Un día como tantos, navegando por la red, veo un anuncio de una aplicación que permite restaurar imágenes o fotografías antiguas, y me puse a probar algunas de la familia que tenía, en las cuales había digitalizado, pero no se podía apreciar bien los rostros sobre todo si se las ampliaba. Debo confesar que la aplicación supero mis expectativas y lograba gracias a sus algoritmos corregir mucho las fotografías.
En alguna de las fotos que probaba era de la época en la que mi hermana terminaba el colegio y estaba junto a mi mamá recibiendo su certificado. Al aplicarle el programa, le corrigió muchísimo y aunque era una foto que me gustaba mucho porque mi madre se veía bonita, ahora podía apreciar su rostro mucho mejor, me hizo recordar mucho mi época de juventud, muchos recuerdos, y lo mucho que me gustaba mi madre de lo guapa que era.
En esas estuve, buscando fotos de madre y a todas iba aplicándole esos filtros para mejorarlas y poder apreciar mejor a mi madre, con cada una de ellas me excitaba mucho más al ver lo hermosa que era mi madre en su juventud y las ganas de poder haberla conocido así como hombre o pretendiente.
Me desvelé un poco probando la aplicación en todas las fotos que podía, hasta que me quedé dormido…
No sé si fue un sueño o un simple recuerdo, pero me encontraba en una de las escenas de las fotos que antes estaba restaurando, se trataba de una salida familiar a la casa de mis abuelitos, era a inicios de los 90, cuando yo estaba por el segundo año de universidad por cumplir los 20 años, mi hermana estaba por cumplir los 15 años y mi madre todavía trabajaba en una institución de gobierno, ella tendría unos 43 años, era hermosa, se conservaba muy bien, delgada y de muy buena presencia, pequeña cintura, anchas caderas y unas piernas de ensueño, espalda angosta y unos pechos firmes y aunque no muy grandes, muy bien formados, de cabello hasta los hombros y un rostro angelical, arreglada como solo ella sabía hacerlo, labios muy bien pintados, párpados sombreados y cejas muy bien delineadas, su rostro era tan joven, sin arrugas… estaba hermosa.
Por un lado entre el ambiente familiar, ver a mis abuelitos con vida, mis parientes más jóvenes, y mi madre, con su forma de vestir casual, de pantalón de mezclilla azul, una blusa de manga larga blanca, zapatos de taco medio, y escuchar su risa mientras conversaba con sus papás, yo la miraba embobado, apreciando cada uno de sus detalles, como grabándolos a fuego en mi mente, por momentos cuando salía de mis pensamientos trataba de disimular mis actitudes.
En esa época Martha, ese era su nombre, tenía un pretendiente, se llamaba Edgar, una especie de enamorado, ya iban algún tiempo y aunque en esa época no le prestaba mucha atención, ahora que soy más maduro y experimentado, estoy seguro que no debieron haber estado solo de manitas cogidas. Eso me molestó muchísimo, y aunque sabía que pronto terminarían separándose, no podía pensar siquiera que alguien la abrazara y disfrutara de ella, nadie, sino fuera yo.
Martha siempre me gustó, y me atrajo como mujer, al vivir solo con ella junto a mi hermana, fue mi primer referente femenino. Y aunque en más de una ocasión dejaba de verla como mi madre y desearos como mujer, nunca pasó de deseos reprimidos en mi mente, los cuales en ese instante habían regresado con mayor fuerza.
Por un momento recordé que estaba en un sueño, aunque estaba durando mucho, en verdad se trataba de en sueño? Estaba durando demasiado… en verdad eso no importaba, yo estaba dispuesto a aprovecharlo.
Por esa época yo hacía deporte y físicamente estaba bien, me gustó comprobar que no tenía llantitas y lo joven que estaba.
Ya regresamos a casa y en la tarde mi hermana se fue a la casa de una amiga, yo saldría a dar una vuelta por el barrio, ya que principalmente tenía curiosidad por ver qué otras cosas había en mi “sueño”. Martha se quedaría en casa.
En mi paseo me topé con algunos amigos que no había visto en años y nos quedamos conversando un buen rato.
Estaba regresando a la casa y cuando estaba muy cerca escuché unos gritos de discusión, era Martha que estaba discutiendo con Edgar, primera vez que los veía en esta situación, así que abrí el portón de mi casa y pude ver que Martha trataba de cerrar la puerta y Edgar la empujaba para entrar. El momento que Edgar me vio entrar, automáticamente se detuvo y sin decir absolutamente nada simplemente salió de la casa. Yo cerré la puerta con seguro cuando el salió enfurecido.
Martha se quedó en la sala, estaba desesperada, llorando mucho. No la había visto así, solo cuando en alguna ocasión estábamos en casa y hubo un temblor muy fuerte. Y al igual que en esa ocasión me tocó tomarla de los brazos y sostenerla levantando un poco la voz para calmarla.
La tomé del rostro para que me viera, mientras trataba de calmarla, le decía que ya todo estaba bien. Por un momento la solté y le abrazaba muy fuerte, Martha se estaba calmando de a poco.
Nuevamente la tomé del rostro y mientras le decía que la quería mucho y que era muy importante para mí, le daba besos en su frente y sus mejillas, en eso y sin pensarlo, le di un beso en su boca, en realidad u pico, y como si nada le seguía diciendo cuanto la quería. Nos quedamos frente con frente rosando nuestras narices, mientras ella sollozaba y yo seguía hablando.
Al percatarme que Martha no se molestó con el beso, pues estaba todavía en el shock del momento, aproveché para intentarlo de nuevo, me relamí los labios y mientras ella cerraba sus ojos, bajé mis manos a su cintura y la besé de nuevo en sus labios. Una vez, otra y otra más, demorándome cada vez más, al principio Martha solo recibía los besos, y poco a poco fue correspondiéndome, deje mi mano derecha en su cintura y con la izquierda la tomé de su rostro, mientras poco a poco nuestros besos tomaban más confianza, nuestras bocas se fundían en besos y nuestras lenguas poco a poco empezaban a intentar abrirse paso también.
No sé cuánto estuvimos así, cuando dejamos de besarnos, nuestras respiraciones estaban agitadas, solo nos abrazamos y Martha recostó su cabeza en mi pecho. Nos quedamos en silencio durante un largo tiempo, mientras nuestras respiraciones iban calmándose, soltamos un suspiro casi al mismo tiempo.
El estar abrazado a esa mujer que tanto me excitaba, mi miembro se había puesto duro y ella lo sintió rozarlo en su vientre. Se separó casi como un resorte, y se fue a su habitación mientras adecua que casi susurrando que lo que hicimos estaba mal.
Me quedé en la sala observando cómo se alejaba, observando su figura y clavando mis ojos en sus caderas, para luego pensar en lo sucedido. Pero como pensaba que era un sueño, no me preocupaban mucho las consecuencias.
Más tarde llegaría mi hermana a la casa y seguiríamos nuestra rutina diaria. Martha bajo a la cocina, yo no me acerque siquiera, pies no quería que se sintiera presionada o acosada. Cenamos todos juntos de forma normal, conversando lo suficiente.
Estaba dudando que se tratase de un suelo, pues sucedían muchas cosas, pasaba el tiempo y no despertaba. Tampoco era que tenía muchas ganas de despertar rápido.
Por lo visto, Edgar había salido de su vida ya y de lo que yo recordaba no regresaría más. Martha estaba un poco alejada, me rehuía y se limitaba solo a contestarme lo necesario. Los días transcurrían y ella iba y regresaba del trabajo, me encantaba verla con su uniforme que consistía en un conjunto de falda, blusa y zapatos de tacón.
La semana aproveché para ir recordando cosas, ir a la universidad y recorrer sitios que en mi tiempo ya no existían.
Llegó el viernes y particularmente Martha esos días se vestía diferente de reforma casual, hoy vestía una falda de seda negra con flores suelta que le llegaba hasta las pantorrillas, y una blusa tejida de color rosado que hacía juego con el de las flores de su falda, zapatos de taco y media nylon color humo, su cabello suelto y arreglada como siempre.
Sabía que los viernes mi hermana le gustaba ir a la casa de una amiga, así que yo esperaba ansioso el momento de este a solas con Martha y conversar lo que había sucedido.
Con el temor de que ella no quisiera subir a la casa luego del trabajo, decidí ir a verla a la salida.
Ella no esperaba toparse conmigo a la salida, yo estaba en la vereda del frente, al verme se detuvo un segundo y cruzó hacia donde yo estaba. Saludamos, ella un tanto sería, yo le di un beso en la mejilla, lo cual no era común entre nosotros, caminamos hacia la parada de bus, mientras yo le pedía si podíamos conversar, Martha sugirió llegar a la casa, mientras yo le insistía si podíamos ir a algún sitio o simplemente caminar.
Martha insistió ir a la casa, pues consideraba que lo que teníamos que conversar era privado y nadie tendría que saberlo y tampoco quería curiosos.
Al llegar a la casa nos sentamos en la sala, Martha cruzó sus piernas, le encantaba sentarse así, me encantaba verla así, seria, un tanto fruncida de ceño, y sus manos sobre su rodilla, me parecía muy sexy.
Me senté junto a ella, pues quería que sepa que no me acobardaba.
-A ver Pablo, empezó diciendo, lo que pasó el otro día no debe repetirse, yo estaba distraída y en shock por la discusión con Edgar, y bueno la situación se salió de las manos. Y es algo que no debe repetirse, entiende que yo soy tu madre.
-Lo entiendo, y sé que las cosas se salieron de control, yo tampoco buscaba esto, simplemente se dio la situación, contesté
-El hecho que seas el hombre de la casa no significa que yo sea tu mujer, dijo
-Lastimosamente… -dije casi en voz baja
-¿Lastimosamente qué? -Me recriminó…
-Lastimosamente… usted no puede ser mi mujer… -le dije, después de lo que pasó el otro día, no he dejado de pensar en nuestros besos y la verdad, a pesar de que esté mal y todo eso, déjeme decirle que me encantó, y muchísimo.
-Se quedó callada, con cara de espanto, no daba crédito a lo que estaba escuchando
Era ahora o nunca, y decidí irme por todo, total era un sueño… o ¿en realidad no lo era?
-Mire usted, desde que dejé de ser niño, empecé a darme cuenta que usted me gustaba, su figura, su forma de ser, su forma de vestir, todo en usted… Si he buscado alguna chica por ahí, sin darme cuenta, he estado buscando que tenga algo de usted, o que se le parezca.
-Pero, yo nunca… -Intentó decir algo
-Yo sé que usted nunca ha hecho anda para provocarlo, le interrumpí, pero son cosas que se han ido dando, usted como mujer me fascina, me encanta verla caminar, me parece tan sensual y hermosa, sus piernas me vuelven loco y fantaseo con sus caderas.
Marta estaba sonrojada, nerviosa, no daba crédito a lo que escucha de su propio hijo, pero a la vez estaba sentada ahí, no se retiraba, y su respiración comenzaba a hacerse más y más agitada.
-Un millón de ocasiones me imaginado tomarla de la cintura y besar sus labios, y debo confesar que jamás imaginé que sabían tan deliciosos, le dije, mientras ella se sonrojaba mucho más.
-Esto no puede ser… ¿Acaso estás enfermo o loco? -Me dijo
-Estoy loco, pero por usted, le dije, mientras puse mis manos sobre las suyas, y la miraba fijamente a los ojos, no podía imaginar que cosas pasaban por su mente, seguramente era una lucha sin cuartel entre sus emociones, creencias, y demás pensamientos.
-No, no… solo supo decir
-¡Martha te amo!, entiéndelo, y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por hacerte feliz… -le decía
-Esto es inmoral, es ilógico, no tiene nombre… -Decía mientras se soltaba de mis manos e intentaba incorporarse
-Si tiene nombre, se llama amor, le dije, el que siento por ti, y que estoy seguro de que tú también lo sientes, lo sé porque lo sentí en tus labios el otro día cuando nos besamos. Dices unas cosas con la boca, pero sientes y piensas otras muy distintas.
-Calla, esto no puede ser, me dijo, virando el rostro y sentándose nuevamente.
-Tranquila mi amor, no pienses en nada, solo deja que tus sentimientos y deseos afloren, y dejémonos llevar por lo que sentimos el uno por el otro… le propuse, mientras me apegaba más a ella y con mi mano regresaba su rostro para que me mirara
-Yo… No… Es que… Intentaba decir algo inútilmente
– No digas nada… solo bésame, le dije mientras me inclinaba sobre ella para alcanzar sus labios y sentir como al principio ella se resistía, pero luego se dejaba llevar por la pasión y el deseo. Martha cerraba los ojos y disfrutaba del momento, al inicio yo la miraba para ver como reaccionaba, luego también cerré los ojos y nos fundimos entre besos y caricias sutiles por nuestros rostros.
Eran los besos más dulces que se podrían dar un par de enamorados, dejábamos a un lado el ser madre e hijo para ser un par de enamorados.