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¡Yo puedo con los dos!

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Abby se encuentra de pie en la lujosa habitación de un hotel cinco estrellas, vistiendo su sexy lencería ante dos hombres acostados en la gran cama. Llevan puestos solamente sus bermudas y observan a la dama con deseo.

Este es mi desafío: un 1 vs. 2. Yo soy una experta en el 1 vs. 1, nadie me gana ahí, los dejo rendidos. Me es muy fácil dominar a un hombre, con mi sexy figura y unas pícaras miradas ya los dejo expuestos en aquella área en la que no pueden disimular. Ya hasta me aburría, por ello hoy toca un nuevo desafío.

Analizemos a mis rivales: noto que uno me mira con unas ganas descaradas, y el otro me observa tímido, casi con miedo. Necesito más que esta primera impresión para plantear mi estrategia. Les hago el gesto y vienen a mi. El “descarado” llega primero, para disgusto del tímido. No pierde tiempo, comienza a tocarme. El otro se acerca a acariciarme con más calma y curiosidad, noto su respiración entrecortada. Es el momento para chequear el material: aprieto sus paquetes con las manos. El del chico tímido está bien dura. ¡Eso es!, me voy a encargar primero de él mientras aguanto al otro, no voy a tardar nada en dejarlo fuera de juego.

El descarado ahora es el toquetón, me toca la cola, las tetas, no para con sus manos. Pude comprobar tras el chequeo que se trae un paquete grande, a diferencia del de su amigo.

Ya es tiempo. Voy a la cama, que me vean bien en todo mi esplendor antes de empezar. El toquetón enseguida se mete entre mis piernas, no creo que sepa hacer un buen cunilingus, lo que sí sabe es decir zafadurías. El tímido se acerca lentamente, lo llamo con cariño:

—Vení mi vida, hay espacio acá. Sacate el pantaloncito que quiero tocarte.

Como me lo esperaba, su pene está que apunta al techo. Empiezo a manipularlo. Este tipo de pijas son complicadas porque, al ser tan duras, no hay mucha flexibilidad. El colega tiembla, diría que es virgen pero no, le salva no haberse acabado en mi mano.

El zafado me metió dos dedos y hacía bailar la punta de su lengua en mi clítoris. Eso me dio un latigazo de placer que me hizo dejarme llevar pero lo detuve rápidamente. Si me hacía llegar al orgasmo, eso me dejaría rendida por unos cuantos minutos y este zafado aprovecharía para hacerme todas las guarradas que se le ocurran.

Es momento de pasar a la acción, le pido a ambos que se pongan los condones. Me pongo de cuatro, doy mis buenas nalgas al zarpadito para que se entretenga mientras que yo pongo en marcha mi plan con el tímido. Por suerte los nervios no le traicionan a éste último y reacciona a mis labios. Lo estoy excitando bastante con mi felatio, y eso que solo estoy dandole “besitos” nada más, cuando se lo haga con buen ritmo lo dejo fuera de juego fácil. El problema llega cuando el colega de atrás me empieza a dar duro, haciendo sonar mis nachas con su pelvis, por lo que mi cuerpo se balancea a su ritmo. No podía hacer así mi movimiento maestro, así que flexiono mis piernas para aguantar mejor y tener más estabilidad ante estas embestidas. Ahora si puedo continuar. Al ratito el chico larga unos suspiros, sin embargo, el colega de atrás me sigue dando batalla. Se habrá motivado aún más con la posición en la que quedé, con mis nalgas bien turgentes, eso hace que se prendan como fuego. Si no se controla, él solito se dejaría fuera de juego, así que bien. Lo malo era que en esta posición, con un pene duro como el que tengo enfrente, se hace difícil de manejar e incómodo, con mi frente dándole a ratos golpecitos en el ombligo al chico… ¡Maldición!, esto se está complicando.

¡Ya!, insisto un poco más pero no puedo metermela mucho y me están por dar unos calambres en el cuello. Decido que es momento de rotar:

—¡Cambio! Ahora vos, bebecito, quiero que me des duro y parejo por mi colita, y vos, loquito, trae tu verga para acá.

«Uy, de una» dijo el zarpadito inquieto. El chico de atrás me daba despacito, acariciándome la espalda, deleitándose con el mujerón que tiene delante suyo. Con el pene largo y flácido del zarpadito no había problema, lo manejaba como una palanca de cambio. Eso sí, no paraba de murmurarme babosadas de calenturiento: «Uy si, mira lo que son esos labios de petera», «uff, lo que estás, así, chupá, cometela toda». Dios mío, prefiero que los hombres así se queden callados, llegó a decirme «ay si, chupame los huevos, comeme las bolas, por favor…». Yo le sonreía con cara de guarra nada más y seguía con mi felatio.

El chico de atrás empezó a darme con un ritmo más firme y duro, aumentando la velocidad pero apenas me dio el gustito porque se salió y eyaculó al poco rato. Me giré y le dije:

—Uy bebé, me dejaste la cola llena de leche, mmm… —y me acaricio la cola.

Él me miró extasiado, completamente rendido. ¡Listo!, el primero ya quedó fuera de juego, ahora me toca encargarme del idiota y ya está.

Prácticamente para mí es misión cumplida, sin su compañero no puede hacerse el vivo ahora, necesita refuerzos. Me acuesto boca arriba, con una almohada para estar bien “agustín”, abro las piernas y lo llamo con el dedo. Se acomoda y empieza a darle, aferrando sus manazas a mis tobillos. Aquí es simple, le hago unos gemidos de actriz porno, como si fuese que me está acabando, se emociona y luego ya es cuestión de recibir su leche para finalizar. Pero no, la cosa es que, sí le excitaban mis sexys jadeos pero no bastaban, tenía práctica el guacho. Lo aguanto un poco para pensar en algo más. Mientras, me toco lascivamente las tetas y le lanzo miradas obscenas. Parece ser que le gustó eso porque se puso como un burro, ¡hasta empezó a bufar y todo! Al ratito, saco su pinga y me regó el abdomen con semen recién horneadito. ¡Aish, pero qué fácil!, bastaba con que le ponga cara de guarra y ya (?). ¡Facilito!, mucho toro pero no aguantó tanto, se quedó rendido en la cama junto a su compañero.

«Si querés usar la ducha no hay problema» me dice el chico tímido y guapo, ahora con una cara seria. Me doy una rica duchita tibia, me visto con mi muda extra de ropa y salgo. El zarpadito estaba roncando y el otro en el sofá comiéndose un sandwich. Me mira con una sonrisita y me dice: «tu regalito está en la mesita de la esquina». Me voy a revisar, saco los billetes que estaban atajados por un pesado cenicero, le saludo con la mano, una sonrisa más y me voy.

Mientras caminaba por los pasillos de aquel lujoso hotel, contaba la buena y generosa cantidad de dinero que había hecho. Miré mi teléfono, no me había tomado más de media hora acabar con esos dos, iba justo a tiempo para ir con mis amigas a ver esa peli en el imax y luego ir de compras al shopping ¡Yujuu!

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Las mujeres que ya han hecho un trío con dos hombres ¡repórtense!, y comenten cómo les ha ido con el desafío.

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