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Unas vacaciones con mis tías (1): La llegada a la playa

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Me llamo Pedro, aunque toda la familia me llama Pedrito. Tengo veinticinco años y me va bien. Estudié fotografía y ahora me suelen contratar para bodas, y la verdad es que se gana dinero. Este trabajo te da acceso a conocer gente y tener una amplia vida social.

Todo empezó cuando cumplí dieciocho años y las hormonas corrían por mis venas como el fuego corre por un bosque en verano. Me saqué el permiso de conducir nada más cumplir los años y mi madre, que me adoraba, estaba encantada de dejarme su coche. Me daba vueltas por las manzanas cercanas tan solo por el placer de conducir. Mi hermana, Sonia, que es cuatro años mayor que yo, me vacilaba continuamente. “Qué, ya tienes sitio para follar? Ahora solo te falta encontrar una tía que quiera, jajaja!!” “Abre bien la ventana, que seguro que huele a paja! “ Todo cosas así, siempre relacionadas con el sexo porque sabía lo salido que yo estaba en aquella época, no es que me fuera mal con las chicas, pero casi siempre me quedaba insatisfecho y cuando llegaba a casa me mataba a pajas.

Tenía la polla casi pelada de pajearme, seis a siete veces diarias, vamos que estaba obsesionado con el sexo. Tía que veía, tía que me follaba en mi imaginación, incluidas mi hermana y mi madre. Mi hermana, Sonia, tenía entonces veintidós años y estaba algo delgaducha para mi gusto, pero tenía un culo que me flipaba. Mi madre, Nati, era otra cosa, a sus cuarenta y cuatro años se mantenía estupenda, culo prieto, tetas firmes de una talla noventa, lo de la talla lo se porque lo vi en alguno de sus bonitos sujetadores. También era guapa, castaña con ojos marrones claros y una media melena que adornaba su cara a la perfección. Lo mejor que tenía era su carácter abierto y una sonrisa dulce y maravillosa. Siempre que podía le daba un cachete a alguna de las dos, con mi hermana acaba en bronca, pero mi madre era más permisiva.

De mi padre tengo poco que decir, es comercial y pasaba poco tiempo en casa, es al contrario del resto de trabajos, de cada siete días que tiene la semana tan solo le veíamos dos, uno o a veces ninguno. En verano si solíamos irnos de vacaciones veinte días o incluso un mes. Ese año las vacaciones se fastidiaron, parece ser que mi padre tenía que trabajar. Mi madre nos propuso irnos a casa de mis tías, sus dos hermanas mayores que vivían en la costa. Habían montado un negocio que les iba muy bien y tenían una casa enorme. Recordaba que cuando era pequeño solía ir a menudo cuando me daban las vacaciones en el colegio. A veces me pasaba dos meses con ellas y recuerdo que me trataban muy bien. Al no tener más alternativas, acepté la propuesta de mi madre, nos iríamos al menos un mes con ellas a la playa. Mi hermana solo aceptó ir unos días, después se volvería a casa. Realmente lo que le apetecía es tener la casa para ella sola y estar con su novio con el que ya llevaba un año.

Pues a primeros de julio nos marchamos y mi madre me dejó conducir a pesar de la oposición de mi hermana. Yo estaba encantado, a la playa y con el coche de mi madre a mi disposición, ¡eso iba a ser la leche! El verano y la playa es una buena conjunción para ligar que era lo único que tenía en mente. Cuando llegamos al pueblo costero donde vivían, vi el pequeño puerto donde se mezclaban barcos de pesca con otros de recreo. A la cabeza me llegaron recuerdos de la infancia cuando mis tías me bajaban a la playa y a veces nos dábamos un paseo en barco. Después de recorrer el paseo marítimo cogimos la carretera que ascendía por la colina y a un par de kilómetros allí estaba la casa donde me lo pasaba tan bien de pequeño. Toqué el claxon y al momento mis dos tías salieron a saludarnos a la vez que abrían la verja del recinto que rodeaba la casa. Me quedé sorprendido, la verdad es que no la recordaba tan grande desde el exterior. Tenía un pequeño jardín a la entrada con un trozo asfaltado para llegar al garaje.

– Pasa, pasa! Mételo en el garaje que hay sitio de sobra.

Gritó mi tía Soledad, Sole para la familia, que era la mayor y por entonces tenía cuarenta y ocho. Mi tía Cándida, aunque la llamábamos Candi, era la mediana con cuarenta seis, nos saludaba con las dos manos y una amplia sonrisa. Antes de meter el coche en el garaje que era un cobertizo al lado de la casa, paramos para salir a saludar. Nos abrazamos y nos besamos con entusiasmo, pero mi obsesión por el sexo volvió a alborotar mi mente. Hacía como diez años que no las veía y ahora las miraba con otros ojos. Sole, la mayor, era una mujer muy sensual llena de curvas que disimulaban los dos o tres kilos de más que posiblemente tenía. Sus grandes tetas impactaron contra mi pecho al abrazarme calurosamente.

– Madre mía! Cómo has crecido Pedrito! Estás hecho un hombretón!

Me dijo dándome dos sonoros besos en ambas mejillas. Mi tía Candi era algo más estilizada, sus curvas eran menos pronunciadas y no tenía un culo grande, pero su redondez, con un ligero respingo, lo hacían esquisto. La piernas las tenía muy bien contorneadas y sus muslos parecían duros y tersos. Sus tetas no eran tan grandes como las de su hermana, pero debía de tener una talla noventa, como mi madre. También recibí esa sensación deliciosa cuando sus tetas se pegaron a mi pecho en un intenso abrazo. Me acarició las mejillas dándome un par de pellizcos a la vez que me miraba con sus ojos verdes y una sonrisa encantadora. Su pelo era más largo que el de su hermana, y aunque lo tenía claro se había teñido de un color rojizo.

– Pues si que has crecido! Pero si casi me sacas la cabeza!

Me dijo con entusiasmo. Sacamos las maletas y volví al coche para meterlo en el garaje. Sole me daba indicaciones para no dar con el paragolpes contra la pared, al lado quedaba el de ella, un todo terreno precioso. Cerró el portón del garaje y accedimos al salón por una puerta lateral. Un salón enorme donde había tres sofás en el centro alrededor de una mesa baja cuadrada, dos sillones en un lateral frente a la chimenea, que no creo que usarán mucho, y en el otro lateral una mesa alta rectangular rodeada por ocho sillas. Al lado había un pasillo que comunicaba con una amplia cocina, un aseo y un cuarto trastero y en la misma pared, al otro lado salían las escaleras que daban al primer piso, donde estaban las habitaciones. También había otra puerta en la misma pared que la del garaje que no supe a donde daba. Subimos y nos mostraron las ocho habitaciones que tenía la casa, no habría problemas, tendríamos una para cada uno. Las escaleras continuaban hasta una buhardilla que ocupaba la mitad de la casa, con una puerta que daba acceso a una terraza que cubría la otra mitad. Vamos una casa de ensueño comparada con el piso donde vivíamos.

Eran las doce del mediodía y el sol apretaba con fuerza.

– Venga, cambiaros y daros un baño en la piscina antes de comer. Así estaréis fresquitos!

Nos dijo Sole. Le hicimos caso y después de ocupar las habitaciones que nos habían asignado nos pusimos los bañadores y bajamos al salón, que era por donde se salía al jardín trasero, aunque también se podía salir por la cocina. Recordé mis tiempos de niño donde casi me perdía jugando entre los arbustos y árboles de ese inmenso jardín, bueno, inmenso para un niño de diez años, aunque en ese momento con diez y ocho también te podías perder de la vista de los demás. La piscina tenía forma de ocho, de unos doce metros de larga y seis en las zonas más anchas. Estaba a unos cinco metros de las escaleras que bajaban del salón y a la izquierda había una especie de perchero con toallas. Donde acababa la piscina comenzaban los arbustos y algunos árboles frutales que ocupaban unos cincuenta metros de largo por veinte de ancho. También había varias hamacas alrededor de la piscina sobre un césped bien cuidado y una mesa redonda con varias sillas.

Cuando baje los escalones del salón, ya estaba mi hermana bañándose y mi madre hablaba con mis tías, sus hermanas. Mis hormonas que llevaban tranquilas varias horas volvieron a fluir a gran velocidad. Las tres se habían puesto bikini y dejaban ver sus cuerpos casi desnudos. Mi madre había sido la más recatada, su bikini, verde con rayas negras, no llegaba a ser un tanga, pero resaltaba su carne todavía algo blanca a la espera de ser bronceada por los rayos del sol. Mis tías sin embargo, no eran nada recatadas, los tangas que llevaban eran espectaculares y dibujaban perfectamente sus culos casi desnudos. A Candi, la parte de arriba le recogía bien sus bonitas tetas, pero a Sole parecía que se le iban a salir en cualquier momento. Lo primero que pensó mi mente perturbada fue en comer esas grandes tetas y decidí meterme en el agua antes de que se me pusiera la polla dura con pensamientos delirantes.

– Como ha crecido Pedrito! Vaya altura que ha cogido! Cuantos años tiene ya?

Oí que le decían a mi madre cuando pasé a su lado para entrar en el agua. Una vez dentro ya no me preocupó mirarlas, mi miembro estaba protegido bajo el agua fresca. Sole, la más voluptuosa, tenía la piel más morena y con el sol que ya había cogido casi podía pasar por mulata. Candi tenía la piel más blanca, parecida a la de mi madre, pero el sol la había dado un tono muy atractivo. Con su pelo rojo y viéndola de espaldas, se le podían echar diez años menos. Aunque para mí, la más estupenda era mi madre, la veía preciosa con su bikini verde con rayas negras, sus tetas y su culo tenían las medidas perfectas para mí gusto, y sus muslos, ufff, sus muslos me volvían loco. Con diez y ocho años y mi mente pervertida ya me había hecho unas cuantas pajas pensando en ella. Lo que si debía de ser genético eran los pezones, a las tres se las marcaban de una manera ostentosa, incluso mi hermana, que nos tenía muchas tetas, tenía los mismos pezones. Después de esa mirada ya tenía claro que iba a caer una paja antes de comer.

Al cabo de unos minutos las tres entraron en el agua bajando por los escalones que había en la zona más cercana a la casa. Candi y mi madre se sentaron en los escalones con la mitad del cuerpo sumergido en el agua y Sole se lanzó a nadar hacia donde yo estaba.

– Que buena está el agua, verdad!

Me dijo al llegar cerca de mi. La piscina no cubría, por lo menos a mí. La zona más profunda estaba en el centro y me llegaba al cuello. En el lado opuesto a las escaleras me llegaba por encima de la cintura y me había apoyado en el borde con los brazos abiertos.

– Si tía, está estupenda!

Le contesté. Se puso de pies y sus grandes tetas, apenas tapadas, flotaron como dos pelotas de playa. Su carne morena y tersa brillaba con los rayos de sol cayendo en vertical y mis ojos se clavaron en esa carne deliciosa sin poder evitarlo.

– Que guapo y que fuerte te has puesto! Me dijo tocándome el pecho que quedaba fuera del agua. Las pocas veces que había ido al gimnasio habían hecho su efecto y realmente se me marcaban unos buenos pectorales.

– Gracias tía! Tú también estás muy bien! Le contesté devolviéndola el cumplido.

– Llevábamos mucho tiempo sin verte, con lo que venías de pequeño y ahora nada! Deberías venir de vez en cuando a vernos!

Se había dado cuenta de cómo miraba sus tetas, pero más que molestarse, hizo un ademán de colocarlas con sus manos subiéndolas a la vez que las juntaba. Mire de reojo para ver qué hacían mi madre y Candi, y vi que charlaban animadamente sentadas en los escalones de la entrada. Mi hermana ya se había salido para tumbarse al sol.

– Llevas razón tía. Ahora que ya tengo el permiso de conducir podré venir mas a menudo!

– Y que tal, ya tienes novia?

Preguntó volviendo a colocarse las tetas. Esos movimientos me estaban poniendo frenético.

– Que va, soy muy joven, pero tengo amigas!

Sole se pegó más a mi hasta rozarme con sus grandes tetas.

– Amigas cariñosas?

Me dijo con una sonrisa excesivamente pícara. Cuando note esas tetas pegándose a un lateral de mi torso sentí un latigazo de hormonas que provocaron que mi polla diera un respingo. No podía quitar la vista de las tetas y tartamudee un poco al contestar.

– Bueno, algunas… más que otras! Pude balbucear.

– Pues si yo fuera una de esas chicas, no dudaría en ser cariñosa contigo, jajaja!

Y se giró haciendo que su hermoso culo rozará mi cuerpo. Mi polla dio otro respingo y sentí como se enderezaba abultando mi bañador, parecía que ni el agua fresca era capaz de frenarla. Y mi tía? Que me había dicho? Cuando fui capaz de despejar la mente de la nube de hormonas que la ocupaba, pude analizar la frase, más o menos era que si fuera una de las chicas no dudaría en follarme. Joder!! Si llega a saber que yo me la follaría sin importarme su edad ni los lazos familiares! Mi mente de diez y ocho años saltó sin pensar.

– Pues tú estás estupenda, tía! Tampoco lo dudaría yo si te viera por la calle.

– Jajaja! Que salao que eres, Pedrito!

Mis ojos parecían tener un imán y sin yo quererlo volvían a clavarse en sus tetas.

– Anda, vamos a jugar un poco. Me tumbo de espaldas y tú me coges con las manos y me das vueltas!

Me dijo tirando de mi mano. Cuando llegamos al centro de uno de los círculos que formaban el ocho de la piscina se tumbó haciendo el muerto y puse mis manos en su espalda y comencé a girar sobre mi propio cuerpo. Sus tetas ahora afloraban como dos redondas montañas emergiendo de las profundidades. La línea de su cintura se cerraba y se volvía a abrir haciendo sus caderas redondas y sensuales. Podía ver el pequeño triángulo amarillo que tapaba el centro de sus muslos y me dio la impresión que había algo de vello púbico bajo el. Yo había estado con varias chicas y todas iban depiladas, nunca había visto un coño cubierto por una mata de pelo. Mi polla se acabó estirando por completo ante esa imagen.

– Ummm, como me gusta! Sujétame bien! No dejes que me hunda!

Me dijo mirándome con ojos pícaros. Mi mente podía estar calenturienta y depravada pero la sensación era que mi tía me estaba provocando para que la tocara más. Bueno, que podía pasar si la ponía la mano en el culo, como mucho que me la quitara. No lo pensé más, baje una de las manos y la puse en el centro de su hermoso culo.

– Ummm, ahora mejor, así no se me hunden las piernas!

“Joder!! Que le ha gustado que le toque el culo!!“ Pensé con las hormonas en plena ebullición. “ Bueno, pues habrá que hacer algo más, a ver qué pasa.” Estaba tan salido que ni me importaba que mi madre estuviera a unos metros, además, estábamos jugando, me dije a mi mismo como una tonta escusa. Moví la mano para sobarla el culo a la vez que se lo apretaba levemente.

– Ummm, que bien se está flotando en el agua!

Eso era una frase de asentimiento a mis toqueteos. “Joder, que pena que estén mi madre y mi tía tan cerca, que si no, la iba a dar un sorbo de pelotas!!“ Pensé en un estado de salidismo puro. Después de un par de minutos sobándole el culo bajo el agua me dijo.

– Ahora boca abajo, como si fuera un barco!

“Un barco! Menuda mierda de escusa! Lo que quiere es que le toque las tetas!“ Pensé mientras se daba la vuelta. “Seguro que supone que estoy deseando sobárselas, lo que no sé si sabe es que se las comería con mucho apetito!”.

Cuando se dio la vuelta una de mis manos quedó directamente bajo sus tetas y la otra en su vientre muy cerca de su zona púbica. Esos contactos provocaban que mi calenturienta mente actuará sobre mi polla haciendo que se pusiera más dura, no sé que pasaría cuando tuviera que salir del agua. Sole movía sus brazos como si nadará a braza y eso hacia que sus tetas bailarán sobre mi mano.

– Ummm, que bien me llevas! No dejes que se hundan mis piernas!

Me dijo volviéndome a mirar con ojos pícaros. Para mi estaba claro que quería que pusiera la mano en su coño. “Si le estoy tocando las tetas y le gusta, por qué no le voy a tocar el coño!” Pensé con mi mente simple de adolescente. Fui bajando mi mano despacio esperando su reacción, pero ella no decía nada, seguía dando brazadas. La palma de mi mano tocó su muslo y mis dedos llegaron al triángulo del tanga. Noté la mata de pelo bajo la tela y también sus gordos labios genitales.

– Así, así! Ahora has sujetado bien el barco!

Dijo girando la cabeza y guiñándole un ojo. Empecé a ponerme nervioso, mi polla no paraba de intentar reventar el bañador mientras yo le frotaba el coño con mis dedos por encima de la tela. Con la otra mano sobaba y apretaba sus tetas, era una situación desesperante. Mi polla parecía estallar y no me podía follar a mi tía allí mismo, ni siquiera podía hacerme una paja.

– Que bien te lo estás pasando eh, Sole! Le dijo Candi sentada en las escaleras con medio cuerpo dentro del agua

– Mira, soy un barco! Buuu! La contestó Sole mientras yo seguía dándole vueltas.

Mi madre y Candi rieron al oírla hacer ese ruido intentando imitar la sirena de un barco.

– Nosotras vamos a preparar la comida. Volvió a gritar Candi.

– Vale, ahora voy. Quiero enseñarle a Pedrito donde jugaba de pequeño!

– De acuerdo, no tengáis prisa. Todavía es pronto!

Dicho esto, mi madre y Candi se fueron y desaparecieron por las escaleras del salón. Mi hermana seguía tumbada boca abajo con los cascos puestos y la música a tope.

– Ven, te enseñaré donde te escondidas cuando eras pequeño!

Me dijo Sole agarrándose a las escaleras de aluminio para salir del agua. En ese momento vi perfectamente su cuerpo, realmente no estada nada mal, como he dicho, algún quilo de más pero muy bien repartidos por sus extensas curvas. Mire hacia atrás antes de salir para ver si mi hermana nos miraba, pero seguía con la cara contra la toalla. Cuando salí del agua mi polla había bajado un poco, pero todavía se notaba algo de abultamiento. Sole lo miro de reojo pero no dijo nada, tan solo tiro de mi mano para que la siguiera. A los veinte metros ya no se veía la piscina, los arbustos tapaban la visión. Seguimos serpenteando entre arbustos, árboles y plantas hasta llegar al final donde había una pequeña caseta de extensa

– Te acuerdas? Me pregunto al llegar a ella.

– Si, si!

– Ven vamos a entrar ya verás qué bien está por dentro!

Era una caseta de unos seis metros de larga por tres de ancha. Había una mesa de madera con un par de sillas, también había un colchón viejo en un rincón y un montón de trastos para el cuidado del jardín. Una pequeña ventana con una malla para que no entraran insectos daba luz a la estancia. Cerró la puerta quedando partes de la estancia en penumbra. También había una bombilla pero no la encendió. Me llevó hasta donde estaba la mesa, que era más o menos por el centro y sin más preámbulos se bajó el pequeño sujetador del bikini y las dos grandes tetas saltaron sobre la tela.

– He pensado que aquí podrías tocarlas con más tranquilidad!

Me dijo con una sonrisa dulce pero en sus palabras se masticaba la lascivia. Mis ojos se abrieron como platos y relamí mis labios con mi propia lengua. No tuve que decir nada, en mi cara pudo ver el deseo y lo salido que estaba. Mi polla se enderezó de nuevo y me acerque con las manos levantadas, las puse sobre sus dos hermosas tetas y comencé a sobarlas a la vez que las miraba clavando mis ojos como arpones.

– Te gustan guapo? Asentí sin despegar mis ojos de ellas.

– Anda, cómetelas ya verás qué ricas que están!

Noté como sus manos comenzaban a palmar mi miembro por encima del bañador y lance mis labios contra uno de los grandes pezones. Sentí esa abundante carne en mi boca y comencé a devorarla haciendo una demostración de lo salido que estaba. Mi boca pasaba de un pezón a otro chupando como si fuera a sacarles leche mientras aplastaba y juntaba sus dos tetas con mis manos.

– Ummm, como me gusta, cielo! Me susurraba al sentir las potentes succiones.

– Que dura está! Me dijo con una voz dulce, como si tuviera todavía los diez años de cuando me vio por última vez. Sus manos agarraron mi miembro sacándolo del bañador y percibí cierta ansia en su manoseo. Baje una de mis manos hasta sus muslos y pase los dedos por el centro, ahora pude sentir mejor esa mata de pelo y los abultados labios. Su cuerpo dio un estertor al sentir el roce. – Uffff, que calentita estoy!

Dijo con la misma voz cálida y dulce. Mis dedos se colaron entre la tela y toque el vello púbico que cubría los gruesos labios. Fue una sensación agradable a la vez que excitante. Uno de mis dedos se introdujo abriendo los gruesos labios.

– Ufff! Ufff! Junto los labios y comenzó a emitir sonidos soplando y sorbiendo.

Al momento noté como se mojaba mi dedo. Ya no podía esperar más, mi polla estaba a punto de reventar, las venas se habían hinchado y el capullo comenzaba a ponerse morado. Fui a hacer intención de metérsela y me paró.

– Espera, espera!

Se bajó el tanga y lo sacó por los pies, después se sentó sobre la mesa con la mitad del culo fuera y las piernas abiertas, ahora la visión me pareció maravillosa, se veía esa mata de pelo recortada en forma de triángulo entre sus anchos muslos, algo que me pareció muy erótico. Su cintura se cerraba para dar paso a las dos redondas tetas con los gruesos pezones rodeados de una gran aureola marrón. Fue una visión fugaz pues de inmediato me lancé con la polla en mi mano y mi hinchado capullo atravesó el bello abriendo los abultados labios. Noté la presión de su vagina abrazando mi polla, no sabía si es que era estrecha o que ella misma ejercía esa presión.

– Despacio, despacio! Quiero sentir como entra!

Me dijo con su dulce voz a la vez que acariciaba mi cabeza. Comencé a realizar movimientos cortos apretando más en cada uno de ellos y en pocos segundos mi polla había entrado entera.

– Ahhh! Ahhh! Ahora abrió la boca y comenzó a emitir sonidos largos y vibrantes que parecían proceder de lo más profundo de su garganta.

Su cuerpo también empezó a temblar y noté como se me empapaba el miembro. Me lancé de nuevo sobre sus tetas y las devore como un león hambriento. Chupaba y mordía los gordos pezones mientras le agarraba los muslos con mis manos y embestía con más fuerza.

– Ahhh! Ahhh! Comenzó a apretar mi cabeza contra sus tetas y a emitir sonidos con la boca muy abierta, como si le faltará el aire. Creo que se corría de forma continua pues su flujo se salía por todos lados mojando ampliamente mis huevos y sus muslos. Mi polla estalló soltando varios chorros de leche. Mis corridas también eran abundantes y acabamos los dos empapados. No sé si habíamos durado tres o cuatro minutos, pero mi tía se había corrido como para llenar una palangana. Tuve que quitarle las manos de mi cabeza pues parecía que no quería soltarla. Después de que su respiración se relajara, se bajó de la mesa y abrió un cajón que había bajo ella, sacó un paño que parecía de cocina y lo paso entre sus muslos varias veces, Joder, hasta eso me ponía cachondo!

– Ufff, pues si que me he mojado!

Su voz seguía siendo dulce. Miró mi polla, que ya se había arrugado un poco, y me dijo.

– A esta ricura la limpiare de otra manera!

Su trato era casi enternecedor. Se agachó y comenzó a darle unas chupadas que casi me la endereza de nuevo. Cuando la sacó de su boca estaba limpia y brillante. Pensé en lo delicioso que sería una buena mamada con sus sensuales labios soltando mi semen en su boca. “ Se lo tragaría? “ pensé con mi perturbada mente. Creo que si hubiéramos tenido tiempo, se lo hubiera pedido. Se volvió a poner el tanga adornando de nuevo sus voluptuosas caderas.

– Espero que esto sea un secretillo entre nosotros!

Dijo mirándome con cara de pícara. Yo seguía sin palabras y tan solo asentí con la cabeza.

- Vamos, vamos! Que nos van a echar de menos! Dijo dándome una palmada en el culo y con la felicidad dibujada en su rostro.

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