere serlo, pero sea el primero.

-¡Quita!

-Necesito correrme.

Paco perdió la paciencia.

-¡Quieres soltarme de una puñetera vez, Graciela!

Lo soltó. Poniendo morritos, le dijo:

-Tendré que ir al baño a desahogarme.

-¡No digas tonterías!

No era ninguna tontería. Graciela fue al baño, bajó las bragas, se sentó en la taza y se tocó el coño, lo tenía empapado, metió dos dedos dentro y con el pensamiento volvió al baño. Raluca la besaba, después le bajaba las bragas. Vio cómo lamía su coño, vio su lengua llena de flujos. Sus dedos aceleraron el mete y saca, después salieron, acariciaron su clítoris con celeridad y al poco se derretía diciendo:

-¡Me corro!

Paco, que estaba en calzoncillos bajo las sábanas y el edredón, al oír a su hija se persigno. Estaba seguro de que el Mal estaba en aquella habitación, si no fuera así no se habría empalmado.

Cuando Graciela salió del aseo fue hasta la primera cama y se quitó el vestido gris que le daba por encima de las rodillas. Se iba a quitar el sujetador y Paco le dijo:

-No te quites nada más.

Graciela ya iba a su bola. Tanto que tuteó a su padre.

-Si no me quieres ver desnuda mira para otro lado.

Al quitar el sujetador, vio sus tetas medianas, redondas y firmes con areolas marrones y pequeños pezones y al quitar las bragas su coño peludo. Por último se quitó los zapatos y los calcetines y quedó totalmente desnuda. Su cintura era estrecha, sus caderas anchas y tenía un culo redondito. Se metió en la cama y le dijo a su padre:

-Me acabo de correr y tengo más ganas que antes.

-No quiero oírte. Estás poseída por algún espíritu maligno.

Graciela comenzó a tocarse de nuevo.

-Si supieras cómo tengo el coño...

Paco seguía en sus trece.

-¡Es el Mal, es el Mal!

-Es mi coño, papá, es mi coño que necesita tu polla dentro.

-¿No te das cuenta de qué no eres tú la que habla? Has perdido los modales. Pareces una cualquiera, peor que una cualquiera, una cualquiera no querría acostarse con su padre.

-Me da igual lo que sea. ¿Me vas a follar o no?

-¡Jamás!

Graciela iba a piñón fijo.

-Tendré que volver a hacerlo yo sola.

Cerró los ojos y se comenzó a masturbar. Paco quedó boquiabierto. Su polla le latía. Graciela se destapó, sacó los dedos del coño, los chupó, y después le dijo a su padre:

-Ven, papá, ven y cómeme el coño, por favor.

-No.

-Sé el primero en conocer el sabor de mis jugos.

Paco viendo cómo su hija se tocaba las tetas y se masturbaba el coño, le dijo:

-Debía levantarme y darte una paliza.

La que se levantó fue Graciela. Se metió en la cama de su padre, y le dijo:

-Quiero que me hagas correr, papá.

-¡Sal de mi cama!

Graciela se abrazó a su padre. Paco al sentir el calor corporal de su hija vio que se iba a perder y reaccionó mal.

-¡Eres más puta que tu madre!

Graciela le echó la mano a la polla y vio que estaba empalmado.

-Sí, papá, soy puta, muy puta, tómame.

Paco perdió los papeles. Quitó los calzoncillos Se arrodilló. Cogió a su hija por la cintura, la levantó y le iba a meterle la polla hasta las trancas, pero al ponerla en la entrada de la vagina vio que no entraba. No le había mentido, su hija estaba sin estrenar. Se la metió muy despacito y hasta el fondo. Después la folló sin prisa pero sin pausa... Poco más tarde Graciela sintió que le venía y le anunció el orgasmo.

-¡Me voy a correr, papá!

La folló a mil por hora y Graciela se corrió cómo un angelito, sin ruidos, con gemidos casi inaudibles y pequeños temblores. Acabó de correrse y la siguió clavando con la misma intensidad hasta que no aguanto más y le llenó el coño de leche. Al quitar la polla, Graciela, le dijo:

-Dame un poquito más, papá, dame un poquito más que me corro otra vez.

Paco no le dio más. Metió la cabeza entre las piernas de su hija y su lengua se clavó en la vagina, luego lamió varias veces de abajo a arriba su coño encharcado de jugos y leche, después apretó la lengua contra el clítoris y aplastó el glande erecto, y para terminar lo envolvió en un remolino. Graciela, le dijo:

-¡Me corro, papá!

Graciela se corrió otra vez cómo un angelito.

A las doce y cuarto de la madrugada, bajo la lluvia, sintieron llegar al aparcamiento cantidad de vehículos. La habitación tenía dos ventanas con persianas, Paco subió un poquito la que daba al aparcamiento y vieron dos furgonetas y cantidad de coches. De una de las furgonetas sacaron a tipo ensangrentado y lo llevaron entre dos para el bar. Raluca tenía razón, si los ven durmiendo en el coche los hacen desaparecer. Graciela le dijo a su padre:

-¿Quiénes serán?

-Vampiros.

-¡Qué fijación con los vampiros! A mí me parecen contrabandistas.

-¡Qué ingenua eres!

Al ratito sintieron chillar a un hombre y después se quedó el bar en silencio, por poco tiempo, ya que a continuación sintieron música y risas de hombres y mujeres. En su vida había estado Paco tan acojonado.

-Este antro es la Titty Twister gallega, hija.

Graciela se rio de su padre.

-Este antro es una casa de putas, Tarantino.

-Ríete, ríete, ya verás cómo está abierto hasta el amanecer.

-Sigue follando y déjate de tonterías.

Un par de horas más tarde se fueron todos y el bar quedó en silencio. Por suerte no estaba abierto hasta el amanecer. Gabriela le dijo a su padre, que en ese momento estaba sacando agua del pilón:

-¿Qué? ¿Está abierto hasta el amanecer?

-El silencio aún se hace más duro que el bullicio.

Gabriela ya hablaba soltando tacos.

-Joder, si llueve por que llueve, si hace sol por que hace sol, el caso es quejarse. Sigue que ya estoy llegando.

Siguió y Graciela se corrió por sexta vez.

Tiempo después se abrió la puerta del ático y entraron en él las dos rumanas. Paco con el calentón de su hija ni mirara si la puerta tenía cerrojo interior. Pasaron junto a la cama del padre y de la hija y se fueron hasta el mueble bar. Al abrir la puerta se encendió una luz verde. Oyeron cómo decían en bajito:

-Se equivocaron de habitación, Raluca.

-Les dije la 14.

-Y la 14 es la nuestra.

-Vaya, me equivoqué yo. Tendremos que dormir juntas.

-Me late que te equivocaste a posta. ¿Crees que son padre e hija?

-Lo que sé es que aquí huele a coño que alimenta. Debieron follar hasta quedar rendidos.

Paco y Graciela vieron cómo llenaban dos copas grandes, de lo que Paco creyó que era sangre, y cómo se las mandaban de un solo trago. A Paco el culo le andaba para dentro y para fuera. Las rumanas cerraron el mueble bar y vinieron para la cama. Raluca encendió la lámpara de su mesita de noche, lámpara que daba una luz roja. Se hicieron los dormidos. Desnudas se metieron en la cama. Se taparon con una sábana. En bajito, le dijo Raluca a Lonela:

-Estoy hasta el coño de este sitio. Esas tres cabronas ganan más en un momento que nosotras en un mes.

-Mujer, una es doctora y las otras dos enfermeras, si no es por ellas se muere Adriano.

-Eso también es cierto. El tiro que le pegó el guardia civil estaba cerca del corazón. Casi se muere. ¿No te entraron ganas de sangre?

-La de ellas más que ninguna.

-Yo también le tengo ganas a las tres. Las mataría de gusto.

-Mátame a mí. Me muero por echar un polvo

-¿Despertamos a esos dos?

-Están cansados de follar. ¿Follamos tú y yo?

-Mejor follamos por la mañana.

-No sé si podré aguantar las ganas.

-Falta poco.

Paco sumó una y dos y le salieron tres, tres cosas, una, que aquel bar era una tapadera, dos, que los que él creía vampiros eran lo que dijera su hija, contrabandistas, y tres, que no sabían que las que atendían el bar eran vampiras.

Cinco o seis minutos más tarde, sobre las tres de la madrugada, Graciela, que estaba de lado mirando hacia la otra cama, vio cómo se movía la sábana de la cama de Raluca, la vio ella, la vio Paco y Raluca vio cómo la miraban, ya que la distancia que separaba las camas no llegaba a un metro. Poco después le veían una pierna y algo más tarde ya estaba destapada con una mano entre las piernas y la otra acariciando las tetas. Paco estaba pegado a su hija y empalmado cómo un burro. Al estar desnuda la polla se metió entre sus piernas rozando su coño, Graciela cogió la polla de su padre y la metió en el coño. Lonela, sintiendo gemir a su amiga, se metió entre sus piernas y le comió el coño. Lamía cómo una perra y miraba con sus ojos de gata cómo follaban el padre y la hija, que ya se habían destapado. Lamió, lamió y lamió hasta que Raluca, jadeando y retorciéndose, se corrió cómo una perra, Sus gemidos hicieron que Paco se corriera dentro del coño de su hija.

Luego le dijo Lonela a Raluca:

-Necesito polla. ¿Vienes?

Fueron para la otra cama. Paco ya había quitado la polla del coño de su hija. Lonela la vio morcillona y mojada. Sin meterse en cama se inclinó, la cogió y la metió en la boca. Raluca se subió a la cama y metió su cabeza entre las piernas de Graciela. Al lamer su coño se encontró con la leche de la corrida de Paco y exclamó:

-¡Qué coño más rico!

A Graciela le pasó lo que nuca le había pasado, se corrió en un par de minutos.

Paco sintió los dientes de Lonela morder el tronco de su polla. Aquel no era el sitio en el que esperaba que le clavara los colmillos, y no se los clavó. Lo siguiente que hizo fue masturbar y mamar. Paco debía estar temblando, pero la excitación lo evitaba. Lonela se metió en cama, volvió a coger la polla y la metió en el coño. Paco, que ya iba con su segunda viagra, se tiró a la piscina de cabeza. Le echó las manos a las tetas y se las amasó y se las mamó sintiendo la polla entrar y salir del coño empapado. Lonela lo cabalgaba suavemente. Sus manos las tenía sobre su pecho y su cabello rizado caía sobre su vientre. Era preciosa. Se le había olvidado que era una vampira, solo veía su belleza facial y corporal. Antes de correrse las tetas de Lonela hicieron un tornado sobre su cara. La lengua de Paco no daba abasto, poco después sintió cómo descargaba sobre su polla. Luego se echó sobre él y su boca se posó en su cuello. Sintió sus labios chuparle el cuello, pero no le mordió. Después le puso el coño en la boca para que se lo comiera. Sacó a lengua y comenzó a lamer saboreando los jugos de su corrida. Raluca subió encima de él.

Sintió cómo su polla entraba en el coño mojado. Con un coño embadurnando su cara y otro follando su polla no pudo aguantar más, le llenó el coño de leche. Lonela al sentir cómo se corría Paco le puso el culo en la boca. Le lamió periné y ojete cómo si fueran caramelos. Al acabar de correrme le folló el ojete con la lengua. Después sintió cómo se besaban las tres. No veía que más hacían, pero sentía el ruido de dedos entrando y saliendo de los coños. Sentía sus gemidos. Sintió cómo su polla se volvía a poner dura dentro del coño de Raluca, y al final sintió el coño anegando su polla con los jugos de una inmensa corrida. Lonela puso su coño en la boca de Graciela y haciendo un 69 se la acabó llenando con los jugos de su corrida.

Al acabar de correrse cambiaron de sitio, Raluca puso su coño en la boca de Paco, y Graciela en la boca de Lonela. Con los jugos y su leche saliendo del coño de Raluca y cayendo sobre su cara y dentro de su boca pensó que era hora de decir algo, y lo dijo:

-¿Todas las vampiras sois así de cerdas?

Le respondió Raluca.

-Siniestras, Paco, y no rompas las baladas de gemidos y jadeos si no es con algo que las mejore, o sea, come y calla.

Calló y comió... Lo follaron Las tres y se follaron entre ellas hasta que se hartaron de correrse.

A la mañana siguiente se fueron las rumanas a comprar a la ciudad y Graciela a avisar a un mecánico, y cómo las vampiras no salen a la luz del día, Paco, fue a ver que era aquello que había al lado de las copas por donde bebieran la sangre y lo que se encontró fueron dos latas de jugo de tomate.

Os parecerá raro, pero se llevó una desilusión, en el fondo deseaba que fueran vampiras.

Quique.

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