Nuevos relatos publicados: 0

La caza de nuestros sumisos/juguetes (II)

  • 6
  • 4.992
  • 10,00 (1 Val.)
  • 1

Como ya sabéis si habéis leído mis otros relatos, este perfil consta de dos puntos de vista, de dos realidades, la Mía y la de mi sumiso pedro1974madrid.

Os seré franca, todo lo que escribo lo hago por él, porque es una faceta más que nos une, que nos define como pareja.

Esta reflexión, relato, o como deseéis llamarlo, surge de su idea de poner por escrito la reflexión de la búsqueda del juguete con el que compartiremos alguno de nuestros momentos. Porque él es tan exhibicionista… y yo, que estoy tan deseosa de aprovechar lo zorra que es…

Ser Dómina no es algo sencillo. Y según mi forma de ver, vivir y sentir el BDSM, es más complicado todavía, porque no todos están dispuestos a quedarse cuando les privas de la voz, de la cámara y de las pajas (ya no correrse, tan solo tocarse), durante días. Y todo ello manteniendo una conversación en la que se profundiza y se conoce qué hay más allá del “rol”.

Cuando empezamos, Pedro me dijo que una de las cosas que más le había costado era interactuar con hombres (debido a su heterosexualidad), y en cualquier caso solía ser el suplente… por lo que mentalmente, era más fácil para él afrontar dichas situaciones. No había un deseo ferviente de complacer, de hacer sentir orgullosa a nadie. Tampoco se trataba de un límite.

Con el paso de los días, las semanas, los meses, he intentado (y conseguido parcialmente), crear un hábito. Una bidireccionalidad sincera y abierta, donde él pueda sentirse cómodo contándome cómo se siente. Y lo que ha costado…

Como una zorra bien entrenada, Pedro vive por y para mi placer. De forma natural, sin pedir nada a cambio, sin creer que tenga derecho alguno. Ocupa su lugar a mis pies, totalmente sometido.

Respeto a todas aquellas personas que desean un mayordomo, un esclavo, un mueble. A aquellas cuya intencionalidad para con su sumiso no es otra que sus caprichos de vida y su placer. Como perras los tienen y como animales los tratan.

También os respeto a vosotros, ávidos de un premio, una caricia y quizá una palmadita en la cabeza de vez en cuando. Viviendo por y para su placer aun a costa de vosotros mismos. Fieles y obedientes.

Pero yo entro en la vida de mi sumiso forzándole, exigiéndole para mi felicidad, que comunique sus pensamientos y deseos. Obligándole a que busque su placer mientras sucumbe al mío. No quiero un mayordomo, un esclavo o un mueble.

No quiero a un animal, quiero a una persona. Quiero a alguien que desee, que pida, que proteste.

Deseo a un hombre sumiso, inteligente. A un hombre al que se le ponga dura, que se moje de deseo. Que se comporte como una perra en celo y busque su placer, sin olvidarse del mío. Un sumiso que conscientemente y de forma egoísta, cumpla mis deseos para satisfacer los suyos propios. Lo quiero a él.

Y él es celoso. Y me quiere para sí mismo, en exclusiva. Pero desea tanto ser una buena puta, que quiere dármelo todo. Y quiere que disfrute con otros hombres, a costa de su humillación, porque sabe que me excita.

Pero mi pequeño kamikaze no mide sus ganas. Y tensa la correa, aunque se ahogue. Se deja la piel y la vida en verme feliz… y yo siempre le he dicho que no deseo eso. No deseo que se rompa, que tire de la correa hasta no respirar.

Porque una buena perra no tensa la correa de su Dueña, sino que va a su paso, holgada. Es el Ama la que indica con un suave tirón el camino, o donde detenerse.

El juguete es un tema recurrente, ya que Pedro es un hombre acostumbrado a superarse, a alcanzar sus metas. Y se ha propuesto que quiere darme, en el período más breve posible, lo que cree que yo deseo. Aunque vaya en contra de sus propios sentimientos.

Hace relativamente poco (dos meses) le he apretado, incidiendo en el tema. Su respuesta era la de esperar, aquella que NO me había dicho desde un inicio “no quiero que un día sientas que no te doy lo suficiente y que busques otra cosa, o quedes a escondidas”. Y ése es el primer paso para “subir a la palestra”. Decide presentarse voluntario a la soga, simplemente por miedo de no ser lo que YO espero que sea. Quizás si me demuestra su disposición, su valentía…

Pero lejos de eso, y como “juez, jurado y verdugo”, me acerco y le cubro la cabeza con el saco de arpillera. Tiene miedo, “pica”, pero no emite ni un solo quejido; no quiere que se note. Sigue firme en su decisión de aceptar la humillación, de dejarse ahorcar.

Le dije que lo haríamos en ese mismo momento. Que esa tarde tendría a otro sumiso con el que poder jugar, y masturbarme. No tendría por qué doler. Él quería probarse y crearíamos un grupo en Skype para que fuera testigo de todo. Realmente era lo que él quería, ¿no? Complacerme a costa de todo. Sintió la soga apretando su cuello, el nudo en su nuca. Y decidió pararlo. Pero el suelo ya se había abierto a sus pies y había empezado a ahogarse. Corté la cuerda a tiempo, pero la marca permanecía.

Un fracaso. De un hombre que no está acostumbrado a ellos, de un sumiso obediente que solo quiere complacer… Y no puede.

Pero no pestañea en cuanto vuelve a ver la luz. Como si de una cláusula revisable se tratase, propone volver a hablarlo “en tres meses”.

Y es por eso que hemos empezado la búsqueda del juguete (o juguetes). Porque han pasado dos meses y ha vuelto a la carga. Pero en lugar de frenarlo y demostrarle que todavía no está listo para ello, he decidido avanzar un poquito. Dar ese paso que le reafirme en su cercanía a la meta, aquel con el que pueda sentir que el camino es el correcto. A sus ojos ha pasado como si fuera un simple peldaño, pero a su mente le ha sentado como un auténtico “chute” de adrenalina. Y a mí me encanta ver su entusiasmo, su devoción. Esas ganas que tiene de demostrarme que está preparado para todo, y tan solo porque ha logrado dar un pasito más.

Creedme (y sé que aquellos que compartan mi forma de ver el BDSM lo estarán sintiendo conmigo) cuando os digo que es tan tierno como excitante. Ese CONTROL tan escondido, tan poco visible a ojos de quien se entrega…

Es tal su emoción que hace tan solo unos días, mi kamikaze volvió a tensar la correa, volvió a ahogarse. Porque no le sirve con caminar, desea correr. Y ese ansia es tan potente, que bien canalizada, le hace obviar los detalles más simples de nuestra relación, de sus deberes como sumiso. Sus ganas de estar a mis pies son desmesuradas y provocan que los pequeños gestos pierdan valor. Pero es una buena zorra, y poco a poco, aprende a leerme, Aunque tenga que frenar en seco y explicárselo palabra por palabra.

Y disfruto tanto con ello…

Los detalles de esta segunda lección los dejaré para un siguiente capítulo… Pero podéis vivirlo con nosotros. En primera persona.

Es tan sencillo como enviar un educado e-mail a [email protected] con una presentación… En la que merezca la pena fijarse.

Os esperamos.

(10,00)