Continuando con las aventuras de mi cuñada.
Habían pasado casi treinta días desde la primera vez en que convencí a mi cuñada de pagar la deuda de la computadora con su delicioso cuerpo, ya que por cuestiones familiares no habíamos encontrado espacio para estar juntos sin que tuviésemos problemas de ser interrumpidos, pero las cosas no siempre salen como uno las planea.
Cierto día recibí un mensaje de mi cuñada Maribel, me preguntaba si el día sábado estaba disponible para darme el primer pago de la computadora y además que ese día no estaría su hija, por lo que podríamos aprovechar el tiempo, así que le confirmé que ahí estaría temprano.
Así llegó el día sábado, me presenté temprano en la casa de Mari, toqué el timbre y fui bien recibido por ella. Para esa ocasión Mari llevaba puesto un vestido azul, ceñido a su hermoso cuerpo, con tirantes y unas sandalias con plataforma que resaltaban sus piernas y su culito.
Entramos a la casa y nos sentamos en la sala, donde había unos vasos con agua servidos en la mesa de centro, así que tomé mi vaso y me bebí por completo el agua.
– Vaya, sí que tenías sed – me dijo mi cuñada
– Es que traía un poco seca la garganta.
– Pues espero dejarte seco otra cosa hoy.
– Pues tú dime, empezamos de una vez si quieres.
– Espérate tantito corazón. Primero tengo que decirte que acepté la sugerencia que me hiciste respecto a la deuda de la computadora. Le comenté a Sergio sobre los pagos y esta semana me dio el dinero. Así que se lo di a la nena para que hoy fuese a comprarse ropa, es algo que en realidad le hace falta, sobre todo ropa interior.
– Vaya, qué gusto me saber eso. Sabía bien que tomarías la mejor decisión.
Al terminar de decir eso, Mari se levantó de donde estaba y se dirigió a mi lugar, justo iba a pararme cuando ella me interrumpió, se bajó la parte superior de su vestido, dejando ante mí su top blanco que llevaba puesto, y después se colocó en mis piernas y se quitó su brasier e inmediatamente me dispuse a saborear sus tetas, mordía sus pezones y los succionaba con todas mis fuerzas, ella solo gemía de placer.
Mari se quitó de mis piernas e hizo que me pusiera de pie, mientras que ella se arrodillaba y con sus manos me quitaba el pantalón, despojándolo por completo, mientras que yo hacía lo propio con mi playera. Estando así, Mari comenzó a sobar mi verga por sobre el bóxer cuya punta sobresalía del mismo.
– Mmm, mira este nene. Está ansioso por salir de su cueva- dijo ella.
Así, Mari bajó mi bóxer y con su lengua recolectó el líquido preseminal de mi pene, introduciendo en su boca primero la punta, la cual jugaba con su lengua, provocándome una excitación al mil, para después comenzar a hacerme una mamada como lo tenía que ser, se introdujo parte de mi verga mientras que con una mano hacía movimientos de arriba abajo, y con la otra mano jugaba con mis testículos, sabía bien lo que hacía, así que decidí ponerla a prueba tomándole de la cabeza y metiéndole hasta el fondo de su boca, ella ni se inmutó, al contrario comenzó a mover su lengua con destreza, hasta que pasado unos segundos comenzó a darme palmadas en las piernas, señal de que se estaba ahogando, pero yo quise ir un poco más lejos así que no le saqué mi verga hasta que de plano vi que ya no podía más con ella así que me apiadé y se la saqué. Pude ver su rostro totalmente colorado, sus ojos lagrimeando y el rastro de saliva pendiendo de un hilo desde mi verga hasta su boca.
– Cof, cof… Bruto, me estabas asfixiando con tu vergota…
– Pero bien que lo disfrutabas- la levanté y le di un beso de consolación.
– Ven, vamos a mi habitación-
Nos dispusimos a ir a su habitación donde al llegar me recosté en la cama y le pedí que se subiera en mí, pero colocándose para la posición del 69, ella un poco extrañada hizo lo que le pedí, arrollándose el vestido a su cintura y quitándose la tanga blanca. Estando acomodados comencé a comerle bien sabroso su vagina, la tenía bien depilada, escurría de jugos y estaba bien abierta, recorría de arriba abajo su puchita, metía mi lengua lo más profundo que podía, succionaba su clítoris y con mis manos jugaba con su orificio anal, solo alcanzaba a escuchar sus gemidos apagados por mi verga que tenía bien metida en su boca.
Mari tenía muy buena destreza para hacer mamadas, la verdad era una locura sentir su lengua lamiendo cada centímetro de mi pene, así que hacía un esfuerzo enorme para no acabar en su boca.
– Mmm, corazón, penétrame, ya quiero sentirla bien adentro, quiero que me des tu lechita-
Por lo que paré de comerle su panochita y ella hizo lo mismo con mi verga, para así colocarse encima de mí. Poco a poco se fue metiendo mi verga, la verdad es que la tenía más hinchada de lo normal producto de la buena mamada de Mari, hasta tenerla toda dentro. Se tomó su tiempo para sentirla bien, hasta que comenzó a cabalgarme, subiendo la intensidad para después brincar como poseída.
– Ahh, ahh, no sabes lo bien que me coges, me encanta tu verga, me encanta todo de ti. Eres mucho mejor que mi marido en todos los sentidos… me estás volviendo loca, quisiera tener tu verga todo el día metida… mmm, mmm, quisiera que fueras solo para mí, estar contigo solos todo el tiempo, así mi amor, así, así…
Mari se inclinó hacia mí, por lo que yo doblé mis piernas y comencé a moverme, mis embestidas eran más fuerte, podía escuchar el sonido de su vagina bien húmeda golpeando con mi verga, tenía bien empapado mi pene.
– Sam, amor, mmm, mmm, siento que me vengo, ya, ya… dame, dame, agg…
Pude sentir en todo su esplendor el orgasmo de Mari, sentí su cuerpo estremecerse, vibrar y su vagina escurrir en demasía sus jugos vaginales, mientras tanto Mari se salió de mi verga y se recostó a mi lado, intentaba estabilizar su respiración y tomar fuerzas para seguir en la batalla.
– Uff, que aguante tienes Sam. Me siento exhausta y tú ni siquiera te has venido.
– Me encanta que disfrutes lo más que se pueda.
Justo al decir esto, ambos escuchamos la voz de la nena…
– ¡Pero que carajos pasa aquí!- Momento en que Betsy dejaba caer las bolsas con las compras que había hecho. No había hecho ningún ruido por lo que no nos pudimos percatar de su presencia a tiempo.
Mari, sin saber cómo, se paró de la cama y comenzó a acomodarse el vestido, mientras que yo solo pude taparme mi miembro con las manos.
– Espera hija, déjame explicarte.
-¿Explicarme?, ¿qué me vas a explicar?, esto lo tiene que saber mi papá.
-Betsy, espera…
Mari salió detrás de su hija, la situación se había complicado y dependía de Mari que todo saliera de la mejor manera posible, así que me acerqué a la puerta sin salir ya que no podía hacerlo, mi ropa se había quedado en la sala y era justo ahí donde madre e hija discutían.
– ¡Betsy, deja ese celular!
– No. Ahora mismo le estoy marcando a mi papá para contarle todo.
Mari de un movimiento rápido logró quitarle el celular a Betsy para después apagarlo.
– Betsy, déjame explicarte todo esto.
– No tienes nada qué explicarme, con lo que vi es suficiente. Estás engañando a mi papá, tú marido, y lo haces con mi tío.
– Solo olvida lo que acabas de ver. Esto es un acuerdo entre tu tío y yo. En lo que tú sales beneficiada.
– Ahora me involucras a mí, ¿yo qué tengo que ver con que mi tío te coja?
– Pues a él le debes que tú tengas computadora.
– Pero si esa computadora se la vas a pagar, no fue ni gratis ni regalada.
– Exacto.
– ¿O sea que le pagas con sexo?
– ¿De dónde crees que salió el dinero que te di ayer para que te compraras toda esa ropa?
– De mi papá, por supuesto.
– Sí, pero ese dinero se supone que se lo debí entregar a tu tío. ¿A caso crees que tu papá podría estar pagando tu computadora y a la vez dándote dinero para comprarte ropa?
Betsy se quedó callada por un momento, al parecer estaba intentando de asimilar lo que acababa de escuchar. Sabía bien ella que la familia no estaba pasando por una buena situación económica, por lo que no era posible que su padre tuviese mucho dinero como para pagar su universidad, la laptop y todavía ropa para ella.
– Pues de haber sabido que todo era así, no lo hubiera aceptado.
– Pues lo siento mucho Betsy, pero así es. Tu tío y yo aceptamos ese acuerdo. Yo no le pago la computadora, me quedo con el dinero que tu papá me da para entregártelo a ti, y él y yo cogemos.
– Solo falta que digas que te gusta cómo te coge.
– Pues sí, me encanta como me coge, me satisface en todos los sentidos.
– Lo que faltaba. Eres una mentirosa.
– ¿No me crees?, ven conmigo.
Mari tomó del brazo a Betsy y a rastras la llevó hasta su habitación, yo al ver que se acercaban me puse en una esquina de la cama, tapándome solo con una almohada. Ellas al entrar a la habitación, Mari le dijo a la nena que se sentara en un banquillo en forma de cubo el cual se encontraba justo a la altura de la mitad de la cama, para después Mari decirme que me recostara y así ella subir, quitándose por completo su vestio. Abrió mis piernas y directamente se fue a mi verga flácida, comenzó a darme lengüetazos, después con sus manos acariciaba el tronco y cabeza, así también con mis testículos, y rápidamente logró que tuviese una erección.
Por el contrario, Betsy no prestaba mucha atención a lo que su madre hacía, tenía la cara viendo hacia la puerta de la habitación, estaba colorada, pero creo era solo coraje porque hasta las manos las tenía empuñadas.
Mari seguía concentrada en lo suyo, al ver que mi erección era ya firme, dejó de mamármela y de un solo movimiento se metió toda mi verga en su vagina, pegando un fuerte grito.
– Ayy… uff, mmm, párteme toda corazón.
Comenzó a darme una cabalgada como solo ella sabía, de arriba abajo y en círculos, hacía que sus movimientos fuesen los mejores.
Miré de reojo a Betsy, los movimientos de su madre le habían llamado la atención, más por las tetas de Mari las cuales se movían por todos lados, ahora mostraba una cara de curiosidad por lo que su madre hacía y tanto estaba absorta viendo el espectáculo en primera fila que creo se le olvidó el enojo porque alcancé a ver que, con una mano de forma muy discreta, acariciaba uno de sus senos mientras que la otra la tenía metida entre las piernas acariciando levemente su puchita.
Mari se percató de lo que yo veía, así que giró a ver a su hija quien, al verse sorprendida en el acto, dejó de hacerlo, por lo que Mari le dijo:
– Ay mi vida, no escondas lo que estás sintiendo ahorita. Ven.
Mari dejó de cabalgarme, se desenchufó de mi verga y bajo a ver a Betsy, hizo que se pusiera de pie y le dio un besito en los labios.
-¿Quieres probar a tu tío?, créeme, no te vas a arrepentir.
Mari le quitó la blusa negra que su hija llevaba puesta, así como el brasier del mismo color, dejándome ver ese par de tetas por unos segundos, ya que de inmediato Betsy se cubrió sus senos con sus brazos. Eran del mismo tamaño que el de la madre, pero aún faltaba más. Mari comenzó a despojarla del short beige que llevaba puesto la nena, dejándola por un momento con la tanga negra que llevaba puesta, era de hilo dental, ya que Mari se encargó de darle una vuelta para el deleite de mis pupilas y colocándose atrás de Betsy comenzó a bajarle la tanga, hasta quitársela, pero tapándole con una mano su puchita. Era injusta por no dejarme ver la vagina de su hija, pero para mí sorpresa la mano con la que la cubría la usó para separarle sus labios vaginales, dejando entrever que la nena se estaba mojando.
– Mmm, nena, veo que te estás excitando. No sabes la delicia que es tu tío, él sabe hacer bien su trabajo.
Betsy intentó zafarse de su madre, pero esta la contuvo diciéndole:
-Tranquila, no harás nada de lo que tú no quieras. Mira esa verga, toda roja, bien gruesa y sobre todo bien grande. ¿NO se te antoja?
Mari hizo que la nena subiera a la cama sin poner mucha resistencia, tal parece que las palabras de la madre la hubiesen hipnotizado.
– Ahora es todo tuyo tu tío.
Betsy se quedó pensando por unos segundos, para después verme fijamente, de mi parte no sabía qué hacer, por un lado, quería comérmela toda, el cuerpo de la nena estaba bien formado de todos lados, cara, tetas, culo, vagina completamente rasurada, estaba divina, pero otro lado tenía miedo de que todo se fuera al carajo, así que dejé que ella actuara por sí sola.
La nena creo entendió el mensaje porque acomodó su puchita sobre mi verga, sin penetrarla, comenzando a masturbar su vagina con mi pene, lo recorría de arriba abajo. No emitía ningún ruido, pero a leguas se veía que se estaba conteniendo ya que de vez en cuando mordía sus labios o tapaba su boca para no gemir, sin embargo, su panochita la delataba, escurría y escurría jugos al por mayor.
Mari al ver que su hija no se metería mi verga, se unió a la situación, colocándose en posición de 69 de tal forma que con su lengua podía tocar la punta de mi pene y de vez en cuando el clítoris de su hija, mientras que yo me deleitaba bebiéndome los jugos de Mari, hurgaba con mi lengua lo más que podía al interior de la vagina. Así estuvimos por unos minutos hasta que Mari tuvo su orgasmo, recostándose a nuestro lado, mientras que yo sentí que ya no podría aguantar más, así que le hice saber a Betsy que estaba a punto de venirme, justo al terminar de decirlo, Mari colocó su boca a la altura de mi pene, tenía toda la intención de ser premiada con mi leche, y Betty se movía con mayor intensidad, hasta se agarraba de la cabeza de su mamá para no perder el equilibrio. Y así el momento llegó
Mis eyecciones fueron directamente a la boca de Mari, quien con destreza logró captar la mayoría de ellas, mientras que Betsy, sin siquiera emitir ruido alguno, tuvo también su orgasmo ya que pude sentir como temblaba su cuerpo, así como también cómo sus jugos escurrían sobre mi pene y testículos.
Pero lo más sorprendente fue ver cuando Mari, aún con mi semen en la boca, le plantó un beso a su hija con la intención de compartir mi leche con ella, fue una escena de lo más erótica, madre e hija besándose, disfrutándose sin tapujos, y sobre todo compartiendo la miel de su amante.
Betsy pareció recobrar la conciencia de cómo se había originado todo, de cómo fue que se involucró en la situación, así que de inmediato se bajó de la cama y así desnuda salió de la habitación, escuchando el azote de la puerta de su cuarto.
Mari por su parte pareció no darle mucha importancia, solo se dedicó a recoger la ropa tirada de su hija, así como las bolsas de compra y para mi sorpresa me dio un regalo.
– Ten, amor- entregándome la tanga negra de su hija- es tu regalo por ser un buen tío y sobre todo por ser un gran amante. Ven vamos a darnos una ducha.
Nos dirigimos a la regadera, ahí Mari me dijo que aún necesitaba de mi verga, que aún le faltaba satisfacerse por completo, así que no le pude negar lo que tanto añoraba, así que comenzó a hacerme una mamada para después pedirle que alzara una pierna y estando frente a ella la penetre con todas mis fuerzas, Mari comenzó a gemir con fuerza, creo que con la intención de que la nena nos escuchara, por último, la voltee y la puse en cuatro, comenzando la faena, Mari estaba fuera de sí, daba unos gritos de placer qué fácilmente pudieron haberse escuchado hasta la calle. No aguanté tanto, así que le llené su vagina con mi lechita.
– Gracias mi amor por tu lechita, necesitaba sentirla adentro.
Terminamos de bañarnos, ella salió primero del baño mientras que yo me quedé poniéndome mi ropa. Ya afuera, me dispuse a despedirme de Mari, faltaba poco para que mi esposa llegara a casa y probablemente el esposo de ella también, así que era mejor que fuera antes.
Me despedí amorosamente de Mari, pero no así de Betsy, por lo que solo me acerqué a su habitación y desde afuera solo le dije:
– Betsy, me tengo que ir, espero poder verte pronto. Adiós.
Al llegar a mi casa no pude evitar recordar lo que había pasado esa mañana, había sido estupenda a pesar de la intervención de Betsy. Me importaba mucho mi sobrina así que solo esperaba que no fuese haber mayor problema, pero lo que más me importaba era lo que sentía Betsy.
Pero ella sabría tomarlo de la mejor manera…