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Tímida y recatada, pero como se movía en la cama

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Cuando comenzaron a construir la casa de vacaciones en Cancún, por ese tiempo iba muy seguido para aprobar los adelantos y hacer algunas alteraciones. Desde entonces conocí a la familia que vivía enfrente, pues ellos llegaron a indagar que es lo que se construía en ese lugar baldío. Don Eduardo, mejor conocido como don Lalo, vivía con su esposa y dos hijas, pues una se le acababa de casar y otra por esa época estaba a punto también de casarse. Irónicamente la que todavía se quedaría viviendo en casa era la hija mayor de nombre Leticia, quien por esa época acababa de terminar su carrera de arquitecta.

Leticia era una chica muy recatada y quizá un tanto tímida a mi percepción. No parecía ser en nada maliciosa, decía no más de lo necesario para conllevar la vida y por esos días que la conocí llevaba esos típicos frenos que la verdad no le sentaban en nada bien opacando su sonrisa. Siempre con esos vestidos largos que le hacían lucir mucho mayor que sus 27 años y creo que se había hecho de una plaza en una constructora pues su padre es ingeniero civil y con muchas influencias en el ámbito. Por ese tiempo y cuando nuestra casa estuvo terminada dimos una fiesta para conocer a los vecinos y Leticia llegó junto a sus padres y sus dos hermanas ya casadas. No podría decir que Leticia era la más fea, pero sí la que menos intentaba resaltar. Para ser honesto era quizá la de mejor cuerpo, pues era más alta que sus hermanas y sus bustos eran más notables al igual que su trasero a pesar de esas pálidas vestimentas que usaba. No era una chica de rostro espectacular o llamativo, pero no era en si fea… creo que no le ponía color a su rostro y bueno, con esos frenos pues por esos días en una escala del uno al diez le daba cinco.

Supe que le caía bien y desde que corroboró que Kashira no era mi esposa sino que mi hermana, sentí que ella tuvo un tímido acercamiento conmigo. Yo por esa época casi le doblaba la edad, pero ella según pláticas posteriores me calculaba unos 35. Compartimos algunas fiestas cuando pasaba algunos días de vacaciones y obviamente eran muchos los lapsos de tiempo en que no la veía. Una vez sentí más que un acercamiento, pues la invité a que me llevara a conocer la ciudad e ir por ahí por algunos tragos y bailar. Su padre no se oponía, pues parecía que yo le caía bien como yerno, pero la verdad que yo no estaba para ese tipo de tratos, yo me mantenía disfrutando el ser soltero y casarme no estaba y todavía no está en mis planes. Como pude y evitar lastimar a Leticia, de alguna manera se lo insinué. Quizá bien hubiese aprovechado la situación, pero Leticia me parecía una chica buena y la verdad siendo honesto, no tanto me atraía como mujer.

Regularmente por los meses de enero y febrero los paso en esta casa de Cancún. Un buen día la veo salir de un motel del área con un acompañante quien parecía un tanto mayor que ella. Ese día no la vi con sus vestidos pálidos, ese día llevaba una minifalda y se le miraban unas buenas piernas que, se me fue difícil creer de que se trataba de la misma Leticia. La seguí con mi vista desde la terraza de mi habitación y este tipo de despedida le dio un beso y le metió mano que de seguro la sobó la panocha. Obviamente ninguno de ellos me vio.

Días después veo desde la terraza de mi casa como este otro tipo la llega a dejar, se despide con un beso en la boca y aunque en esta ocasión no lleva minifalda, el tipo se hace para llegar a su panocha. No lo podía creer… dos tipos diferentes en esa misma semana. Me despertó la curiosidad y me sorprendía que la tímida y recatada Leticia hubiese cambiado de la noche a la mañana. Ya por estos días le habían quitado los frenos y debo decir que la escala a mis gustos personales había subido a un siete. La verdad que Leticia no era tan fea. Ya maquillada y con vestimenta diferente despertaba lujuria.

Por esos días cumplía sus 30 años y su padre me invitó a su fiesta y para mi sorpresa Leticia me presentaba a su novio y no era ninguno de los dos que días antes la estaban cueveando. Esta vez llevaba un vestido blanco con falda a la rodilla, nada de escote y parecía dar esa misma percepción de ser la chica recatada que la mayoría conocía. Ese día decidí que me la iba a coger, pues la chica inocente realmente no existía y quería conocer a esa chica salvaje y promiscua que verdaderamente era Leticia.

El siguiente día de esa fiesta llegaría mi oportunidad. Es tradición de esta gente de por aquí que después de una fiesta se haga lo que le llaman “el recalentado”. Es una manera de continuar la fiesta. Como cada vez que vengo por aquí en mis vacaciones me hago de un celular nuevo, pues ellos no tenían mi número reciente y Leticia llegaba a mi casa para hacerme la invitación personalmente. Estaba en mis típicos pantalones cortos pues por esta zona es bastante caliente. Parecía que lo quería hacer breve pero yo la hice entrar y le ofrecí algo de tomar. Me aceptó una cerveza y hacíamos conversación de la noche anterior. Y me hablaba de lo cansada que se sentía y que a su padre se le había ocurrido llamar a los familiares para el tal “recalentado”. Fue cuando se me ocurrió:

- Acuéstate en ese sillón, te voy a dar un masaje para que te relajes. -le dije.

- ¡Usted me va dar a mí un masaje!

- Si… te aseguro que te hará sentir muy bien.

- ¡No lo dudo! Pero eso que usted me toque como que me pone muy nerviosa.

- Tú… ¿nerviosa?

- Si… usted sabe como me pone y el que no ha querido nada conmigo ha sido usted.

- Bueno, podría ser un masaje más profundo.

- ¡Por favor no me hable así! Usted no sabe cómo me pone.

- ¿Y cómo te pongo Leticia?

- Pues tóqueme la mano… mire que frías las tengo.

- ¿Y eso es de miedo o de qué?

- Usted de por si siempre me ha puesto nerviosa y ahora que menciona un masaje profundo… como que me da miedo.

- Solamente déjate llevar y veras que la pasamos bien por un buen rato.

- No tengo mucho tiempo, mi papá no tardará en llamarme.

Me acerqué a Leticia y le puse mi mano es sus piernas por sobre la falda. Podía mirar una mezcla de miedo y morbo en sus ojos. No lo pensé dos veces y pongo mis dos manos en sus piernas y se la comienzo a masajear sobre esa falda y se le escapa un ligero gemido. Al minuto le digo que se acueste sobre sus pechos y que disfrute del masaje. Le quito los zapatos y comienzo por sus pies los cuales veo que cuida muy bien. Subo a sus pantorrillas y pronto subo a sus piernas por debajo de su falda hasta prácticamente tocar sus calzones. Ella me dice:

- Tony… ¿qué es lo que me quiere hacer?

- Tú sabes perfectamente lo que te quiero hacer.

- Entonces hágamelo, que mi papá no tardará en llamar.

- Date vuelta y dímelo de enfrente. -y se dio vuelta.

- Si lo que quiere es cogerme… aquí estoy.

- ¿Tú no lo quieres?

- No he corrido y no he gritado… por lo menos no por el momento. Cójame. – dijo mirándome a los ojos.

Levanto una tanto sus caderas y ligeramente le quité su falda y de una sola vez el calzón, el cual era un bikini negro. Ya lo había humedecido y fue cuando ella también vio mi erección comprimida en mis pantalones cortos. También a las ligeras le quite su blusa y brasier y me quedaron unas tetas de medio tamaño, de unas areolas rojizas cafesosas y unos pezones redondos de medio tamaño. Se los comencé a chupar mientras los dedos de mi mano jugaban con su clítoris. La panocha de Leticia era de medio tamaño con labios interiores y exteriores pequeños que prácticamente eran una raya bien depilada. No sé porque temblaba tanto, pero no recuerdo chica alguna que le temblara así el cuerpo y más que todo las piernas durante el coito. Pensando que don Lalo pudiese llamar y ponernos presión en el tiempo, bajé a esa panocha saladita y con un olor natural y me di a la faena de darle una buena mamada. Mi lengua se paseó de arriba abajo y dedicaba cierta rutina a solo chupar su clítoris mientras mis dedos apretaban sus pezones. Solo escucha a Leticia gemir y decir en ocasiones: - Oh Dios… que rico la chupa usted. – bajaba hasta su perineo amenazando llegar a su culito el cual se miraba con un ojete bien arrugadito y apretado.

Leticia hacia ese vaivén como buscando la presión de mi lengua a su vulva y podía sentir como de su vagina emanaba ese río saladito que tanto me encanta. No podía durar tanto pues sus gemidos eróticos me indicaban que tocaba el cielo y ella comenzó a decirme: - Méteme la verga… que me vengo… Tony méteme la verga que me vengo. - Me fui por sobre ella y le dejé ir toda mi verga la cual se deslizó hasta que mis bolas pegaron en su perineo y Leticia se sacudía y me abrazaba fuertemente sin poder gemir o decir nada. Parecía que se quedaba inconsciente y solo podía sentir en mis piernas ese tic nervioso que le hacia temblar las piernas a Leticia. La seguí pompeando hasta le salió un gemido y me dijo: - Casi me matas con esta corrida… por Dios que corrida más rica.

Leticia sabía que no me había corrido, pues una mujer sabe cuando uno se corre la mayoría de las veces. Le dije que no me había corrido porque no sabía si se cuidaba a lo que ella me dijo que estaba próximo a tener su regla, que había pocas probabilidades de un embarazo. Fui directo con ella a sabiendas que no era la chica tímida y recatada que siempre me había proyectado. Y se lo dije así de crudo:

- ¡Quiero que me des el culo!

- ¿Qué? Eso nunca me entraría por ahí. Sí por enfrente me dolió… por ahí… no, ni pensarlo.

- ¿A poco no se lo has dado a tu novio o a ese chico que te vi saliendo hace poco del motel?

- ¿Qué? ¿A poco usted me ha estado espiando?

- No Leticia… nada de eso. Da la casualidad de que yo estaba en el mismo motel cuando te vi salir… y hace poco te vi como te fajabas con este otro chico que te vino a dejar a casa la otra noche. Me pregunto: ¿si todos son tus novios y que ninguno de ellos no te haya dado por el culo? Mira que tienes un culo apetecible.

- Increíble… ¡No sabía que me estuviera observando! En todo caso lo que ellos tienen es normal… y lo que usted tiene… sé que no podría con tremendo paquete.

- Ven… yo me lo quiero coger y tu papá puede llamar en cualquier momento. No me tardo mucho y especialmente si esta apretadito me harás acabar rápidamente.

Casi obligándola y poniéndola de perrito me acerqué a ella. Por la conversación mi verga se estaba poniendo flácida y para entrar de nuevo en armonía al ambiente comencé a chuparle el ojete. Se retorcía del placer pero consciente del tiempo ella me recordó de nuevo a su papá. Le asomé el glande a la entrada y le sobaba el ojete con él. Empecé a empujarlo y realmente tenía un culo bien cerrado. De tanto insistir comenzó a dilatarse y ese anillo cedió no sin antes escuchar un gemido de dolor de Leticia. Me dijo que parara pero yo se la dejé ir y unos cuantos centímetros de mi verga se hundieron en su culo y Leticia solo exclamó: ¡Con cuidado cabrón que eso duele! – La tenía apercollada de la cintura que no se podía mover y buena parte de mi verga estaba adentro y podía sentir lo caliente y apretado de ese culo. Leticia solo se quejaba del dolor y fue más por eso que me apresuré y obviamente ese culo tan apretado le daba un buen masaje a mi verga que exploté. Le llené el culo de una buena corrida y me di cuenta de que le había sangrado el orto a Leticia. En eso estábamos cuando tocaron la puerta. Sin limpiarme me puse solo el pantalón corto y vi como Leticia tomó su ropa y se fue al baño, pero no me había dado cuenta de que había dejado sus zapatos. Abrí la puerta.

- Antonio ¿ha venido Leticia por acá?

- Si… vino hace una media hora a convidarme para el recalentado.

- Ah… que bien. ¿Para donde se habrá ido esta muchacha? – y vi como su vista se fue para donde estaba ese sillón otomán y justo frente estaba sus zapatos.

- ¿Ya intentó en llamarla? -le pregunté.

- Ese es mi problema. Mi mujer se llevó mi coche y creo que ahí he dejado mi celular.

- Si gusta puede usar el mío.

- No me sirve… usted sabe que hoy en día nadie memoriza teléfonos. Bueno… lo esperamos más tarde.

Se despidió con esa certeza que Leticia se encontraba en mi casa pues estoy seguro de que vio sus zapatos. Yo no sé si olía al culo de su hija pero ese olor del sexo no pasa tan desapercibido y un viejo como don Lalo, estoy seguro de que intuyó que me estaba quebrando a su hija. Leticia salió del baño un poco intrigada y se puso sus zapatos y salía sin antes decirme:

- ¿Y esto cómo queda?

- Como antes… aquí no ha pasado nada.

- Me rompiste el culo, creo que es lo que usted buscaba.

- Tienes razón… tienes un culito delicioso y se me antojaba.

- ¿Va a llegar más tarde?

- Si… ahí estaré. Leticia, me gustaría volverme a comer tu culito uno de estos días.

- Ya veremos… por el momento me lo ha dejado muy adolorido que lo dudo pase uno de estos días.

Leticia por el momento sigue soltera y ahora tiene 40 años. Siempre que voy a Cancún es un palo seguro, el cual asimila plenamente la penetración de mi falo en su orificio pequeño. Don Lalo se volvió un tanto distanciado porque sabe que me quiebro a su hija cuando estoy por la zona y que nunca se la he pedido en matrimonio. Lo que quizá no sabe don Lalo, que su hija recatada y tímida ante el resto de la familia, se la pasa probando palos porque siempre ha sido promiscua y es por eso por lo que nunca se ha casado, creo que se aburriría follar con la misma… con la misma verga.

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