Dejo al final de este relato el enlace a la primera parte del mismo.
(…) La incomodidad de darnos placer en ese lugar, se veía totalmente vencida por el morbo que sentíamos. Más allá de la relación incestuosa, el hecho de estar en un lugar casi público, le daba un plus extra (…)
(…) Agitadas, nos besamos con ternura, hasta que un golpe en una de las ventanillas nos devolvió a la realidad. Giramos instintivamente nuestros rostros hacia ahí y nos encontramos con las miradas libidinosas de dos policías. Nuestros corazones se detuvieron de inmediato, al mismo tiempo en que dejamos de respirar.
─Señoritas, abran la puerta, por favor ─dijo uno de los policías.
Nos miramos entre nosotras sin saber qué decir ni cómo actuar. De la siguiente secuencia, no tengo memoria. Cuando reaccioné, estaba sentada en el asiento de atrás, temblando y cubriéndome el cuerpo con mis piernas, mientras con mis brazos las rodeaba con fuerza. El auto avanzaba a gran velocidad por la carretera, mientras mi hermana, a mi lado, colgada de los asientos delanteros, le gritaba en estado de histeria total a mi prima:
─¡Pará boluda, nos vas a matar!
Después del increíble momento de placer que habíamos vivido, ahí estábamos. Desnudas, avanzando a toda velocidad, con mi prima al volante, manejando por primera vez en su vida. Una mezcla de excitación y adrenalina me hacía sentir como si flotara en una extraña nube de desconcierto. Giré mi cabeza y vi detrás avanzando a toda velocidad a un vehículo policial con las luces y las sirenas encendidas. De repente me sentí en medio de una película, en la cual éramos las delincuentes que debían huir para salvar sus cabezas. Pero ¿cuál era nuestro delito? Simplemente nos habíamos dado un poco de placer al lado de la carretera. ¿Era eso ilegal? Entiendo que, quizás, no sea de buen gusto para la gente normal. ¿Pero por eso debíamos ir a prisión? Maquinando estas y mil cosas más, estaba cuando un extraño movimiento del coche me sacó del estupor.
Ya no estábamos en la ruta, sino que avanzábamos a toda velocidad junto a ella, por la banquina. Mi prima lloraba, mi hermana gritaba cosas sin sentido. Yo veía la escena como en cámara lenta, sin entender si eso pasaba realmente o estaba viviendo una pesadilla. El auto giró bruscamente y se metió por un camino de tierra. Detrás, el móvil policial no nos perdía pisada. Avanzamos varios metros y se abrió un claro en el camino. Una pequeña casa en estado de abandono estaba en el centro, rodeada por grandes árboles. ¿Eso era bueno o malo? No tuve tiempo de pensarlo. Lo siguiente que recuerdo es como nos deteníamos de golpe, inmediatamente después de recibir un gran impacto.
Ya no se escuchaban las sirenas del vehículo de la policía, pero un insoportable zumbido en los oídos me aturdía. Me dolía todo el cuerpo y me costaba mantener los ojos abiertos. Mi hermana y mi prima eran dos figuras borrosas que parecían querer comunicarse conmigo, pero se me hacía imposible comprenderlas. Escuché la puerta abrirse, sentí una mano aferrarse a mi brazo y tirarme hacia afuera. El sonido de los pájaros era enloquecedor. La brisa cálida del campo me quemaba la piel desnuda y ensangrentada. Y no era simplemente la sangre de los labios, sino que noté varios cortes en la frente y en un hombro. Además de varios moretones oscuros que comenzaban a incomodarme.
La escena era surrealista: las tres desnudas, rodeadas de campo, mi auto destrozado contra un árbol y los dos policías enfrentándonos. Una perfecta y extraña miniatura de video de película porno.
─¿A dónde iban tan apuradas? ─preguntó uno de los policías.
Nadie respondió.
─¿Necesitan atención medica? ─pregunto el otro policía.
Nadie respondió, a pesar de qué, sintiendo mi estado y viendo el de mis compañeras, era obvio que no estábamos del todo bien.
─Lo que estaban haciendo al costado de la carretera, está mal ─comenzó el primer policía─ Y después, lo de huir, mucho peor.
─Encima, destrozaron ese auto tan lindo… ─agregó el otro─ decí que se estrellaron contra un árbol, porque si se la daban contra esa casucha, se les iba a armar tremendo lio por daño a la propiedad privada.
Miraba a mi hermana y a mi prima, y era como si no comprendieran absolutamente nada de los que nos decían. Como si no estuviesen del todo en ese sitio. Las dos tenían sangre en el rostro y temblaban. Clara parecía tener un golpe en una de sus piernas, por lo que no podía estar parada con normalidad. Las tres llorábamos en silencio, sin tener idea de cómo actuar.
Uno de los policías, alto, ancho de hombros y con pectorales bien marcados, se acercó y con una mano me tomó de la cara obligándome a que lo mire. Me resistí un poco, pero logro su cometido.
─Vos pareces más entera… y estás más buena que esas dos. ¿Cómo te llamas?
Una llama de odio se encendió adentro mío. Comencé a pensar con algo de claridad. Acabábamos de tener un accidente. Si su intención hubiese sido ayudarnos, ya deberían haber pedido ayuda o, al menos, nos hubiesen pedido que nos tapemos. No nos tendrían así desnudas en medio del campo, expuestas ante sus miradas libidinosas. En una breve fracción de segundos, un plan de escape se figuró dentro de mi cabeza.
─Soy Paula. Ellas mis novias, Kari y Belu. No sé de qué manera explicar lo que pasó. Venimos desde capital, cansadas, aburridas… y nos dejamos llevar. Después nos asustamos y… bueno ─terminé, señalando a mi pobre auto destruido.
─¿Novias? ¿Las tres? ─preguntó confundido el otro policía.
─Novias, amantes, compañeras ─dijo mi prima, saliendo del estupor─. Creemos que las etiquetas no son importantes, aunque a veces tengamos que usarlas para que nos entiendan.
Terminó de hablar mirándome fijo a los ojos, como tratando de decir mucho más que lo que estaba diciendo. Julia se sumó al coro de miradas, dándonos a entender que comprendía la situación. El primero policía volvió a hablar.
─Supongo que necesitaran ayuda…
─Ayuda, diversión… ─empezó mi hermana─ al fin y al cabo, nos interrumpieron en la mejor parte…
Los ojos del segundo policía, más bajito, entrado en años y en kilos, parecieron salirse de sus orbitas. Mi prima, con años de experiencia en tratar con hombres inseguros de sí mismos, avanzó hacia él.
─Me recordás mucho a un novio que tuve años atrás… ─dijo mientras le acariciaba el rostro─ aunque tengo que reconocer que tu uniforme me calienta mucho más que cualquier otra cosa que haya probado.
Comenzó a acariciarlo desde el cuello hacia abajo, pasando por el pecho hasta llegar a su entrepierna. El hombre se puso rígido, como en situación de alerta.
─Tranquilo, si me porto mal, podes esposarme ─dijo y lo besó en los labios.
El hombre se relajó y, con torpeza llevó una de sus manos a las tetas de mi prima y la otro al culo. Apretaba con fuerza y nada de delicadeza, mientras el otro policía observaba con malicia. Con mi hermana nos acercamos a él, tapándole el campo de visión.
─Vas a tener que conformarte solamente con nosotras dos ─dijo Julia.
El hombre sonrió y sacó la porra que tenía colgada del cinturón, apuntándola hacia nosotras.
─Con mi amigo, podemos encargarnos de las dos ─dijo.
Me acerqué más y puse la porra entre mis tetas, mientras la chupaba suavemente. Mi hermana se acercó al hombre y lo besó en los labios, mientras le acariciaba la pija por encima del pantalón. En eso estábamos, cuando notamos que mi prima, de la mano, se alejaba con el otro hombre.
Me acerqué a mi hermana y a nuestro poli y me uní al beso. Estuvimos un rato así, hasta que me agaché y le besé la pija por encima del pantalón. De inmediato, el hombre desprendió su cinturón y abrió el pantalón dejando expuesta una pija tamaño estándar, pero muy gruesa y venosa, totalmente erecta. Me arrodillé y se la chupé. Minutos después, Julia también bajó. Se la chupamos durante quince minutos, aproximadamente, hasta que estalló en una acabada bastante intensa, seguida de un gemido casi animal. Lo hicimos recostarse en el césped. Me senté sobre su pija, frente a él y lo cabalgué de manera salvaje, mientras mi hermana, sentada a un costado, observaba y se masturbaba con la porra. Durante todo el acto, el hombre susurró cosas incomprensibles. Por momentos parecía decir nombres, o insultos, pero en un tono e idioma muy extraños.
Acabó adentro mío, casi de manera tan potente como la primera vez. Sin dejar que le baje, Julia tomó mi lugar. Yo me senté sobre su cara para que me la chupara. Lo hizo increíblemente, tanto, que acabé dos veces. Pero mi hermana se estaba cansando y el hombre seguía al palo. Estando las dos encima de él, vimos acercarse a Clara, sola, con el arma y las esposas del otro policía. Ahora éramos tres contra uno. Era momento de darle fin a toda esa locura.
Me estiré un poco y tomé la porra que había quedado a un costado. Esperamos un par de minutos y, por fin, el hombre pudo volver a acabar. Cuando lo sintió estallar, mi hermana gritó “¡ahora!”, a lo que yo estiré mis piernas, alejando mi concha de la cara del hombre, para meterle de un golpe seco la porra adentro de la boca aun abierta. De inmediato comenzó a sacudirse, mientras se ahogaba en su propia sangre. Clara se acercó rápidamente, hundiendo la porra con más fuerza. Luego de unos instantes, la sacó y, con ambas manos, le cubrió la boca y la nariz, haciendo que las sacudidas sean cada vez más violentas. A pesar de la fuerza que ejercía el hombre mientras se moría, pudo controlarlo sin problemas.
Con mi hermana mirábamos la escena de rodillas, abrazadas a un costado, totalmente extasiadas. Nerviosas, pero muy excitadas. Nos besamos dulcemente, entre caricias que nos encendían cada vez más. En ese instante comencé a sentir que la amo como nunca amé a nadie. Y no es amor de hermanas. Es ese amor inexplicable, que prevalece a pesar de todo. Siento también que ella me ama de igual manera, aunque todavía le cueste admitirlo.
─Bueno bebas, es hermoso verlas comiéndose así, pero tenemos dos cadáveres de los que hacernos cargo. ¿Alguna idea? ─dijo Clara.
Un año después, desde Madrid, todo aquello me resulta como partes de una vida anterior. Me llevó todo este tiempo decidirme a escribir esta historia. En el medio, hubo silencio, añoranza, resignación. Me conociste contándote una fantasía con mis alumnos (bastante cancelable, desde lo moral), te conté las primeras experiencias con mi primer novio (Jorge, te extraño, gracias por tanto), flashee sexo extrasensorial, me metí en tu intimidad y te sumé a las locuras con mi hermana. Podría haber muerto dos veces, pero acá estoy. Viva, a salvo, pero lejos de todo lo que me hacía feliz. ¿Valió la pena? Si mis alegrías y desgracia sirvieron para que te haga unas buenas pajas, bienvenido sea todo lo sucedido.
Con este relato cierro una etapa extraña, cargada de cosas tan excitantes como dolorosas. Aprendí mucho, me auto descubrí como nunca. ¿Lo malo? Tuve que dejar mi vida en Buenos Aires y arrastré conmigo a mi hermana y a mi prima. El primer mundo es una hermosa locura, pero el estar tan lejos de donde uno se siente real, por las noches se vuelve algo muy doloroso. Pero hay que seguir. Siempre y a pesar de todo. Esto no es el final de nada, pero se me hace inevitable no verlo como a un nuevo comienzo.
Gracias por leerme. Gracias por estar. Hasta pronto.
Nota de la autora:
Hola! Espero no decepcionarlos con este relato, ya que siento que, en cierta forma, la parte III quedó un poco en segundo plano. Con esta historia me embarqué en una complicada, lo admito. Pero me sirvió mucho para conocer y entender mis propios límites. Este último relato es bastante introspectivo, en el que muestro en primera plana a mis fortalezas y debilidades. Prometo, en la siguiente fase (la cual inicia inmediatamente después de esta serie de 13 relatos), volver a encausarme en la morbosidad que tanto les gustó de mí. Deseo de todo corazón leer sus opiniones. Gracias por estar ahí.
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“Trío lésbico con mi hermana y mi prima junto a la carretera”