Sus manos la sujetan por las caderas, mientras, incansable, embiste por detrás a su novia. Esta, con los ojos vendados y tapones en los oídos, gime sin cesar loca de placer encadenando orgasmos. En ocasiones, las manos se deslizan de las caderas y recorren sus costados hasta alcanzar los pechos que oscilan vibrantes ante la fuerza de las acometidas. Un alarido, y se derrama en su interior mientras la abraza con todas sus fuerzas, la huele y besuquea su sudorosa espalda.
— ¿Te has quedado bien mi amor? —la pregunta cuándo recupera el resuello y su corazón se tranquiliza.
— Si mi amor… y yo creo que está vez has batido el récord, —respondió después de quitarse los tapones de los oídos.
— ¡Vale! Pero a mí este sistema no me gusta.
— Funciona, y muy bien.
— ¡Ya! Pero no me gusta.
— Antes, te corrías a los diez segundos y te pillabas unos cabreos que te cagas, y ahora, duras un montón…
— ¡Ya! Pero…
— … y además, no te quejes que luego tienes recompensa: te dejó hacerme todo lo que te de la gana. Y te recuerdo que eres muy… creativo.
— ¡Qué si joder! Pero es que follar mirando al Rajoy en la tele, mientras dice chorradas y mentiras, en el debate del Estado de la Nación, es muy heavy. Tú, por lo menos llevas los tapones, pero yo no.
— ¡Anda, anda! cuidado eres un quejica.