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Siempre hay secretos que contar (tercera parte)

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Nuestro encuentro con Laura había empezado ese sábado, pasadas las 17 h y, después de las acciones descritas en los dos relatos anteriores, la noche apenas comenzaba.

Laura, tu y yo descansábamos en la recámara, después de que yo saliera de la regadera y luego ustedes dos se dieran un baño reparador, que no estuvo exento de besos, caricias y uno que otro orgasmo.

Las toallas que usamos para secarnos, quedaron en uno de los taburetes de nuestra recamara y los tres conversabamos amenamente, desnudos, tendidos en la cama. Yo apoyaba mi cuerpo en la cabecera, Laura en el otro lado y tu estabas atravesada entre los dos. Por la forma que te acomodaste, tu cabeza descansaba en una de las piernas de Laura y tus manos jugueteaban con su cadera, paseando por su entrepierna y perdiéndose eventualmente en su sexo. Ella abrió su compás para asegurar a tus caricias mejor acceso a su cuerpo.

Allí supe que Laura (de edad similar a la tuya) era una alta directora de una importante empresa financiera y conocí a mayor detalle la forma que se conocieron. En alguna ocasión se llegaron a encontrar en los pasillos del edificio donde estaban las oficinas de cada una de ustedes. Miradas que se cruzaron, unas sonrisas de complicidad y saludos breves al inicio, dieron paso para que en otra ocasión, se invitaran un café en uno de los locales de la cercanía al edificio, con las consecuentes visitas a su departamento y sesiones de intenso sexo entre ustedes dos y luego con el amigo de ella, Toño.

La conversación era animada, divertida y anecdótica. Me contaron que, un día en el baño del piso donde trabajaban, posterior a que ya habían tenido alguna sesión de sexo en su departamento, coincidieron en el sanitario del edificio. Vieron que salía la última mujer que estaba en el baño, mientras Laura hacía tiempo retocando su maquillaje y tu arreglando algo de tu bolsa, y que al percatarse que ya no había nadie más, ella se acercó a tí de frente y, rodeando tu cuello con sus manos, te acercó los labíos para robarte un intenso y pasional beso, pegando su cuerpo al tuyo, diciendo que debía regresar pronto a la oficina, pero que no podía dejar pasar la oportunidad que ofrecía el momento. El abrazo que se dieron empezaba a ser acompañado por caricias a sus cuerpos, pequeños apretones de nalgas y restregarse los senos de una con la otra, cuando escucharon el inconfundible sonido de pasos en zapatos de tacón acercándose por el pasillo hacia el baño, por lo que tuvieron que suspender esas expresiones de pasión, y regresar cada una a sus actividades. Esa tarde, al salir, fue que se dió otro de sus apasionados encuentros entre ustedes dos en el departamento de Laura, donde pudieron descargar las pasiones y emociones que se quedaron truncas en el evento del baño.

Me contaron también que, en otra ocasión, ustedes dos fueron por un café después de salir del trabajo en la zona de Polanco para evitar el tráfico. Poco tiempo despues de estar allí, encontraron que eran objeto de la atención de un hombre de mediana edad, buena apariencia, cuerpo mediano, alto, con pinta de ejecutivo de empresa, que se encontraba solo en otra de las meses próximas a la de ustedes. El lugar no era muy grande y ya no había mucha clientela. Tenía mesas de pequeño tamaño y no se cubrían con manteles de tela. Típicas mesas de cafetería.

Ambas vestían en esa ocasión el tradicional traje sastre con falda en diferentes tonos, rematado con blusa clara debajo del saco. Y que, ya en el juego del coqueteo, ella te dijo que iba a ver hasta dónde lo podría calentar. Para ello, pasaría al baño y regresaría contigo en unos minutos, dejándote en la mesa, donde el sujeto en cuestión no te quitaba la vista de encima. En poco tiempo, Laura regresó a la mesa con su acostumbrado caminar acompasado, y al sentarse a tu lado, abrió ligeramente su saco para dejarte ver que, debajo de la blusa, ya no traía nada de ropa. Por lo delgado y fino de la tela, era más que evidente que sus senos se mostraban en su esplendor y sus pezones estaban erectos y marcados en la tela.

Entonces, con un movimiento ágil, y sin quitarle la vista al momentaneo expectador, Laura se quitó el saco, respiró profundamente, haciendo que sus pechos se elevaran significativamente y marcaran más en la fina tela, levantó ambos brazos para acomodarse el cabello, dándole una excitante vista de ambos senos, coronados con sus pezones erectos, que retaban la resistencia de la tela. El pobre hombre no podía quitar la vista del ocasional espectáculo del que era destinatario y, de repente, se dió cuenta que ustedes dos lo mirában directamente. Nerviosamente se acomodaba en su asiento tratando seguramente de esconder una posible erección, intentando desviar la vista, sin mucho éxito.

Entonces, Laura te retó a que no hacías lo mismo. No te lo dijo dos veces, y te paraste al baño, para ponerte a la altura de las circunstancias, regresando a la mesa casi inmediatamente. Observaste que él repartía su mirada entre ella y tu regreso a la mesa, mientras ella se estiraba y ponía de lado para dejarle ver sus atractivos senos claramente dibujados a través de la tela de su blusa.

Te sentaste al lado de Laura, y con un movimiento rápido abriendo brevemente tu saco, le mostraste a ella que tus senos también se apreciaban espléndidamente a través de la tela de la blusa. Después de un breve guiño de ella, te despojaste también de tu saco y volteaste a verlo, mostrandote plena, hermosa y con unos senos maravillosos que son un gran atractivo tuyo tanto para hombres como para mujeres.

El pobre señor no podía ya ocultar una erección importante que se mostraba involuntariamente a través de su pantalón, detalle que pudieron observar y comentar entre ustedes pícaramente. No dejaron de hacerle algunas señas muy discretas de que ustedes ya notaban que él ya estaba más que prendido y otras más que sólo incrementaron su excitación.

Le dedicaron unos breves minutos más, acercaron sus cuerpos entre ustedes para hacer como que se decían algún secreto, buscando realmente que sus senos se frotaran con el movimiento y sus pezones se pusieran un poco más erectos, lo que no perdió de vista su vecino de mesa. Luego, y ya encarreradas con la situación, pidieron la cuenta al mesero, que también quedó impactado de verles y trastabilló nervioso al cobrar el consumo.

Pagaron, se pusieron sus sacos y salieron del local, dejando al pobre hombre sentado, tratando de manejar su propia exitación, no sin antes mandarle un beso travieso al aire cada una de ustedes.

Ambas reían en la cama, relajadas contando la aventura y los detalles al respecto, acompañando el relato con breves caricias entre los tres. Tú aprovechabas para tocar mis testículos y masturbar suavemente mi pene, que ya asomaba algunas gotas en la punta, las que tomabas con tus dedos y llevabas a la boca de Laura. En poco tiempo, los besos se fueron sucediendo entre los tres.

Y mientras eso sucedía, se me ocurrió decirle a Laura: "¿porqué no le llamas a Toño y que venga para completar las dos parejas?" Tu expresión iba del deseo a la timidez breve y de allí a la creciente excitación. Entonces, ella, tomándote de la cara, pegando sus labios a los tuyos te preguntó: "¿quieres que venga Toño?, ¿deseas que venga a cogerte frente a nosotros y dejarte llenita?" Por resupuesta, le dijiste un sí entre gemidos de excitación, mientras te empezabas a comer su boca a besos pasionales.

Ella llevó sus dedos a tu entrepierna y pudo constatar que estabas completamente mojadita. Inmediatamente metío dos dedos en tu vagina moviendolos cada vez con mayor intensidad para hacer crecer tus sensaciones. Entonces, te separó de su boca y te jaló junto a mi, ordenandote que me dijeras que era lo que querías:

- Dile: "quiero que venga Toño a cogerme enfrente de ustedes". Entre suspiros y jadeos provocados por lo electrizante del momento y las caricias de Laura, fijaste tus ojos en mi y me dijiste: "si amor, quiero que venga Toño para que me coja frente a ustedes y me deje llenita". No terminaste de decir esa frase cuando un fuerte orgasmo sacudió tu cuerpo, mojando la mano de Laura profusamente. Tu mirada perdida, y las convulsiones de tu cuerpo, denotaban lo mucho que estabas disfrutando ese orgasmo.

Sin sacara sus dedos de tí, Laura volteó al buró donde había dejado su celular, estiró su brazo para alcanzar su teléfono y rápidamente buscó entre sus contactos a Toño, me dió un beso y me dijo que era espectacular la forma que Toño te cogía, y que lo disfrutaríamos todos. Con la llamada a punto de enlazarse, se acercó a mi pene y metiendolo en su boca, y, entre lamida y chupada a mi glande, una vez que contestó, le hizo la invitación de que nos alcanzara para acompañarnos el resto de la noche. Tras un saludo breve y dulzón, le dijo:

- Te tengo una sorpresa cariño y por el ruido te podrás imaginar, pero tienen que aceptar y venir inmediatamente. Te va a encantar porque ya has disfrutado de esto antes. Así que, te mando los datos de donde estoy y aquí te veo, dispuesto a divertirnos todos. Sólo escuchamos a Toño decir: voy para allá, mándame la información para llegar y colgar el teléfono.

La noche se estaba poniendo más interesante. Ya no estaban quedando secretos que contar.

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