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Trío salvaje con mi hermana y mi cuñado (parte 1)

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Lo que pasó esa noche me da un poco de vergüenza. No por el hecho en sí, sino por los protagonistas.  Mi hermana Julia es siete años menor que yo. En esa época teníamos veinticinco y dieciocho. Siempre fuimos muy unidas. Debido a que nuestros padres trabajaban mucho, yo, en cierta medida, hice las veces de madre. Jamás la vi con otros ojos que no sean de hermana mayor, por eso me cuesta comprender lo que sucedió esa madrugada.

Me mandó un mensaje a eso de las cinco de la mañana pidiéndome por favor que la deje a ella y a su novio quedarse en mi casa. Tenían un cumpleaños en el centro, por lo que se les complicaba para volver de la capital hasta el interior. No dudé en decirle que sí, que mi casa es su casa. Hasta ahí, todo normal.

Los esperé en el living mirando televisión. Llegaron, nos saludamos y me contaron detalles aislados de la fiesta. No me interesaba demasiado, pero a esa hora no tenía más que hacer. Me pidió que, si podía darse un baño antes de dormir, y le dije que sí. Mientras se duchaba me quedé con Jairo, su novio, en el living. Parecía ser un chico de no muchas palabras, pero en su mirada había intensidad que un poco me incomodaba. Yo trataba de sacarle conversación para no aburrirme, pero estaba complicado. Dejé de hacerlo y me propuse seguir mirando la película, cuando finalmente comenzó a hablarme.

Me dijo que ahora sabía por qué mi hermana era tan linda. Le dije que ella era mucho más linda que yo, a lo que protestó con vehemencia negándome la razón. No me di cuenta en qué momento se quitó la camisa. Yo tenía un short muy corto y una remera larga. Era una noche de calor. Tampoco me di cuenta de que cada vez estaba sentado más cerca mío. Él me miraba fijamente, con la respiración agitada. Yo no quitaba los ojos de la pantalla. Cuando la incomodidad fue extrema, me levanté con la excusa de ir a ver si mi hermana necesitaba algo.

Cuando entré al baño la vi y quedé maravillada. Ya no era mi hermanita, era un mujer totalmente formada y hermosa. Sus curvas eran muy sexis, sus formas maduras y redondeadas se asimilaban mucho a las mías. Me vio entrar y sonrió. Me preguntó que qué me había parecido su novio y le dije que estaba bien. Que lo que importaba era que la hiciese feliz. Me dijo que si, que era muy feliz, que por fin había encontrado alguien que la cogiera bien. Me reí como tonta diciéndole que no necesitaba tanta información. Me dijo que era una aburrida, que quizás yo también necesitaba una buena cogida. Eso me molestó, por lo que Salí de inmediato.

Me dirigí hacia la cocina. Me serví un vaso de agua y cuando me disponía a beber, sentí una respiración muy agitada en mi espalda… y algo muy duro apoyándose en mi cola. Quede paralizada. Dos manos me tomaron de la cintura, obligándome a que me arquee hacia atrás, lo que me hacía sentir cada más esa dureza que se me clavaba por encima de la ropa. En un susurro le pregunté que qué estaba haciendo. La única respuesta que recibí fue sentir como el par de manos que me tomaba de la cintura subía hacia mis tetas. Las acarició, las apretó, me hizo doler. Me di vuelta y lo empujé, mientras notaba que estaba totalmente desnudo. El tamaño de su verga era increíble. Larga, gruesa, cabezona, acompañada por dos huevos de gran dimensión. “Arrodíllate”, me dijo sin más. Obedecí y llevé mi boca directamente a esa verga hermosa que me apuntaba. Pasé mi lengua por la cabeza haciendo círculos, luego recorrí ida y vuelta varias veces todo el largo. Unas inmensas venas rojas enmarcaban la superficie, dándole un aspecto monstruoso que hizo que mi conchita empiece a humedecer. Me la comí entera. La escupí varias veces mientras chupaba y pajeaba. Me animé a probar esas bolas y estaban riquísimas. Solo una ya me llenaba la boca entera. Acabó de manera abrupta y en gran cantidad adentro de mi boca. Me la tapó con una mano obligándome a tragar toda su leche. Me fascinó.

Mientras me ponía de pie, apareció mi hermana, totalmente desnuda y todavía mojada. “¿Arrancaron sin mí?” preguntó con una mirada divertida. Mi cuñado me dio la mano para ayudarme a levantarme y me guio hasta mi habitación. Mi hermana nos siguió. Me pidieron que me arrodille sobre la cama. Mi hermana se puso al lado mío y sonreía absurdamente. “¿Ustedes están drogados?”, pregunté. Lo que los hizo reírse a carcajadas. Mi hermana besó intensamente, metiendo su lengua hasta el fondo de mi garganta. Respondí al beso de manera intuitiva. Mientras estábamos en eso, me quitó la remera, alejándose un poco para verme mejor. “Martí, siempre me encantaron tus tetas. No sabes la cantidad de veces que me masturbé pensando en que te las comía enteras”, me dijo. Y yo respondí: “¿y qué esperas?”. Esas palabras llegaron desde un sitio muy lejano de mi inconsciente. Jamás había pensado en una escena similar con mi hermana. Sentía que algo estaba mal. Que no podía estar deseándola de esa manera. Ella sonreía cada vez mas feliz. Me las chupó con una suavidad que era desconocida para mí. Mis tetas son grandes, redondas y firmes, todo un manjar digno de ser disfrutado. Por eso todas las veces que me las chuparon fueron algo bruscas, intensas. Pero ella lo hacía con cariño, con una ternura y una suavidad que me encantó.

Mientras jugábamos, mi cuñado estaba sentado en un sillón que tengo junto a la cama. Nos observaba y se masturbaba sonriente. Mi hermana iba de mi boca a mis tetas, de mis tetas a mi boca. En ese momento sentí lo mucho que me apretaba el short, y me lo quité sin dejar de besarla. De la mano, hizo que me recueste en la cama. Se recostó sobre mí, pero en dirección opuesta. Me besó la concha con besos suaves y rápidos, para seguir con lengüetazos y pequeñas mordidas que me hacían estremecer. Yo imité cada uno de sus movimientos. Su concha era chiquita, rosada, exactamente igual que la mía. Nos chupábamos cada vez con más intensidad, llenando la boca de la otra con jugos exquisitos. Recuerdo de momentos juntas de nuestra infancia comenzaron a invadir mi mente de formas tormentosas. Eso que estaba sucediendo estaba mal, no podía ser. Comencé a llorar de manera histérica. La quité de encima mío con un empujón tan fuerte que la hizo caer de la cama. Me tapé la cara con las manos mientras tiraba patadas al aire.

No sé cuanto tiempo duró mi ataque de histeria, pero cuando me calmé, los busqué con la vista y los encontré cogiendo en el sillón. El sentado, y ella cabalgándole la pija con sus ojos de fuego clavados en mí. No podía creer lo que veía. Sentía el corazón destrozado, la cabeza revuelta, pero la concha me ardía como nunca jamás me había pasado. Me levanté algo mareada y con el estómago revuelto. Me sentía mal, pero la escena que tenía ante mis ojos me atraía como un imán. Caminé despacio y me ubiqué de frente a ellos. La mirada desafiante de mi hermana me enloquecía. Le acaricié la cara, algo que duró apenas un instante, ya que se llevó mis dedos a su boca y los chupó con gran maestría sin dejar de cabalgar. Con mi mano libre le acaricié y le apreté sus hermosas tetas, mientras ella comenzó a masajearme la concha. El placer que me estaba dando es indescriptible.

De repente dejó de cabalgar y de un salto se paró junto a mí. Sabía lo que quería. Sin dudarlo monté la pija de mi cuñado, quedando frente a frente, para estallar de placer. Al sentir esa hermosa pija adentro mío, un orgasmo me sacudió entera. Mi hermana tuvo que sostenerme por atrás sino me caía de espaldas. Sentía sus pechos duros en mi espalda y sus manos apretándome los míos con fuerza. Me encontré con los ojos de mi cuñado y nos besamos apasionadamente. Comencé a cabalgarlo cada vez con más fuerza. Luego de diez o quince minutos dejando la vida en esa cogida, sentí como acabó adentro de mí. Mi concha se empapó de esa leche que parecía hervir. Me senté en su falda y noté como la pija seguía igual de grande y dura. Mi hermana se arrodilló y empezó a chuparla. Iba de un lado a otro, de su pija a mi concha, tomándose es coctel de jugos calientes. Acabé de nuevo.

Mi hermana se sentó también en la falda de mi cuñado. Nuestros cuerpos parecían solo uno. Nos besamos los tres apasionadamente, sudados y con muchas ganas de seguir.

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