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Poseída por el demonio: Mi primo
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Soy Andrea, tengo 29 años, me considero una mujer inteligente, soy arquitecta, y desde hace cuatro años tengo mi propio estudio. Desde los 13 años que empecé a desarrollarme, supe que iba a tener un buen cuerpo. Y así fue. Tengo el pelo largo, por debajo de los hombros, muy buena figura que realzo con la ropa ajustada como me gusta.

Tengo un novio mayor que yo, también profesional y con muy buen porte. Por las miradas de otras mujeres en la calle sé que no solo es mi parecer. Nos llevamos bien, tenemos buen sexo, y él hace un tiempo me pide casarnos. Pero no puedo.

Todo empezó cuando cumplí 18 años. Para mi cumpleaños estábamos de vacaciones con mi familia, la hermana de mi mamá y su hijo Mauro, de 25. Esa noche cenamos todos juntos en un restaurant y después fuimos con mi primo a bailar. Cuando llegamos tomamos algo, bailamos un poco, y después cada uno se fue por su lado del boliche. Yo bailé con varios chicos, coqueteaba con otros, y cuando lo veía a Mauro, él estaba con alguna chica colgada del cuello. No fueron una o dos, fueron varias.

Fui al baño del boliche y estaban dos de las chicas. Ellas no me conocían y hablaban con total libertad.

-C1: Viste al flaco que me estoy transando? El sábado pasado me lo voltee, no sabes lo que es en la cama. Y el tamaño del instrumento!!!

-C2: Ese es el que me dijo fulana!!! Me contó que la dejo hecha mierda, se enamoró la pendeja.

Esa conversación me provocó un morbo más que importante, haciendo que me empiece a mojar. No entendía porque pero me pasaba.

Cuando volví a la pista, veo que Mauro me señalaba y hacía movimientos que no con la cabeza. De repente la chica se me acercó y me preguntó si yo era pariente de Mauro. Le dije que sí, obviamente.

Cerca de las 5 de la mañana Mauro me hizo una seña y salimos del boliche. A esta altura debo reconocer que había tomado de más y me costaba caminar derecho.

Mauro me cruzó su brazo por la espalda y me tomó de la cintura, para que tenga estabilidad para camina. Como es más alto que yo, mi cabeza la apoye en su pecho. Llegamos al hotel donde parábamos y él se fue a su habitación, no sin antes dejarme en la puerta de la mía. Nuestras madres dormían en la misma habitación y nosotros en habitaciones separadas.

Como pude me saque la ropa, lavé mis dientes y me fui a la cama. No hice más que acostarme que empecé a recordar el dialogo que había escuchado en el baño. Sin querer me fui excitando pensando en que tendría de diferente a otro hombres para que esas chicas, que se notaba que eran experimentadas, se sorprendieran. De pronto me di cuenta que me estaba apretando los pechos y mis dedos jugaban con el clítoris. Aunque lo intentaba no podía llegar al orgasmo. Y sucedió.

De un salto salí de la cama, espié por el pasillo y al no ver a nadie fui corriendo a su habitación, que por suerte no había puesto llave.

Casi sin hacer ruido y en medio de la penumbra, me metí en su cama. Mi mano fue directo a su pene y si, tenía un tamaño muy importante, nunca había tenido una cosa así en mis manos. Cuando empecé a acariciar, se movió y levantó su cabeza. Yo esperaba que me diga algo, que no podía ser, que me echara. En lugar de eso, hizo que acerque mi cabeza a su pene y lo empiece a chupar.

Mientras lo hacía me decía a mí misma que eso estaba mal, que qué estaba haciendo. Traté de sacar mi cabeza pero no me dejó. Sus manos comenzaron a jugar con mi clítoris, me saco la tanga y tocaba dulcemente mis pechos. Yo estaba cada vez más excitada. Dos de sus dedos se hundieron en mi vagina, a entrar y salir.

Él no me forzaba, no me ordenaba, pero yo no podía resistirme. Sabía que lo que estaba haciendo no correspondía pero no podía resistirme, mucho menos irme. Me puso de costado, él se puso tras de mí y la fue metiendo lentamente en mi vagina. Como era realmente grande y él lo sabía se movía lentamente, mientras me apretaba un pecho y sus labios besaban mi cuello.

Cuando sintió que ya entraba lo suficiente incrementó el ritmo, tanto de sus besos como de sus penetraciones. Yo ya estaba totalmente sacada. Con un movimiento rápido, quedó de espaldas y yo acostada sobre él, también de espaldas, con las piernas separadas y mi cabeza colgando al lado de la suya. Eso le permitía besar mi cuello, con una mano jugar con mi clítoris mientras con la otra apretaba uno de mis pechos.

Nunca un hombre me había hecho el amor así, o mejor dicho, nunca me habían cogido así. Estaba totalmente extasiada, me sentía poseída por aquel hombre que era mi primo. Cuando notó mis dos orgasmos seguidos, que convulsionaron mi cuerpo, con gentileza se corrió, se puso de rodillas a mi lado y mientras se masturbaba, me ofreció su pija para chupar.

Así lo hice y cuando acabó parte de su semen cayo en mi boca y parte en mi cara, cuello. Me impresiono la cantidad. Con mis manos repartí los restos por mis pechos y me quedé como paralizada en la cama.

M: tomas la pastilla, te cuidas?

A: no, no tomo nada

Fue entonces que aún con su pene casi erecto, bajó a mi entrepierna y comenzó a besar mi clítoris. Combinaba besos con juegos de su lengua.

A: Por favor, no doy más

Sin darme respuesta, o mejor dicho, por toda respuesta, como si fuera una muñeca me levantó las piernas y su lengua entraba a fondo en mi vagina, que increíblemente seguía generando humedad. Y estaba como loca, otra cosa que no había experimentado. De pronto su lengua bajó a mi ano y empezó a hacer círculos en él. Uno de sus dedos se introdujo en mi vagina y jugaba con el punto G.

Cuando estaba llegando al paroxismo, su lengua empezó a hacer fuerza e intentar penetrar mi ano.

A: No, por favor, eso no

M: tranquila, goza

Cuando lo hubo dilatado lo suficiente, introdujo la primera falange de su dedo índice, y apenas lo movía, mientras su lengua volvió a mi clítoris. Mis orgasmos eran continuos, uno tras otro. Los espasmos musculares ya me provocaban dolor.

No sé en qué momento, pero cuando se acostó a mi lado ya tenía colocado un preservativo. Me tomó en sus brazos e hizo que lo montara. Fue corriéndose hasta que quedó sentado al borde de la cama, mis piernas a sus costados y su pene… dentro de mí. Lo abracé con fuerza, lo besaba y nos movíamos acompasadamente. De pronto siento que su dedo índice estaba nuevamente en la entrada de mi ano, suavemente la forzó y el movimiento de mis caderas sumado a su presión hizo que se entierre casi en su totalidad. Podía sentir como parecían rozarse su pija y su dedo dentro de mí. Eso disparó mi último gran orgasmo, que fue acompañado por el suyo.

Caí rendida en la cama. Como pude junté y me puse la poca ropa que traía y sin decir nada y llena de vergüenza me fui corriendo a mi habitación.

Fui al baño, me di una ducha y me acosté. Ahora entendía porque la casi admiración de esas chicas con mi primo. Al día siguiente, estuvimos toda la familia junta, y a pesar de en algunos momentos quedamos a solas, ninguno hizo comentario alguno. Solo un guiño del ojo cuando me ayudó a trepar una colina en un paseo.

Él tuvo que viajar a otro país y pasaron dos años sin vernos. Ni siquiera hablamos por teléfono. Pero de mi mente no lo podía quitar. Estuve con otros dos hombres en ese tiempo, pero no le llegaban ni a los talones en la cama. Me quitaba las ganas de sexo porque sabía que no iba a sentir algo igual, me decepcionaban.

Volvió quince días para el cumpleaños de su madre y un día que nos encontramos en su casa, me invitó a tomar un café

M: cómo estás, como están tus cosas? La facultad?

A: bien, por suerte aprobando materias.

M: supongo que estarás de novia, sos una mujer bellísima. Los debes tener locos a los hombres.

A: No Mauro, no estoy de novia, hace mucho que no estoy de novia. Casi desde aquellas vacaciones.

M: Pero, por qué? Qué pasa?

A: esto que te voy a decir me avergüenza mucho. Pero no puedo sacar de mi cabeza lo que pasó en esas vacaciones. Mejor dicho: No te puedo sacar de mi cabeza.

M: opa, y por qué?

A: porque desde ese día estuve con dos hombres, y ni se te acercan a los talones en la cama. Esos y los que tuve antes. Y como dicen, cuando probas el buen vino…

M: gracias por el cumplido, pero lamento que sientas eso, que no seas feliz en la cama.

A: yo también

M: te quiero decir que yo también la pasé muy bien, no solo por tu hermosura, sino por el placer que me diste.

A: No digas pavadas, si era y soy totalmente inexperta.

M: justamente, no tratas de ser lo que no sos.

Dicho esto, estiró su mano y me hizo un mimo en la mano que tenía apoyada en la mesa. Me dio escalofríos, me estremeció de tal forma que estuve tentada de sacarla, pero era tal su suavidad que no pude.

Sin decir una palabra, solo me miró, llamó al mozo, pagó y nos fuimos del lugar. Ya en la calle, me abrazo, y me dio un hermoso beso. Instantáneamente empecé a humedecerme. Cerca de allí había un hotel, tomamos una habitación y en dos segundos estábamos revolcándonos en la cama.

Sin que diga nada me puse a chupar esa tremenda pija, acariciaba sus testículos mientras el acariciaba dulcemente mi espalda. Después de un rato, me puso boca arriba.

A: Estoy tomando pastillas

M: Ok.

Separó mis piernas y me la metió despacio, disfrutando entrar a mi vagina mientras yo disfrutaba lo mismo, que me penetre. Tomaba mis pechos y los acariciaba, pellizcaba suavemente mis pezones. Nos condujo a los dos al orgasmo, o al primero de varios mejor dicho. Jugamos en la cama a acariciarnos para excitarnos. En un momento dado, quedamos los dos de rodillas, y yo dándole la espalda. Podía sentir su miembro rozando mis glúteos. Me excitaba pero temía que me lastimara. Él jugaba con uno o dos dedos en mi cola, y cuando apoyaba su pene, yo le pedía que no y me respetaba. Fueron dos veces más que lo hicimos esa tarde.

El volvió a partir de viaje, y esta vez estábamos en contacto por la compu. Ninguna de nuestras comunicaciones eran sexuales, solo de primos con una muy buena relación

Pasaron los años, el no regreso por mucho tiempo y seguíamos en contacto. Un día le conté que me había enamorado, y él se alegró mucho. Increíblemente yo había descubierto que con Mauro era solamente sexual, no estaba enamorada. Pero no podía sacármelo de la cabeza en esa parte. Incluso cuando estaba con mi novio.

Hace una semana volvió. Y volvió con una novia. Sinceramente no sentí celos. Me alegra que haya formado una pareja. Dos días atrás lo llamé y le propuse encontrarnos las dos parejas. Fuimos a cenar, a bailar, y realmente la pasamos bien.

Pero al día siguiente, casi sin pensarlo, lo llamé a la mañana.

A: Podes hablar?

M: Si, Andrea

A: Quiero verte, a solas. Podrás ir al café aquel, a las 14 h.

M: Si, por supuesto.

A las 14 h. nos encontramos en la puerta del café, él había llegado y me esperaba afuera.

Sin mediar palabra, solo un beso, fuimos al mismo hotel.

Cuando nos quitamos la ropa, nos sentamos en la cama y le dije:

A: Sabes, te extraño mucho en la cama. Sos el hombre que más me hace gozar, ninguno me trata como vos, me excita como vos, va, ninguno me coge como vos.

M: es que es lo que quiero, que goces, obvio que quiero gozar, pero me calienta mucho ver como gozas en la cama. Primero porque me gusta que todas las mujeres con que estoy gocen, pero con vos es especial, porque sos natural, nada impostado.

A: Y te aseguro que gozo con todo.

Empezaron las caricias, los besos, chupaba su pija, el mis pechos, yo sus testículos, el mi vagina, me penetró en varias posiciones, una me daba más placer que la otra. Cuando estuve arriba de él, puse uno de mis dedos en su boca y él lo besó. Lo metí un poco y le pedí que lo llene de saliva. Cuando lo hizo, lo empecé a hundir en mi ano para su sorpresa. Lo mismo hice con dos dedos. Él se movía lentamente dentro de mi vagina. Cuando fue tiempo del tercero, me levante, le di la espalda y le mostré como entraban tres dedos.

Él se masturbaba lentamente, mirando sin poder creer. Tomé valor y le dije:

A: te animas a hacérmelo con cuidado?

M: Por supuesto, pero avísame si te duele.

Su pija estaba durísima, creo que nunca la había visto así. La apoyo en mi ano y me dijo que yo empuje despacio, que yo maneje los tiempos. Empecé de a poco y no había entrado la mitad de su cabeza cuando ya sentía dolor, pero no me importaba, la quería adentro. Fui metiendo y sacando esa terrible vara hasta que escuche que me dijo:

M: ya la tenés hasta la mitad. Ahora sigo yo.

A: dale, pero por favor, despacio.

Él me tomó por las caderas y comenzó a entrar y salir acompasadamente, pero incrementando levemente la velocidad. Yo me acariciaba el clítoris, metía dedos en mi vagina o apretaba mis pechos. Cuando sintió que vendría otro de mis orgasmos, la sacó rápidamente de mi ano y la metió de un golpe en mi concha, aún con dos dedos míos adentro. Eso me excitó aún más. Estuvo dándome con todo un rato, hasta que no di más. Y la calentura me hizo pedir:

A: Acábame en el orto.

M: te va a doler, se está cerrando -me dijo a sabiendas de su calentura y mi estrechez.

A: Por favor, en el orto, ya

La sacó, seguí con mis dedos en la vagina y me apretaba con todo los pezones. Me tomó por la cintura, apoyó la punta y de un solo empujó la enterró hasta la mitad. Di un grito de dolor.

A: Seguí, quiero hacerte gozar como nunca has gozado con mi cuerpo.

Sus movimientos de volvieron cada vez más profundos y rápidos, sentía como entraba cada vez más profundo dentro de mis intestinos. Sus pelotas golpeaban mi vagina, hasta que de pronto, se enterró y sentí como todo su semen me llenaba. Caímos de costado y sin sacarla, me puso nuevamente sobre él que quedó de vuelta de espaldas en la cama. Mi cuerpo desfallecía y el abrió mis piernas. Empezó a bombear de nuevo, apretando mis pechos con todo, besando mi cuello.

Yo no lo podía creer, después de haber acabado su pija no se bajaba y seguía bombeándome. Estuvo como cinco minutos así y me dijo:

M: acabo de nuevo

A: Si, por favor, pero seguí en el culo.

Así lo hizo, nuevamente se descargó en mí. Como pude me salí, tomé su pija y la limpié toda. Mientras lo hacía, no podía creer que haya entrado toda en mi culo.

Nos quedamos charlando un rato más, y cada uno se fue a ver a su pareja. De mi parte, les aseguro que no tuve sexo con mi novio, y por varios días seguramente no voy a tener.

Quedamos en que como se quedaba a vivir en mi ciudad, seguiríamos encontrándonos.

Lo lamento por mi novio, pero estoy poseída por ese hombre que me hace gozar como ninguno.

Es evidente, estoy poseída por un demonio: Mi PRIMO EN LA CAMA ES UN DEMONIO QUE UNA VEZ ADENTRO NO SALE.

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