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Terminé follando con mi madre luego de unas copas (Parte II)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

A la mañana siguiente me desperté, estaba desnudo en la cama de mi habitación, no recordaba cómo había llegado allí. Pude escuchar a mi madre en la cocina, preparando el desayuno seguramente. Me levanté, lo único que llevaba puesto era mi ropa interior, caminé hasta la cocina y allí estaba mi madre.

Llevaba un babydoll que dejaba ver sus prominentes glúteos con una diminuta tanga que se sumergía dentro de sus carnosas nalgas. Sus pechos cubiertos con la delgada tela se trasparentaban más con la luz mañanera que entraba por la ventana dejando ver sus pezones erectos. Llevaba su oscura y abundante cabellera suelta y alborotada, pero se veía hermosa. Sus blancas piernas de piel tersa se cruzaban mientras tomaba asiento colocando dos tazas de café en la mesa.

-¿Mamá?

-Ah dormilón, por fin despertaste, te preparé café, ven.

-Gracias – dije mientras tomaba asiento, aun no me sentía seguro de cómo reaccionar. Así que decidí actuar con naturalidad, como si nada hubiese pasado.

-Tu padre llamó esta mañana. – dijo mi madre mientras observaba detenidamente mis ojos que la miraban atónitos sin saber que esperar.

-¿Ah sí? ¿Qué dijo? – respondí tímidamente

-Dijo que el servicio municipal ya está trabajando para despejar la carretera, pero tienen mucho trabajo por hacer. Esperan poder habilitar el paso en horas de la noche.

-Ah.

-Sí… Bueno, ya podrás imaginar la sorpresa que me llevé cuando escuché a tu padre al teléfono, luego de que ¡según yo! Dormí con tu padre anoche… -dijo de manera sugestiva mientras colocaba su taza en la mesa y me veía con una mirada suspicaz.

-Ejem… Sí… bueno… anoche bebiste demás. Dejaste la sala hecha un desastre mamá.

-¿¡Y crees que eso es razón suficiente para aprovecharte de una pobre mujer en ese estado!? Y encima de eso ¿tu propia madre? – dijo de manera seria y firme alzando un poco la voz. – ¡nosotros no te educamos así jovencito! Lo que hiciste fue inapropiado e inmoral, debería darte vergüenza.

Bajé la mirada avergonzado, un nudo se me hizo en la garganta y no podía decir palabra alguna. Tampoco sabía que decir, solo la escuché. Luego de unos minutos de incomodo silencio, ella se paró yéndose a su habitación.

Yo me encargué de la cocina y el oficio de la casa el resto del día. Preparé el almuerzo y se lo llevé a mamá a su habitación. Ni siquiera abrió, dejé la comida en una mesa al lado de su puerta. Pasó todo el día encerrada. La vi llevando sus platos al fregadero de la cocina, no me dirigió palabra alguna, luego volvió a encerrarse en su recamara.

Ya empezaba a arrepentirme de lo sucedido la noche anterior, ciertamente no tuve malas intenciones, fue algo que había surgido. Me sentía culpable y temía haber arruinado nuestras vidas con lo ocurrido. Cerca de las 4:30 de la tarde, el día soleado volvió a nublarse, las lluvias comenzaron a azotar de nuevo poniendo el ambiente de la casa aún más frio y desolado.

No lo soporté más, necesitaba arreglar las cosas entre mamá y yo. Subí a su habitación y toqué suavemente la puerta.

-¿Mamá?… ¿mamá podemos hablar? – sin decir una palabra, la manecilla giró, abriendo la puerta.

Entré lentamente, vi a mi madre sentándose a la orilla de su cama, la tenue luz de la ventana era la única que iluminaba la oscura habitación y su bello rostro. Me senté a su lado, sus ojos miraban al vacío, divagando en sus más profundos e íntimos pensamientos. En silencio, solo escuchando la lluvia golpear en los cristales de la ventana.

-Mamá… lo lamento, de verdad lo siento, yo no quise…

-No Donni, basta, no te disculpes, todo esto ha sido mi culpa – dijo de forma serena interrumpiendo mis disculpas.

-Claro que no mamá, fue mi culpa y de verdad…

-Basta, por favor. Fue mi culpa, bueno, de tu padre y mía en realidad, si te lo hubiéramos dicho desde el principio quizá esto no hubiera pasado.

-Mmm… No estoy entendiendo mamá.

-Hijo creo que es momento de que lo sepas. Quizá debí esperar a tu padre para que ambos te lo dijéramos, pero esto no puede aguardar más.

-¿Decirme que? – dije intrigado.

Mi madre extendió su brazo y abrió el cajón del velador al lado de su cama. Sacó una carpeta y tras abrirla en la primera página me lo dio.

Por el color y la textura del papel se notaba que eran páginas antiguas, en el encabezado del archivo, con letras grandes decía: “Orfanato La asunción, año 1990” en la esquina superior derecha, una pequeña fotografía de mi rostro cuando apenas era un bebé.

Leí el documento y mientras lo hacía un nudo apretaba mi garganta de nuevo, esta vez con más fuerza. Estaba en shock completamente. Ambos guardamos silencio, sentados a la orilla de su cama, yo trataba de asimilar todo lo que estaba pasando, tratando de pellizcarme para ver si de alguna manera esto era un sueño y mi madre, esa hermosa mujer que me había arrullado y regalado de su amor durante tantos años, ella solamente apoyaba su mano en mi hombro como tratando de consolarme.

Tras un largo rato, logré recuperar un poco la compostura. Me senté derecho, me sequé alguna que otra lagrima que se me había escapado y respiré profundo.

-Entonces, ustedes y yo no…

-Ciertamente no saliste de nuestras entrañas hijo, pero ser padres no es solo engendrar, nosotros te amamos desde el primer día y te seguimos amando, eres parte de nosotros, de esta familia… y lo serás por siempre. – decía mi madre mientras unas lágrimas escapaban rodando por sus mejillas

La miré, conmovido por sus palabras y sus lágrimas.

-Bueno, creo que eso explica por qué soy negro – dije bromeando, ya que soy de tez clara.

-¿Qué? – dijo mi madre rompiendo en una carcajada mientras limpiaba las ultimas lágrimas de sus mejillas. Sus ojos cristalinos se veían tan hermosos cuando reía.

-Me encanta verte sonreír Helen, siempre me ha encantado verte feliz.

-¿Helen? Jaja tranquilo muchachito, que sigo siendo tu madre.

-Tu silencio me torturó todo el día ¿sabes? Siempre hemos estado el uno para el otro y no soportaría perderte por alguna tontería.

-Lo sé, pero necesitaba asimilar y pensar cómo iba a decirte todo esto.

-Creí que estabas molesta conmigo por lo de anoche.

-Lo que pasó anoche fue una locura. Tú, tus necesidades masculinas, yo, la bebida, mi embriaguez, creo que fue una mala combinación nada más. Sería irresponsable tratar de buscar culpables. Solo te pido que lo de anoche quede entre nosotros, no quisiera hacer todo esto más difícil para tu padre.

-Bueno, está bien.

-Sabes hijo, de alguna extraña manera, el hecho de que biológicamente no sea tu madre me hace sentir menos culpa por lo sucedido. Al fin y al cabo, somos adultos, ambos tenemos necesidades y eso pudo pasar en cualquier momento.

-Supongo que tienes razón, aunque tampoco creo que sea justo para papá.

-Oh hijo, créeme. Tu padre no es un santo, en más de una ocasión tuve que perdonarle sus fechorías. Viéndolo de otra manera, yo al menos no me metí con un completo extraño.

-Supongo que… Que tienes razón, otra vez.

-Yo siempre la tengo hijo – dijo mientras me guiñaba el ojo y se levantaba caminando a su armario. – ahora creo que ya es momento de dejar las lágrimas por un lado y preparar la cena, ¿te parece?

-Sí, me parece mamá

Encendió la luz, abrió su armario, se inclinó buscando uno de sus vestidos favoritos, aun cargaba el babydoll de la mañana, sus excitantes glúteos se ensanchaban abriéndose suavemente sin pudor ante mi mirada.

-Veamos, por aquí debe estar… -decía mientras hurgaba entre las prendas. – Sí, ¡aquí está! – dijo mientras sacaba un vestido corinto, de tirantes muy corto y ajustado.

Sin pensarlo, se quitó el babydoll frente a mí, suavemente, dejándolo caer al piso. Sus enormes y excitantes tetas quedaron libres a mi vista, la diminuta tanga era la única prenda que llevaba sobre su cuerpo. Actuaba tan natural, como si yo no estuviera allí.

Se colocó el ajustado vestido haciendo realzar sus enormes glúteos y tetas en esa prenda. Sus carnosas y excitantes piernas se lucían fuera de ese vestido que cubría poco menos de la mitad de sus muslos. Cuando se inclinó para recoger el babydoll pude ver el borde de sus glúteos asomarse fuera del vestido. Sus pezones destacaban erectos de la delgada tela en su pecho. Una inevitable erección comenzó a emerger entre mi pantalón.

-¡Listo!, ahora sí, vamos a preparar la cena – dijo jovialmente mientras me tomaba de la mano y me llevaba a la cocina.

Pusimos un poco de música, reíamos mientras bromas, bailes y cosquillas surgían mientras cocinábamos. Por un momento volvimos a aquellos días cuando era niño y cocinábamos juntos los fines de semana. Fue maravilloso.

Mientras cenábamos mamá sacó una botella de vino.

-Mamá, ¿qué haces?

-Oh hijo, tranquilo, solo será un pequeño brindis.

-¿Brindis por qué?

-Por la verdad… y el eterno amor de la familia.

-Jaja está bien.

El reloj marcaba casi las 8:30, en la botella solo quedaba ya una quinta parte del vino. Nuestras copas vacías esperaban el último trago y nosotros esperábamos la llegada de papá. Unos minutos después, el teléfono sonó. Era papá, las lluvias no habían permitido terminar los arreglos en la carretera y pasaría una noche más en casa de Julieth.

-Oh pobre Francisco, espero que no se desespere en casa de tu hermana.

-No lo creo, con lo mucho que disfruta de la comida de Julieth, de seguro la está pasando muy bien.

-Oh, eso espero cariño. – dijo y luego se sentó en el sofá acurrucándose a mi lado.

Terminamos la velada recostados en el sofá, bebiendo vino, viendo el viejo álbum de fotografías familiares, riéndonos al recordar cualquier tontería sobre las historias tras esas fotos.

-Oye hijo, ¿has visto que hay personas que replican sus fotografías antiguas siendo ya mayores?

-Jaja sí, creo haber visto algunas en Facebook.

-Oh! Eso se ve tan divertido, deberíamos hacerlo nosotros y enviársela a tus hermanos, de seguro les hará mucha gracia. – dijo mi madre entusiasmada.

-Jaja ya mamá, ¿es enserio?

-Claro hijo, ¿por qué no? Vamos, busquemos algo de ropa y tomemos las fotos.

Pasamos casi dos horas mudándonos de ropa, recorriendo la casa por todas partes, replicando antiguas fotos y riéndonos de todas nuestras locuras y tonterías. Nos divertimos y reímos a más no poder.

Llegamos a mi habitación. Mientras ojeábamos el álbum buscando alguna otra foto para replicar, una muy pequeña se resbaló de entre las páginas cayendo al suelo. La levanté para verla. Era una foto de mi madre, era muy joven y se veía increíblemente hermosa. En sus brazos estaba yo, de un año aproximadamente, me cargaba sonriendo a la cámara mientras yo me amamantaba de su pecho.

-Jaja mira mamá, oye, si yo fui adoptado, ¿cómo es que pareces amamantarme aquí?

-Oh hijo, nunca te amamanté, bebiste leche preparada todo el tiempo. Esa foto me la tomé solamente para guardar las apariencias. – decía mi madre mientras se sentaba en mi cama.

-Mentirosilla, mentirosilla, jaja ¿replicamos esta también?

-Jaja claro, si quieres pasar vergüenza, adelante – dijo mi madre de manera risueña y desafiante.

-¿Porque habría de pasar vergüenza? Con una mujer tan bella como tú…

-Jaja ¿hablas enserio? – dijo mientras su sonrisa se apagaba terminando en una sonrisa seductora y una mirada inocente.

-¿Por qué no? – dije mientras dejaba el álbum sobre la cama y me acercaba a su boca de manera seductora.

Sentí el pequeño suspiro de sorpresa y excitación en la boca de mi madre, besé sus labios con suavidad mientras acariciaba su hombro bajando el tirante de su vestido. Finalmente bajé su prenda dejando sus tetas a mi merced, lamí suavemente sus pezones y chupeteaba sus pechos con lujuria mientras ella gemía. Sus manos temblorosas sostenían mi cabeza, como tratando de negarme de sus manjares, pero no podía, sus deseos eran más fuertes que su razón.

-¡Ah! ¡Hijo!, así ¡ah! Se siente… Muy bien, ¡Ah!

Continué amamantándome de sus enormes pechos por un largo rato. Poco a poco fui tumbándola en la cama, ella abrió las piernas instintivamente dejándome observar su depilada y exquisita vulva, sus labios eran rosáceos y carnosos, los fluidos cálidos y viscosos ya brotaban de entre su rajita escurriendo por su vagina.

-Que delicia Helen, ahora si voy a comerte como se debe – dije ebrio de lujuria.

-Sí, hazlo, cómeme el coño hijo, que delicia – gemía mi madre fuera de razón.

Lamí sus labios con deseo y pasión, saboreé cada pliegue de su vulva, acariciaba fuertemente su clítoris con mi lengua, lo lamia de arriba abajo, en círculos rodeándolo, sobre él estimulándolo, bebí cada gota de su elixir excitante hasta que un orgasmo estremeció sus cuerpo liberando gemidos incesantes y placenteros.

-Oh Donni, ¡ah! ¡ah!… ¿pero que estamos haciendo? – logró decir con dificultad entre gemidos

-Tú misma lo dijiste mamá, nuestras necesidades, las copas, es mejor que meternos con completos extraños, ¿no? Tú lo dijiste mamá, y tú siempre tienes la razón – dije enloquecido mientras arremangaba su corto vestido hasta el abdomen, dejándome toda su pelvis al descubierto.

-Jeje muchacho aprovechado – dijo riendo de forma picara. – ahora ven con mamá y haz que esto valga la pena ¿sí? ¿serás un buen muchacho y complacerás a mami?

-Claro que sí mamá.

Me quité la ropa de prisa y acomodé su cintura a la orilla de la cama. Jugué con mi glande en su vulva un rato mientras ella humedecía mi verga. Luego comencé a penetrarla fuerte y profundamente. Sus pechos se agitaban al ritmo de mis embestidas. Su vagina se estiraba con cada penetración apretando mi pene hasta el tronco. Mi madre gemía como loca, la soledad de nuestra casa nos hacía libres de poder gritar a placer.

-¡Ah! ¡si!, que delicia, ¡ah! Más duro, más duro papi, así, métela toda, la quiero toda papi, lléname toda querido, soy tuya, ¡ah! Así! ¡Que delicia!

-Date vuelta mamá, quiero disfrutarte por completa

-Está bien querido, ¿cómo quieres cogerte a mami? ¿así?, ¿te gusta así?, -decía mientras se ponía en cuatro entregándome su vulva para que la penetrara desde atrás. – ¿así está bien querido? ¿te gusta ver el culo de mami mientras… ¡aah por dios! aah!, ¡asi! ah! ah!

Me encantaba interrumpirla con fuertes embestidas mientras hablaba. Sus gemidos eran fuertes e inevitables. Disfrutaba ver esos enormes y perfectos glúteos golpear mi pelvis mientras mis testículos chocaban en su clítoris cada que la embestía hasta el tronco.

Sus fluidos escurrían por todo el cuerpo de mi verga deslizándose por mis testículos y mis muslos. Mi madre estaba ardiendo por dentro, estaba tan caliente y húmeda. Engullía mi verga con facilidad y lo disfrutábamos. Sujetaba su cintura jalándola hacia mí estrellando su cuerpo fuertemente contra mi verga.

Un segundo orgasmo de mami estalló sobre mi verga, esta vez expulsó un chorro que mojó toda mi cama.

-¡Oh querido! No importa, tú sigue, sigue por favor, ¡sigue! – me pedía hambrienta, mi madre era insaciable.

-Ven acá mami, quiero complacerte más. – dije mientras me tumbaba boca arriba.

Mi verga se elevaba como un mástil, la tomé de las piernas y la puse sobre mí para que me cabalgase.

-Pon tus pies en la cama mami, dobla tus rodillas, como si estuvieras en cuclillas. – le indicaba.

-Ok amor, ¿así?

-Si mami, perfecto, ahora quítate ese vestido y déjame ver tus pechos.

-Enseguida cariño. ¿Qué tal eh? ¿te gustan las tetas de mami?

-Me encantan mami, están perfectas, son una delicia – decía mientras me tragaba cada uno de sus pechos jugueteando sus pezones con mi lengua.

-¡Ah! Si, que rico, con cuidado amor, no muerdas a mami, ah! ¡Así! Que delicia! ¡Ah! ¡ah! ¡ah!

Llevé mi hinchado glande hasta la entrada de su vagina y sin previo aviso, levanté mis caderas penetrándola hasta el fondo.

-¡AAH! – un estruendoso gemido me indicaba lo mucho que mami lo disfrutaba.

Era maravilloso. Podía ver su abdomen contraerse de placer, veía sus musculosas piernas abriéndose, impulsándole pequeños saltos sobre mi verga, y más abajo, veía su exquisita vulva siendo penetrada por un grueso, hinchado y venoso tronco. Sentía sus glúteos rebotando en mis testículos. Su flujo ardiente escurría sobre mi verga. Follamos de esa manera bastante rato, hasta que lo logramos. Un intenso y delicioso orgasmo mutuo.

Mi verga estalló dentro de ella descargando una enorme cantidad de semen ardiente, y ella se estremeció gimiendo y temblando mientras su vagina se contraía apretando todo mi pene dentro de ella. Podía sentir mi glande estirando sus paredes interiores, acariciando su útero, llenándola de mi leche rebosante con cada movimiento.

Mi madre no aguató más, sus piernas temblaban como un siervo recién nacido, cayó de rodillas, aun sobre mí, con mi verga hinchada dentro de ella, se recostó en mi pecho, agitada y jadeando. Se quedó allí hasta que mi pene se relajó saliéndose de ella. Luego se recostó a mi lado, aun con su cabeza en mi pecho. Yo llevé mis dedos y los hundí entre su abundante y sedoso cabello. Acomodándoselo y soplando suavemente para refrescar el acalorado encuentro. Con mi otra mano acariciaba su fornida pierna sobre mí pelvis, recorría todo el muslo hasta sus glúteos y los apretujaba con placer.

Ella sonreía apenada mientras se acurrucaba en mi pecho y disfrutábamos del delicioso placer de nuestros cuerpos. Nos quedamos en mi cama, en silencio, hasta que el cansancio nos venció y quedamos profundamente dormidos.

Desperté a la mañana siguiente, alrededor de las 10:00 am tirado en el suelo, al lado de mí cama. Una botella de whisky vacía estaba a mi lado junto a un frasco con pastillas para la gripa tiradas por todo el piso. Tenía un dolor de cabeza insoportable y me llevó par de minutos saber dónde me encontraba.

Era la peor resaca que había tenido en años. Me levanté buscando a mamá, pero mi cama estaba vacía. Salí buscándola por la casa. Papá estaba en la cocina junto a mamá bebiendo café y leyendo el periódico.

-¿Papá?, pero… ¿cuándo llegaste?

-¿Llegar de dónde? – me respondió sin levantar la mirada de su periódico.

-De casa de Julieth

-¿De qué hablas Donni? Tu hermana se fue ayer luego del almuerzo – dijo mi madre confundida.

-Pero… y la tormenta, el camino en mal estado, la lluvia…

-Hijo, debes hacerme caso, el whisky y las pastillas para la gripa no son una buena combinación, ya hasta estás alucinando por Dios – dijo mi padre mientras se levantaba a lavarse.

-Hijo, vístete, necesito que me compres algunas cosas del supermercado. Mi despensa quedó vacía luego del almuerzo familiar de ayer. – dijo mi madre.

-¿Ayer? ¿Pero qué carajos…?

-¡No uses ese lenguaje en casa jovencito!

-¡Mamá, eso fue hace dos días!

-¡Ay hijito! ¡mírate! No sabes ni en qué día vives, hazle caso a tu padre y ya deja la bebida ¿quieres? Y date prisa con las compras.

Ambos salieron de la cocina como un día cualquiera.

Yo me quedé en la mesa, bebiendo los restos de café, con una migraña del carajo y con la duda existencial más enorme de toda mi vida.

Espero os haya gustado.

Con cariño, Donni.

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